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Sebastián Abreu, de Olimpia, tras convertir de penal ante Barrio Olímpico, en la fecha 1 del Campeonato Minuano, en el Parque Artigas, en Minas.

Foto: Fernando Morán

La vieja noche de los sueños de Sebastián Abreu con Olimpia de Minas

2 minutos de lectura
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El Loco volvió al fútbol minuano, una noche de setiembre, con la camiseta del cuadro de su barrio, de su familia.

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¿Qué se necesita para que una noche sea especial?

Previo al juego entre Barrio Olímpico y Olimpia en la fecha 1 del Campeonato Minuano, en el Parque Artigas, en Minas.

Foto: Fernando Morán

En el barrio La Filarmónica, en el barrio de Olimpia, en el barrio de los Abreu, la noche es especial y se siente, como se siente en todo Minas, como se siente en el Parque Artigas, el lugar donde por fin sucederá. Lo que por más de 30 años le latió en su cerebro y su corazón, ponerse, como sueño a cumplir, la de Olimpia. Aquellas noches, aquellas tardes, aquellos días Seba soñaría con jugar en la selección, la de Lavalleja, y capaz hasta con jugar en Nacional, o con la celeste, pero el objetivo a cumplir y a alcanzar era jugar en Olimpia, el cuadro del barrio, el cuadro de la familia.

Jean Lucas Isarrualde, de Barrio Olímpico, tras convertir ante Olimpia, en el Parque Artigas, en Minas. /

Foto: Fernando Morán

Hace frío y una bruma baja de arriba.

Ese día llegó y como desde hace más de 30 años suena la CW 54 camino a la cancha, porque en todos nuestros pueblos, en todas nuestras vidas hay un cruce de calles que es Batlle y Florencio Sánchez, hay una boutique que se llama Sensaciones, una carnicería La Negra con abasto propio, y un escritorio rural que en el ritmo y la cadencia del locutor comercial de la transición futbolera suena igual que la pizzería y que la consulta jurídica de Bermúdez y asociados. Radios prendidas hace 100 años. La misma foto cambia de color.

Sebastián Abreu, de Olimpia, al final del juego ante Barrio Olímpico en la fecha 1 del Campeonato Minuano.

Foto: Fernando Morán

En la histórica cancha del viejo Central hay más de 600 personas. Los autos llegan hasta las viviendas.

Queda por saber desde dónde se fue a la cancha, si desde la casa paterna o desde la propia, pero caminando con la radiola al oído, en auto o en una chiva vieja y fiel con cuadro de hombre y manillar de carrera dado vuelta, Seba iba pensando, temblando, y sintiendo esta noche.

Los tres hijos de Sebastián Abreu, previo al juego ante Barrio Olímpico, en el Parque Artigas, en Minas.

Foto: Fernando Morán

No, gente, esto no era un acting para una acción comercial estirando el número de camisetas y poniendo al viejo Olimpia minuano en el mapa del mundo.

Esto fue, esto es la construcción de un sueño. Camino a la cancha parece sentirse la emoción y la tensión de Abreu a los 44 años, que es igual a la de los 15, cuando debutó en este mismo campeonato minuano, o cuando se puso la tricolor serrana por primera vez, o la celeste, o la de Defensor, o la de Nacional, y así cada tarde, cada noche, cada camiseta.

Sebastián Abreu, de Olimpia, Agustín Gimeno y Ezequiel Capretti, de Barrio Olímpico, en el Parque Artigas, en Minas.

Foto: Fernando Morán

La cancha está llena. Hay más gente que en cualquier partido desde 2019, dice una vecina de la usina. Abreu calienta con sus compañeros y le suena el teléfono, y entonces, como si estuviese en el Centenario, o en el Monumental, o en Maracaná, se debe a sus compañeros, a la instancia, a la seriedad, y sigue como si estuviese preparando el partido más importante de su vida.

Es el capitán, pierde en el sorteo pero gana en el alma. Se mueve con enorme capacidad y destreza entre sus jóvenes compañeros, que alguna le van a dejar. Enfrente está la franja, el Barrio Olímpico, dándose dique como último campeón y con gran gestión en la Copa OFI. El primer tiempo lo gana el CABO 1-0.

Charla técnica de Olimpia previo al juego ante Barrio Olímpico en la fecha 1 del Campeonato Minuano, en el Parque Artigas, en Minas.

Foto: Fernando Morán

En la segunda parte Olimpia buscó como pudo. ¡Echalo, muchacho!, pareció escucharse de Abreu, pero la franja seguía ganando y buscando, hasta que en el final –¡la hora, juez!– llega la enésima pelota empujada por todo Olimpia, y el juez señala el disco blanco de sentencia. Ustedes ya saben quién está ahí.

¿Acaso creen que este penal para Washington Sebastián Abreu representaba menos tensión y compromiso que el de aquella noche de Johanesburgo, en el Mundial de Sudáfrica, contra Ghana?

Ahí está el Loco, camina hacia la pelota, mira al golero, corre cuatro pasos y toc. La pelota toca las redes. Abreu se besa el escudo. Es Olimpia. Es gol. Es la vida.

Sebastián Abreu, con sus hijos Facundo y Diego(I), en el Parque Artigas.

Foto: Fernando Morán

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