La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) presentó el miércoles el Anuario estadístico de América Latina y el Caribe 2024, consolidando las principales estadísticas regionales que dan cuenta del estado de situación en las múltiples dimensiones que atraviesan al desarrollo. Se trata de uno de los informes anuales más importantes elaborados por el organismo, y recorre las tendencias en materia de demografía, trabajo, educación, salud, vivienda, género, servicios básicos, pobreza y distribución del ingreso.
Pobreza y desigualdad
En el plano social, el documento destaca que la pobreza disminuyó por segundo año en 2023, alcanzando al 27,3% de la población. En ese sentido, celebra que ese guarismo representa el nivel más bajo para Latinoamérica desde 1990, aunque “guarda una estrecha similitud con el observado en 2014”.
Además, como ocurre siempre con los promedios, no es representativo de todas las realidades nacionales que terminan agregándose para su estimación. En otras palabras, la heterogeneidad regional en materia de privaciones materiales sigue siendo muy elevada, dado que la incidencia de la pobreza por país se mueve en un rango que va del 5% al 55%. Y no sólo eso; las brechas se incrementan todavía más al comparar los datos subnacionales (al interior de los países) con regiones que enfrentan hasta un 80% de pobreza.
En el frente de la distribución, la marcada desigualdad continúa representando un rasgo distintivo de nuestra región con relación al mundo. A este respecto, el informe enfatiza que el 20% de la población de menor ingreso percibe, en conjunto, el 4,8% del ingreso total, en tanto que el 20% que se ubica en el otro extremo de la distribución captura más del 50% de ese total. Obviamente, este fenómeno trasciende largamente las cuestiones monetarias, existiendo brechas significativas en materia de educación, salud, infraestructura y otros servicios básicos.
A efectos ilustrativos, uno de los datos que subraya el organismo indica que “la asistencia a la educación de los jóvenes de 20 a 24 años alcanza el 52,7% en el caso de aquellos que pertenecen a los hogares urbanos del 20% de mayores ingresos, descendiendo al 27,1% en el caso de los jóvenes de hogares urbanos del primer quintil de ingresos”.
Actividad económica
Como era de esperarse, el anuario no trae novedades con relación al diagnóstico sobre el dinamismo económico: el crecimiento regional sigue siendo muy magro, más allá de las disparidades que puedan separar unos países de otros. En promedio, el PIB de la región se habría expandido 1,8% en 2024, lo que implica una desaceleración con respecto a 2023 (2,3%).
Sólo el Caribe escapó a esta tendencia, dado que en el resto de las subregiones las tasas observadas son menores a las del año previo. En particular, América del Sur creció 1,5%, dos décimas menos que lo que había crecido en 2023.
Por otra parte, el informe agrega que al escenario interno “complejo” se suma una situación complicada en el frente externo. Esto queda plasmado, entre otras cosas, en la contracción que experimentaron tanto las importaciones como las exportaciones de bienes (6% y 2%, respectivamente). No obstante, dado que las compras al exterior cayeron más que las ventas, lo anterior redujo el déficit comercial agregado de la región. De esta manera, al cierre del año, el déficit de la cuenta corriente se ubicó en torno al 1,3% del PIB (frente al 2,3% del año anterior).
Estadísticas ambientales
El último pilar del Anuario recorre varias métricas sobre condiciones físicas, cobertura terrestre, ecosistemas, biodiversidad, recursos energéticos, hídricos y biológicos, emisiones, calidad ambiental, cambio climático y eventos extremos y desastres. Destaca, en ese sentido, la vulnerabilidad relativa de la región que se expresa a través de todas esas dimensiones.
Sólo en 2024, advierte el documento, se registraron 56 “eventos peligrosos y desastres naturales que afectaron directamente a más de seis millones de personas y causaron la pérdida de más de 800 vidas”. En términos económicos, la afectación asociada a lo anterior se estimó en más de 10.210 millones de dólares.
Mirando la parte llena del vaso, se destacan los logros que se han conseguido durante las últimas dos décadas en materia de eficiencia energética, lo que ha permitido generar riqueza utilizando menos energía y, por tanto, ejerciendo menor presión sobre el ambiente. Entre los múltiples indicadores que presenta el informe, destaca la caída del 24% en la “intensidad energética del PIB”, que se mide a partir de la oferta primaria de energía. Por el lado del consumo, es decir, de la demanda, el consumo final se redujo 11%.
Asimismo, la Cepal pone el foco en las exportaciones de recursos naturales, tanto renovables como no renovables, cuantificando el incremento de las exportaciones en 186% desde 1990. Si bien la proporción de exportaciones primarias cayó 38%, explica el reporte, “este fenómeno refleja cierta diversificación económica y evidencia una mayor presión en los recursos naturales de la región, con el impacto ambiental asociado”.