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Ilustración: Ramiro Alonso

Isabella Antonaccio: “El ecosistema TIC: pasado, presente y futuro”

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Es de Durazno, se vino a estudiar a Montevideo en el año 2000 y desde entonces se ha ido posicionando como una referencia en el sector TIC. La semana pasada le tocó cambiar de rol y se aventuró en la conducción del Punta Tech Meetup, el evento insignia que reúne anualmente a líderes y emprendedores de la tecnología. En su visión, “hemos avanzado hacia un lugar de privilegio en la comparativa internacional y debemos velar por no retroceder en este sentido”. Desde esa perspectiva, es “clave seguir avanzando en la universalización y el acceso a la tecnología por parte de todas las personas en el país” y “estrechar los lazos entre los distintos sectores e industrias y la academia”.

¿Hace cuánto trabajás en el sector tecnológico?

En Uruguay XXI hace más de siete años que estoy trabajando dentro del sector. Antes estuve cerca de cinco años en la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información [CUTI] y previo a eso en la Universidad ORT. Este último fue el primer trabajo que me permitió conocer y vincularme con el ecosistema tecnológico y emprendedor, que es lo que a mí me interesaba. Si bien estudiaba en Udelar, comencé a trabajar en la bedelía de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales de ORT y luego pasé a trabajar en su Facultad de Ingeniería. Ahí me vinculé con lo que hoy es el Centro de Innovación y Emprendimientos [CIE] y empecé a adentrarme en ese mundo. Luego, en el año 2009, comencé a trabajar en CUTI y ahí sí ya me metí de lleno dentro del sector.

Entre una cosa y la otra ya acumulás 15 años en el sector.

Sí. Ahora que lo decís es pila [risas]. Es un sector que me encanta y me resulta muy atractivo por su dinamismo y por la cantidad de aristas que tiene.

¿Cómo ves la evolución durante ese período?

Obviamente la tecnología cambió totalmente, y sobre todo su usabilidad y la presencia que tiene en nuestra vida cotidiana. Cuando comencé era totalmente distinto. Es cierto, en aquel momento ya había parte de la población donde la tecnología estaba muy presente, pero la diferencia mirando hacia atrás es abismal. Hoy tenemos el uso de internet y la conexión con dispositivos tan naturalizada que parece que fuera de toda la vida. Pero hace 15 años eso no era así. Lo mismo sucedió con otros temas, como el de la ciberseguridad o el uso de los datos personales que hoy están en el corazón del debate sobre la tecnología. En aquel momento no había mucha consciencia al respecto y esas preocupaciones eran puntuales de algunos segmentos, por ejemplo el financiero.

¿Cambiaron los modelos de negocios también?

Sí. Eso también cambió mucho. Cuando comencé a trabajar en el sector la gran mayoría de las empresas se focalizaban hacia el desarrollo de soluciones B2B (“de negocio a negocio”) y no se pensaba tanto en modelos de negocio que estuvieran dirigidos al consumidor final. También el cambio que se dio con el uso más masivo de internet, las diferentes plataformas y dispositivos, y el propio cambio en los modelos de hosting, que hoy prácticamente todo está en la nube, hizo que las empresas adapten sus modelos de negocios a estas nuevas realidades. Hace 15 años había empresas de desarrollo y diseño web, pero no había empresas que desarrollaran aplicaciones mobile como ahora. También cambiaron mucho las propias metodologías de trabajo de las empresas y cómo gestionan sus proyectos. Antes se trabajaba bajo metodologías más rígidas y desde hace ya unos siete u ocho años se ha dado un vuelco hacia metodologías ágiles que han transformado la lógica de los proyectos, basados en constantes iteraciones, con pleno involucramiento de los equipos de desarrollo y una fuerte vinculación con el cliente. Sin dudas hubo una maduración muy importante del sector que ha permitido un gran crecimiento durante ese período y un desarrollo extraordinario de los distintos actores del ecosistema. Por nuestras características y escala, siempre tuvimos una visión global para vender soluciones, pero es sorprendente ver cómo se consolidó la internacionalización del sector en los últimos años, particularmente en Estados Unidos, el principal destino de exportación del sector. Ese proceso, que estuvo acompañado por otras transformaciones en cuanto a la digitalización del país y a la ampliación del acceso a la tecnología por parte de la población, nos permitió ubicarnos en la vanguardia en muchas dimensiones.

¿Mejoró la formación también?

