“¿El cerebro tiene sexo?”, se preguntó hace más de tres décadas la neurobióloga francesa Catherine Vidal en un intento por descifrar en qué medida las diferencias biológicas pueden explicar por qué las mujeres y los varones no ocupan el mismo lugar en la sociedad. Desde entonces, trabajó para encontrar una respuesta. Llegó a la conclusión de que los cerebros de mujeres y varones son iguales, y que en realidad las diferencias entre ambos son construcciones sociales y culturales. Es decir que no habría ningún elemento biológico que confirme, por ejemplo, que las mujeres no están naturalmente dotadas para ocupar cargos de poder, estudiar carreras científicas o realizar determinados deportes. Se trata, según la experta, de prejuicios aprendidos. Este es el principal resultado de sus investigaciones sobre el cerebro y también el hilo conductor de uno de sus últimos libros, Nuestros cerebros: todos iguales, todos diferentes, publicado en 2015.
En el centro de la explicación está la noción de “plasticidad cerebral”, que Vidal describe como “una propiedad que tiene el cerebro para moldearse en función de la experiencia vivida”. Esto tiene que ver con el proceso de fabricación del cerebro durante la vida embrionaria y a partir del nacimiento. “Nuestro cerebro está constituido por 100.000 millones de neuronas que se relacionan entre ellas gracias a sus 1.000 millones de conexiones. 90% de esas conexiones se crean después del nacimiento, es decir, a partir del momento en que empezamos a interactuar con el mundo y absorbemos la influencia del entorno familiar, social y cultural”, explica Vidal a la diaria. Según la neurobióloga, que cada persona tenga una experiencia de vida distinta explica por qué “todos los seres humanos tenemos cerebros diferentes”, una variabilidad que va más allá de la identificación como mujeres, varones o disidentes de la heteronorma.
Vidal realizó múltiples estudios para mostrar cómo funciona la plasticidad cerebral. Plantea un ejemplo: “Miramos el cerebro de pianistas profesionales y vimos que en su córtex tienen un engrosamiento de las regiones que controlan la coordinación de los dedos y la audición, lo cual se debe a la fabricación de conexiones suplementarias entre las neuronas. Lo que notamos es que el engrosamiento es proporcional al tiempo dedicado al aprendizaje de piano durante la infancia. Entonces, fue el aprendizaje lo que generó el fenómeno de engrosamiento”.
Lo mismo pasa en la construcción de las identidades sexuales y de género. En este sentido, la neurobióloga explica que las personas recién nacidas “no tienen conciencia de su sexo”, sino que es recién “a los dos años y medio que tienen las capacidades mentales suficientes para identificarse en femenino o masculino”. Sin embargo, dice, “mucho antes de esa edad ya han sexuado su entorno: han decorado su dormitorio de alguna forma, les han dado ropa de determinado color y juegos diferenciados, entre otras cosas”. “Todo ese proceso de interacción de la niña o el niño con su entorno físico, afectivo, social, cultural va a contribuir a forjar algunos rasgos de personalidad, aptitudes, gustos o comportamientos en función de las normas de lo femenino y de lo masculino que dicta la sociedad”, asegura Vidal. Por eso es que la identidad sexual y de género “no viene dada desde el nacimiento”, concluye la científica, sino que “se construye progresivamente gracias a las propiedades de plasticidad del cerebro”.
La neurobióloga aclara que hay diferencias a nivel de las regiones cerebrales que controlan las funciones asociadas a la reproducción sexual: los varones no tienen que activar la neurona que desencadena la ovulación cada mes, por ejemplo. “Pero en lo que tiene que ver con las funciones cognitivas, es decir la inteligencia, el razonamiento, la memoria, la atención, la imaginación, todas las investigaciones en neurociencia muestran que las mujeres y los hombres tienen las mismas capacidades cerebrales”, dice Vidal.
