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Participante del encuentro, durante el Conversatorio feminista anticolonial, disidente, antirracista, místico y plurinacional.

Foto: Analia Cid

Desde el 34° Encuentro Nacional de Mujeres en Argentina: “Decirse mujer es un nombre de lucha”

7 minutos de lectura
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Con más de 400.000 mujeres y disidencias, la marea feminista convocó el “pogo feminista más grande del mundo”

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El cuadrado perfecto de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, se deforma y anima con la marea verde, violeta, multicolor. Mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries, llegan de los más remotos puntos de Argentina para construir “el pogo feminista más grande del mundo”. Entre ellas estaba Gladis Fravetto, que vino desde El Impenetrable (Chaco), luego de hacer más de 800 kilómetros con sus compañeras de la Unión de Mujeres y originarias del Movimiento de Naciones y Pueblos en Lucha.

Son parte de las 200.000 participantes que se esperaban en este 34° Encuentro Nacional de Mujeres, cuya identidad “plurinacional” ya fue aceptada en los anteriores encuentros de Chaco y Trelew, pero la comisión organizadora se resistió a nombrar así el evento masivo más importante del país.

En el contexto del fin del macrismo, con una crisis aguda y generalizada, y con expectativas por el nuevo gobierno, a dos semanas de las elecciones presidenciales, el discurso de bienvenida –que no se pudo leer porque el acto de apertura se suspendió debido a la tormenta eléctrica y las lluvias copiosas que anegaron varias zonas de la ciudad– puso énfasis en “las políticas de ajuste y hambre” del gobierno nacional, “que ha llevado adelante un modelo económico antipopular sobre nuestras espaldas”.

“Estos cuatro años de gobierno de Mauricio Macri a quienes más nos ha afectado es a las mujeres y, lamentablemente, nuestro gobernador está alineado y tenemos el mayor índice de niñas-madres y de femicidios”, dice Gladis. En lo que va de 2019 se registró un femicidio cada 32 horas a nivel nacional, y en el Chaco, 4,4 por cada 1.000 chaqueñas de entre diez y 14 años tuvieron un hijo en 2016, comparado con 1,4 por cada 1.000 del promedio nacional.

El gobierno actual termina su gestión con un índice de pobreza que supera el 35% de la población. “La gente se está cagando de hambre”, dice una mujer, y así arranca el taller de Feminización de la Pobreza en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Más de 100 talleres, conversatorios, presentaciones de libros y actividades culturales tuvieron lugar en aulas de la UNLP. Los salones desbordaban; cuando las mujeres no cabían, se hicieron un lugar en patios y plazas.

Ofrenda a Berta Cáceres, activista hondureña asesinada en el 2016, y a otras luchadoras latinoamericanas (archivo, octubre 2019).

Foto: Analia Cid

Este taller para debatir los impactos de las políticas neoliberales en estos últimos cuatro años en la vida de las mujeres está “desdoblado” en tres aulas. Cada una contiene más de 300 asistentes que se sentaron en las sillas disponibles y también en el piso.

“El debate permitirá visibilizar a los feminismos presentes como anticapitalistas, populares y antirracistas, que no estén asentados en un biologicismo –ampliando el sujeto de la lucha para que no sea sólo una mujer cis–, sino en las luchas que damos contra el patriarcado”, dice Juliana Díaz Lozano, vocera de la campaña Somos Plurinacional.

Mientras escribo, me llegan mensajes desde Uruguay con actualizaciones sobre el caso de María, la angustia e impotencia de estas últimas horas por la entrega de la niña contra su voluntad a su padre, que fue acusado de abuso sexual.

“La pobreza es material”, dice Brenda en diálogo con la diaria. Esta estudiante de Trabajo Social tiene el pelo azul, los cachetes marcados con glitter violeta y viajó desde Caseros para participar. Disiente con el planteo de algunas que quisieron llevar el debate hacia la multidimensionalidad de la pobreza; lo entiende, pero cree que “irse por las ramas” profundiza el olvido sobre las que no pudieron venir: muchas mujeres de barrios populares, como es el caso del lugar donde ella milita. “Tenemos que preguntarnos por aquellas que no llegaron, o a las que todavía no llegamos, que sienten mucho más cerca a las iglesias evangélicas que a los feminismos. Tenemos que tener más conciencia de clase”, afirma, sabiendo que, de todos modos, es necesario marcar las desigualdades de género que persisten en el mercado laboral, en el que la precarización sigue estando feminizada, así como la carga del trabajo de cuidados: “Seguimos teniendo menos posibilidades por ser mujeres, y ni hablar si sos trans o migrante”. Brenda cree que homogeneizar y dejar el nombre del encuentro nacional “de mujeres” “nos unifica de manera peyorativa y no se ocupa de mostrar que no todas tenemos las mismas necesidades”.

Las que vienen por primera vez, como Elisa Pereira, ordenanza de una escuela en La Paz, Entre Ríos, vienen con entusiasmo a intercambiar ideas y llevárselas para sus lugares, “para que se sepa lo que hacen otras en todas las áreas”, como el taller de Mujer y Trabajo. “Las consecuencias de estas políticas en nuestras vidas se expresan en la feminización de la pobreza, en las niñas madres, en la violencia machista cotidiana y acrecentada día a día, en las muertes por abortos clandestinos, en los feminicidios, los travesticidios y los transfemicidios como realidad abrumadora y permanente, en la falta de respuestas por parte de un Estado ausente que no se responsabiliza pero sí se hace presente para reprimir, criminalizar y golpearnos desde el punitivismo”, afirma el discurso de bienvenida.

Calle del Centro Cultural Olga Vázquez, antes del comienzo del Encuentro Nacional de Mujeres.

Foto: Analia Cid

No nos para nada ni nadie

La tormenta que cayó sobre la ciudad desde la madrugada del sábado fue la más fuerte que se recuerde desde la fatídica e inolvidable inundación del 2 de abril de 2013. Si bien cada vez que llueve fuerte y graniza ese fantasma vuelve a sobrevolar los ánimos de les platenses, esta vez no pasó a mayores y no paró la marcha de la campaña Somos Plurinacional hacia el Estadio Único, donde ya se había decidido suspender el acto de apertura.

Tuvieron que reacomodarse aquellas que iban a acampar, fue necesario mover las ferias hacia lugares techados. Con demora, pero sin pausa, el encuentro se fue armando.

Tampoco se frenó el Pañuelazo por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, ni la marcha de las Trabajadoras Sexuales, ni la marcha contra los Travesticidios y Transfemicidios. Esta última se llevó a cabo por segunda vez en el marco del encuentro, y este año fue masiva: durante tres horas y con miles de personas, marcharon por la ciudad, comenzando desde la “zona roja” platense, donde han sido atacadas y asesinadas varias trans. En lo que va del año, al menos 60 trans y travestis fueron asesinadas en el país. Las banderas levantadas exigían que se cumpla el cupo laboral trans, una ley integral trans y políticas para dignificar a las sobrevivientes que superan la expectativa de vida trans, de 35 años.

Luz Morales tiene 31 años. Es una mujer trans de Lanús, Buenos Aires, y viene por séptima vez al encuentro: “Las personas trans apoyamos el cambio de nombre del encuentro de ‘nacional’ a ‘plurinacional’, y creemos que hay que agregar a la intersexualidad para no dejar a nadie afuera”.

Encuentro Nacional de Mujeres.

Foto: Analia Cid

Las miro y son hermosas. Sentadas en círculos, improvisando un almuerzo, comprando glitter, revisando libros, sacándose fotos (siempre grupales). La Plata es una ciudad diseñada para ser mirada, pero los feminismos han logrado cambiar el foco. “En una sociedad capitalista, binaria, desde el momento en que nací sé que una mujer es una persona que va a conquistar derechos, porque hasta hoy no los tiene. Quizá la definición de hombre y mujer, en un futuro lejano, va a cambiar. Estamos empezando ese cambio, pero falta. Por eso creo que decirse mujer es un nombre de lucha”, reflexiona Luz.

