Dos mujeres se abrazan en el medio de la sala de conferencias de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo. Mantienen los ojos cerrados y la sonrisa tímida, esa que se esboza cuando se mezcla la felicidad con una profunda emoción. Están unidas por los brazos enredados pero también se funden los exuberantes y coloridos turbantes que exhiben en sus cabezas, ese símbolo de identidad afro que las hermana en cualquier parte del mundo. Intercambian palabras entrecortadas y, a veces, posan con entusiasmo las palmas de las manos en sus bocas. No pueden creerlo: están a minutos de ver y escuchar a la referente antirracista y feminista Angela Davis. Y lo harán rodeadas de decenas de mujeres negras de distintos países de América Latina que, antes, compartirán las experiencias de sus comunidades.
Los colectivos que integran el proyecto Horizonte de Libertades organizaron esta reunión privada entre Davis y mujeres afrolatinas dos días antes de que terminara la visita de la académica estadounidense en nuestro país. El panel estuvo integrado por activistas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Uruguay. Cada representante tenía tres minutos para contar sobre la situación de las mujeres afrodescendientes en los diferentes contextos nacionales y luego profundizar en torno a dos ejes de análisis: el empoderamiento y la participación política de las mujeres afrodescendientes en el país, y el acceso a la Justicia. En el medio de todas ellas, una Angela Davis en silencio escuchaba, asentía y tomaba nota.
Uruguay: “A las mujeres afro no nos consideran capaces”
La primera en exponer fue la uruguaya Ruth dos Santos Cardoso, integrante del colectivo Identidad Afro, quien afirmó que en nuestro país las mujeres afro se destacan “en el hacer social como grupo organizado”, pero no tienen representación “en las estructuras generadoras de las políticas sociales”. Según la activista, existe una subordinación histórica de las mujeres afro por los varones, pero también por las “mujeres no afro”, que consideran que las negras no son “capaces” ni “aptas” para representarlas.
Al contrario, Dos Santos Cardoso dijo que sienten que son un “vehículo” para que quienes ocupan los lugares de toma de decisiones se informen sobre sus trabajos, avances, proyectos y desafíos, “que son utilizados como insumo para los informes y estadísticas”, pero que el vínculo “queda ahí” porque “no hay retroalimentación, ni ayuda, ni apoyo”.
Por otro lado, la activista denunció una “clara ausencia física y real de las autoridades” en los lugares donde se más se concentra la población afrodescendiente, lo cual, a su entender, “lleva al desconocimiento de las políticas y de los mecanismos de ayuda, lo que a su vez conlleva al no acercamiento de la comunidad y perpetúa la situación actual”. Esta ausencia de las autoridades se materializa, entre otras cosas, en la falta de financiación y fondos para proyectos de los colectivos del interior del país, algo que dificulta muchas veces la posibilidad de impulsar acciones afirmativas en el territorio, explicó Dos Santos Cardoso.
En medio de este panorama, la representante de Identidad Afro rescató el trabajo del colectivo que integra: “Nosotras, como grupo de mujeres negras, tenemos como objetivo darles voz, visibilidad y empoderamiento a las mujeres afro”. Contó que una parte central de su trabajo radica en la difusión de información y, particularmente, del contenido de la Ley 19.122, que promueve la participación de la población afrodescendiente en la educación y el mercado laboral. “Buscamos ser interlocutoras y difusoras de los mecanismos de derechos humanos en la comunidad. Sabemos que es un ámbito difícil, porque muchas veces nuestro discurso y nuestras reivindicaciones adquieren validez cuando son hechos por no afros, fundamentos que se basan en la meritocracia, y la ausencia de formación causa desacreditación”, explicó. “Pero nuestro colectivo está focalizado en trabajar en la apropiación real de los espacios con el fin de mantener un diálogo horizontal”, agregó, para cerrar.
Brasil: “Vivimos bajo el manto de una estructura mayoritariamente blanca”
Más de 20 mujeres afrobrasileñas viajaron durante casi 18 horas para poder participar en el encuentro con Angela Davis y las compañeras de otros países en Montevideo. Una de ellas fue Giane Vargas, integrante de Atinuké –un grupo de estudios sobre el pensamiento de mujeres negras– y la encargada de exponer sobre la situación en Brasil.