Sí, esa es otra dimensión que ha experimentado un cambio muy importante. La oferta de carreras relacionadas al sector creció mucho durante los últimos años y además se expandió hacia el interior con la Universidad Tecnológica (UTEC) y los tecnólogos en informática de UTU. Según datos del Ministerio de Educación y Cultura, eran más de 15.000 los estudiantes matriculados en carreras TIC en 2018. Además, Uruguay ha logrado mantener una muy buena reputación en lo que refiere a la formación académica en el área de ciencia y tecnología. El rol de la Udelar en este sentido ha sido sumamente importante; en el caso de la Facultad de Ingeniería, con centros de investigación reconocidos por el valor de sus investigaciones y calidad académica.

El empleo en el sector también ha crecido muchísimo. Hoy hay unas 16.000 personas empleadas en el sector TIC. Además de que es un sector con un muy alto nivel de formalización y salarios nominales promedio por encima de la media.

En este sentido, y en un contexto de recorte presupuestal como el que estamos viviendo, considero que se deben definir áreas específicas como la educación, la investigación, y la ciencia y la tecnología, que sean prioritarias en una estrategia de desarrollo de largo plazo, que deberían quedar por fuera de los recortes presupuestales.

¿Cuáles son los diferenciales que permitieron apalancar esta industria?

Son varios; algunos son diferenciales país, comunes a todos los sectores, y otros sí son específicos de esta industria. Con relación a los primeros, la estabilidad, la transparencia, el respeto por las reglas de juego y la infraestructura tecnológica son algunos de los principales. Respecto de los segundos, destacaría el talento de los recursos humanos y el propio ecosistema que se fue conformando. Cuando hablás con empresas internacionales instaladas acá la valoración de nuestros recursos es altísima. Y no sólo reconocen su valor técnico y académico, sino también otras capacidades blandas asociadas a lo actitudinal. Es algo cultural y me cuesta explicarlo... es esa buena disposición para afrontar desafíos, intentando siempre ir a más. En definitiva, las habilidades técnicas sumadas a estas habilidades más blandas y actitudinales generan un combo ideal para el desarrollo de innovaciones y la interacción con clientes globales. He conocido experiencias de empresas uruguayas a las que se les han caído proyectos en Estados Unidos porque por un tema de costos sus clientes los sustituyen por empresas de otros países. Sin embargo, luego de un tiempo han vuelto a contratarlas porque no encuentran el mismo nivel de satisfacción respecto del delivery y calidad técnica que les ofrecían las empresas uruguayas.

Otro diferencial que veo, y que tiene que ver con nuestra escala, es que las empresas tienen una mentalidad global desde el vamos. Eso no es tan así en otros lugares. Somos un país chiquitito y por eso desde el arranque se debe mirar hacia afuera.

¿Qué hitos identificás como relevantes detrás de esa trayectoria?

La temprana creación de un tejido empresarial que consolidó la capacidad de exportar tecnología desde Uruguay. Por otro lado, el respaldo que se le ha dado a esta industria desde el sector público a través de incentivos fiscales y otros instrumentos. Eso es algo que se ha mantenido por décadas y fue clave para la expansión del sector. También lo fueron otras políticas públicas puntuales que se impulsaron para apuntalar la digitalización del país. Por ejemplo, el Plan Ceibal o la creación de la UTEC para promover la descentralización con foco en carreras tecnológicas. Esos han sido proyectos bandera del país, pero no son los únicos. También otras iniciativas que partieron desde la política pública, como por ejemplo todos los incentivos para el desarrollo de innovaciones y la internacionalización a través de los subsidios de la ANII y de Uruguay XXI. O proyectos nacionales como la instalación de la fibra óptica y la facilitación del acceso a internet que contribuyeron a poner a Uruguay al frente de los ranking regionales en materia de conectividad e infraestructura tecnológica. Además, muchos de estos hitos están asociados a la universalización del acceso a la tecnología por parte de la población. Otro hito relevante para el sector ha sido la instalación en el país de empresas internacionales, que contribuyó a mejorar la cultura de trabajo global, orientada a desarrollar soluciones para grandes clientes y corporaciones bajo los estándares más exigentes. Esto obviamente generó un derrame sobre todo el ecosistema TIC. Siempre menciono el caso de la empresa india Tata Consultancy Services [TCS], que eligió nuestro país tempranamente (año 2002) como lugar para establecer su primer centro de desarrollo en Latinoamérica. Luego de dos décadas, encontrás que muchos de los fundadores de empresas uruguayas son exmiembros de TCS. Eso es algo común porque es una empresa que ha invertido mucho en formación y en promover a Uruguay como destino para atraer migración calificada. Hoy es la principal empleadora de la industria TIC, con cerca de 2.000 personas. Es un ejemplo de un gran semillero para la conformación de empresas uruguayas con mirada global y alto perfil.

