Luego de visitar Uruguay, los especialistas extranjeros a menudo destacan alguna de las iniciativas nacionales que se impulsan en el área en la que trabajan. Fue el caso de Ana Siro (AS), académica argentina que ha trabajado sobre la enseñanza de literatura en distintos contextos en la Universidad de San Andrés, y de la española Ana María Margallo (AM), doctora en Didáctica de la Lengua en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ambas expusieron en el II Encuentro Nacional de Joven Lector y, en diálogo con la diaria, resaltaron varios logros de este proyecto. También comentaron la importancia de la estimulación de la lectura, analizaron las razones por las que los jóvenes se desvinculan de los textos y las distintas estrategias para volver a incentivarlos.
Joven Lector es parte del Programa de Lectura y Escritura (Prolee), de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP); la iniciativa les propone a los alumnos de enseñanza media ir a distintos centros de educación inicial para leer libros de cuentos a los más pequeños y así estimular la lectura desde edades tempranas mientras desarrollan sus habilidades de lectoescritura.
Joven Lector surge, en parte, de la necesidad de estimular la lectura en los adolescentes uruguayos. ¿Esta preocupación se repite en sus países?
AM: No conozco el nivel en Uruguay, pero, en todo caso, compartimos la preocupación por la desvinculación de los jóvenes con la lectura. Al final de la enseñanza primaria hay un momento de deserción lectora, seguido luego de otro bajón en la enseñanza media. El panorama es parecido acá y allá.
AS: Es un fenómeno que tiene una marca contemporánea de coexistencia de espacios lectores con el mundo audiovisual, con la multiplicidad de espacios de lectura. Nosotros también compartimos una preocupación, por eso nos parece interesantísimo que el proyecto Joven Lector sea una política pública que abarca a profesores de todo el país, algo que está ocurriendo en muy pocos lugares de la región.
¿Por qué se da la desvinculación de los jóvenes con la lectura?
AM: Según los estudios, en la adolescencia los chicos empiezan a buscar la identificación con el equipo y la lectura deja de ser un identificador de grupo. Además, está estudiado que a esa edad la lectura se feminiza, los chicos piensan que es cosa más de mujeres y se alejan. Los que estamos defendiendo la lectura pensamos que es el momento en el que están más necesitados de encuentros significativos con los libros, por lo tanto, la calidad y la profundidad de la experiencia de ficción a partir de la literatura sigue valiendo la pena.
¿Esa coexistencia con el mundo digital tiene que ver con la desvinculación con el papel?
AM: Las pantallas, que normalmente decimos que son competidoras, están mostrando nuevas formas de socialización lectora de los jóvenes; se conocen los booktubers, muchos blogs liderados por adolescentes: son jóvenes que sí leen y comparten en la red sus preferencias, son muy creativos al promocionar la lectura, idean concursos para que los iguales participen.
AS: Eso genera un espacio muy estimulante, en el que cada uno potencia lo que el otro leyó y que abre a otros mundos: al cine, a la música. Hoy la circulación de la interpretación a través de las redes es una herramienta muy potente que me parece interesante potenciar desde la escuela. Es necesario que la escuela no se quede afuera de promover que los chicos se sumen a esos blogs, además de la oferta indispensable tanto de obras contemporáneas como clásicas.
¿Qué ventajas tiene que los adolescentes vayan a leer a la escuela particularmente?
AM: Tiene la importancia de que se está ritualizando algo que pertenece no sólo al espacio familiar sino también al espacio educativo. El problema es que en la escuela a veces se deja la lectura demasiado pronto y eso es un error; el primer desenganche de los alumnos respecto de la lectura es justo cuando ya saben leer: consideramos que tienen ocho o nueve años y dejamos la lectura en voz alta, les dejamos su vínculo con la lectura mediada por una capacidad todavía limitada, entonces se produce un desapego porque no pueden acceder, se crea una barrera porque su lectura, aún no fluida, se topa con textos que aún ellos no pueden leer y que podrían entender si les llegaran por la voz de otro.
AS: Cuando alguien tiene todavía cierta dificultad para sostener por sí mismo la lectura de textos extensos y complejos, la lectura en voz alta de personas más experimentadas que puedan sostenerla es la forma más eficaz de acercarse. Hay veces que los docentes dicen que los niños ya son grandes, que se las arreglan para leer, pero hay textos que son más complejos, que necesitan el apoyo de la lectura en voz alta.
Joven Lector les propone a los adolescentes ser mediadores de lectura. ¿Qué importancia tiene ese rol?
AS: Que un niño vea a un joven apenas un poco más grande que él comprometido con un texto muestra modelos de lectura muy interesantes; me parece que hace sentir a los más pequeños que hay un camino posible para ellos mismos. También hay una potencia muy grande en ofrecer un servicio hacia otros: todos esos jóvenes saben que no son súper expertos leyendo en voz alta ni seleccionando los textos, pero al hacerlo tienen un crecimiento muy potente porque tienen una devolución de los chicos a los que les leen, que es muy fuerte en términos afectivos y de reconocimiento. Eso tiene un poder arrasador tanto en la formación lectora de otros como en la de ellos mismos.
¿Se intenta incentivar que pasen de ser mediadores a consumidores?
AM: Es un paso que ha de ser natural. Por ejemplo, en Joven Lector, ese adolescente al que se le da la posibilidad de ser mediador descubre un libro que le gusta, se lo apropia, lo lee, lo prepara, está teniendo una experiencia de lectura rica, que además tiene el agradecimiento de los demás, va a seguir buscando algo más. La experiencia lectora busca otras experiencias lectoras; el joven pasa de tener una lectura poco fluida a tener una lectura exitosa, y eso lo va a ayudar a reafirmar su autoimagen como lector. Así es fácil que busque, que pregunte, y hay que tener a mano otras recomendaciones relacionadas para decirle, estar muy atentos para recoger los efectos de eso que surgieran de manera natural.
Está muy en boga entre los adolescentes la fanfiction. ¿Qué pasa cuando los jóvenes pasan de consumir a crear?
AM: Ha pasado con Harry Potter, con Crepúsculo, con muchos de los grandes éxitos de ventas con los que los adolescentes se enganchan. Escribir fanfiction es una de estas iniciativas de sociabilización lectora que crean; tienen la necesidad de escribir sobre esa saga que les gustó y hacer precuelas o secuelas, las comparten. Es una necesidad de perpetuar ese mundo de ficción que les fascinó por medio de su propia escritura. Cuando se consigue trabajar la pulsión lectora, los adolescentes son muy creativos.
¿Creen que las instituciones de educación se están perdiendo esta punta creativa de los jóvenes?
AS: Creo que no se lo están perdiendo, pero hay un costado de la escuela más tradicional que mira con cierta desconfianza esos caminos alternativos que emergen de las redes, caminos más transgresores por donde camina la literatura, y tal vez la escuela debería despojarse de esos prejuicios tratando de comprender y no condenar estas alternativas que parecen amenazar al libro pero que en los hechos no lo hacen. Estaría buenísimo que quienes trabajamos cerca de ellos podamos tener esa apertura; no quiere decir que la escuela tenga que replicar las mismas prácticas que suceden en los contextos de las redes, pero sí mirarlas con atención para ver qué cosas están convocando el deseo de los jóvenes y por qué.