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Gerardo Piña-Rosales. Autorretrato

Hablamos con Gerardo Piña-Rosales sobre el español, el idioma “imparable”, que “cada día se hablará más y mejor en los predios del Tío Sam”

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Gerardo Piña-Rosales nació en Cádiz, España, en 1948. Entre 1956 y 1973 vivió en Tánger, Marruecos, y luego se radicó en Nueva York, Estados Unidos. Es doctor en Lengua y Literatura españolas por el Graduate Center de la City University of New York, en la que es docente. En 1992 fue nombrado miembro numerario de la Academia Norteamericana y correspondiente de la Real Academia Española (RAE), y desde 2008 es director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Este año brindó una videoconferencia sobre el español en Estados Unidos para académicos uruguayos. Consultado sobre este tema por la diaria, accedió a responder a un cuestionario de preguntas desde el país donde reside.

–¿Cuántos hispanohablantes hay actualmente en Estados Unidos y qué porcentaje son de la población total del país?

–Según los datos del censo de Estados Unidos de 2015, hay 56.496.122 hispanos, que son 17,6% de la población de Estados Unidos, sin incluir la población de Puerto Rico.

–¿Cuántos estudian y practican español como segunda lengua?

–En Estados Unidos hay unos ocho millones de estudiantes de español. Se estudia en todas las universidades del país. En este sentido, el español ha desbancado al francés, al alemán, etcétera. Además de los anglohablantes que lo estudian, en los últimos años son cada vez más los llamados “estudiantes de herencia”, jóvenes de origen hispano, anglodominantes, que se niegan a perder el español porque se dan cuenta de que el bilingüe vale por dos. Además, ganan más dinero.

–¿Cuál es la diferencia entre hispanos e hispanohablantes?

–Cuando hablamos de hispanos debemos tener en cuenta que no todos tienen el mismo nivel de dominio de la lengua, pues están los monolingües en inglés, los bilingües y los monolingües en español. El término “hispanohablante” se aplica a aquellos hispanos cuya lengua dominante es el español.

–Después de tanta migración hispana desde tantos países, cada uno con su propia variedad del español, ¿se ha forjado un español hispanounidense?

–Yo no me atrevería a afirmarlo, pero estoy seguro de que, de aquí a pocos años, se podrá hablar de un español hispanounidense o estadounidense. Lo que sí es una realidad es que este español va adquiriendo cada vez más peculiaridades propias. Por ejemplo, los llamados estadounidismos, que son términos que sólo usamos los residentes hispanos de este país. El término estadounidismo está ya en el Diccionario de la Lengua. Precisamente esta semana, un grupo de lingüistas se reunirá en el Observatorio de la Lengua Española y las Culturas Hispánicas del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard para trazar las pautas de lo que será el primer corpus del español de Estados Unidos.

–¿Por qué la ANLE se plantea: “Cuidar que, en su constante adaptación a las necesidades particulares de los hablantes, el uso de la variante hispanounidense no afecte la unidad y comprensión del idioma en el ámbito hispánico”?

–En la ANLE tratamos de que el español que se use, sobre todo, en un plano profesional, sea lo más universal posible, porque aunque tenga sus peculiaridades (estadounidismos, anglicismos, etcétera), como las tienen el español mexicano, el dominicano, etcétera, deseamos que este español hispanounidense no se desgaje de lo que llamamos español panhispánico.

–¿Puede aportar algún ejemplo de “estadounidismo” del español hispanounidense?

–Por ejemplo, el término “agency” en el contexto de las entidades gubernamentales, frente a la variedad de acepciones de los demás países, dependencia, entidad, institución, organismo, repartición; la ANLE reconoce el estadounidismo “agencia”.

–¿Existe el “espanglish”?

–Por supuesto que existe. La ANLE consiguió que esa voz –“espanglish”– apareciera por primera vez en el Diccionario, que la define como: “Modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos en la que se mezclan elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés”. A mi modo de ver, se trata de un español popular. La ANLE no está en contra del espanglish, pero sí procura que los hispanos conozcan y empleen, cuando las circunstancias lo avalen, un español normativo, universal.

–¿Qué pasa con el español en la educación oficial?

–Todavía queda mucho por hacer para que el español se enseñe en las escuelas secundarias. Lo ideal sería que la educación fuera de carácter dual; es decir que a los jóvenes se les impartiera las mismas materias en ambos idiomas. Es, más que nada, un problema de tipo económico.

–¿Y en los medios de comunicación?

–En gran medida, el futuro del español está en los medios de comunicación; por eso es fundamental que los periodistas y comentadores de televisión hagan un esfuerzo y empleen un español lo más correcto posible. Lo mismo diría de la publicidad. Y esto no es sólo para Estados Unidos. Cuando uno lee, por ejemplo, El País [de Madrid], se aterra al ver la cantidad de barbarismos que aparecen en sus páginas. En todas partes se cuecen habas o frijoles.

–Hay un fenómeno que es fundamental para asentar una lengua, y es materializarse en la escritura. ¿Hay una producción de libros en español de autores estadounidenses? ¿Y películas y series?

–Hay un corpus literario vastísimo, aunque desigual. En la misma Academia Norteamericana abundan los escritores, tanto poetas como narradores: Rolando Hinojosa, Tino Villanueva, etcétera. Yo mismo he publicado una antología de escritores españoles en Estados Unidos. Desde luego, aquellos autores que, si bien son de origen hispano, escriben en inglés pertenecen a la literatura angloamericana. Pero también hay casos en que un autor escribe en las dos lenguas: el mismo Rolando Hinojosa es un ejemplo. Otro caso fascinante es el de aquellos que mezclan ambos idiomas.

–Se calcula que para 2050 Estados Unidos será el país con más hispanohablantes. ¿Qué puede significar esto para la lengua española a nivel mundial?

–Siempre he dicho que lo importante no es que nos cuenten, sino que contemos. El español todavía está considerado por mucha gente como la lengua de los pobres, de los migrantes, pero eso es algo que ha cambiado mucho en las últimas décadas. Por eso debemos denunciar las políticas hispanófobas de políticos como [Newton] Gingrich o el mismo [Donald] Trump. El español es imparable. Cada día se hablará más y mejor en los predios del Tío Sam.

–¿Le parece que se ha avanzado con la elaboración de la Nueva gramática de la lengua española, en la que participó, además de la RAE, la Asociación de Academias de la Lengua Española?

–Y varios de nuestros miembros, preclaros lexicógrafos, también participaron en su elaboración. La Nueva gramática es sin duda alguna un verdadero monumento, una obra de dimensiones y alcances extraordinarios. Y no sólo la Gramática, sino también la Ortografía y el Diccionario. Ahora estamos trabajando en un Glosario de términos gramaticales. La labor de las Academias de la lengua es importantísima para la unidad y el conocimiento del idioma.

–¿Qué elegiría para brindar una buena clase de español? ¿Una pantalla para proyectar, un pizarrón o un libro de texto?

–Durante más de 30 años he enseñado en la universidad, además de literaturas hispánicas, lengua española. En realidad, lo importante es que el profesor logre mantener el interés de los estudiantes, que no los aburra con conferencias plúmbeas. Hoy, claro está, el profesor dispone de medios electrónicos que coadyuvan al aprendizaje de la lengua. Si el profesor logra transmitir a los estudiantes su amor y su respeto por la lengua, puede darse por satisfecho.

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