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Tráfico desde un puente elevado en hora pico en Beijing, China (archivo, 7 de febrero de 2023).

Foto: Wang Zhao, AFP

Uruguay en su contexto: así está el mundo, amigos

9 minutos de lectura
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El contexto y las perspectivas globales de cara a un nuevo año.

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El contexto internacional

¿Qué esperar en materia de crecimiento?

El Fondo Monetario Internacional (FMI) divulgó recientemente su último informe de perspectivas globales, sugiriendo que la economía mundial se desaceleraría este año, pero exhibiendo un desempeño mejor del previsto meses atrás. Concretamente, el organismo elevó sus previsiones de crecimiento para 2023 y 2024, que se ubican ahora en torno a 2,9% y 3,4%, respectivamente (2022 habría cerrado con una expansión del PIB de 3,4%).

En las economías avanzadas el enfriamiento de la actividad será más pronunciado, convergiendo a tasas inferiores a 1,5% en el próximo bienio. De hecho, 90% de los países pertenecientes a este universo crecerá menos que el año pasado. En particular, el PIB de Estados Unidos avanzará 1,4% en 2023, producto fundamentalmente del efecto contractivo asociado a la política monetaria de la Reserva Federal (FED), que está llevando adelante uno de los ciclos más restrictivos de las últimas décadas.

En Europa el panorama es más complejo y se espera que la región crezca apenas 0,7%, en un contexto también signado por el sesgo restrictivo de la política monetaria y por los efectos derivados de la crisis energética. En particular, se anticipa una contracción para la economía británica (-0,6%), tras una fuerte corrección a la baja en relación a los pronósticos de octubre (-0,9 puntos porcentuales).

Para los países emergentes y en desarrollo, las previsiones sugieren un crecimiento de 4% y 4,2% este año y el próximo, respectivamente. En este sentido, cerca de la mitad de estas economías exhibirán un crecimiento menor en 2023 que en 2022. La dinámica de este bloque estará apuntalada por la reactivación de China –cuyo desempeño en 2022 estuvo restringido por las medidas impuestas para frenar el avance de la covid-19– y también por el comportamiento de India. Este año la primera economía crecerá 5,2% y la segunda 6,1%. Según las estimaciones del FMI, estas dos economías aportarán la mitad del crecimiento mundial este año, lo que contrasta con las contribuciones que harán Estados Unidos y Europa, cuya incidencia conjunta no superará el 10%.

Según el análisis de The Economist, la recuperación china se adelantó, dado que el virus se propagó más rápido. “Los epidemiólogos estatales estiman que al menos 80% de la población ya contrajo la enfermedad”, indica la nota titulada “La recuperación económica ultrarrápida de China”. Esto está habilitando una recuperación importante de la actividad, especialmente de los servicios. A modo de ejemplo, el índice de actividad que excluye al sector manufacturero, basado en encuestas mensuales realizadas entre gerentes de compra, experimentó entre enero y diciembre el segundo salto más grande registrado. En particular, destaca la reactivación del comercio minorista, el alojamiento y los servicios de comida.

Esto responde, en parte, al empuje del gasto de los hogares luego de dos años de acumular ahorros (los depósitos de los hogares superan el 100% del PIB). De hecho, la fuente del crecimiento chino estaría cambiando, pasando desde la inversión hacia el consumo privado, que podría crecer hasta 14% durante este año. De materializarse, la contribución de esta variable al crecimiento del gigante asiático alcanzaría el 80%, una cifra históricamente alta.

¿Cuáles son las perspectivas de inflación mundial?

Luego de haber marcado picos históricos durante el año pasado, la inflación global se moderaría durante este año, pasando de 8,8% a 6,6% (promedios anuales). Concretamente, para 84% de los países se espera una variación de los precios menor que la observada durante 2022. Este proceso se extendería hacia 2024, ubicando la inflación global en el entorno de 4,3%. Si bien esto implica una moderación importante en relación a los umbrales alcanzados el año pasado, la inflación seguirá por encima de los niveles prepandemia (3,5%).

La trayectoria descrita responde a la disminución esperada para el precio de las materias primas y al endurecimiento de la política monetaria, que seguirá caracterizando el accionar de los bancos centrales en el corto plazo. De cara a 2024, los niveles de inflación serán mayores en el caso de los países de ingresos bajos, donde se situarán en torno a 8,6% en términos promedio (luego de haber alcanzado registros superiores a 14% durante el año pasado).