Las investigaciones de la francesa tiran abajo las viejas teorías neurocientíficas que promueven la idea de “sexos opuestos” –que todavía se usan para justificar desigualdades y jerarquías–, pero además vienen a enriquecer los estudios de las ciencias humanas y sociales sobre género. Esto es especialmente importante en un contexto en que grupos conservadores de todos los continentes flamean la bandera del determinismo biológico para revertir derechos conquistados por los feminismos y el movimiento LGBTI.
“Estamos en el siglo XXI y hemos hecho avances considerables en la comprensión del cerebro con la plasticidad cerebral, pero a pesar de todo esto sigue existiendo esta ideología de un determinismo biológico que querría que desde el nacimiento los cerebros de las niñas y los niños tengan distintos cables, lo cual explicaría las diferencias de los lugares que ocupan mujeres y hombres en la sociedad”, afirma Vidal. Esto no es así: “Es el aprendizaje lo que determina las diferencias entre mujeres y hombres”.
La desigualdad se aprende
En nombre del determinismo biológico nos dijeron que las mujeres somos “muy emocionales” –o peor: “el sexo débil”– y los varones son más “racionales” y “fuertes”. Sólo con este argumento, nos han impuesto barreras para el acceso a la educación y a determinados puestos de trabajo, nos han relegado al papel de cuidadoras y nos han condenado a cargar con la etiqueta de “víctimas” (de violencia, de discriminación, de abuso) tanto en el ámbito privado como en el público por razones de género.
La neurobióloga francesa explica que la mayoría de estos prejuicios se basan en postulados científicos que ya quedaron obsoletos pero que, por alguna razón, todavía se publican en “grandes revistas de divulgación científica” y surgen incluso en la comunidad académica. Como aquella vez en 2005, cuando el entonces presidente de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, dio a entender en una reunión que la poca representación de las mujeres en las materias científicas se explicaba por su “incapacidad innata” a tener éxito en ese terreno. Lo denunciaron por machista, y fue expulsado y sustituido por una mujer.
Vidal ha dedicado gran parte de su carrera a desmontar, desde la ciencia, todos estos estereotipos. Elige, por ejemplo, el que establece que las mujeres tendrían un don natural para el lenguaje y las letras, mientras los varones serían más eficientes para las matemáticas y las ciencias. “Esa idea viene de hace mucho, del año 1968, cuando fue lanzada la teoría de los dos cerebros, según la cual las mujeres serían mejor para el lenguaje porque tendrían un hemisferio izquierdo más desarrollado, y los varones serían mejor para orientarse en el espacio porque tendrían un hemisferio derecho más grande. Esto quedó totalmente obsoleto gracias a las imágenes cerebrales por resonancia magnética, que muestran que no hay diferencia entre mujeres y varones en la distribución de las regiones implicadas en el lenguaje”. Aun así, en muchas escuelas se sigue desalentando a las niñas cuando muestran interés por carreras vinculadas a las “ciencias duras”, un fenómeno que se refleja directamente en la histórica poca cantidad de mujeres que se anota en esas carreras.
Al respecto, Vidal asegura que estudios de psicología experimental realizados en niñas y niños muestran que las capacidades para manipular los números y las nociones de geometría emergen progresivamente entre los tres meses y los cinco años, y que no hay diferencias entre los sexos en el desarrollo de las aptitudes matemáticas. “Pero, en la escuela, los estereotipos hacen que las niñas piensen que no tienen el don para las matemáticas, y esto se refleja en los resultados”, afirma. Para ilustrar, cuenta sobre una prueba propuesta a niños y niñas de diez años: “Había que decir si dos objetos eran iguales o diferentes, para lo cual tenían que hacer una rotación mental en la cabeza. En general, a los niños les va mejor que a las niñas. Pero cuando les decimos a las niñas que se entrenen durante diez horas, por ejemplo, jugando a un videojuego como el Tetris, después tienen el mismo desempeño en el test que los niños. Esto muestra bien que es el aprendizaje el que elimina las diferencias entre los sexos”.
