Deporte Ingresá
Deporte

Ilustración: Ramiro Alonso

El otro escorpión: sobre la absolución de Higui, acusada de asesinar a uno de sus agresores en 2016

2 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

Desde ese tiempo, nada se ha sabido sobre los pantalones rotos de Higui, los golpes que le deformaron el rostro, y los años de abusos en el barrio de los cuales Christian Rubén Spósito siempre fue cómplice o partícipe, que es parecido.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Higui es de Boca y eso la define. El día que intentaron violarla... uno de los días que intentaron violarla en el barrio de Mariló, de donde había escapado por los abusos, llevaba puesto el pantalón de Boca Juniors. La vida es un partido de fútbol donde siempre vas perdiendo, un espacio de euforia y adrenalina, y una realidad abyecta y violenta. En esa cancha juega Higui, como en las canchas de las villas donde se crio en la zona oeste del conurbano bonaerense, donde la apodaron así por su parecido con el arquero colombiano que hizo el famoso “escorpión” en el estadio de Wembley y contra los ingleses; todo un símbolo. Desde guacha le decían cualquier cosa por jugar al fútbol, por imitar a Higuita, por puro odio. Aquellos abusos instalados desembocaron en un intento de violación que la Justicia argentina titula de “correctiva” por la descripción del hecho en la que se destaca la amenaza o la advertencia de uno de los agresores de “hacerla sentir mujer, forra lesbiana”. La causa estuvo en los archivos más oscuros de la Argentina de los últimos años.

A Higui la imputaron por asesinato, pero nunca se investigó la cadena de hechos que terminaron con Christian Rubén Spósito atravesado por la navaja que Higui guardaba entre las tetas. Esa noche, Higui, destrozada a golpes y abusos, fue llevada a prisión por asesinato, y Spósito, moribundo, fue llevado al hospital. Desde ese tiempo, en 2016, nada se ha sabido sobre los pantalones rotos de Higui, los golpes que le deformaron el rostro, y los años de abusos en el barrio de los cuales Spósito siempre fue cómplice o partícipe, que es parecido.

Lo cierto es que Higui se transformó en un ícono. “Yo también me defendería como Higui” fue una frase repetida en las manifestaciones del último 8M en Argentina. Es que los varones seguimos violando y abusando de las mujeres o siendo condescendientes con hechos de este tipo. La defensa personal es quizás la única forma de frenar a un hombre violento, a un violador, atravesarlo con una daga y sacarlo del mundo. Limpiarlo, digamos.

El mismo René Higuita se manifestó a favor de la causa de quien quizás sea su fanática más gloriosa, Eva Analía de Jesús, Higui, quien fue absuelta el 17 de marzo en una multitudinaria jornada en los tribunales. A su salida, después de seis largos años de imputación y prisión preventiva, Eva apareció entre su gente con una pelota de fútbol debajo del brazo, evocando su propia y reconocida imagen de niña, vestida de arquera, con un balón bajo la axila y el semblante listo para cualquier furia. Lo primero que hizo fue preguntar por Tehuel, un chico trans de 22 años que continúa desaparecido: “Vamos a sacar más pibas, más chicas trans, más chicos trans de las cárceles. Vamos con todo, vamos que nos necesitan ¿Dónde está Tehuel?”.

Higui es de Boca y eso la define, casi como Higui define a quienes conocen su historia, a quienes la han llevado como bandera, como una hinchada. Algo así dice en una de sus frases más futboleras, compiladas en ¡Qué jugadora! Un siglo de fútbol femenino en Argentina, de Ayelén Pujol: “Hoy siento que tengo hinchada sin jugar a la pelota. Porque a mí me ayudaron mucho en todo esto las pibas de los movimientos feministas. Es re loco. A ellas no les importa si hago un gol: hinchan igual por mí. Ellas me ayudaron a defenderme. Es como que me dieron un pase, me devolvieron la pelota al pie cuando yo la había perdido. La recuperé, las pibas me la pasaron. Ahora cuando juego por ahí me cargan, me dicen que estoy vieja. Pero bueno, yo me río y les contesto: “Ya sé que estoy vieja, guachas, pero tampoco tanto”.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa el deporte?
Suscribite y recibí en tu email la newsletter de deporte.
Suscribite
¿Te interesa el deporte?
Recibí la newsletter de deporte en tu email todos los domingos.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura