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Emilia Ahvenjärvi, Sini Palm y Mari Argillander.

Foto: Federico Gutiérrez

Especialistas señalan que la valoración de la educación pública es uno de los puntos comunes de Finlandia con Uruguay

9 minutos de lectura
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Consideran que la experiencia finlandesa no es trasladable a otros países, pero sirve para pensar nuevas soluciones a problemas.

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Entre la necesidad de que las industrias finlandesas fueran competitivas internacionalmente y la construcción de un Estado de bienestar, en la década del 60 del siglo XX se gestaron las condiciones para la transformación de la educación en el país nórdico. Erkki Aho, director del Consejo Nacional de Educación entre 1973 y 1991, explica en el libro 100 innovaciones sociales de Finlandia que, con el objetivo central del aumento de la igualdad social, la izquierda recibió el apoyo del centro político, lo que permitió el desarrollo de una educación básica uniforme durante nueve años, con la más alta calidad, sin importar la condición o el lugar de referencia del niño. Hasta una ley aprobada en 1968, la educación común era únicamente de cuatro años y luego las líneas de formación se dividían en educación popular y educación media y bachillerato.

Aho explica que al mismo tiempo que se reformó la educación común se puso en marcha una modificación de la formación de maestros, que se trasladó a instituciones universitarias y fue desarrollada a nivel de maestría. Además, si bien siguen directivas gestadas a nivel nacional, las escuelas son administradas en la órbita de los municipios, lo que facilita la adaptación a realidades locales y la participación de las familias.

En la actualidad, la educación finlandesa es reconocida en el mundo por su calidad, lo que también se ve en la alta valoración que tienen los docentes a la interna de ese país. No obstante, los cambios no fueron de un día para el otro y, según Aho, han estado conectados con “el desarrollo político, cultural y económico de la sociedad”. 

Después de que terminan la educación básica, que está orientada a la cultura general, los adolescentes pueden optar entre dos opciones del sistema formal: seguir estudiando en instituciones gratuitas de educación secundaria o en las de formación profesional. En 2009, 92% de los jóvenes finlandeses eligió alguna de esas dos opciones. De todas formas, a quienes no siguen por esos caminos les ofrecen otras opciones de formación, también gratuitas. En general, quienes optan por el secundario, que tiene una duración de entre dos y cuatro años –previa realización de una prueba de ingreso–, luego siguen a la universidad, pero también se puede cursar en institutos politécnicos.

El hecho de que en Finlandia se puedan cursar en forma gratuita todos los niveles de la educación es un diferencial de ese país respecto de muchos otros de Europa. Para Emilia Ahvenjärvi, representante en la región de Team Finland Knowledge, una red finlandesa que busca generar alianzas con otros países en materia de educación superior e investigación, el gran respeto y valoración por la educación pública es un punto en común entre el país nórdico y Uruguay. Junto con otras colegas, la experta estuvo en Uruguay para participar en un módulo del seminario Nuevos rumbos, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura para potenciar la formación docente y que los títulos logren carácter universitario. Entrevistada por la diaria, Ahvenjärvi planteó que, al igual que en Uruguay, en Finlandia se pone mucho énfasis en las tutorías y la práctica docente. De todas formas, planteó que para generar transformaciones no es necesario seguir los mismos pasos ni generar las mismas condiciones que en el caso finlandés, lo que, de hecho, sería imposible. El trabajo de su organización no se trata de transferir conocimientos para su aplicación directa en otros países, sino de generar instancias de intercambio que permitan el surgimiento de nuevas ideas y soluciones a los problemas de cada país.

Foco en la formación docente

La contratación de docentes en Finlandia está marcada por una serie de pasos y condiciones que implican un alto nivel de selectividad, que comienza desde su formación y en parte explica el éxito del sistema educativo en ese país. De todas formas, en los últimos años los planes y programas para la formación de maestros y profesores han estado en discusión, lo que ha llevado a las ocho universidades que se encargan de esa tarea a reformular planes y programas. Según explica Eduardo Andere en El futuro de las escuelas y la formación de maestros. ¿Qué tan adelante está Finlandia?, se ha producido un viraje desde la formación en contenidos hacia la formación en fenómenos, tanto en la educación común como en la de docentes.

Sini Palm es educadora, investigadora e integrante de Educluster Finland, otra de las organizaciones que participaron en Nuevos rumbos del 4 al 6 de noviembre. Según explicó a la diaria, con el correr de los años y las experiencias de intercambio, desde esa organización han aprendido en qué aspectos hacer foco para que algunos elementos de la experiencia finlandesa puedan ser adaptados a las realidades locales. Palm detalló que se trata de construir sistemas educativos que coloquen en el centro a sus estudiantes desde el tramo inicial hasta el universitario. Para ello, señaló, es clave que los educadores logren desarrollar competencias pedagógicas.