¿Cuántas empresas conforman el ecosistema?

De acuerdo a los datos del Banco de Previsión Social, algo más de 500 empresas. Eso excluye a las microempresas. De ese universo, 70% aproximadamente son empresas pequeñas que emplean entre cinco y 19 personas. Obviamente, pese a que son menos las empresas medianas y grandes, son las que mayor impacto tienen en los volúmenes de facturación y empleo del sector.

¿Cómo visualizás el ecosistema uruguayo hoy?

Lo veo sólido y creo que tiene un rasgo que es muy interesante que pasa por la cooperación. Me ha tocado trabajar con empresas de distintas dimensiones, algunas consolidadas y otras más chicas que recién arrancan, y siempre destaco la buena disposición de unos y de otros para colaborar, transmitir buenas prácticas, brindar consejos, establecer contactos y abrir puertas y oportunidades. Obviamente hay competencia dentro del sector, como en cualquier otro, pero me parece que hay una alta propensión a la colaboración que es súper valiosa. Por ejemplo, hay empresas que ganaron mucha visibilidad el año pasado y que se están esforzando para posicionar al país internacionalmente; en lugar de tomar una postura de salir a mostrarse solamente ellas y a sus logros, aprovechan esa atención para hablar de todo el ecosistema uruguayo. Eso está buenísimo y es fundamental para fortalecerlo.

¿Esa colaboración también se da con otros sectores?

Siento que el grado de colaboración con otros sectores y actores es menor. Significaría una oportunidad importante de crecimiento para nuestro país, porque si existiera una mayor colaboración podríamos movernos mucho más rápido hacia la digitalización de la economía. Entiendo que ahí falta avanzar más.

Podría ser un sector de infraestructura económica como el financiero (sector utilizado por otros).

Exacto, es un sector totalmente horizontal. Por eso siempre se habla de la transversalidad de las TIC. La cantidad de áreas que hoy terminan en “tech” ilustra ese fenómeno. Tenés fintech, biotech, agtech y hasta videojuegos. Hoy la tecnología es absolutamente transversal y atraviesa a todos los sectores. Eso es algo que quedó muy claro en el marco de la pandemia. Muchos sectores tenían pendiente la digitalización y automatización de procesos y no terminaban de dar el salto. Sin embargo, ante estas circunstancias tan excepcionales no tuvieron otra opción que acelerar a fondo en ese sentido. Esto fue un fenómeno mundial. Las tecnológicas fueron las grandes beneficiadas por la pandemia.

¿Quién debería promover esa mayor transversalidad?

Creo que el Ministerio de Industria juega un rol importante en ese sentido. Varias experiencias e iniciativas han sido promovidas desde ahí. Obviamente, en coordinación con otros Ministerios y demás agencias e institutos, como pueden ser ANII, INIA, Inalog, INAC, ANDE y Uruguay XXI; privados y la academia. Lo que en su momento fueron las mesas y consejos sectoriales, que daban un buen marco para trabajar en esta línea. La experiencia sectorial que se ha generado en las instituciones en nuestro país es muy importante, y esto promueve un marco ideal para apalancar este tipo de procesos. Esta es una ventaja de Uruguay. También Agesic, que si bien se ha focalizado en los avances en materia de gobierno electrónico, tuvo un rol clave para expandir el alcance de la tecnología hacia otros sectores y la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, la historia clínica electrónica y el programa salud.uy son muestra de ello. En este sentido, creo que Transforma Uruguay, dentro de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto [OPP], desempeñaba un rol importante como organismo aglutinador y articulador de todas estas agencias con el Poder Ejecutivo. Lamento que ya no se cuente con este espacio de coordinación.

Isabella Antonaccio.

Foto: Alessandro Maradei

¿Qué desafíos identificás para el sector?