El contexto regional

Panorama general

Si bien los datos todavía no están cerrados, América Latina y el Caribe habría crecido 3,9% en 2022. Esto representa una leve corrección al alza en relación a lo anticipado seis meses atrás, que se explica por la mejora prevista para Brasil y México. En 2021, y producto del rebote asociado a la contracción registrada durante el primer año de la pandemia, la expansión regional había sido de 7%.

Lo anterior habilitó una recuperación del empleo y logró reimpulsar varios de los sectores que venían evolucionando con mayor rezago, producto del impacto acumulado de los shocks negativos que se sucedieron en los últimos dos años. No obstante, la heterogeneidad por países y por sectores de actividad sigue siendo amplia, algo que difícilmente pueda cambiar a corto, plazo dadas las transformaciones que se generaron en el marco de la disrupción pandémica.

En la órbita de los precios, las medidas restrictivas desplegadas por los bancos centrales, sumadas a la desaceleración de los precios internacionales de los alimentos, supusieron una moderación de la inflación durante los últimos meses. A pesar de esto, los registros continúan siendo elevados en una perspectiva más larga, y las presiones alojadas en el corazón del sistema de precios continúan mostrando señales de persistencia (como evidencia la trayectoria de la inflación subyacente, que excluye a los productos más volátiles de la canasta para depurar la medición).

Sin embargo, a pesar de lo anterior el FMI advierte que este será un año difícil para la región. Por un lado, el crecimiento promedio volvería a desacelerarse, convergiendo a una tasa anual del entorno de 1,8% en un contexto de tasas de interés más altas y menores precios de las materias primas (1,5% es la proyección para América del Sur). Hay que tener presente, como fue analizado en este espacio meses atrás, que la región tuvo entre 2014 y 2022 un desempeño más bajo del observado durante la llamada “década perdida” (CEPAL).1

Esto dificultaría la consolidación de avances adicionales en materia de empleo, lo que continuará limitando la reducción de la pobreza y profundizando la problemática de la inseguridad alimentaria. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 40,6% de la población latinoamericana (268 millones de personas) enfrentó en 2021 inseguridad alimentaria moderada o grave, lo que supone un aumento de 1,1 puntos porcentuales desde 2020. A nivel mundial esa cifra se ubica en torno a 29%. La inseguridad alimentaria grave, por su parte, afectó a 93,5 millones de personas, luego de aumentar 1,4 puntos porcentuales hasta llegar a 14,2%; esto es casi diez millones de personas más en un año, y casi 30 millones más con relación a 2019.

“La desaceleración del crecimiento, la inflación elevada y la incertidumbre mundial implican que este año los niveles de vida disminuirán para mucha gente de la región, y que habrá un mayor grado de ansiedad con respecto al futuro”, advierte el documento.

Evitar que esta tendencia se profundice, alimentando los crecientes niveles de malestar social que se han ido acumulando durante los últimos años, requiere promover reformas orientadas a elevar el crecimiento potencial de la región. Sin embargo, “encontrar acuerdos para emprender reformas económicas razonables en un entorno de fuertes tensiones sociales será una batalla cuesta arriba”. De esta forma, será necesario fortalecer las redes de protección para atender los segmentos de la población que no han sido alcanzados por el rebote reciente de la actividad y el repunte del empleo.

Como indica el informe, “la confianza en el gobierno seguirá viéndose socavada mientras los ricos no paguen la proporción de impuestos que les corresponde”, lo que demanda un mayor gasto social y un enfoque fiscal más progresivo. De esta manera, se deben acompasar las transformaciones orientadas a apuntalar la inversión y la productividad –cuya economía política es siempre compleja– con los esfuerzos dirigidos a evitar que la situación de los más desfavorecidos continúe empeorando.

Proyecciones de crecimiento

2022 2023 2024
América del Sur 3,9% 1,5% 1,9%
Argentina 4,6% 2,0% 2,0%
Bolivia 3,4% 2,9% 2,8%
Brasil 3,1% 1,2% 1,5%
Chile 2,7% -1,5% 1,9%
Colombia 8,1% 1,1% 2,1%
Ecuador 2,7% 3,0% 2,8%
Paraguay 0,2% 4,3% 3,5%
Perú 2,6% 2,5% 3,2%
Uruguay 5,3% 3,6% 2,7%
Venezuela 6,0% 6,5% s.d.

Fuente: FMI.

El caso de Argentina

Según las proyecciones del FMI, nuestro vecino rioplatense crecerá 2% este año y el que viene, menos de la mitad de lo que creció durante 2021. No obstante, estas estimaciones contrastan con las que se desprenden del último relevamiento de expectativas elaborado por el Banco Central de la República Argentina (BCRA). De acuerdo con esta encuesta, la expansión del PIB prevista para este año es de apenas 0,5%, mientras que para el año próximo se espera un crecimiento del entorno de 1%.

