En los últimos días, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Banco de Previsión Social (BPS) han publicado información referente al mes de diciembre para el mercado de trabajo. Esto nos permite cerrar el año y contar con una pauta de lo ocurrido en 2022 en su conjunto. Empezando por el final, se podría concluir que la recuperación en la cantidad de personas ocupadas se estancó luego de un rebote impresionante en el segundo semestre de 2021. Además, el salario real continúa con su tendencia a la baja, si bien comenzó a moderar su caída. Esto tiene su correlato en los ingresos de los hogares, que se encuentran, en promedio, aún por debajo de los niveles de 2019.
Las cantidades
La cantidad de personas ocupadas en 2022 evolucionó en forma de U. Comenzó en niveles altos en enero y febrero para descender de manera casi continua hasta el último cuatrimestre, donde se retomó el ascenso y alcanzó registros altos durante los dos últimos meses. Este comportamiento estacional de la población ocupada es bastante típico. Por eso, tomar el promedio anual nos da una mejor aproximación.
En ese sentido, en el promedio del año, las personas ocupadas fueron 1.661.000 aproximadamente, lo que significó un aumento de unas 34.000 si se lo compara con el promedio de 2021. En este punto se suele hablar, comúnmente, de la “creación de tantos puestos de trabajo durante el año”. En lo personal, no me gusta referirme de esa manera, dado que puestos y personas son cosas diferentes. Una persona puede tener más de un puesto de trabajo; por ejemplo, los docentes que trabajan en más de una institución. Por el contrario, dos personas distintas pueden compartir un mismo puesto si, por ejemplo, trabajan en distinto horario.
Dicho esto, el aumento en la cantidad de gente trabajando se acompasa con la proyección del equipo económico del gobierno, que había estimado para ese año un crecimiento de 40.000. Algunos economistas vinculados al gobierno destacan que 2022 es el año con mayor cantidad de gente trabajando, con la excepción de 2014. Al respecto, vale hacer dos precisiones.
Gran parte del crecimiento del empleo parecería obedecer a un “efecto arrastre”. ¿Qué significa esto? Para responder debemos tener presente que 2021 tuvo un comportamiento bien diferente entre semestres. Por un lado, el primer semestre estuvo signado por las restricciones de movilidad, dado que en aquellos meses se vivía lo peor de la pandemia, y por una magra temporada turística, lo cual tuvo sus claros efectos en el mercado laboral.
El segundo semestre, en cambio, fue completamente distinto. Con la llegada de las vacunas se levantaron las restricciones, comenzó la recuperación económica, se aplicó algunas políticas de corte transitorio (Jornales Solidarios), lo cual, sumado al huracán de cola de las exportaciones y a las obras de construcción que venían de períodos anteriores, derivó en un rebote de los niveles de ocupación que sorprendió a propios y extraños. Comparando ambos semestres, las personas ocupadas en el segundo superaban en 55.000 a las ocupadas en el primero. La tónica de la recuperación duró hasta ahí.
En los primeros tres meses de 2022, por su parte, la cantidad de personas ocupadas era similar a la del último trimestre de 2021, lo que daba la pauta de que el rebote ya había tocado su techo. A partir de allí, la forma de U que comentábamos al principio, hasta llegar a un nivel de empleo en el último trimestre de 2022 similar (incluso menor) en comparación con el último trimestre del año previo. De hecho, la tasa de empleo correspondiente a los tres últimos meses del año pasado es casi medio punto inferior a la tasa de empleo del último trimestre de 2021 (57,5% y 57,9%, respectivamente). Por eso, gran parte del crecimiento en 2022 se explica porque se compara con un 2021 que tuvo un primer semestre de muy bajos registros. De ahí la noción de “arrastre”.
La segunda precisión refiere a la importancia de mirar las tasas de ocupación y no la cantidad de gente ocupada, justamente con el objetivo de tener en cuenta no sólo el numerador de la fracción (el número de ocupados), sino también el comportamiento del denominador (la población en edad de trabajar).[^1] En este sentido, la tasa de empleo de 2022 se ubicó en 57,1%, registro inferior a los de toda la década pasada, con excepción de 2019.
