Educación Ingresá
Educación

Mariano Jabonero.

Foto: Pablo Vignali

Uruguay tiene de los mejores “rendimientos educativos” de Latinoamérica y el reto de “pegar un salto de calidad” hacia un nivel acorde al siglo XXI

7 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

El secretario general de la OEI analizó la situación de la educación uruguaya en el contexto de la región y el mundo.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Mariano Jabonero es secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) desde el año pasado. Esta semana llegó a Uruguay para participar en el décimo Congreso Iberoamericano de Educación Científica, que empezó el lunes y se cierra hoy, bajo el lema “Enseñanza y aprendizaje de las ciencias en debate”. Jabonero es profesor en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid y en su trayectoria académica se ha especializado en estudiar la educación iberoamericana. Entrevistado por la diaria, Jabonero habló de los desafíos de la educación a nivel mundial y para América Latina. Además, el secretario general de la OEI consideró que el sistema educativo uruguayo es uno de los mejores de la región, y valoró especialmente la implementación del Plan Ceibal, aunque entendió que tiene el desafío de dar un “salto de calidad”.

¿Cuáles son los principales desafíos de la educación a nivel global?

El primer desafío es el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible [de la Organización de las Naciones Unidas], concretamente el número cuatro, que se refiere a la educación. Plantea que se debe asegurar un sistema educativo de calidad a toda persona, niño o adulto, que sea equitativo, que no produzca desigualdades sino que las corrija, y que sea inclusivo, que no deje a nadie atrás. Hay personas que entran a la educación que tienen hándicap porque provienen de familias con menor nivel de renta, de minorías culturales, lingüísticas o étnicas, o de zonas rurales. En muchos sitios, la educación no está contribuyendo a disminuir la brecha de desigualdad e incluso en algunos lugares puede estar perpetuando sociedades de castas, diferenciadas por el acceso a una educación de buena calidad, a buenos recursos de información y comunicación, y de otros que no tienen acceso a ese tipo de recursos. Además, la escuela, que es una institución social e histórica de construcción de conocimiento y ciudadanía, en este momento está viviendo en una sociedad de la información en la que los algoritmos están condicionando la vida de los ciudadanos y muy especialmente la de los más jóvenes, que reciben mucha información. Hasta ahora la escuela les decía: no te preocupes, vas a ordenarla y a hacer con esa información lo que quieras. Ahora ya no tienen capacidad para ordenarla; esa situación los está condicionando. El chico tiene que saber discernir lo que le importa y lo que no, y, al final, aprender a ser él mismo; ese es el gran reto, en un tiempo en que intentan condicionarle hasta el gusto por el tipo de ropa que se va a comprar.

¿En qué lugar está posicionada Latinoamérica en relación con estos desafíos?

Es la cuestión de la botella medio llena o medio vacía. El continente americano es el único del mundo que cumplió con los objetivos del milenio en educación [fijados en el año 2000]. Es un dato insólito y quizá poco conocido en la región. En América hay una tasa de escolarización de 100% en educación primaria y básica. Es verdad que en algunos países eso ocurre desde hace más tiempo y en mejores escuelas, pero entran todos a la escuela. Un segundo dato es que América es la región que más invierte en educación, en el entorno de 5,2% del Producto Interno Bruto, por ejemplo, frente al 4,6% que invierten los países de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos]. Hay una fuerte inversión, pero no es suficiente: a lo mejor no se invierte en lo que más hace falta o en aquello en que se producen mejores efectos. Por otra parte, también hay una fuerte desigualdad interna. Un niño de cualquier país de América Latina que viva en zona rural y pertenezca a una minoría étnica enfrenta desigualdades de entrada y un reto muy importante para poder obtener rendimientos similares a los de otros chicos. En la región ha habido avances en aspectos cuantitativos, pero en la calidad los avances son limitados.

¿Cómo ve a la educación rural en la región, un área en la que la OEI ha impulsado un proyecto para ampliar la conexión a la energía eléctrica?

En los últimos 50 años, América se ha vuelto muy urbana. El peso político, demográfico y económico del campo ha bajado. Sigue siendo una región productora de materias primas, pero con una producción muy tecnificada; antes ocupaba mucha mano de obra, mientras que ahora no lo hace. La zona rural ha perdido peso y aparece en menor medida en la agenda política. En algunos países que cuentan con alta población indígena, como Bolivia, Ecuador, Colombia y México, esa población vive casi exclusivamente en zonas rurales. La atención a la diversidad, que en este caso tiene que ver con cuestiones principalmente lingüísticas y culturales, a veces no es bien resuelta por los sistemas educativos. Lo que hicimos desde la OEI en los últimos años son algunos programas específicos para las zonas rurales, con el objetivo de compensar esa desigualdad. Por su parte, esas zonas no tienen acceso a algo fundamental: la información. Con el programa Luces para Aprender se ha instalado energía eléctrica en zonas rurales, porque la energía eléctrica es como un tubo por el que entra todo: conocimiento, información, bienestar. Son un montón de factores. Seguimos con el programa, con el que hemos llegado a cientos de escuelas, desde México hasta Argentina, y recibimos un premio mundial de la Fundación Qatar. El proyecto es de una tremenda rentabilidad social.

