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Victoria Donda.

Foto: Equipo de comunicación de Victoria Donda

Victoria Donda: “La desesperanza es muy peligrosa”

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Una charla con la nieta recuperada y diputada argentina.

Victoria Donda es la nieta número 78. Fue la primera nieta restituida en ser diputada y lleva tres períodos consecutivos como legisladora en Argentina. Milita desde los 17 años. Empezó a nivel territorial, luego pasó a la política partidaria en Libres del Sur, partido en el que estuvo hasta hace dos meses. No niega su aspiración a ser presidenta, y para ello lanzará un nuevo espacio político en estos días.

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A nivel legislativo impulsó diversas iniciativas, entre ellas la legalización del aborto, que fracasó en el Senado, y la flamante ley de paridad, que entrará en vigencia en las próximas elecciones. Es partidaria de la regulación de todas las drogas. Sobre estos y otros temas, en el marco del festival A Toda Marcha, organizado por Revolución Democrática en Santiago de Chile, conversó con la diaria.

Naciste en cautiverio, en la Escuela de Mecánica de la Armada [ESMA]. Alguna vez contaste que tu mamá te hizo una marca para que te reconocieran.

Me puso un hilito azul como si fueran aros en las orejas. Me lo contó mi tía Lidia, que es la compañera que ayudó a mi mamá a tenerme en la ESMA.

¿Cómo fue enterarte de que sos hija de desaparecidos?

Fue difícil. El momento más duro en mi vida fue cuando me enteré de que no era hija de quienes creía. Me enteré de que mi padre no era mi padre sino un apropiador. Igual lo quiero, lo voy a ver. En la cárcel está en el pabellón de delitos de lesa humanidad, entonces voy a verlo y me cruzo con Luis Abelardo Patti, otro represor. Lo saludo, todo bien. Cuando me dieron el resultado del ADN, me enteré de que mi tío biológico, que era diez años mayor que mi papá, había sido jefe de los grupos de tarea de la ESMA. Él entregó a mi papá y torturó a mi mamá. Este tío represor fue el que crio a mi hermana mayor. Al principio no me quiso conocer. Ella no me quiso ver durante mucho tiempo. Cuando nació Trilce, mi hija, me dijo para vernos. Me pidió disculpas. Hoy tenemos una relación muy linda. Vamos juntas a la marcha del 24 de marzo [multitudinaria manifestación por el aniversario del golpe de Estado]. Ella tuvo una vida muy difícil, mucho peor que la mía. Entre las dos, yo tuve suerte. Mi mamá se la dejó a mi abuela materna cuando tenía dos años. Cuando cumplió cuatro, un tío político (el marido de la hermana de mi mamá) abusó de ella. Ahí se fue a vivir a la casa de mi otra abuela. Cuando cumplió 11 mi otra abuela se murió. Entonces la terminó criando mi tío represor, que en definitiva fue el único adulto que estuvo para cuidarla.

¿Se reconcilió con su historia?

Ella acepta la historia. Lo que no puede aceptar es el rol que tuvo la persona que la crio en la historia, que fue entregar a su papá.

No rompiste el vínculo con tu mamá de crianza.

Hay dos mujeres que me dieron la vida: una que me engendró y me dio la vida, y seguro me amó mucho, y la otra es mi mamá, la que me crio. Ella también me dio vida; maternar también es dar vida.

Cuando tenías 15 años le enseñaste a ella a leer y a escribir.

Ella vivía para nosotras. Llegaba del colegio y siempre estaba esperándome con la leche caliente. Se casó muy joven, era muy humilde. Me di cuenta a los ocho años de que mi mamá no sabía leer y escribir. Me revisaba el cuaderno de la escuela. Cuando el cuaderno estaba en rojo me decía: “Cuando venga tu papá lo va a saber”. La maestra me había puesto varias notas que decían “incompleto”. Ella no se dio cuenta porque no estaban en rojo. Ahí me percaté de que no sabía leer y escribir. Cuando tenía 15 años le pude enseñar.