En síntesis, si bien el proceso de caída de la tasa de empleo a partir de 2015 parece haber tenido su valle en 2020, y la recuperación en la cantidad de gente trabajando es algo a destacar, no se puede dejar de lado el hecho de que la tasa de empleo aún se encuentra casi dos puntos por debajo de lo que fue el promedio 2010-2019.
Asimismo, los datos muestran cómo las mujeres siguen enfrentando serias restricciones en materia de oportunidades de trabajo. La tasa de empleo femenina se ubicó en 49,7%, lo que implicó una brecha de 15,5 puntos porcentuales (p.p.) en comparación con la de los hombres (65,2%). El crecimiento en la tasa de empleo de los varones en el año fue de 1,5 p.p., en tanto que para las mujeres fue de 0,7 p.p. Esto significó que se detenga una tendencia a la baja en la brecha entre las dos (medida también en p.p.) que se venía registrando desde 2013. En momentos en que se pretende igualar las condiciones de acceso a pensiones entre sexos, no parecería propicio dejar de lado que las brechas en el mercado laboral uruguayo, tanto en materia de ocupación como de salario, continúan siendo muy elevadas.
Un elemento a destacar, y que actualmente está siendo objeto de investigación por parte de la academia, es el aumento de la formalidad en la pospandemia. El año pasado, la proporción de trabajadores sin aportes a la seguridad social se ubicó en 20,9%, siendo levemente superior entre los varones (22,1%) que entre las mujeres (19,4%). En esta variable existen diferencias regionales muy marcadas: en Montevideo la tasa de informalidad se ubicó en 12,9%, en tanto que en el interior del país el registro se duplica y supera el 26%.
La cantidad de personas cotizantes en el BPS (otro indicador que nos aproxima al fenómeno) también presentó un aumento de 50.000 durante 2022. Los sectores que mostraron un mejor desempeño fueron Comercio, restaurantes y hoteles (15.000); Construcción (8.000); Actividades administrativas y servicios de apoyo (6.000) e Información y comunicación (4.000). Es probable que, en el caso del comercio y los servicios administrativos, se aprecie un efecto rebote debido a la recuperación económica, en tanto que en otros sectores -como el de las comunicaciones- el aumento sea algo más tendencial debido a la relevancia de esta actividad en la actualidad.
Como se mencionó anteriormente, estos datos son auspiciosos y sería de gran interés contar con el desarrollo de políticas destinadas a la formalización del trabajo, especialmente en el interior del país. Hasta ahora, el gobierno ha dado pasos en falso en tal sentido. A modo de ejemplo, la ley de presupuesto votada en 2020 pasaba el control de las constancias salariales desde la órbita del BPS al Ministerio de Trabajo y de Seguridad Social (MTSS), institución que se encargaría de aplicar multas a los empleadores en caso de que estos otorgaran constancias dolosas.
Al mismo tiempo, las multas por este tipo de prácticas dañinas se reducían a la mitad, lo que podría incentivar a la informalidad. En el debate parlamentario se advirtió, por parte de la oposición, que el MTSS no tenía las herramientas para desarrollar tal tarea. Sin embargo, se optó por seguir adelante con ese artículo. Dos años después, en la Rendición de Cuentas votada el año pasado, el gobierno dio marcha atrás y las potestades sancionatorias volvieron a la órbita del BPS, aunque la reducción de las multas no se modificó. Además, el BPS ha adoptado una actitud pasiva en cuanto al control de las relaciones laborales. En una resolución de agosto de 2020, el directorio estableció que no es de su competencia “asegurar de oficio el cumplimiento de los laudos de los Consejos de Salarios”. En otras palabras, el organismo dejaba a la buena voluntad del empresario cumplir con pagarle al trabajador lo que le correspondía.
Si bien todavía es un tema a estudio, parecería ser que el aumento de la formalidad responde a una mayor valorización por parte de los trabajadores de tener un trabajo de este tipo, y no al desarrollo de políticas innovadoras en estos años. Según los últimos datos disponibles de la Encuesta Longitudinal de Protección Social, previo a la pandemia una de cada tres personas que no aportaba a la seguridad social declaraba que no lo hacía pues consideraba que los descuentos eran muy altos, y un 15% manifestaba que su patrón le había exigido no aportar a BPS como condición para contratarlo. La pandemia puso de manifiesto las (des)ventajas de tener un trabajo (in)formal y es posible que este shock cambie la percepción sobre la formalidad, tanto de trabajadores como de empresarios.