Vargas habló desde su lugar de académica y destacó, en particular, la desigualdad en el acceso a la producción de “conocimiento académico, literario y de comunicación” que pesa sobre las mujeres negras. “Hoy nosotras todavía vivimos bajo el manto de una estructura educacional, política y mediática mayoritariamente blanca en Brasil. Sin representatividad, las mujeres negras académicas quedamos a merced del pensamiento eurocéntrico para la producción de ciencia”, denunció.
Conscientes de eso, las integrantes de Atinuké tienen entre sus objetivos principales “potenciar e intercambiar con otras académicas e intelectuales, trazar otro tipo de trayectoria dentro de las instituciones y aumentar el uso de referencias del pensamiento de mujeres negras”, aseguró Vargas.
Argentina: “El mundo ignora la presencia de comunidades negras en nuestro país”
Para la activista afroargentina Miriam Gómez, de la Comisión 8 de Noviembre, la situación de las mujeres negras en su país no es muy diferente de la del resto del continente: “Nos atraviesan las mismas interseccionalidades que atraviesan a las mujeres de la región, porque somos negras, pobres, porque tenemos un escaso acceso a la educación, porque no accedemos al trabajo formalmente registrado, porque nuestros hijos no terminan la escuela y esto genera que se fortalezca el círculo de pobreza en el que estamos inmersas y que nos impide gozar de nuestros derechos”. Sin embargo, dijo que la particularidad de Argentina es la invisibilización y negación “persistente” de la presencia de la comunidad afrodescendiente.
“El mundo ignora la presencia de comunidades negras en Argentina desde hace siglos y, por supuesto, en consecuencia, ignora también la presencia de las mujeres negras que luchamos, que trabajamos, que estudiamos, que creamos cultura, que creamos vida”, aseguró Gómez. La activista denunció que esa invisibilización y negación hacen que las afroargentinas no figuren “en ninguna estadística, libro, relatoría, reporte o informe sobre la situación de derechos humanos de africanos y afrodescendendientes de la región”. Y eso, en su opinión, es “la mayor deuda” que tiene la sociedad argentina con las mujeres negras y lo que provoca que no tengan acceso a políticas públicas o a financiación para, de alguna manera, “paliar aunque sea mínimamente” sus condiciones de vida.
En materia de participación política, Gómez aseguró que no hay cargos electivos ocupados por mujeres negras: ni gobernadoras, ni legisladoras, ni intendentas. “Lo que sí puedo decir”, destacó, “es que estamos organizadas y que desde hace 70 años nuestras organizaciones están encabezadas por mujeres”. La activista consideró que esto último es “el caldo de cultivo” en el que se están formando nuevas generaciones de mujeres negras dirigentes lo que llevará a una “explosión del feminismo negro en Argentina”. Este fenómeno, auguró, “puede ser un motor fundamental para arrastrar al resto del continente”.
Chile: “El lugar reservado para nosotras es en espacios de extrema precariedad laboral”
Paola Palacio es colombiana pero vive en Chile desde hace varios años. Viajó a Uruguay para exponer sobre la situación de las mujeres negras en ese país desde una perspectiva migrante. La activista –que integra la organización chilena Negro Centrix– aseguró en primer lugar que “las esferas de poder social y económico están estrechamente ligadas al color y claridad de la piel”. En ese sentido, dijo que es en las mujeres negras en quienes “se acentúan más cruelmente la violencia racista y la discriminación”.
Palacio afirmó que el lugar reservado para las mujeres negras en la sociedad chilena es “en espacios de servidumbre, trabajo sexual y extrema precariedad laboral, sin acceso a salud digna, educación o vivienda digna”. Si además de mujer negra sos inmigrante, todas esas cuestiones se ven reforzadas por las dificultades en la obtención de visas, una de las tantas muestras del “racismo institucional” en Chile. Otros ejemplos son las “deportaciones selectivas” y la negación de visas de reunificación familiar, aseguró.
En relación con la participación política de las mujeres negras en Chile, Palacio denunció la persecución y las amenazas a representantes de movimientos sociales migrantes. “Somos hostigadas institucionalmente y también por las agrupaciones de neonazis y supremacistas presentes en el país, y, por supuesto, por la generalidad de la población civil que es racista, clasista y ha sido extremadamente dañada por la dictadura”, dijo.
