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Ilustración: Ramiro Alonso

¿Es el cuidado del ambiente un freno a la economía? ¿Verdad o mito?

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Leído por Lola Livchich
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Todavía persiste la idea de que el cuidado del ambiente impone un freno a la economía. Se lo tiende a asociar con actividades no rentables, con mayores costos de producción o con prohibiciones y trabas a las actividades económicas. Esto no necesariamente, o no siempre, es así. Para indagar sobre este tema haremos un repaso muy breve sobre la evolución del vínculo entre economía y ambiente, para luego conocer algunas experiencias que contribuyen a derribar este mito.

Las cuestiones ambientales y las de desarrollo “han tenido encuentros, desencuentros y tensiones persistentes, por lo menos en los últimos 50 años” (Gudynas, 2011). En 1972, el reporte Los límites del crecimiento planteaba una postura de oposición entre ecología y economía o, como decimos en economía, la existencia de un claro trade-off o conflicto entre ambas dimensiones.

En los 80, a instancias de la Organización de las Naciones Unidas, la concepción del vínculo entre la economía y el ambiente fue evolucionando hacia la idea de que ambas dimensiones son inseparables y que no es posible desarrollar actividades económicas sin tener en cuenta el ambiente que les da soporte. Se deja así atrás la idea de ecología versus economía, para dar paso a la idea de ecología para la economía.

Esto queda reflejado en la definición de desarrollo sostenible propuesta en el Informe Brundtland de 1987, que establece: “Está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las propias [...]” (CMMAD, 1987). En definitiva, muchas veces lo que se presenta como una disyuntiva entre economía y ambiente es, en realidad, un dilema entre consumo presente y consumo futuro. En otras palabras, el crecimiento económico de corto plazo se vería amenazado en el largo plazo (e incluso podría retroceder) si el proceso de producción y consumo atenta contra el ambiente que lo sustenta. Por ejemplo, si la extracción de recursos se hace a una tasa mayor que su ritmo de reposición y/o si se afecta severamente la calidad de dichos recursos. En ese sentido, según la medición que realiza Global Footprint Network, entre el 1º de enero y el 22 de agosto de 2020 los seres humanos habíamos consumido todos los recursos que la tierra podría generar a lo largo de todo el año 2020 (GFN, 2020).

Más recientemente comenzaron a surgir nuevos desarrollos teóricos, tales como la economía circular, la bioeconomía y la economía verde, que, con distintos matices, ofrecen herramientas y recomendaciones para impulsar modelos de negocio amigables con el ambiente.1

A nivel más práctico, existen numerosos ejemplos en Uruguay de situaciones “ganar-ganar”, en las que es posible obtener ganancias y al mismo tiempo cuidar el ambiente o disminuir significativamente el impacto ambiental. Algunos de ellas son los siguientes:

• Prácticas ganaderas. Varios establecimientos ganaderos han implementado diferentes estrategias que incluyen: subdivisión de campos, pastoreos rotativos, fertilización ajustada por la extracción de nutrientes que hace el ganado durante el pastoreo y por los nutrientes que aporta la bosta, entre otros. Estas acciones permiten reducir la necesidad de incorporar fertilizantes químicos y aumentan el secuestro de carbono en el suelo, contribuyendo a la mitigación del cambio climático. También favorecen la adaptación al cambio climático, ya que estos sistemas han mostrado ser más resistentes ante shocks climáticos, permitiendo así tener una mayor estabilidad de la producción e ingresos (Ferreira, 2017). De esta forma, los establecimientos han reducido su impacto ambiental y han incrementado los resultados económicos.

• Emprendimientos apoyados por Biovalor, proyecto ejecutado por el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA, cuyas atribuciones quedaron divididas actualmente entre el Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial). Por ejemplo, la producción de pellets de compost y la formulación de sustratos permite gestionar adecuadamente residuos biodegradables y obtener al mismo tiempo un producto que mejora el suelo y potencia la producción agropecuaria. Además de los beneficios ambientales obtenidos, los estudios indican que esta actividad es económicamente atractiva (Benzano y Zaha, 2020).

• La tecnología de confusión sexual desarrollada por el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y la Facultad de Agronomía (Fagro), en el marco del programa Manejo Regional de Plagas en Frutales de Hoja Caduca, impulsado por el MGAP. Esta tecnología consiste en liberar en todo el ambiente de producción la feromona sexual con que las mariposas hembras atraen a los machos. De esta forma, los machos se confunden y no pueden encontrar a las hembras, reduciendo la cópula y, por consiguiente, la cantidad de huevos que luego se transforman en gusanos. Así, se logra reducir el daño causado en la fruta mediante lo que se conoce como “control biológico” de plagas, lo que permite disminuir el uso de plaguicidas y, de esa manera, el impacto ambiental. En términos económicos, esta práctica les permite a los productores seguir accediendo a mercados de exportación que exigen su cumplimiento (MGAP, 2020).