¿Cómo fue el proceso con tu apropiador?

Fue contradictorio, porque él fue parte de la dictadura, fue parte del aparato represor. Él es un represor. Por eso fue mucho más difícil, pero nunca dejé de ir a verlo. Hubo un momento en que me enojé. Cuando se enteró de que el juez había pedido la extradición de 46 militares, entre los que estaba él, se pegó un tiro. La bala le rebotó en el paladar. Lo encontré yo, esa imagen de él sin cara fue mucho.

¿Te enojás con tu historia?

Me enojo con mis padres biológicos. Y pienso: “Che, boludo, si vas a tener una hija andate, andate a Italia, andate a cualquier lado, pero andate”. A su vez, los entiendo. Eran muy jóvenes; mi papá tenía 21 y mi mamá 22.

¿Cómo vivís la coyuntura política argentina?

Con mucha preocupación. Todas las medidas que toma el macrismo son para perjudicar a los sectores populares. El nivel de insensibilidad es enorme. Pero no están gobernando mal; están gobernando bien, están haciendo lo que vinieron a hacer. Porque vinieron a hacer esto. Lamentablemente haciendo esto dejan afuera a la mayoría. Hay mucho desesperanzado, la desesperanza es muy peligrosa. Esto va a traer consecuencias a largo plazo. Mientras se los permitamos, van a seguir profundizando las medidas. Pero Argentina tiene un nivel tan alto de movilización que se les va a hacer difícil.

¿Que hayan llegado con tanta fuerza es, de alguna manera, una reacción al kirchnerismo?

Es una reacción al proceso del kirchnerismo.

Formás parte de Barrios de a Pie. ¿Qué es?

Es un movimiento social que es conocido por ser parte del movimiento piquetero argentino. Está presente en los barrios más vulnerables del país. Organizan cosas en los barrios: roperos comunitarios, comedores populares, centros vecinales, cooperativas de trabajo, centros de salud y de educación. Hacen todo lo que debería hacer el Estado.

¿Cómo responden los sectores populares al azote económico?

Son los más movilizados. La necesidad hace que te tengas que movilizar más. Sin embargo, la contradicción es que no son los sectores los que motorizan la política. Argentina se mueve por la vara de las clases medias. De hecho, si los sectores populares no se movilizan y cortan una calle no los ve nadie.

¿Qué le aporta el feminismo a la política?

Una herramienta para mirar la realidad. Hay una feminista española [Gemma Lienas] que habla de ponerse las gafas moradas. El feminismo aporta lentes para ver el mundo. Una vez que te lo ponés no te lo podés sacar más, ves todo desde otro lugar.

¿La desigualdad impacta distinto en mujeres y varones?

De la pobreza que hay, que oscila en 35% de la población, 70% son mujeres. Son madres de familia, son las primeras que dejan la escuela. Hay más de un millón de jóvenes en el país que no estudian ni trabajan. De ese millón de jóvenes, la mayoría son mujeres que no estudian pero que trabajan en sus casas cuidando a sus hijos y sus hermanos.

¿El feminismo está presente en los sectores populares?

Lo veo todo el tiempo en las mujeres que militan en los sectores populares, que son profundamente feministas, pero tal vez no se identifican con el feminismo, porque tiene mala prensa. Hay que hacerse cargo de eso y ver cómo desestigmatizamos el feminismo.

¿Qué te parece que cambió “ahora que sí nos ven”?

La visibilización, la discriminación hacia la mujer. Alcanza con ver el programa de Marcelo Tinelli. Está distinto. Hay cosas que no hacen más.

¿Cómo fue el proceso de discusión de la ley de aborto? ¿Cómo fue articular con sectores conservadores?