Por otro lado, la activista aseguró que el Estado “se ha negado históricamente el aporte de la afrodescendencia al desarrollo y formación del país”. En esa línea, denunció la existencia de “un blanqueamiento ideológico del mestizo y un escaso reconocimiento de la negritud en el territorio”, y agregó que no existen cifras ni políticas públicas para la comunidad afro. “Las formas de discriminación racial, cultural, aporofobia, xenofobia hacen un contraste muy fuerte con el discurso oficial de igualdad, derechos humanos y acceso a la democracia, que para nosotras, las personas negras e inmigrantes, es imposible”, resumió. Y agregó que la única forma de resistir y avanzar en la lucha es formando redes.
Colombia: “Nos desconocen, y desvalorizan nuestros esfuerzos como mujeres negras”
La intervención de la colombiana Johana Micolta, del colectivo Microsesiones Negras, también fue en su condición de mujer negra e inmigrante, ya que vive en Chile desde hace un tiempo pero mantiene un contacto constante con sus compañeras de Colombia. Desde el principio, y sin escalas, Micolta destacó el asesinato sistemático de los líderes sociales en ese país como uno de los principales problemas que atraviesa la sociedad. “Estos asesinatos no son casos aislados, y al gobierno les importan poco y nada, ya que son sólo cuerpos negros, campesinos, empobrecidos por el sistema, a los que no se les brinda ningún tipo de protección y los que mueren diariamente”, denunció la activista. “Tan sólo somos sumas y estadísticas; nos desconocen, y desvalorizan nuestros esfuerzos como mujeres negras”, agregó.
Como sucede en el resto de los países del continente, la representatividad de las mujeres negras en Colombia también es baja o “casi nula” –llega a 1%–. Micolta se refirió a las cifras, que son muy claras: en un Parlamento de 280 bancas, 52 son ocupadas por mujeres y tan sólo una es afrocolombiana. De las 1.122 alcaldías, 108 están ocupadas por mujeres, de las cuales apenas 12 son negras. En tanto, ninguna gobernación está encabezada por una mujer afro.
“Espero que este sea el inicio de un gran trabajo comunitario que podamos hacer a nivel de América Latina”, dijo Micolta en referencia al encuentro en Montevideo, “porque en verdad sentimos que la hermandad, como comunidad negra, es lo único que nos puede ayudar a avanzar”.
La importancia del aprendizaje colectivo
Una vez que terminó la puesta en común de la situación de las mujeres negras en los distintos contextos nacionales, todos los ojos se centraron en Angela Davis. La propuesta era que la filósofa hiciera sugerencias sobre acciones o estrategias para articular a nivel regional e incidir en la participación política de mujeres afro y en el acceso a la Justicia. Pero Davis, sorprendida, respondió que no era la mejor persona para dar consejos sobre tácticas de una región que las activistas conocen “mucho mejor” que ella. “Quiero acercarme a ustedes no ofreciendo consejos, sino desde una postura de un aprendizaje colectivo. Creo que todas aprendemos unas de otras. Para mí esta es una de las principales fortalezas del feminismo negro: que aprendamos a proporcionar liderazgos colectivos que no dependan de las formas masculinas e individualistas de liderazgo que conocemos del pasado”, aclaró la académica.
Por otra parte, Davis reconoció que siempre se sintió “incómoda” con la identidad afroamericana, es decir, “con el hecho de que la gente en Estados Unidos asuma que los únicos afroamericanos en todo el planeta son los que viven en Estados Unidos”. Por eso mismo dijo que podría ser el momento de empezar a transformar esa identidad, “para crear lazos de solidaridad a través de las Américas, en formas que no se permita la dominación de la gente de América del Norte”. Puso un ejemplo: en América Latina podemos leer los textos de feministas negras estadounidenses, pero en Estados Unidos no hay acceso a los escritos de las latinoamericanas. “Estoy acá sentada preguntándome si será posible para las organizaciones de feministas negras de América del Norte participar también en esta unión que proponen en América Latina, para beneficiarnos de su poder y de su fortaleza”, dijo la referente antirracista. E insistió: “Pero participar con humildad”.