Otro prejuicio es el que asegura que las mujeres estarían dotadas para hacer múltiples tareas a la vez y que por eso son más capaces para ocuparse de las tareas de cuidados y, además, mantener un trabajo remunerado. “Esta idea viene, de nuevo, de un viejo estudio de 1982 que mostraba en cerebros cortados en trozos que la región en donde se conectan los dos hemisferios cerebrales era un poco más espesa en las mujeres que en los varones, y que de ahí quizás venía que tuvieran más capacidad para hacer muchas cosas a la vez”, explica la experta. “Es un estudio antiguo y que se hizo solamente en 20 cerebros que en aquel entonces estaban en formol, es decir muertos. Pero desde entonces todo cambió, con la emergencia de nuevas tecnologías de imágenes cerebrales por resonancia magnética con las que podemos estudiar el cerebro vivo, en pleno funcionamiento, y cuando vemos los estudios sobre esta misma región percibimos que no hay diferencias entre las mujeres y los hombres”.
Ya que las desigualdades de género no tienen nada que ver con nuestras diferencias biológicas sino con el impacto de la cultura, la educación y el entorno social de cada persona a lo largo de su vida, dice Vidal, es posible deconstruirlas. “De hecho, un hombre machista puede convertirse en no machista con la educación. Hay ejemplos. Todo es plástico”, agrega.
Por una divulgación científica responsable
Catherine Vidal es neurobióloga, ensayista, fue investigadora del Institut Pasteur de París durante 33 años y actualmente es integrante del Comité de Ética del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia. En paralelo se dedica a la divulgación científica, y por eso es una voz que suele ser consultada a menudo por medios franceses e internacionales.
Desde ese rol, la especialista alerta sobre las “interpretaciones estereotipadas” en las publicaciones científicas –“que seguimos encontrando pese a los conocimientos nuevos”, critica– y su cobertura mediática. Se refirió en particular a un estudio publicado en 2014 en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en el que el autor aseguraba que en los varones había conexiones verticales en cada hemisferio y en las mujeres había conexiones entre los dos hemisferios, por lo que deducía que el cerebro masculino estaba estructurado para coordinar la percepción y la acción, mientras que el cerebro femenino estaba hecho para coordinar el análisis y la intuición.
El texto estaba acompañado por unas imágenes del cerebro “extremadamente engañosas”, comenta Vidal, que mostraban “puntos conectados por rayas en un tratamiento digital de las imágenes del cerebro, hecho por computadora, que no representaba las verdaderas conexiones entre las neuronas, porque evidentemente los hombres también tienen conexiones entre los dos hemisferios y las mujeres tienen conexiones verticales”, explica la neurobióloga. “Pero para un público que no conoce del tema o para un periodista que tiene que entregar la nota en un corto plazo, eso era la realidad”.
El resultado fue que las imágenes se divulgaron en varios medios y fueron interpretadas como el reflejo de las verdaderas conexiones nerviosas. Para la científica, el estudio tenía dos problemas principales. En primer lugar, que concluía sobre diferencias de comportamiento entre mujeres y varones, pero no estaba complementado por ningún test de comportamiento. Lo segundo, dice Vidal, es que no tomaba en cuenta la plasticidad cerebral, “lo cual es incomprensible porque 90% de las conexiones se fabrican después del nacimiento”. A su entender, este es un buen caso de “interferencia entre ideologías y la práctica científica”.
De hecho, estas imágenes han sido replicadas por organizaciones antiderechos francesas, que en palabras de Vidal las utilizan para decir: “Miren, la propia ciencia muestra que las mujeres y los hombres somos diferentes”.
Para trabajar sobre los sesgos en la interpretación de las neurociencias y el abordaje de la producción de conocimiento desde una perspectiva de género y feminista Vidal creó en 2010 la red NeuroGenderings (neurogenderings.wordpress.com), junto a investigadoras e investigadores de 13 países. Desde entonces, el grupo divulga sus reflexiones y análisis tanto en revistas académicas como en coloquios que han organizado en distintas ciudades del mundo.
Desde Francia | Esta nota fue realizada en el marco de un programa para periodistas latinoamericanas sobre igualdad de género organizado por el Ministerio de Europa y Asuntos Extranjeros de Francia.