Fue sorprendente. Fue muy educativo, crecí mucho. Aprendí mucho sobre mí y sobre la necesidad de que en un sistema democrático estandarizado se unan esfuerzos. Las izquierdas hemos tendido a ir al centro, y la derecha también ha tendido al centro. El problema que tenemos es que el orden económico mundial, si bien está en crisis, no tiene una alternativa. No son los 80, años en que había gente que planteaba el comunismo como opción. Hoy nadie se plantea desde un lugar diferente al capitalismo. Hay capitalismo con rostro más humano, como en los países nórdicos, y hay un capitalismo más salvaje, a lo Trump. Pero todo es capitalismo. Por eso los sectores de la política, más allá de su posición ideológica, tienden al centro. Lo que hace el feminismo es venir a revolucionar eso. La única forma de impulsar la ley del aborto en el Congreso argentino era dando la impresión de que podíamos juntar 129 votos. Para eso necesitamos a mujeres de todos los sectores de la política, porque sólo con un sector no lo íbamos a lograr.

¿Hay puntos de contacto entre las mujeres de derecha y las de izquierda?

Más allá de que estemos en distintos lugares, nos unen las mismas cosas. Sufrís cuando te indisponés, nos pasan las mismas cosas cuando tenemos hijos, cuando llegamos a nuestras casas y tenemos que cocinar. La primera vez que vi a Silvia Lospennato, una mujer del PRO [Propuesta Republicana] con la que no coincido en la mirada política pero que jugó un papel muy importante en la discusión sobre el aborto, estaba en una oficina que era chica como esta mesa. Ella es la secretaria del bloque del PRO y su despacho era tan chico como esto. Mientras, el presidente del bloque estaba en una oficina grande como una cancha de tenis. Seguramente a ella le pasaron cosas que la hicieron reflexionar: “Mirá, soy mujer, por eso me mandan acá”. Nos une la desigualdad.

¿Cómo viste la movilización en las calles?

Con una emoción enorme. En 2010 hicimos una campaña de afiches; no teníamos plata, eran horribles con ganas. Tenían un fondo verde y mi cara en blanco y negro. Había dos consignas: despenalización del consumo de estupefacientes y legalización del aborto. Para hacer esa campaña tuvimos que discutir un montón en el partido. A mí no me conocía nadie y tenían la lectura de que éramos sectarios. Hoy en día ver a todas las pibas con el pañuelo verde me emociona. No me siento lejos generacionalmente, pero hace dos años atrás cuando usaba el pañuelo verde era una loca y me decían que no hiciera campaña con esto.

No pasó tanto tiempo.

Dos años. El nivel de avance que hubo es increíble.

¿En qué está la discusión sobre la separación entre la iglesia y el Estado?

Es más difícil, este es un momento muy complejo. La iglesia en Argentina hoy es uno de los espacios políticos y sociales contra el macrismo. Entonces, algunos sectores populares creen que no es el momento de impulsar esta campaña. Creo que hay que impulsarla igual. No me parece que sea la demanda principal de la sociedad, pero considero que hay que impulsarla.

¿Qué pensás de la política de drogas en América Latina? ¿Qué habría que cambiar?

Habría que cambiar la política de drogas en general. La guerra contra el narcotráfico, impulsada por la DEA y el Comando Sur, fracasó. Fracasó para los pueblos, porque a los yanquis les hizo bárbaro. Ellos motorizan su industria de armas así y también sostienen la demanda de los estupefacientes que son ilegales en nuestros países. Con esto tienen la excusa perfecta para intervenir y violar los derechos humanos. Mientras mantengamos políticas de dominación para nuestros pueblos la guerra contra las drogas va a seguir siendo la política. “La guerra contra el narcotráfico fracasó”, ya lo dijo Naciones Unidas. No lo digo yo, lo dice la ONU. Lo afirman también muchos personajes, como Fernando Henrique Cardoso, Vicente Fox, Mario Vargas Llosa. No es sólo José Mujica el que lo dice. Muchos son de derecha, que entienden que si no se legaliza no hay forma de enfrentar el narcotráfico.

En Argentina todavía está penalizado el consumo. Estás proponiendo una alternativa.

