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Cristina Lustemberg. Foto: Federico Gutiérrez

Bancada del FA impulsará un proyecto integral sobre Primera Infancia; Cristina Lustemberg aspira a que se apruebe en el primer semestre de 2018

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La diputada Cristina Lustemberg llegó el martes a la bancada del Frente Amplio con unos papeles abajo del brazo. Su objetivo: empezar a discutir en ese ámbito un proyecto de ley integral sobre primera infancia, que ordene la dispersión de servicios y que permita establecer con mayor certeza cuánto más necesita gastar el país en la protección social de los uruguayos menores de seis años. “Uruguay ha tenido históricamente un gasto público social proadulto”, repite Lustemberg cada vez que puede. La ex subsecretaria de Salud Pública confía en que su proyecto se transformará en ley durante el primer semestre de 2018; para eso, cuenta con el acuerdo político en la bancada, el aval de Tabaré Vázquez y la sintonía de dirigentes de la oposición, con los que conversó en las últimas semanas. Para Lustemberg, el desafío está determinado por una convicción: la deuda histórica de Uruguay con sus niños es inadmisible desde el punto de vista ético.

¿Cómo empezaste a interesarte en el tema de primera infancia?

Cuando hablo del tema siempre me acuerdo de Juan Pablo Terra. Siendo estudiante de Medicina, entre 1987 y 1988, iba a escucharlo a Terra con otro grupo de académicos e investigadores de diferentes áreas, que en aquellos años ya advertían sobre algunos problemas que íbamos a tener como sociedad vinculados a la infantilización de la pobreza. Y hoy, muchos años después, sigue resultando inadmisible desde el punto de vista ético que el lugar socioeconómico en el que nace un niño sea tan determinante para el desarrollo de sus potencialidades. Es inadmisible sobre todo si pensamos en la poca cantidad de nacimientos: en Uruguay nacen entre 47.000 y 48.000 niños por año, y nos damos el lujo de que casi 19% de los niños menores de seis años todavía estén por debajo de la línea de pobreza. Cuando un niño entra a la escuela, ya tiene un desarrollo, en muchos niveles, que lo condiciona. La primera fuente de desigualdad es la circunstancia en la que se da su nacimiento.

¿Qué lugar viene a ocupar este proyecto de ley en relación a las cosas que se han hecho en estos últimos años en primera infancia, por ejemplo desde Uruguay Crece Contigo?

Aunque todavía falta mucho, hemos tenido avances. Basta ver los indicadores más duros de mortalidad infantil o el aumento de la cobertura en los centros CAIF, desde la universalización obligatoria. En el período 1995-2000 el gasto público social en hogares con niños y adolescentes era de 15% y hoy es de 30%, y el gasto en infancia aumentó 101,7% desde 2005. Otro dato: la pobreza infantil en 2004 era de 63,7% y hoy bajó a casi 19%.

A pesar de todo esto, hoy casi 90% de la pobreza, medida por ingreso, está concentrada en los hogares donde hay niños y adolescentes menores de 18 años. Uruguay sigue teniendo una deuda histórica con sus niños y adolescentes. Y es un problema importante: la etapa de primera infancia es como los cimientos de una casa, es cuando se consolidan el crecimiento físico, las habilidades socioemocionales y cognitivas. El 80% del cerebro de cada uno de nosotros crece desde la etapa del embarazo a los primeros 2-3 años de vida. Uruguay ha avanzado pero todavía tenemos una dispersión importante de los marcos regulatorios, los servicios y las prestaciones, y el diseño de las políticas. En 2014, un equipo liderado por Carmen Midaglia de la Facultad de Ciencias Sociales hizo una consultoría para Uruguay Crece Contigo sobre la institucionalidad vinculada a primaria infancia. Y la principal conclusión es que hay una gran dispersión de los servicios que brindan prestaciones; eso es lo primero que queremos ordenar con el proyecto de ley. Chile hizo una ley para ordenar esa institucionalidad, que dio buenos resultados.

La figura del cimiento también sirve para mostrar la poca visibilidad que tiene el tema. ¿Por qué pasa eso?