Los últimos datos oficiales, que corresponden al tercer trimestre, marcaron un crecimiento trimestral de 1,7% y de 5,9% en términos interanuales. Días atrás se divulgaron también las cifras de diciembre para la industria y la construcción. El primer sector se contrajo 2,7% interanual en el mes, pero cerró el año con una expansión acumulada superior a 4%. El segundo, por su parte, cayó 10,6% interanual en diciembre y terminó 2022 con un incremento de 3,5%.

En el frente inflacionario, el año culminó con un registro anual próximo a 95%, luego de que los precios al consumo avanzaran 5,1% en diciembre. De esta manera, la medición casi que se duplicó en el año (50,7% fue la inflación de enero de 2022). Según el relevamiento mencionado, la perspectiva para este año indica un impulso adicional para los precios, aunque no llegaría a superar la barrera de los tres dígitos. Si bien se espera un descenso de cara a 2024, la inflación se mantendría por encima de 75%.

Dado que este año habrá elecciones, la incertidumbre sobre el rumbo de la economía argentina seguirá siendo alta y podría generar mayor inestabilidad, especialmente en lo que refiere al tipo de cambio. Además, el ciclo electoral puede atentar contra el cumplimiento de la meta sobre el déficit fiscal acordada con el FMI. De hecho, al día de hoy hay una misión del FMI cuyo objetivo es auditar las metas del último trimestre. De aprobar la tarea, el país accederá a un nuevo desembolso de fondos.

El caso de Brasil

El FMI también tiene una mirada más optimista sobre las perspectivas brasileñas (1,2% para este año), si se compara con la visión de los analistas locales que surge de la encuesta semanal realizada por el Banco Central (0,8%).

En este contexto, y según el análisis de la Fundação Centro de Estudos do Comércio Exterior (Funcex), el mercado laboral continúa mostrando signos de recuperación: la tasa de desempleo se ubica ahora en el entorno de 8,1%, más de tres puntos por debajo del nivel que tenía hace un año.

Por su parte, la inflación cerró el año en 5,9%, luego de moderarse sistemáticamente desde junio (11,9%), en un contexto signado por sucesivos aumentos de la tasa de interés de referencia (selic). De hecho, este ha sido un punto de controversia en las últimas semanas, en tanto el presidente Lula ha dirigido duras críticas hacia la conducción de la política monetaria por su impacto negativo en la actividad económica. De acuerdo con Funcex, la inflación debería continuar moderándose durante este año, en la medida en que no se esperan mayores presiones provenientes de los alimentos.

Sobre el frente fiscal, que también ha generado ruido en los últimos meses, Funcex advierte que la trayectoria del gasto prevista para 2023 podría reimpulsar la deuda, un escenario que podría conducir eventualmente hacia un nuevo ciclo de bajo crecimiento con persistente inflación y tasas elevadas de interés.

El balance de riesgos sobre las proyecciones globales

Por un lado, entre los factores que podrían suponer una revisión negativa del escenario previsto hacia 2024 se destacan la situación de China, el devenir de la guerra y las eventuales sorpresas inflacionarias que podrían derivar en un endurecimiento adicional de las condiciones financieras para los países emergentes y en desarrollo.

En particular, en relación con el primer punto, los focos centrales de temor refieren a las medidas que pudieran volver a desplegarse en atención a nuevas olas de contagios y al deterioro del mercado inmobiliario, que ha sido una fuente de inestabilidad e incertidumbre durante los últimos años.

Por su parte, una escalada bélica podría volver a disparar el precio de la energía y de los alimentos, y aumentar los riesgos de “fragmentación geoeconómica” que complejizarían aun más la asistencia a los países más vulnerables. Como señaló el mes pasado Kristalina Georgieva, la directora gerente del FMI: “Desde el final de la Guerra Fría, la economía mundial casi ha triplicado su tamaño, y unos 1.500 millones de personas han logrado salir de la pobreza extrema. Estos dividendos en forma de paz y cooperación no deberían desperdiciarse”.2

Por otro lado, y en el sentido contrario, las perspectivas globales podrían mejorar respecto de lo previsto actualmente ante una descompresión de los cuellos de botella logísticos y una mayor fluidez en el funcionamiento de las cadenas de suministros.


  1. “La región en su laberinto: ¿otra década perdida?”, la diaria

  2. Confronting Fragmentation Where It Matters Most: Trade, Debt, and Climate Action. 

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