• Proyectos impulsados por el Programa de Producción más Limpia del MIEM y por el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop). Por ejemplo, la iniciativa vinculada con las ladrilleras artesanales en Uruguay contribuyó a reconvertir la producción de ladrillos utilizando tecnologías más limpias y menos dañinas para la salud humana, y simultáneamente promovió el incremento de la formalidad en el sector.

Además de estas experiencias locales, en el plano internacional existen estudios que demuestran que es posible realizar mejoras sustantivas en el ambiente sin sacrificar resultados económicos. Por ejemplo, un estudio realizado para Brasil (Kennedy et al, 2016) señala que sería posible mantener los márgenes económicos actuales de los productores agropecuarios y reducir significativamente las cargas de nitrógeno, fósforo y sedimentos hacia los cursos de agua, por medio de una relocalización estratégica de la vegetación en el área bajo estudio. Además, dicha relocalización también permitiría generar un hábitat adecuado para más de 100 especies de aves y mamíferos diferentes, de las cuales la mayoría son endémicas (que sólo pueden vivir en esas condiciones).

Por otra parte, un estudio para Estados Unidos (Polasky et al, 2008) indica que sería posible incrementar tanto la cantidad de especies que puede soportar un ecosistema como los beneficios económicos obtenidos, realizando también un estudio de optimización de los diferentes usos del suelo.

Estos ejemplos ilustran claramente el concepto económico de “mejora de Pareto”: aquel escenario en que un cambio introducido en el sistema mejora la situación de al menos un individuo (o dimensión, en este caso: economía y ambiente) sin empeorar la situación de los demás.

Más allá de los casos concretos mencionados, es importante señalar que en muchos casos la protección del ambiente se convierte en sí en un factor de mejora de la competitividad y de diferenciación, lo que mejora la rentabilidad de los negocios. Además, los mercados internacionales son cada vez más exigentes, y cumplir con ciertos estándares ambientales nos permite seguir accediendo a ellos.

Por otra parte, cuidar el ambiente también puede implicar ganancias sociales, que además redunden en un ahorro económico. Por ejemplo, si el aire está menos contaminado, se generan menos problemas de salud y eso implica menos licencias médicas, menos pagos de seguros por enfermedad y una reducción en gastos por hospitalizaciones.

Pese a los ejemplos anteriores de ganar-ganar o de mejoras de Pareto, todavía persisten varios desafíos para seguir explotando y amplificando estas oportunidades, de forma que no queden sólo en ejemplos puntuales de experiencias de éxito. Los mayores desafíos serían:

• Falta de incentivos que permitan asegurar cierto margen de rentabilidad. Por ejemplo, a través de instrumentos económicos que corrijan las señales de precios y orienten el mercado hacia lo que se considera deseable. Un ejemplo es la reciente exoneración de IVA a los insumos orgánicos, que intenta incentivar el consumo de ese producto en detrimento de los fertilizantes químicos.

• Falta de acceso al financiamiento de actividades amigables con el ambiente. Si bien existen instrumentos concretos que tratan de levantar esta restricción, como el programa de Oportunidades Circulares impulsado por la Agencia Nacional de Desarrollo, Biovalor y la Alianza para la Acción hacia una Economía Verde (PAGE, por sus siglas en inglés), generalmente en el ámbito de las finanzas verdes se aconseja la creación de un mecanismo que permita otorgar préstamos blandos (con plazos más largos y/o tasas más bajas) y beneficiar a un número más amplio de emprendedores.

• Plazo en que se obtienen los beneficios. Muchas veces se busca maximizar las ganancias de corto plazo a costa de la degradación de los recursos naturales y reduciendo la capacidad de producción futura. Otras veces se busca restaurar el ecosistema, pero eso podría significar dejar de producir y de generar ingresos por varios años. Esto es, sin duda, una situación que no es fácil de resolver. Sin embargo, si los beneficios sociales de mantener o restaurar esos ecosistemas son grandes, podría justificarse, por ejemplo, algún tipo de transferencia/subsidio que permita disminuir el nivel de actividad económica y evitar una mayor degradación del ambiente.