Es cierto. La primera infancia ha estado siempre bastante invisibilizada en el diseño de las políticas públicas. Y falta mucha difusión sobre la importancia que tienen los primeros años de vida, particularmente en la etapa de 0-4, que es donde tenemos el debe más grande como país. Hay frases que se repiten tanto que terminan siendo lugares comunes, como aquello de “los niños no votan”, pero en los hechos es cierto que los niños muchas veces están invisibilizados como sujetos de derecho.

También en esta temática se habla mucho de replicar el modelo escandinavo. ¿Se tomará como referencia para el proyecto?

Es que ellos, ya en la década del 40, y mientras salían de guerras devastadoras, visualizaron que necesitan grandes acuerdos sociales. Finlandia entendió ya desde esa época que la mejor inversión que podía hacer como país chico, con poca población, era en la primera etapa de la vida. Invirtieron muchísimo en educación, en cuidados, en políticas de empleo; también apostaron a que las tasas de reemplazo sean homogéneas por sectores sociales. Pero sobre todo generaron una política de Estado para la primera etapa de la vida: licencias parentales generosas, asignaciones familiares robustas, transferencias monetarias, servicios de salud de calidad y políticas de inserción de los niños en el sistema de cuidados. Promovieron políticas para que en los primeros años de la vida los padres puedan destinar tiempo al cuidado de los hijos. Y así construyeron una sociedad integrada, con mucho nivel de capital educativo, y con bajas tasas de problemas vinculados a la inseguridad y la delincuencia.

Sin embargo, pocas veces se asocian esos problemas de inseguridad y delincuencia que mencionás con lo que pasa en la primera infancia.

A pesar de que hay mucha evidencia. Los investigadores que han estudiado las habilidades socioemocionales han demostrado que algunos factores anteriores a que los niños ingresen a la escuela terminan influyendo en sus desempeños como individuos. Influyen en cómo reaccionan luego ante situaciones de estrés, en las dificultades para trabajar en equipo y, en definitiva, en todo su desarrollo educativo. Las chances de quedar relegados de quienes vivieron situaciones de vulnerabilidad en sus primeros años de vida aumentan notablemente. Entonces, no les generamos las mejores oportunidades en el nacimiento, no apoyamos a las familias de forma adecuada durante la primera infancia y no les garantizamos las mejores condiciones en la adolescencia, pero después los culpabilizamos ante la menor desviación de la cohesión social que ellos puedan tener.

¿Cómo y cuánto gasta Uruguay en primera infancia?

Hace poco Victoria Tenenbaum y Maira Colacce hicieron un estudio para Cepal sobre el desarrollo del gasto público social en Uruguay en infancia y adolescencia. Si desagregamos lo que se invierte en primera infancia, en infancia y en adolescencia, encontramos que el debe más importante lo tenemos en la primera etapa de la vida. Es inferior en lo cuantitativo y también desde el punto de vista cualitativo, porque no estamos llegando a los hogares que más precisarían políticas de Estado. Con la ley apuntamos primero a ordenar los servicios, porque a veces no se trata solamente de invertir más sino de mejorar la eficiencia del gasto, pero es evidente que se van a precisar más recursos. Todavía no podemos adelantar cifras, pero está claro que se va a necesitar un aumento del gasto. Al menos si todos estamos de acuerdo con la principal conclusión: Uruguay sigue teniendo un gasto público social proadulto; tenemos un debe histórico con nuestros niños y adolescentes.

¿Qué se precisa para cambiar esa realidad y cuánto pensás que puede contribuir una ley integral como la que están impulsando y discutiendo en bancada para lograr esos cambios?

Necesitamos un nuevo pacto social. Estas políticas de Estado surgen como producto de acuerdos sociales. Cambiar esta realidad requiere un acuerdo intergeneracional, interpartidario e ideológico, en el que se establezca, antes que nada, que resulta inadmisible que el lugar donde a un niño le tocó nacer sea lo que determine sus oportunidades y potencialidades. Que Uruguay, con la población que tiene, no pueda garantizar las máximas condiciones a esos 48.000 niños que nacen anualmente resulta inadmisible desde el punto de vista ético. En Uruguay tenemos tres grandes inequidades: la intergeneracional, porque la pobreza está concentrada en los hogares con niños y adolescentes, la de género, que atraviesa cada uno de los análisis que se puedan hacer, y la territorial, porque la pobreza está concentrada en el cinturón periférico de Montevideo y en Canelones.