En los últimos años aumentó mucho la competencia. Cuando comencé a trabajar en el sector no había tanta como hay ahora. Si tenés algo de formación y sabes inglés, la barrera de acceso a esta industria es muy baja y hace que exista una enorme oferta de servicios de desarrollo de tecnología. Los países de América Latina vienen posicionando cada vez más sus ecosistemas, y con precios competitivos. También hay mucha competencia con empresas de Europa del este y Asia, especialmente de India. Esta mayor competencia también acarrea desafíos relacionados a la expansión comercial de las empresas, que les impiden despegar; además de que muchas veces la enorme capacidad técnica no está acompañada de habilidades comerciales. Desde Uruguay XXI tratamos de apoyar en ese sentido, porque vemos que es un tema que limita la expansión. El otro gran desafío, y por ahí el más obvio porque es una problemática global, es que falta gente formada. Hoy las empresas más importantes de Uruguay han tenido que salir al exterior a reclutar; por ejemplo, el caso de la empresa Overactive, una de las principales exportadoras de software del país, cuenta con equipos de desarrollo en otros países de la región. También en el tema formación tenemos desafíos como país y por ende como sector. En primer lugar, porque si bien la matrícula universitaria de Uruguay ha crecido, aún es baja la proporción de la población que logra acceder a la educación universitaria. En cuanto a la formación específica para el sector, también ha aumentado muchísimo la matrícula y la oferta de carreras, pero los números aún son bajos. Hoy hay unas 15.500 personas matriculadas en carreras técnicas y universitarias de tecnología, y egresan alrededor de 700 por año. Asociado a lo anterior, el otro gran desafío a mi entender es el de la inclusión dentro del sector. Hay una brecha de género muy grande que no ha cambiado casi nada en los últimos años; se mantiene una relación de 70/30. Eso no pasa sólo acá, pero claramente no hemos encontrando la forma de incorporar más mujeres a la industria. Lo mismo en lo que refiere al rol que ocupan las mujeres que sí forman parte del sector. También la inclusión desde la perspectiva territorial y de las personas con discapacidad. Antes de la pandemia ya era un sector donde el trabajo remoto tenía un peso importante; mucho más desde el último año. Creo que desde ese punto de vista deberíamos encontrar la forma de promover mayores oportunidades de generación de empleo en el interior del país y de empleo inclusivo. Muchas empresas han impulsado iniciativas para aumentar la inclusión. Hay un caso particular de una empresa argentina con operaciones en Uruguay (Arbusta) cuya filosofía es contratar personas de entre 18 y 25 años de contextos vulnerables y sobre todo mujeres. También hay otros casos que han apostado a la reconversión de personas, por ejemplo, la empresa uruguaya Pyxis, que desarrolló un programa para incluir y reconvertir personas en el entorno de los 50 años (Programa +50); o la empresa Abstracta, que cuenta con un centro de testing en Salto y otro en Juan Lacaze. Son experiencias interesantes que demuestran que este camino es viable, y además Uruguay cuenta con políticas para profundizar en esta línea, en particular a través de los instrumentos del Inefop. Además, está la ley de empleo juvenil, el programa Finishing Schools gestionado por Uruguay XXI e Inefop, varios programas de capacitación como b_IT de CUTI o Jóvenes a Programar impulsado por Ceibal. Definitivamente se están haciendo cosas, pero entiendo que podemos ir un paso más y desde el sector privado hay que tener mayor conciencia del potencial que tendría para el país y la industria apostar a la inclusión y formación de más personas. Invertir en formar gente contribuiría a mitigar el desafío de los recursos en el sector y tendría externalidades más generales.

¿Qué líneas dentro del sector ves con más potencial?

Es una pregunta difícil [risas]. Es un universo muy amplio porque en todos los sectores hay margen para incorporar vía una mayor incorporación de tecnología. Hoy en este contexto te diría que las áreas de salud, finanzas, e-commerce y retail. En el caso de la salud, la crisis sanitaria reveló que hay potencial para avanzar y encontrar más sinergias con la tecnología. Por otra parte, dadas nuestras condiciones parecería natural que Uruguay avance aún más en el segmento agtech (tecnología aplicada al agro) que por cierto es enorme; ya que incluye desde soluciones para la gestión del campo/cultivo/ganado, hasta todo lo que refiere al desarrollo de semillas y alimentos a través de la biotecnología y la inteligencia artificial. En este sentido es sumamente importante continuar impulsando la aplicación de tecnología al agro y mejorando su productividad. Tenemos casos bien interesantes de soluciones para la gestión de rodeos, monitoreo de plagas, herramientas para controlar la aplicación de agroquímicos y el monitoreo de suelos. Paralelamente, considero que como país debemos estar bien atentos a las diferentes tendencias internacionales que se están dando en este mismo sector. Por ejemplo, pensemos en el ámbito de los alimentos. Experiencias como las de Impossible Foods, Beyond Meat o la startup chilena Not Co, que crean sustitutos en base a vegetales para distintos alimentos de origen animal y logran replicar su sabor y su textura. Gran parte de la población mundial está yendo para ese lado, ya sea por el cambio en patrones de consumo o por otros motivos. Creo que en Uruguay estaría bueno estar atentos a estas tendencias y comenzar a movernos también en esa dirección. Pensando en las capacidades que tenemos en el agro y en el posicionamiento que logramos en muchos mercados, sería bueno seguir poniendo tecnología a la orden de esas ventajas construidas. Es parte de la visión a largo plazo que como país debemos construir, poniendo la ciencia y la tecnología a disposición de los valiosos recursos naturales que tenemos y a la consolidación comercial generada.

