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Mariela Falero, empleada doméstica afiliada a SUTD filial Florida.

Foto: Marcelo Ruiz

Trabajadoras domésticas reivindican definir categorías para el sector: “Tienen que dejar de decir que somos multitarea”

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En su día, referentes del sindicato en Florida, Montevideo y Río Negro reclaman mejores condiciones laborales, reconocimiento del trabajo y “salarios justos”

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Leído por Lola Livchich Melone.
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El descenso de contagios, internaciones y muertes diarias por covid-19 en Uruguay permite pensar que el fin de la emergencia sanitaria está cada vez más cerca, tal como anunció el presidente Luis Lacalle Pou la semana pasada. En este escenario, sectores que se vieron afectados de distintas formas desde marzo de 2020 comienzan a prepararse para una etapa de reapertura progresiva.

En el caso de las trabajadoras domésticas, muchas empiezan a reintegrarse a sus trabajos, algunas a tiempo completo y otras, todavía, con horario reducido. También hay casos de trabajadoras que continúan en seguro de paro pero los empleadores “las hacen trabajar igual” –según dijeron representantes del Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas (SUTD) a la diaria– y muchas, directamente, buscan nuevas oportunidades laborales tras haber sido despedidas.

Como pasó en otros sectores, la pandemia profundizó los problemas que ya enfrentaban las trabajadoras domésticas y también creó nuevos. Las dirigentes sindicales consultadas, referentes de distintos departamentos del país, hablan de “despidos abusivos”, “maltrato psicológico”, envíos a seguro de paro de trabajadoras que no llegaban a cubrir los jornales e incluso casos de “privación de libertad” por parte de empleadores.

A esto se suma la situación de las trabajadoras informales, que “quedaron sin cobijo” y con la única posibilidad de solicitar una canasta de 1.200 pesos por mes al Ministerio de Desarrollo Social, plantearon las representantes. La informalidad, de hecho, sigue siendo uno de los principales problemas del sector, y se mantiene con o sin pandemia. De acuerdo con la última actualización disponible, hasta diciembre de 2019 había 77.130 trabajadoras domésticas afiliadas al Banco de Previsión Social (BPS). Sin embargo, en base a datos del Instituto Nacional de Estadística, el sindicato estima que hay más de 120.000 empleadas en el país, lo que significa que más de 30% de las trabajadoras está en la informalidad.

En el Día de la Trabajadora Doméstica, que se celebra hoy, el colectivo renueva el reclamo por mejores condiciones laborales, especialmente en materia de seguridad y de protección de la salud, y pide la recuperación del salario que se “perdió” el año pasado. Además, las trabajadoras insisten en que se reconozcan las categorías para el sector, una reivindicación que sostienen desde hace años y que resurgió en un contexto de encierro en el que, además de ejercer las tareas domésticas, tuvieron que ser maestras, niñeras, enfermeras y cuidadoras.

Que asuman estos roles de cuidado, socialmente asignados a mujeres, no es casualidad en una de las ocupaciones más feminizadas en el país: el informe Trabajo doméstico remunerado en Uruguay, elaborado en 2019 por la Asesoría General en Seguridad Social del BPS, confirma que las mujeres representan 99% del total de personas que trabajan en el sector.

Las consecuencias de la pandemia

Unos meses después de la llegada del coronavirus a Uruguay, el Poder Ejecutivo creó un régimen especial de subsidio por desempleo para trabajadoras y trabajadores que tuvieran una reducción máxima de 19 días completos de trabajo o de 50% de su horario habitual. Sin embargo, el beneficio “no fue tan así”, afirmó a la diaria la presidenta del SUTD, Lucía Gándara, y las trabajadoras tuvieron que “solicitar varias cosas” para que se garantizaran sus derechos.

Una de las situaciones que se dio fue que, luego de tres meses, muchas tuvieron que volver a trabajar porque no llegaban a los jornales requeridos por el BPS para percibir el seguro de desempleo. En otros casos, los empleadores pidieron a las trabajadoras que por razones sanitarias no se presentaran a trabajar, pero no les pagaron. De esta forma, dijo Gándara, incumplieron el convenio colectivo de 2010 que estableció la obligación del empleador de pagar el salario completo a la trabajadora cuando no se la convoque a realizar la tarea en los días acordados. “Los primeros tres meses que se pidió aislamiento voluntario, fueron los tres meses de más trabajo desde el sindicato para apoyar a las compañeras y llegar a arreglos”, resumió.