En la arena política

Venís del Poder Ejecutivo, ¿cómo llevás estos primeros días en el Parlamento?

Como una etapa de mucho aprendizaje. Me integré a la Comisión de Hacienda y Presupuesto y para mí implica un gran desafío. También estoy en Población y Desarrollo, en Cooperativismo. Tengo confianza porque me considero una persona dialoguista, que tiene buen vínculo con actores políticos de otros partidos también. Estoy desde el 13 de noviembre, y sigo muy motivada. Está claro que es un ámbito de mayor discusión, pero que al final también depende de la voluntad política.

Otra particularidad es que sos una independiente dentro del FA, algo que cada vez se ve menos.

Cuando dicen independiente, lo primero que digo es que soy profundamente frenteamplista y formo parte de este proyecto político. Hoy no estoy sectorizada, es cierto. Quizás sea esa la mejor definición para este momento: no sectorizada. Estoy así desde que renuncié a la 711, en enero de este año, después veremos qué sucede. Ser independiente te permite dialogar mucho con todos los sectores y tener un buen vínculo con todos. Mi principal definición es que voy a hacer política y que voy a trabajar para que el FA acceda a un cuarto gobierno, algo que va a requerir mucha militancia. Y también mucha atención a lo que nos quiere decir la ciudadanía, sobre las cosas que hemos hecho bien y mal en estos años.

De todo lo que sucedió con la 711, hasta la renuncia de Sendic, ¿sacás algún aprendizaje?

Cuando entré a la 711 sentí que formaba parte de un proyecto político con una construcción a corto, mediano y largo plazo, que tenía una mirada integral de los problemas y una proyección. Después, cuando noté que eso se fue alejando, entre otras cosas por la situación política que nos tocó vivir, empecé a revisar mi pertenencia al sector. ¿El mayor aprendizaje? Creo que una fuerza política de izquierda en ninguna circunstancia puede alejarse de los problemas y las sensibilidades que tiene la gente. Es algo que nos lleva también a preguntarnos para qué queremos un cuarto gobierno, qué cosas tenemos que profundizar y qué prácticas nos alejan de las necesidades que tiene Uruguay.

¿Cuáles serían esas prácticas?

Quizás tenemos que ser más cuidadosos con el perfil de las personas que están en determinados lugares. Claro que se precisa conducción política, pero también conocimiento y formación profesional.

Has estado en varias reuniones del “recambio generacional” del FA y algunos dirigentes te han mencionado hasta para integrar una fórmula. ¿Cómo lo vivís personalmente?

Lo vivo con mucha responsabilidad, y con la convicción de que voy a trabajar, en el ámbito que sea, para profundizar acciones y para defender este proyecto político. En estas reuniones han estado Daniel Martínez, Yamandú Orsi, Álvaro García, Mario Bergara, Mónica Xavier, Constanza Moreira, Carolina Cosse, Pablo Ferreri, Juan Castillo, entre otros. En el FA hay una cantidad de compañeros dispuestos a trabajar. Yo creo mucho en la política, la sigo defendiendo como la mejor herramienta para lograr cambios y transformaciones colectivas. Es cierto que no está exenta de adversidades, pero es algo que pasa también en cualquier campo profesional.

¿El FA debería tener una mujer en la fórmula?

Totalmente. Estoy absolutamente convencida de que puede haber una mujer presidenta o integrando la fórmula del FA en Uruguay. Se necesitan más mujeres en política, en todos los niveles. Es un tema de igualdad de oportunidades también. Uruguay tiene una democracia muy consolidada, pero con grandes dificultades en cuanto a la participación de las mujeres. ¡Y claro que puede haber una mujer en la fórmula! Están dadas las condiciones y tenemos mujeres preparadas para hacerlo bien. Como también estamos preparadas para tener mayor participación entre la dirigencia sindical, en el ámbito académico, empresarial, y en tantos otros lugares de decisión relevantes.

¿Y Cristina Lustemberg se ve en una fórmula para 2019?

No, yo estoy lejos de tener esa ambición. Estoy trabajando en política pero no me veo en ese lugar. Hay compañeras que tienen una formación y una trayectoria política mayor que la mía. Por ahora, mi rol es el de aprender, trabajar, escuchar a la gente y consolidar algunos proyectos en el ámbito parlamentario.

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