¿Cuál es la situación de las empresas uruguayas en ese sentido?

Hay varias empresas que hoy están enfocadas en el desarrollo de soluciones con un alto componente de innovación; incluso algunas de ellas desarrollando sus propias soluciones, no para terceros. Tenemos el tan reconocido caso de dLocal, primer unicornio de la industria. También hay otros casos, enfocados al desarrollo de soluciones innovadoras, pero para ser utilizadas por terceros. Hay empresas en Uruguay que trabajan para el segmento de la salud en Estados Unidos y por ende deben pasar por los más altos estándares de exigencia de la FDA, la agencia federal a cargo de la aprobación de dispositivos médicos y medicamentos en ese país. Hay un caso en Uruguay muy reconocido porque parte de la experiencia de la empresa CCC, creada en su momento por el doctor Fiandra, quien logró la primera implantación exitosa en América de un marcapasos. Esta empresa que surgió para la fabricación de marcapasos fue evolucionando y, si bien hoy es parte de un grupo global, tiene en Montevideo un centro de desarrollo donde se generan prototipos de dispositivos médicos que luego son aprobados por la FDA. Son varios los casos de soluciones muy interesantes que se desarrollan acá y luego son sometidas a los más altos estándares de calidad en el mundo.

¿Qué oportunidades visualizás hacia adelante?

Uruguay ha logrado posicionarse internacionalmente con importantes proyectos de tecnología y digitalización que fueron posibles gracias a nuestra escala e infraestructura tecnológica. Esos proyectos, que están muy asociados a la modernización del Estado y las empresas públicas, tienen detrás tecnología desarrollada por empresas uruguayas. Se me viene a la cabeza el proyecto de trazabilidad del ganado vacuno, que detrás tenía un consorcio de empresas formado por Genexus, ICA y Sonda (empresa chilena con presencia en Uruguay). También LUCIA, el sistema que utiliza Aduanas, la ventanilla única de comercio exterior, el sistema desarrollado para las redes inteligentes de UTE, proyectos de smart cities. En todos estos proyectos visualizo la oportunidad de exportar tecnología uruguaya a partir de la promoción que se haga internacionalmente por parte del Estado. Otra oportunidad que identifico es la de generar un programa de aceleración internacional de empresas. En Uruguay tenemos casos de empresas locales que atravesaron procesos de aceleración en Estados Unidos, los que les permitieron lograr un importante crecimiento, ya sea porque levantaron capital de fondos de inversión o porque fueron adquiridas. Se me ocurren dos casos. Uno es el de la empresa Glam st, que terminó siendo adquirida por Ulta Beauty, uno de los principales retailers de cosmética de Estados Unidos. Si bien su fundadora continúa viviendo en San Francisco, todo su equipo de desarrollo está localizado acá. La otra es Meitre, una empresa que logró levantar fondos de Andreessen Horowitz, uno de los principales fondos de inversión estadounidenses. Ambas tienen en común que lograron acceder a programas de aceleración de tres meses en Estados Unidos; la primera en 500 Startups y la otra en Y Combinator. Si bien Uruguay ha desarrollado acciones específicas con la aceleradora 500 Startups, sería una gran oportunidad replicar este tipo de experiencias; facilitando que más empresas puedan acceder a esta oportunidad de acelerar su expansión. Por último, visualizo que podría haber más oportunidades de generar innovaciones a través de una mayor conjugación entre el mundo académico y el empresarial. Si bien en otros mercados es muy común que ambos mundos convivan, no es lo usual en Uruguay, y tengo la sensación de que pertenecer al mundo académico y al empresarial no “comulgan”. No quiero hacer ningún juicio de valor al respecto, sino simplemente alertar que el hecho de que a ambos mundos les sea difícil convivir debilita nuestra capacidad país de innovar.

¿Cómo entendés que se pueden capitalizar?