¿Cómo se ubica Uruguay en el contexto latinoamericano?

En Uruguay hay una cierta relación crítica hacia la educación, y ese es un buen síntoma. Cuanto más avanzan los sistemas educativos, la población exige más; cuanto más educación, más crítico eres. Hace unos años, se hizo una encuesta en todos los países de América, que dio como resultado que el país más crítico con el sistema educativo era Chile, que es el que tiene el mejor sistema educativo, y el que alababa más a su sistema educativo era Nicaragua, que tiene el peor. Uruguay es de los países que tienen mejor rendimiento educativo de América, es un hecho evidente. En las pruebas de evaluación externas que se aplican habitualmente, como las pruebas PISA [Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos], los resultados de Uruguay están por encima de la media de la región. En Uruguay se aprecia la educación, la población es exigente con el sistema educativo, y es uno de los tres países que tiene un sistema educativo con más estabilidad y mayor nivel de desarrollo, junto con Chile y Argentina. Entre otros motivos, porque son países que tienen una larga tradición en la materia. Otros países, por ejemplo El Salvador o Guatemala, acaban de salir de guerras civiles hace pocos años, y su educación ha surgido de sistemas muy desmantelados. Uruguay tiene un reto, que es pegar el salto de la calidad hacia un nivel para el siglo XXI.

¿Cómo se visualiza el Plan Ceibal desde otras partes del mundo?

Es un programa líder en la región, incluso muy reconocido fuera de América. El Plan Ceibal fue de los primeros programas de digitalización de la escuela y de conectividad. Junto con el Plan Ceibal surgieron el Magallanes en Venezuela y el Huascarán en Perú; creo que fueron los tres primeros. La realidad es que el Plan Ceibal es el único que sigue en pie y que ha tenido continuidad en el tiempo. Ceibal genera una amplia conectividad en la escuela, y la mejor educación no viene sólo por la conectividad, que es un tema más bien comunicativo, por lo que se deben aportar contenidos educativos, maestros con buena formación y cualificar la educación. El Plan Ceibal es un recurso excelente para contar con educación de más calidad y más inclusiva.

Usted ha defendido la educación emocional. ¿Cuál es su importancia?

Supone que un chico o una chica tenga capacidad de equilibrio emocional, de ser resiliente, de reaccionar positivamente ante la dificultad, de trabajar en equipo, entenderse, comunicarse, hablar. Hace cuatro o cinco años, el BID [Banco Interamericano de Desarrollo] hizo una encuesta entre empleadores en tres países de América: Argentina, Chile y Brasil. Se les preguntaba si para contratar a alguien valoraban más las competencias específicas –cómo manejar la máquina–, las competencias generales –matemáticas, ciencias– o las competencias socioemocionales. Los empleadores dijeron que las específicas no les hacían falta y las generales sí, pero en un entorno de 20% a 30%; más de 70% marcaba la importancia de las competencias socioemocionales: saber trabajar en equipo, ser puntual, correcto, comunicarse bien, ser respetuoso con los compañeros. Todo eso es lo que más valoran los empleadores. Ese tipo de competencias son fundamentales.

Cuando estaba en carrera para la secretaría general de la OEI decía que había que cambiar el modelo de cooperación con América Latina. ¿A qué se refería?

Lo decía porque en América Latina hay muchos organismos trabajando en cooperación y en la OEI hemos tenido una situación de éxito. El modelo tradicional de cooperación era, más o menos, que el de un país rico que le da al pobre, mientras que el pobre recibe, da las gracias y hace lo que el país rico le dice. El modelo de cooperación que hemos planteado en la OEI y con el que empezamos a trabajar hace mucho tiempo es una cooperación sur-sur, de la región y para la región. En este momento, la OEI es el único organismo de cooperación enmarcado totalmente en el modelo sur-sur. Eso da sostenibilidad, porque es la única organización que crece de manera sistemática y que demostró, por otra parte, que la región se ha apropiado de la OEI. En unos países tenemos más actividad, en otros menos; eso varía por economías, por momentos políticos, pero 98,5% de la actividad de la OEI es de la región y para la región.

¿Cómo ha sido el vínculo con las políticas educativas de Uruguay?

Siempre hemos desarrollado políticas de acompañamiento al ministerio [de Educación y Cultura] y a otros organismos. Nosotros no podemos suplantar la soberanía nacional: lo que el gobierno legítimo diga es lo que corresponde hacer. Con la sociedad civil ocurre lo mismo con aquellas organizaciones cuyos objetivos son afines a la actividad de la OEI. En este momento el país en el que tenemos más actividad es Colombia, y en buena medida tiene que ver con que la OEI fue un actor muy presente en el proceso de paz de los conflictos con la guerrilla de las FARC [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia].

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa la educación?
Suscribite y recibí la newsletter de Educación en tu email.
Suscribite
¿Te interesa la educación?
Recibí la newsletter de Educación en tu email todos los jueves.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura