La crisis sanitaria de la covid-19 ha afectado significativamente, aunque de manera desigual, el funcionamiento de las economías del Mercosur durante 2020. Los países de la región se encuentran inmersos en procesos recesivos. Las reducciones en los niveles de actividad superan, en todos los casos, lo acontecido en ocasión de la crisis financiera internacional que se desató en setiembre de 2008, con la caída de Lehman Brothers. En esta oportunidad, la propagación de la pandemia se ha materializado en caídas abruptas en los niveles de actividad que tuvieron su epicentro en el segundo trimestre del año pasado.
Si bien durante 2020 el PIB de la economía uruguaya se contrajo casi 4% menos que el de la economía argentina, la envergadura del shock negativo sobre los niveles de actividad en ambos países es, en esencia, similar. Esto surge de comparar el valor observado del PIB correspondiente al año 2020 con las proyecciones de esta variable que se tenía a finales de 2019.
En el caso de Uruguay y Argentina esta diferencia supera el 8%, mientras que para Brasil y Paraguay las discrepancias se ubican entre 5% y 6%. La falta de información del PIB para 2020 impide incluir en el análisis comparativo a Bolivia, país que se encuentra en proceso de adhesión al Mercosur. Cabe precisar, no obstante, que es altamente probable que una vez que estos datos sean publicados, el shock estimado para este país pase a ser el más importante entre los miembros del bloque.
A finales de 2019, el FMI proyectaba para 2020 una contracción del PIB argentino de 1,3%, guarismo que contrastaba con las proyecciones de crecimiento que el organismo mantenía para Uruguay (2,3%), por lo que, con anterioridad a la pandemia, las perspectivas macroeconómicas eran considerablemente más alentadoras para nuestro país. La consideración de las proyecciones divulgadas por LatinFocus arroja resultados análogos a los que surgen de las proyecciones del FMI para los distintos países.
En el caso de la economía uruguaya, si se utilizaran las predicciones de crecimiento del PIB para 2020 elaboradas por Cinve en diciembre de 2019 (3,1%), se llegaría a medidas de impacto virtualmente iguales en Argentina y en Uruguay.
En respuesta a la profundidad del impacto recesivo que ha tenido la crisis sanitaria sobre la actividad económica, los distintos países de la región han desplegado una amplia batería de medidas orientadas a mitigar las repercusiones sobre los sectores económicos y sociales más afectados por la pandemia. En todos los países el accionar de los gobiernos ha asumido un sesgo contracíclico, tanto en materia de política fiscal como en las políticas monetarias.
En lo que refiere al uso de instrumentos fiscales para atender la emergencia sanitaria, las reacciones de los países han sido dispares. En Argentina, Brasil y Paraguay el impulso fiscal se ubicó entre 3,9% y 4,6% del PIB según las estimaciones divulgadas por Cepal.1 En el caso de Uruguay, la estimación del costo fiscal de las medidas discrecionales adoptadas en el transcurso de 2020 se ubica algo por debajo de un punto porcentual del PIB (0,7%), aunque las cifras divulgadas en febrero de este año por el Ministerio de Economía y Finanzas estiman el gasto público directamente asociado a la pandemia en 1,1% del PIB.
Una primera evaluación de las reacciones de política fiscal de los distintos países de la región permite extraer tres conclusiones. La primera es que los dos países que realizaron un mayor impulso fiscal, Brasil y Paraguay, han sido los que registraron caídas más moderadas en sus niveles de actividad en 2020. La segunda conclusión es que la reacción expansiva en materia de política fiscal implementada por Argentina, aunque ha sido de magnitud comparable a la de Brasil y Paraguay, no parece haber tenido un efecto estabilizador comparable al observado en los otros países. Por último, el impulso fiscal discrecional realizado por Uruguay no parece guardar relación con la envergadura del impacto recesivo que ha tenido la pandemia sobre la economía uruguaya.