• Medición del éxito. Actualmente se considera que el objetivo de los países es el crecimiento económico, es decir, aumentar el PIB. La búsqueda de este objetivo, sin contemplar aspectos de sostenibilidad, habría contribuido al deterioro ambiental. Por eso, otro desafío es cambiar la forma de medir el éxito. El desarrollo de las cuentas económicas ambientales va en ese sentido, y uno de los resultados que muestra es el PIB ajustado por el desgaste del capital natural (ver artículo “Es hora de visibilizar el capital natural en las estadísticas nacionales”, publicado en la diaria del 08/03/21). Incluso y más allá de la medición, hay quienes sostienen que el crecimiento no debería ser el objetivo de las naciones, pero eso ya daría lugar a toda una nueva discusión.

A pesar de todos los desafíos identificados, en Uruguay ya se está trabajando para superarlos. Ejemplo de eso es el ya mencionado programa de Oportunidades Circulares y la Ley de Promoción y Protección de Inversiones (16.906), que promueve la adopción de tecnologías limpias a través de exoneraciones impositivas, entre otros.

Además, actualmente existen muchas iniciativas que apuntan a un desarrollo sostenible y que en varios casos promueven explícitamente prácticas rentables y amigables con el ambiente. Entre ellas se encuentran: la Estrategia Nacional de Bioeconomía, el Plan Nacional de Economía Circular, PAGE, la incorporación de la dimensión ambiental en la Estrategia de Desarrollo Uruguay 2050, el Plan Nacional Ambiental, entre otras. También se ha avanzado en la resolución de los problemas ambientales, buscando alternativas rentables y de bajo impacto ambiental, de forma conjunta entre el gobierno, la academia y el sector privado. Esto les da más solidez a las decisiones tomadas, ya que se contemplan las preocupaciones de todos los actores involucrados en el tema.

En definitiva, más allá de las consideraciones metodológicas, si bien el crecimiento del PIB puede ser un objetivo valorable y necesario para lograr ciertos objetivos sociales, es un mito que dicho crecimiento tenga que ser a costa del ambiente.

Magdalena Borges (Grupo Interinstitucional de Trabajo en Economía Verde Inclusiva). La autora agradece a Virginia Chiesa, Rossana Gaudioso, Leonardo Mangado, Federico Rehermann, Gustavo Olveyra Federico Araya y Laura Piedrabuena.

Referencias:

Benzano, Florencia y Zaha, Ester (2020). “Bioterra. Nueva línea de peletizado de compost y formulación de sustratos”. Evaluación técnica-económica.

CMMAD (1987). Nuestro futuro común. Informe Brundtland. Oxford University Press.

Ferreira, Martín (2017). “Gran suceso de la jornada ‘Manejo de pasturas, del dicho al hecho’ ayer en Durazno”. Actualidad Agropecuaria.

GFN (2020). Strategies for one-planet prosperity. How to build lasting success on our finite planet. Global Footprint Network.

Gudynas, E. (2011). “Ambiente, sustentabilidad y desarrollo: una revisión de los encuentros y desencuentros”. En Contornos educativos de la sustentabilidad, J. Reyes Ruiz y E. Castro Rosales, Editorial Universitaria, Universidad de Guadalajara, México.

Kennedy, CM, Hawthorne, PL, Miteva, DA, Baumgarten, L, Sochi, K, Matsumoto, M., ... & Kiesecker, J. (2016). “Optimizing land use decision-making to sustain Brazilian agricultural profits, biodiversity and ecosystem services”. Biological Conservation.

MGAP (2020). Programa Regional de Manejo de Plagas en Frutales de Hoja Caduca.

Polasky, S, Nelson, E, Camm, J, Csuti, B, Fackler, P, Lonsdorf, E., ... & Tobalske, C. (2008). “Where to put things? Spatial land management to sustain biodiversity and economic returns”. Biological Conservation.


  1. La economía circular propone desarrollar actividades basadas en los principios de reciclaje, reutilización, restauración, regeneración, remanufactura y desmaterialización, contribuyendo a un uso más eficiente de los recursos naturales, minimizando residuos y valorizando subproductos. Esta mejora de la eficiencia se traduciría en menores costos de producción y mayor rentabilidad. Además, la economía circular se inspira en la naturaleza, en la cual no hay residuos y todo es reintegrado al sistema. La bioeconomía apunta a la generación de nuevos bienes y servicios a partir de los recursos biológicos, sustituyendo los de origen fósil y reduciendo así las emisiones de gases de efecto invernadero. También fomenta la utilización del conocimiento acumulado sobre principios y procesos biológicos para inspirar nuevos desarrollos, replicando, por ejemplo, el comportamiento de ciertos insectos para controlar la temperatura en el diseño arquitectónico. La economía verde, en tanto, promueve el empleo verde y la equidad social y enfatiza la idea de reducir los riesgos ambientales y la escasez biológica y mejorar la eficiencia en el uso de recursos. 

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