Una de tus especialidades es el pensamiento martiano ¿Cuáles son los planteos de José Martí que siguen siendo desafíos latinoamericanos?
Martí es infinito. Dijo muchas cosas de los problemas que tenía Latinoamérica a finales del siglo XIX. Fundamentalmente, nos dejó una gran tarea que está aún está vigente: luchar por la segunda independencia de América, ya no frente al colonialismo español sino frente al imperialismo norteamericano. También dejó planteado el ideal de unas repúblicas con todos y para el bien de todos, de una América Latina que abandonara los supuestos del modernismo y de la modernización y que reconociera sus propias raíces, las de los pueblos originarios y de los provenientes de África, que habían venido como esclavos. Dejó planteada la necesidad de una república moral, de la ética como uno de los fundamentos que debían tener las repúblicas latinoamericanas. Cuando miramos lo que está pasando en muchos países latinoamericanos respecto de la corrupción de las clases dominantes y a veces de algunos dirigentes, su pensamiento recoloca esa carga ética y de llamamiento a la lucha que Martí planteó.
A 100 años de la Reforma de Córdoba, ¿considerás que sus propuestas conservan valor y vigencia?
Aunque nos parezca raro, muchas de las propuestas de la Reforma de Córdoba de hace 100 años aún no se aplican en la mayoría de las universidades de Latinoamérica. Por ejemplo, el tema de que la universidad no se puede encerrar en sus muros, que tiene que ir a la sociedad; aún persiste un gran elitismo. Además, estamos viendo algo que no existía en aquel momento, que es la privatización de la enseñanza universitaria, la aparición cada vez más generalizada de universidades privadas a las que se les dice peyorativamente “universidades garaje”. En muchos casos, tampoco existen la autonomía universitaria y la voz de los estudiantes, cuyas demandas suelen ser vulneradas.
¿Cómo se educa sobre el pensamiento latinoamericano en las instituciones formales y cómo se hace en Cuba?
Hay una gran contradicción en torno a eso. La educación que se imparte hoy en todo el sistema de enseñanza y todas estas reformas (que yo llamo contrarreformas educativas) colocan como guía el pensamiento norte-céntrico. Respecto de América Latina, aprecio con mucha preocupación, y lo he podido constatar en mi recorrido por el continente, que la historia que se imparte es la construida por las clases dominantes. Es, por tanto, una historia sesgada, que no se condice ni explica los procesos de lucha que se están dando, ni los sujetos que participan en esos procesos. Es una educación que tiende a generar miradas nacionales sin conectar con el resto de América. En Argentina, historiadores prestigiosos como Norberto Galasso han demostrado cómo en ciertos aspectos la historia de ese país fue montada sobre mentiras, y que para construirlas incluso tuvieron que destruir documentos y rearmarlos con el fin de generar una historia argentina descontextualizada del resto de América Latina. La figura de José de San Martín, uno de los grandes libertadores de nuestra América, no se estudia lo suficiente. Permanente se insiste en la discrepancia entre Simón Bolívar y San Martín para demostrar que Bolívar era un autoritario y San Martín un ilustre. Nada de esto está demostrado, y cada vez llegan más evidencias sobre los entendimientos tan profundos que hubo entre Bolívar y San Martín en su entrevista de Guayaquil. Se versea la historia hasta en la creación de la bandera argentina, o en las estrofas que hablaban de la lucha por la independencia que le quitaron al himno nacional, para quitarle todo aquello que conectara con una vocación latinoamericana. En Cuba, eran escasos los profesores que hablaran de Martí, de Carlos de Céspedes o de Antonio Maceo antes de la revolución. Todo aquello formó parte de la batalla cultural que siempre está implícita en todo proceso de cambio y de los intereses populares y nacionales. Uno de los deberes fundamentales es divulgar, construir una nueva historia que sea la de los oprimidos y no la de los dominantes.