Presentamos un proyecto de ley. En el artículo 19 de la Constitución dice que “toda conducta privada que no afecte a terceros queda exenta del poder de la Policía del Estado”, con lo cual si vos querés fumar marihuana o paco [pasta base], si bien yo puedo pensar que es una conducta perjudicial, no me puedo meter; así como no te puedo meter presa por suicidarte o por intentar suicidarte, no te puedo meter presa por fumar. No hay forma de sostener la prohibición; así como no tienen forma de sostener los argumentos que mantienen el aborto clandestino, tampoco tienen forma de resolver el tema de las drogas.

¿Se ataca distinto a mujeres y hombres en política?

No quiero que parezca que me victimizo, pero me atacaron mucho públicamente por mi condición de mujer. Tuve todo un Congreso gritándome “puta” en una jura, a ningún diputado le hacen eso.

¿Por qué te parece que se busca atacar a través de la vida privada y de la familia?

Porque vos como mujer tenés que estar en el ámbito privado y no ocupando el espacio público. Estamos invadiendo un territorio que no debería ser nuestro. Esto nos pasa a todas las mujeres que hacemos política.

Te cuestionaste mucho la maternidad.

Siempre estuve segura de que no iba a ser madre. Después me enteré de que era hija de desaparecidos. En algún momento, cuando pensé en ser madre, me imaginaba siendo madre adoptiva, porque mi vínculo era con mi mamá Esther. Con Pablo [Marchetti, ex director de la revista Barcelona] empecé a construir una pareja desde otro lugar. Pude cambiar mi propio lugar. Cambiar la mirada: “No soy víctima, soy sobreviviente”. Sobreviví y tuve una madre que me quiso, me quiso mucho. En todo caso yo tenía que construir mi propia forma de ser mamá. Y me animé.

¿Es posible trascender la discusión sobre el feminismo en sí mismo y transversalizar la política?

Ahora estamos pensando qué es lo que nos pasa, en qué lugar estamos. Estamos pensando el feminismo, nos vamos poniendo las gafas moradas. La etapa introspectiva sirve para construir.

Estás armando un partido nuevo. ¿Qué va a tener de diferente?

Va a tener muchas cosas diferentes. Lo primero es que tiene que ser un espacio feminista, y no un espacio que tenga al feminismo entre sus puntos programáticos, que es algo diferente. Va a tener una forma de construcción y de conducción más fluidas. No tengo claro cómo tiene que ser la estructura, pero me lo imagino como un espacio político que contenga lo mejor de la sociedad.

¿Estas dispuesta a ser candidata presidencial?

Sí.

¿Vas a ser candidata?

Hoy poner a cualquier candidato divide. Pero voy a estar donde tenga que estar para construir. Y la verdad es que tengo derecho a soñar con ser presidenta. La democracia nos dio derechos.

¿Cuánto se cuestiona el ego cuando alguien dice que quiere ser presidente?

Tengo derecho. La verdad es que había más posibilidades de que no naciera que de que naciera. A mi mamá se la llevaron con cinco meses de embarazo y la torturaron todos los días hasta que nací. Y si nací y estoy viva es para algo.

¿Estarías dispuesta a hacer una alianza con el kirchnerismo contra el macrismo?

Contra este gobierno en la calle estamos todos. Estoy dispuesta a hacer una alianza con quien tenga que hacerla, pero tiene que ser alrededor de un programa político. Y en el programa político hay algunas cosas que no quiero negociar: el rol del Estado y qué Estado queremos construir. Sólo puedo estar de acuerdo con un Estado que redistribuye la riqueza. Y es imposible redistribuir la riqueza si no tenés altura ética. La corrupción y el clientelismo hacen que la gente no te crea. Y si la gente te no cree no le podés tocar los intereses a los poderosos. Y si no le puedo tocar los intereses a los poderosos no quiero estar en el gobierno, porque yo quiero cambiar las cosas, no vine a dejar todo como está.

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