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Amy Ludlow y Ruth Armstrong, en la jornada sobre educación, trabajo y arte en cárceles, el viernes,en el Anexo del Palacio Legislativo. Foto: Federico Gutiérrez

Expertas de Cambridge hablaron sobre una experiencia que une a privados de libertad con universitarios y es similar a las que realiza la Udelar

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A fines de setiembre, Ruth Armstrong y Amy Ludlow, docentes e investigadoras de la Universidad de Cambridge en Inglaterra, visitaron Montevideo en el marco de una gira que hacían por varios países con proyectos similares al que ellas llevan adelante en su casa de estudios. Just Is Learning Toguether es un programa en el que estudiantes universitarios y personas privadas de libertad pueden estudiar juntos carreras de nivel terciario; en los tres primeros años de trabajo se graduaron 160 personas. La Universidad de la República (Udelar) y el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) están trabajando en este tipo de experiencias. Para saber más sobre el espejo inglés en el que Uruguay se mira, la diaria habló con Armstrong y Ludlow sobre el programa y el paso de ambas por la capital.

–¿Cuáles son los mayores desafíos de trabajar con privados de libertad en tu país?

–Creo que los problemas logísticos son los más grandes. El hecho de que trabajemos con gente que está lejos de las universidades y comunidades involucra un problema en la logística de los traslados. El otro problema que se podría señalar es el acceso a internet. Un desafío muy grande es el acceso a la información, tener la posibilidad de desarrollar los recursos y preparar a las personas para su educación de la misma forma en que lo hacemos en las universidades. El acceso a internet en las cárceles de Reino Unido es muy limitado; es posible para algunas personas en algunos contextos limitados y controlados, pero en general no es muy posible para la mayoría. Hay bibliotecas, pero no siempre están muy completas con los recursos que necesitamos.

–¿Cómo empezó el programa Aprender Juntos?

–El programa lo empezamos hace cuatro años. Tiene como antecedente una larga historia de asociación entre la Universidad y la prisión de Reino Unido que había caído en desuso; eso provocaba, entre otras cosas, que se graduara gente con títulos en criminología sin haber pasado por un buen trabajo de campo. Queríamos cambiar eso, y al mismo tiempo queríamos proveer de varias posibilidades de educación superior a los prisioneros y a los estudiantes universitarios: unirlos era el objetivo, porque hasta el momento podían aprender solos desde sus celdas, pero no tenían la opción de compartir con otros, y muchas de las cosas buenas que suceden en el aprendizaje ocurren cuando lo hacemos juntos; eso es un hecho comprobado por varias investigaciones.

–¿Qué otros puntos positivos destacarías de la inserción en la educación terciaria?

–También sabemos que hay buenas investigaciones que demuestran que el ambiente de la educación reduce la reincidencia; sabemos cuáles son los mecanismos por los que la gente se aleja del crimen, y muchos de ellos tienen que ver con la clase de relaciones sociales que se puedan desarrollar y con la clase de relaciones en las que se puede participar. A su vez, con este programa hacemos que muchas de las voces marginalizadas lleguen a la universidad; en Reino Unido, a diferencia de Uruguay, no tenemos un derecho a la educación superior, hay que pagar para ir a la universidad, y eso provoca que haya sectores que nunca se vean representados, lo que hace que el conocimiento no crezca tanto como podría.

–¿Qué logros obtuvo el programa durante estos años?

–Podría pensar en unos cuantos. En los cuatro años desde que empezamos a trabajar logramos que haya cuatro departamentos en Cambridge dando cursos y llegando a más de 25 prisiones, trabajando en asociación con la Universidad. Estamos empezando a pensar en cómo podemos dar un marco único de evaluación para que los estudiantes que se muevan de una cárcel a la otra o que estén haciendo cursos en diferentes universidades puedan unir sus calificaciones. Otro logro sería la expansión: logramos construir una comunidad para que nuestros estudiantes sigan en contacto entre ellos, y ahora tenemos estudiantes que después de salir de prisión están trabajando con nosotros en la universidad y lo está haciendo muy bien. Otros estudiantes han hecho trabajos muy interesantes en Nueva York, en grandes universidades, y están trabajando sobre temas relacionados con la vida en la cárcel, haciendo grandes cosas, los que salieron de la prisión y los que se graduaron de la universidad.

–¿Cómo es la respuesta de quienes aún están en el programa?

–Son cursos muy populares, aunque nos importa más crear comunidades de aprendizaje en las que ellos puedan aprender métodos y ayudar a otras personas, más allá de los cursos. Creemos que cada una de las personas que toman las clases son extensiones del programa. Hemos evaluado este proyecto desde el principio, les hacemos preguntas a los estudiantes antes de que formen parte y se las hacemos después del curso: lo que vemos en los alumnos de la universidad y de la cárcel es que hay un aumento estadístico en aspectos que creemos que ayudarán al éxito en sus vidas. Vemos que la autoestima crece, ellos ven que pueden hacer más de lo que pensaban, y es muy importante. Vemos que la capacidad de ayudar al otro crece junto con la capacidad de tolerar a pesar de las diferencias.

–¿Cuáles son los siguientes pasos para profundizar el programa?

–Vamos a introducir este año, con el apoyo del Ministerio de Justicia, unos crumbooks [computadoras portátiles con la memoria de una tablet], para que cada estudiante tenga acceso al instrumento. La idea es introducir tecnología para aprender; estamos diseñando una aplicación para dispositivos móviles para que los estudiantes puedan conectarse sin internet y usarla para seguir su curso; también podrían conectar cursos que hagan en el tiempo y en distintas universidades, pueden ver cómo se va construyendo su aprendizaje y cuando salgan de la prisión pueden mantenerse al día. Estamos trabajando con una red de universidades para ver cómo podemos trabajar los créditos para crear una sola base del estudiante; eso sería una segunda innovación. También estamos trabajando en cooperaciones internacionales, creando redes en Argentina, Uruguay, Australia, Sudáfrica, aprendiendo juntos y tratando de unir lo mejor de todos.

–¿Podría consolidarse una experiencia en conjunto entre Uruguay y Reino Unido?

–Realmente esperamos que sí, estamos haciendo planes. Nos gustaría que un equipo de Uruguay viajara a Londres. Realmente algunas de las ideas que trabajan en Uruguay nos parecieron muy iluminadoras y enriquecedoras. Ustedes se paran desde un lugar diferente: se ve a la educación como un derecho, y eso influencia directamente sus prácticas y sus desafíos. Creo que también tenemos algunas cosas para ofrecerles en términos de la experiencia en la investigación y nuestra práctica, realmente esperamos lograr los fondos para seguir con esta colaboración que encontramos maravillosa.

–¿Cómo evaluaron los programas que realiza la Universidad de la República en las cárceles uruguayas?

–Cuando conocimos a los estudiantes de la prisión, encontramos energía, potencial y deseo de hacer bien, lo que nos pareció muy importante como una base para desarrollar. También sentimos que hay una muy buena cultura de investigación en la universidad, y eso está desde el principio, lo que le da a Uruguay la posibilidad de diseñar algo que responde a esa investigación y llevarlo a una mejor práctica. Esa buena base está en Uruguay y realmente va a ayudar a crecer a las dos instituciones, va a ayudar a construir la investigación de la universidad y mejorar algo que termina siendo para toda la sociedad.

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