¿Los estados nacionales que se generaron a partir de la exclusión de lo negro u originario tienen muy marcado ese tipo de relato histórico?
Eso es lo que yo llamo el pecado de la modernidad latinoamericana. Ya lo dijo Martí: “Estúdiese primero la historia de los incas, aunque no se estudie la de los arcontes de Grecia. El libro francés y norteamericano no tienen respuestas a los problemas de nuestra América”. Todas esas cuestiones planteadas por él aún forman parte de los problemas educativos actuales en los distintos países latinoamericanos.
¿Estos problemas están acentuados por la globalización?
Están acentuados por cómo se forman los procesos ideológicos, con todo este tema de la posmodernidad, que precede a la globalización neoliberal en su máxima expresión. Son ideas que empiezan a surgir en los años 70 del siglo XX, con las teorías de la fragmentación del sujeto, de que se acabaron las utopías, se acabó la historia, todo esto hoy está incorporado a las bibliografías. Hoy se les pide a los estudiantes que conozcan la bibliografía que se produce en el norte y no la que produce el pensamiento latinoamericano. De hecho, los propios profesores están compelidos a buscar méritos en publicar en las grandes revistas del norte. Y publican pensamientos que no son críticos, que son –para utilizar una expresión de Aníbal Quijano y de los estudios poscoloniales– un pensamiento colonizado, forma parte de esa colonización del saber y del ser. La globalización neoliberal lleva en sí un componente que bien se puede llamar de “guerra cultural”, porque esta no es sólo económica o política, tiene también un componente civilizatorio y cultural. En Latinoamérica y el Caribe se puede apreciar en el hecho de que nuestros niños sepan quién es Mickey Mouse y no quién es Simón Bolívar.
¿Un ejemplo de esa guerra cultural es la imposición del idioma inglés?
Yo matizaría eso. Evidentemente, el inglés es el idioma predominante en el lenguaje de la técnica, de la ciencia y de la las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. En ese sentido, no hay forma de escaparse de eso. De hecho, en Cuba el sistema educativo ha estado discutiendo que si queremos insertarnos en este mundo del conocimiento, necesariamente nuestros educandos tienen que aprender inglés. No tenemos los instrumentos, como hacen los españoles, de llevar al castellano muchas de las palabras que han surgido de aquellos que hoy monopolizan los conocimientos científicos contemporáneos. Además, dentro de las mismas lenguas existen luchas de descolonizaciones del saber y del ser, como entre el portugués de Portugal y el de Brasil, o el español de Latinoamérica y el de España, que son distintos.
¿Cómo es abordada Cuba en la educación latinoamericana?
Prácticamente en ninguna universidad latinoamericana se estudia nada que tenga que ver con la revolución cubana, se la nombra al pasar y de mala manera, cuando fue un hecho trascendente del siglo XX. Está silenciada. No se aborda en profundidad lo que la revolución cubana puede decir como laboratorio social, lo que enseña, y en su dialéctica con las demás luchas latinoamericanas, porque Cuba es una isla pero no una ínsula, también forma parte de América. Desde el territorio continental se habla de América Latina, no de América Latina y el Caribe. Existen estados nacionales que no son de origen latino, como las Antillas o territorios independientes en el Caribe británico, pero también existen territorios colonizados por Gran Bretaña. En esa región del Caribe tenemos a Haití, del que se habla muy poco, a pesar de haber tenido la primera revolución de liberación nacional y social que se produjo en el continente, que además fue hecha por esclavos. No se habla del Caribe neerlandés, nunca sabemos nada de lo que sucede en esos países, no se habla de Surinam, de Aruba, de Curazagua, de Bonaide, de San Martín, de Martinica ni de Guadalupe, que están colonizadas por Francia; no se habla de Puerto Rico, que sigue colonizado por Estados Unidos. Para el conocimiento que se difunde no solamente de la historia sino también de la geografía no existe el Caribe. Lo que Martí llamaba “las dolorosas islas del Caribe”.