Durante tres días, mujeres y disidencias miran el mapa de la ciudad masona planificada por Pedro Benoit y con sus dedos dibujan recorridos, ubican calles, facultades y plazas donde expresar deseos, construir los mundos queribles donde quepamos todas las que queremos cambiarlo.

¿Qué es una mujer? ¿Qué es una mujer en el encuentro? Amistades efímeras, pero seguras, respetuosas, divertidas, cómplices. “El encuentro te abraza”, dice Giuls, joven platense no binarie que está en plena búsqueda de palabras y conocimientos para narrar su experiencia, entre hablar con su hermana feminista y sus amigas, y leer sobre la Wicca, religión de brujas, con rituales de autosanación. Como se buscó desde hace algunos años Valeria Silva, activista intersex mapuche, contó cómo su familia pasó del campo a la ciudad, cómo su madre y padre resistieron a que fuera intervenida quirúrgicamente por la medicina hegemónica, y cómo en el camino de construir su identidad de género aprendió mapudungun para reivindicar la narrativa ancestral indígena.

Hay una necesidad de nombrarse todas/todes para sentipensarnos y no invisibilizarnos. “Lo que no se nombra no existe”, recuerda Juliana Díaz Lozano. Cambiar la identidad del encuentro, definirlo como plurinacional, tiene que ver con ampliar los horizontes de lucha y visibilizar el intercambio y las redes que se tejen desde y entre encuentro y encuentro.

Si bien está la decisión de nombrarnos todas/todes, parte de respetar las identidades diversas es no meter todo en la misma bolsa, como hizo la comisión organizadora al pasar el taller de Bisexualidades (que funciona desde 2011) a englobarlo en Mujer y Bisexualidades, Pansexulidades, Polisexualidades. Siguiendo el espíritu rebelde, Brune Alzogaray y sus compañeres de Bisagra autogestionaron el primer taller de Activismo Bisexual, para pensar la bisexualidad como identidad política, ante el rechazo y ninguneo de la comisión organizadora, muy cuestionada a lo largo de todo el proceso de construcción de este encuentro. En el taller abordaron “cómo trabajar alianzas estratégicas (por ejemplo, con lesbianas no hegemónicas y otres compañeres del activismo LGBT+), como en nuestra lucha bisexual somos interseccionales todo el tiempo, y cómo generar redes con otres bisexuales en el país para fortalecer el movimiento”, explicó a la diaria.

Plaza San Martín durante la Mesa de Feministas de Abya Yala, durante la oratoria de Lolita Chávez Ixacaquic, referenta del Consejo del pueblo Maya K'iche de Guatemala.

Foto: Analia Cid

Mientras escribo, desde la calle suenan cánticos con voces agudas, enérgicas. No sé de dónde vienen. Estarán cruzando alguna diagonal, esquivando algún taxista que pretende marcarlas con amenazas y ruedas. Así todo el fin de semana. Dándonos ánimo. Aguante. Vida. Esas voces van creciendo.

A las seis y media de la tarde de este domingo parte la marcha que saldrá desde la esquina de 1 y 60, a tres cuadras del último lugar donde vieron a Johana Ramallo, víctima de redes de trata y explotación sexual. Me preparo para marchar con amigas, colegas y miles de encuentreras. Ha sido un reencuentro con mi ciudad natal desde el encuentro masivo y diverso. Yo en ellas. Sus palabras, cánticos y bailes en mí.

La poesía de Sandra Moran, feminista lesbiana, música de Guatemala, en la peña previa al encuentro, el viernes 11 en el centro cultural Olga Vázquez, ha marcado mi estadía: “Encontrar la raíz: ahí está la fuerza. Finalmente, sos vos. Desde esa raíz hacés, pensás, sentís, construís. Nuestros saberes están atravesados por las emociones, por una lucha política de visibilidad que constituye una fuerza revolucionaria”.

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