Precisamente, la formación pedagógica de los educadores muchas veces puede entrar en tensión con la formación en una disciplina como la matemática o la historia. Consultada sobre cómo se maneja esa tensión en Finlandia, indicó que depende del programa, ya que cada universidad tiene autonomía para definir cómo enfocar la formación, pero analizó que no es lo mismo para quienes se desempeñan como maestros en el tramo común que para los profesores de una determinada asignatura. En general, dijo que los maestros son formados en las diferentes asignaturas que luego van a tener que enseñar, pero no se hace tanto foco en contenidos sino en cómo se piensa desde cada disciplina y qué aspectos son importantes para enseñarlas, lo que luego resulta de mucha utilidad cuando trabajan con niños. En cambio, explicó que los profesores –que empiezan a dar clases en el séptimo grado– primero reciben una intensa formación en la disciplina para la que se forman y luego profundizan en aspectos pedagógicos.

Competencias a desarrollar

El libro Aprendizaje extraordinario en Finlandia, de Kirsti Lonka, plantea que “para que la ciencia y la alfabetización florezcan, los estudiantes deben pasar de ser los que aprueban los cursos a ser pensadores creativos”. Según se agrega, no contribuye a ello que en la escuela permanezcan sentados en silencio, “llevando a cabo tareas como obreros de fábrica”. Por eso, el plan de estudios aprobado en Finlandia en 2014 plantea siete habilidades transversales para el siglo XXI: pensar y aprender a aprender; competencias culturales, habilidades de comunicación y autoexpresión; cuidar de sí mismo y habilidades cotidianas; multialfabetismo; competencias en tecnologías de información y comunicación; habilidades para la vida laboral y espíritu emprendedor; y participación, agencia y disposición para construir un futuro sostenible. El libro agrega que su incorporación por parte de los estudiantes es un proceso gradual y que ello ocurre de manera más sencilla en equipos con pares, proceso que los maestros tienen que “aprender a guiar”.

Universidad y autonomía

Respecto de si es imprescindible contar con una formación de educadores impartida desde instituciones universitarias, Mari Argillander, de la Universidad del Este de Finlandia, aclaró que ello permite formar a los docentes a partir de conocimientos basados en investigaciones recientes, tanto locales como internacionales. De todas formas, valoró que hay experiencias diversas en todo el mundo y también existen instituciones no universitarias que forman a docentes de buena manera. Al respecto, Palm agregó que muchas veces se corre el riesgo de que la formación universitaria de educadores pase a ser principalmente teórica, lo que constituye un problema, porque se desconecta de lo que ocurre en el salón de clases. En ese sentido, dijo que se debe aspirar a propuestas que combinen lo teórico con lo práctico y valoró especialmente el rol que cumplen las tutorías de educadores con quienes están realizando prácticas docentes.

En Finlandia no existen universidades únicamente formadoras de profesionales de la educación, sino universidades multidisciplinarias que tienen facultades de educación en las que se forman docentes. De hecho, es frecuente que los profesores primero estudien en otras licenciaturas y luego tengan que aplicar específicamente para un programa de formación de profesores, en el que reciben formación en pedagogía. Además, lo más frecuente es que continúen estudiando hasta completar la maestría.

Además de ser gratuitas, todas las universidades se financian con fondos públicos y existe una ley que regula su funcionamiento, explicó Ahvenjärvi. En ella se establece que tienen autonomía para definir sus propios programas y planes de estudio, pero con la condición de que tengan en cuenta las necesidades sociales. “El desarrollo educativo tiene que reflejarse en lo que sucede en las facultades de educación o en los programas de formación docente”, agregó.

La pandemia en Finlandia

Consultadas al respecto, las tres entrevistadas estuvieron de acuerdo en que, en general, Finlandia sorteó con éxito las dificultades que trajo la pandemia para la educación, más allá de que no fue sencillo. En particular, Ahvenjärvi señaló que el país nórdico no tuvo tantos momentos críticos desde el punto de vista sanitario, lo que hizo que el cierre de escuelas sólo durara dos semanas a nivel nacional. Después, se aprobó una normativa que permitió que cada región definiera el cierre de sus centros en función de cómo avanzaban los casos de covid-19. Además, mencionó que las escuelas nunca cerraron para los estudiantes con necesidades especiales, incluso aunque se recomendara el confinamiento en los hogares. De todas formas, mencionó que los más afectados fueron los niños y adolescentes con mayores dificultades para el aprendizaje y que también surgieron problemas de desvinculación estudiantil. Al respecto, señaló que tanto el Ministerio de Educación como la Agencia Nacional de Educación destinaron recursos para generar programas de apoyo que apuntaran a revertir las desigualdades generadas en estos dos años.