La contracara: los salarios
Así como el aumento de personas ocupadas, y en particular de personas cotizantes, es algo a destacar en la recuperación pospandemia, la contracara aparece al analizar el comportamiento de los salarios. En efecto, durante 2022 el salario real continuó con su tendencia a la baja, aunque moderó su caída, que fue de 0,56% con respecto al año pasado. Esta disminución fue algo mayor para el sector público (0,62%) en comparación con el sector privado (0,53%). Por tercer año consecutivo los trabajadores pierden poder de compra.
Es importante señalar que en estas comparaciones se consideran los datos correspondientes al promedio anual y no solamente el dato mensual de diciembre. Si bien este último se utiliza comúnmente para referirse a la variación anual, en realidad lo único que se compara es diciembre de un año versus diciembre del año anterior. Considerar el promedio anual nos da una idea más acabada de lo que ocurrió a lo largo del año y nos permite considerar los 11 meses restantes. El gobierno toma el dato de diciembre para argumentar que cumplió su promesa de iniciar el proceso de recuperación (aunque aun así fue escasísima, de apenas 1%). Hacer esto implica un análisis miope e incompleto de lo ocurrido en el año. “...si entrevero el dato para que se parezca al relato”.
La caída en el poder adquisitivo por tercer año consecutivo tiene su repercusión en el ingreso de los hogares, los cuales, si bien muestran una recuperación, asociada probablemente al efecto cantidad (empleo), todavía se encuentran por debajo del nivel de 2019 (-1,5%), con una evolución dispar entre Montevideo (+1%) y el interior (-3,6%).
Y los de abajo... poquito y nada
Comenzar a recuperar el poder adquisitivo de manera sostenida (no en un mes), y a mayor velocidad, se vuelve imperioso. Los datos de pobreza del segundo semestre aún no están publicados, pero lo ocurrido en el primer semestre parece dejar en claro que ni las transferencias monetarias ni el simple hecho de tener trabajo son suficientes por sí solos para atacar esta problemática.
No otorgar aumentos diferenciales para salarios sumergidos, así como aumentar el salario mínimo nacional (SMN) en línea con la inflación, no contribuyen a apuntalar los ingresos de los trabajadores de menores recursos. A comienzos de este año se conoció la noticia de que el aumento del SMN sería de 9%, en línea con la inflación promedio anual de 2022 (9,1%). En enero de 2021 y en enero de 2022 había ocurrido exactamente lo mismo. Este patrón de aumentos del SMN alineados con la inflación promedio del año anterior contrasta con lo ocurrido en la década previa.
Evolución de la inflación promedio anual y del aumento del SMN. Período 2010-2022
Año | Inflación promedio | Aumento del SMN (en enero del año siguiente) |
---|---|---|
2010 | 6,7% | 25,0% |
2011 | 8,1% | 20,0% |
2012 | 8,1% | 10,0% |
2013 | 8,6% | 13,1% |
2014 | 8,9% | 11,6% |
2015 | 8,7% | 11,5% |
2016 | 9,6% | 10,0% |
2017 | 6,2% | 9,5% |
2018 | 7,6% | 11,7% |
2019 | 7,9% | 8,7% |
2020 | 9,7% | 10% |
2021 | 7,8% | 8,0% |
2022 | 9,1% | 9,0% |
Fuente: elaboración propia a partir de datos del INE.
Quizá en estos puntos el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto pueda encontrar alguna pista de por qué la pobreza no ha disminuido como se esperaba, aunque el equipo económico que él integra parece buscar en otro lado, ya que se anuncia una rebaja del IASS y del IRPF que pagan jubilados y trabajadores, respectivamente, con ingresos superiores a 40.000 pesos. Si se quiere bajar la pobreza y la desigualdad, este no es el camino. Ahora, si el objetivo es llegar a 2024 rumbo al carnaval electoral, ¿qué más seductor para el espectador que escuchar la frase “bajamos los impuestos”?
“Si el relato te mata el dato, al final es ponerle a la verdad una careta”.
(*) El título, así como las frases que a lo largo del texto aparecen entre comillas, hacen referencia al texto de la murga Metele que Son Pasteles.