Hay que profundizar las acciones de promoción en el exterior. Si bien se ha hecho mucho y cada día nos conocen más, sigue siendo difícil posicionar la marca país asociada a lo tecnológico y eso deja margen para profundizar esfuerzos. Por otro lado, es clave seguir avanzando en la universalización y el acceso a la tecnología por parte de todas las personas en el país. Así como continuar trabajando en estrechar los lazos entre los distintos sectores e industrias y la academia; bajo esa perspectiva de trabajar conjuntamente para modernizar sectores, siempre con la óptica de que estas soluciones promuevan la universalización de la digitalización, incluso hasta te diría desde un enfoque de derechos. En los últimos años hemos avanzado hacia un lugar de privilegio en la comparativa internacional y debemos velar por no retroceder en este sentido. Por otro lado, nuestra condición de país pequeño también ofrece un atractivo para el testeo de tecnologías. Desde Uruguay XXI venimos trabajando desde hace un buen tiempo en promover a Uruguay como lugar para testear nuevas tecnologías. Recuerdo que hace tiempo escuché a Nicolás Jodal haciendo referencia a esa posibilidad en el caso de los autos autónomos; ¿qué nos impide avanzar en ese sentido? No pareciera tan loco pensar que Uruguay podría constituirse como un espacio controlado de pruebas. A veces tengo la impresión de que la regulación, o el miedo de ir contra cierta regulación desafía nuestro statu quo de país estable, pero creo que se podría encontrar una fórmula adecuada para ser estables y disruptivos al mismo tiempo. Por último, y desde el lado empresarial, me parece que puede ser bueno encontrar modalidades que permitan a varias empresas salir al mundo bajo un mismo paraguas, como una suerte de cooperativa que permita unir unidades separadas bajo un único management para salir a vender. Eso podría mitigar muchos de los problemas asociados a la escala o a la falta de recursos, porque lo que pasa a veces es que un proyecto puede demandar una cantidad de profesionales que exceda las posibilidades de una sola empresa.

Con la pandemia muchas empresas uruguayas ganaron visibilidad, ¿cómo impactó eso?

Sí. Desde Uruguay XXI vivimos fuertemente toda esa visibilidad que como país tuvimos a nivel internacional durante la pandemia; sobre todo con un gran incremento de las consultas de inversión en Uruguay, así como con el interés de extranjeros de querer venirse a vivir a Uruguay. De hecho, con un instrumento de Aftercare (servicios posinversión) que tenemos, facilitamos el ingreso de muchas personas que vinieron a trabajar para empresas tecnológicas en Uruguay. Pero en este 2020 tan particular, sucedió que vinieron a vivir a Uruguay personas que tienen roles muy importantes en empresas multilatinas, como es el caso de Mercado Libre y Globant. Se trata de actores clave en el mundo de los negocios y la tecnología. Me pregunto de qué manera, como país, podríamos capitalizar esta situación, y que la presencia de estas personas con importantes conexiones y relevancia en la industria pueda ofrecernos una oportunidad para potenciar nuestro ecosistema. Habría que encontrar una manera creativa de explotar este fenómeno.

Como referente del sector te tocó participar del Punta Tech Meetup 2021, pero esta vez desde otro lugar, ¿cómo te sentiste?

[Risas] Desde Uruguay XXI siempre acompañamos el evento porque es una gran oportunidad para proponerle a gente del exterior que conozca Uruguay, además de que reúne a toda la comunidad de la industria TIC uruguaya. Este año el desafío era hacerlo de forma virtual y por eso nos pusimos a pensar cuál era la mejor manera de acompañar. Desde la organización me propusieron sumarme a la conducción junto a Facundo Macchi, y desde Uruguay XXI nos pareció una excelente manera de apoyar. Debo confesar que tuve que salirme totalmente de mi zona de confort, pero fue gran aventura que disfruté muchísimo.

¿Qué fue lo que más te gustó del evento?

Me encantó la charla de Tim Harford, fue un placer escucharlo. Ya había visto algunas de sus charlas TED y había leído algunas de sus columnas en el Financial Times; disfruto mucho de su tono pausado y lo didáctico que es para explicar sus diferentes teorías, y cómo estimula a practicar la improvisación, que, según Harford, junto al desorden han sido responsables de grandes creaciones. Me pareció una charla sumamente inspiradora porque justamente apuntaba a cómo estos contextos tan difíciles pueden ser propicios para impulsar grandes disrupciones. Fue una buena invitación para pensar en cómo desde la política pública se puede facilitar la adaptación de la sociedad a ellos.

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