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“Feliz será el día que no falte ninguna”. La frase se repite en varios carteles a lo largo de la avenida 18 de Julio, que este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, amaneció con telas, globos y pañuelos violetas en las columnas, los balcones y las ventanas. Los sostienen chiquilinas con los párpados llenos de glitter que se empiezan a encontrar con otras en las plazas. El texto es una advertencia para quienes todavía piensan que la fecha es motivo de celebración –y no de lucha– pero adquiere un significado especial cuando la noche anterior una mujer de 43 años fue asesinada por su expareja en Sauce, Canelones. Otra mujer. Una más, y ya son cuatro femicidios confirmados en lo que va del año.
La marcha convocada por el Tejido Feminista 8M este año reúne a las mujeres y disidencias en tres puntos diferentes de la principal avenida de Montevideo para evitar aglomeraciones. Hay otras medidas para evitar contagios de covid-19, como exhortar al uso de tapabocas y pedir que se mantenga la distancia física. Para lograr esto último, las manifestantes armaron con telas violetas un “entramado feminista” que las une a todas al tiempo que permite marcar distancias. Es también un guiño a la consigna que las convocó este año: “Rebelión y trama feminista contra la precarización y el control de la vida”.
Cerca de las 17.00 en la Plaza de los Bomberos hay dispersos distintos grupos de mujeres. Colectivos transfeministas, grupos de docentes y trabajadoras de la educación, sindicalistas, artistas, estudiantes. Todas se preparan para caminar: escriben carteles, arman cordones con telas violetas, se sacan fotos, se pintan la cara. Uno de los centros de atracción en este punto es el Encuentro de Murguistas Feministas, que está concentrado con bombos y cánticos alrededor de un cartel que dice: “Contra la precarización de la vida, carnaval feminista”. El colectivo decidió sumarse a esta convocatoria porque “es una manera de poder visibilizar nuestros reclamos, mirarnos a los ojos, decirnos lo que sentimos, cómo estamos, qué queremos construir, y hermanarnos entre todes”, dice Giovanna, una de sus integrantes, a la diaria.
Otro de los puntos de salida es la intersección entre Santiago de Chile y San José, a pocos metros de la Intendencia de Montevideo. En este espacio, todas las manifestantes parecen moverse casi por inercia al ritmo de los grupos de tamborileras que están al frente de la columna, junto con el colectivo de mujeres afro Mizangas. Más atrás están mezcladas algunas integrantes de Las Tribaleras y otras de Cuerpos que Hablan, un colectivo de mujeres y disidencias que se dedican al bodypainting. La idea de manifestarse el 8M surge “del deseo de amigas de salir a la calle a utilizar la herramienta del cuerpo, del alma y de la pintura para decir algo importante”, cuenta Andrea, que tiene todo su cuerpo pintado de negro, con pequeños destellos blancos. “Que sea el arte la herramienta que hable por nosotras”, agrega mientras baila.
La tercera columna de la movilización se concentró en la plaza Independencia y tiene al frente al Bloque Antirracista, que este año protesta con consigna propia: “Afro, indígenas y migrantes contra el racismo y la represión”. El colectivo, que este 8M cumplió un año de existencia, lleva el ritmo de la cadena humana con la batucada que las caracteriza.
A la diversidad de barrios, profesiones, orígenes étnico-raciales, orientaciones sexuales y organizaciones que hay en los tres puntos, se le suma el factor intergeneracional, que queda en evidencia cada año. Está lleno de gurisas que fueron a reivindicar sus derechos con amigas o familiares. Es el caso de Fiorella, de 16 años, que en el medio de la Plaza de los Bomberos sostiene un cartel con la leyenda “Ni soy histérica ni estoy menstruando; grito porque nos están asesinando”. “Desde chica me trajeron y fui creciendo viendo las cosas que nos pasaban, entonces todos los años vengo y acompaño”, dice la adolescente, que vive en el Prado y vino con su mamá, su hermana y una amiga. “Salimos a la calle para mostrar que queremos que nos escuchen y que paren de matarnos y violarnos”, asegura, tímida, detrás de su tapabocas que tiene escrito girl power; “queremos poder salir solas a la calle sin pensar que no llegamos a casa”.
Pero también están las “históricas”, mujeres mayores que acompañan la lucha por los derechos de las mujeres desde hace décadas y que ahora ven la efervescencia feminista con orgullo y emoción. Así lo vive Beatriz, de 69 años, que vino a apoyar los reclamos de las mujeres “en una sociedad absolutamente patriarcal, discriminatoria, opresiva e injusta”. “Siento la alegría más enorme porque con mi generación, que es la del 70, hemos sufrido muchas derrotas y hemos tenido costos muy altos de muerte, de cárcel y de todo lo que nos quedó después. Entonces ver a la gurisada manifestarse así me hace decir: “Todavía hay esperanza, aunque a veces parezca que no”, reflexiona. “Nosotras no pudimos. Las nuevas generaciones buscarán sus instrumentos y, a su manera, lo irán haciendo”.
Todas juntas y encendidas
Las tres marchas se unieron cerca de las 19.00 en los alrededores de la plaza Libertad. Allí, las manifestantes hicieron una “sentada” y entonaron al unísono la canción “Sin miedo” de la cantautora mexicana Vivir Quintana, que se ha convertido en un himno del 8M en varios países de América Latina.
“Que tiemble el Estado, los cielos, las calles. / Que tiemblen los jueces y los judiciales. / Hoy a las mujeres nos quitan la calma, / nos sembraron cielo, nos crecieron alas”, retumbó en el Centro de Montevideo. “A cada minuto de cada semana, / nos roban amigas, nos matan hermanas. / Destrozan sus cuerpos, los desaparecen. / No olvides sus nombres, por favor, / cuando te manifiestes”.
Después de la canción, las manifestantes leyeron de manera colectiva la proclama de este año, que fue redactada en verso, como un poema. En el texto, el Tejido Feminista 8M denunció los femicidios y otras formas de violencia machista, rechazó las maternidades forzadas, reivindicó los derechos de las identidades de género no hegemónicas y recordó a las mujeres y disidencias afro, indígenas y migrantes. Las manifestantes también condenaron el impacto de la pandemia en estas poblaciones, y en ese sentido se proclamaron a favor de “un mundo en que no recaigan / como eslabones de metal / las tareas de cuidado”.
“Ningún tapabocas logró callar el grito / de las marchas que en marcha llevamos, / y sembramos el fuego una vez más / contra la precarización y el control de la vida”, aseguraron. “Tejer rebelión y un millón de tramas feministas”, agregaron, “para que luego de barrida la violencia / en el mundo encontrarnos gritando: / ¡que viva la lucha feminista!”.
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