Para la especialista, las competencias digitales con las que contaban previamente los educadores les permitieron manejar bien el pasaje a la virtualidad absoluta y también los contextos de hibridez, con algunos estudiantes en forma presencial y otros en línea al mismo tiempo. De todas formas, Palm señaló que fueron meses duros para los docentes y que en Finlandia se habló mucho sobre el estrés extra generado por la pandemia, que entre otras cosas implicó realizar planificaciones de clases y actividades totalmente nuevas y con lógicas distintas a las tradicionales. Además, mencionó que tuvieron que aprender a manejar altos niveles de incertidumbre, ya que cada tanto salían nuevas disposiciones que hacían que tuvieran que volver a adaptarse una y otra vez.

En un contexto actual en el que todo comienza a parecerse un poco más a la normalidad, Argillander agregó que, si bien en un primer momento el pedido del gobierno fue que todos los estudiantes se mantuvieran “a bordo”, los docentes finlandeses siempre fueron ambiciosos. Según detalló, quisieron que sus estudiantes mantuvieran los mismos niveles de aprendizaje de antes de la pandemia, lo que en parte explica los mayores niveles de estrés de los que habló Palm.

Discusiones en agenda

Al igual que en cualquier otro país del mundo, en el debate sobre educación hay posturas que plantean que en Finlandia la situación está peor que nunca. Al respecto, Ahvenjärvi indicó que las comparaciones internacionales muestran a los docentes finlandeses entre los más satisfechos del mundo con el ejercicio de la profesión. De la misma manera, mencionó que el respeto hacia los educadores a nivel social sigue siendo alto, lo que quedó más claro durante la pandemia. Según explicó, en los períodos de trabajo virtual, desde los hogares muchas familias pudieron ver de primera mano el trabajo docente.

Por su parte, Argillander dijo que el direccionamiento de más recursos a las escuelas para disminuir las brechas generadas a causa de la pandemia ha hecho que buena parte de la atención de la opinión pública se dirigiera al sistema educativo. Además, Palm sostuvo que al menos desde hace diez años en Finlandia ha cambiado la forma en que se construyen las escuelas y las comunidades de aprendizaje, que han tendido a una mayor apertura. En ese sentido, mencionó que hay voces que plantean que los niños con necesidades especiales no se benefician particularmente de este tipo de cambios. Ahvenjärvi mencionó que como a nivel pedagógico se está transitando hacia el aprendizaje basado en competencias, también hay actores que sostienen que ello no sirve en todos los casos y, en algunas situaciones, los estudiantes requieren más actividades de enseñanza con un enfoque conductivista.

Entre otras discusiones educativas que se han procesado de diferente forma en los distintos países europeos, Ahvenjärvi nombró la del uso del celular en clase. Según resumió, en Francia, por ejemplo, se definió la prohibición del uso de dichos dispositivos en el salón de clase. En cambio, en Finlandia se optó por un modelo opuesto, en el que no sólo el uso de celulares está permitido, sino que se incentiva como herramienta de aprendizaje.

El rol de los sindicatos finlandeses

En Uruguay, en los últimos años se ha discutido sobre el rol de los sindicatos de la educación a la hora de pensar transformaciones para el sistema. Consultada sobre el papel que han cumplido en Finlandia, Ahvenjärvi señaló que desde 1973 existe un único sindicato, producto de la fusión de tres organizaciones gremiales existentes hasta el momento. En Finlandia los sindicatos cuentan con altos niveles de afiliación y son considerados actores importantes en el debate público, especialmente en el de las condiciones laborales. La educación no es la excepción y, según contó Ahvenjärvi, cerca de 90% de los docentes están afiliados a su organización gremial, que no cuenta con ninguna filiación político-partidaria.

Al respecto, agregó que el sindicato es muy apreciado por el gobierno de la educación y que cuenta con representación en todas las comisiones y los grupos en los que se discute sobre el tema.

Mientras que Palm destacó que son la organización referente para la discusión de las condiciones laborales, Argillander mencionó que el gremio se caracteriza por tener capacidad de propuesta de los cambios que considera que deben ser impulsados. En palabras de Ahvenjärvi, el gobierno cree que es la organización más conectada con los intereses docentes y que puede trasladar a las autoridades “un mensaje de base”.

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