Betty Cabrera y Mariela Falero, referentes del SUTD en Río Negro y Florida, respectivamente, coincidieron en que el principal problema que planteó la emergencia sanitaria fue que “a muchas compañeras las mandaron a seguro de paro, a otras directamente las despidieron, o pasó que a algunas las mandaron a seguro de paro para después despedirlas, lo que genera que pierdan salario”.

En diálogo con la diaria, Cabrera dijo que la mayoría de las trabajadoras domésticas en Río Negro son jefas de hogar, lo cual “complicó más la situación”. Otro obstáculo es el multiempleo. Puso su realidad personal como ejemplo de lo que atraviesan otras compañeras en ese sentido: “Yo hago limpiezas y trabajo en tres lugares diferentes. Si a mí me mandaran al seguro en alguno de esos lugares, tendría que seguir yendo a los otros, entonces tendría que hacer un seguro especial, porque sigo aportando al BPS por los otros dos trabajos; el tema es que el sueldo se me ve aminorado a la hora de cobrar, porque hay un trabajo en el cual no estoy trabajando”.

Por otra parte, Gándara recordó que en julio de 2020 correspondía un aumento salarial cercano a 8%, pactado en el convenio de 2019, que no se pudo hacer efectivo en su totalidad porque la parte empleadora alegó dificultades por la crisis económica. “Sólo aceptamos 4,27%, que es la diferencia de la inflación, y quedamos para atrás con el 3,5% que nos correspondía por convenio. Por lo tanto, hasta el día de hoy, ese 3,5% que nos correspondía lo hemos perdido, así como hemos perdido también a nivel de inflación de todos estos meses”, aseguró la presidenta del sindicato. El mes pasado empezó a regir un ajuste de 0,69% para el sector, que “no es un nuevo aumento”, recalcó, sino “el ajuste de inflación que se tiene que aplicar hasta que se firme el nuevo convenio”.

Mariela Falero, empleada doméstica afiliada a SUTD filial Florida.

Foto: Marcelo Ruiz

Los abusos

Muchas trabajadoras domésticas que no fueron despedidas ni enviadas a seguro de paro también enfrentaron dificultades. Gándara estimó que la filial de Montevideo del SUTD recibió cerca de 500 casos de abusos “de distinta índole” que se dieron durante el ejercicio laboral desde que empezó la pandemia. En ese sentido, dijo que hubo “despidos abusivos” y “compañeras en seguro de enfermedad por haber sido maltratadas psicológicamente en sus lugares de trabajo”.

También existieron situaciones de “privación de libertad”, en las que trabajadoras “con cama” tenían prohibido salir de los lugares de trabajo, bajo el argumento de que había que evitar los contagios. La dirigente sindical dijo que, en la mayoría de los casos, las implicadas prefirieron no hacer la denuncia por miedo a represalias o a perder el trabajo. “Con todo esto de la covid, se ha abusado demasiado de nuestro grupo”, sentenció.

“Hay despido abusivo cuando a una trabajadora la mandan al seguro de paro, pensando que va a ser por un tiempo, y cuando se le termina el seguro le dicen que ya no la necesitan más [...] Es una forma de vulnerar sus derechos”. Betty Cabrera

A las filiales de Río Negro y Florida no llegaron casos de situaciones de privación de libertad, en parte porque la mayoría de las trabajadoras domésticas allí son “con retiro”, explicaron Cabrera y Falero. La referente rionegrense dijo, sin embargo, que en el departamento sí hubo despidos abusivos. “Nosotras entendemos que hay despido abusivo cuando a una trabajadora la mandan al seguro de paro, pensando que va a ser por un tiempo, y cuando se le termina el seguro le dicen que ya no la necesitan más”, señaló Cabrera; “esa también es una forma de vulnerar los derechos de la trabajadora y nos parece que tiene una parte de abuso”.

El incumplimiento de los protocolos sanitarios por parte de patrones fue otra situación que denunciaron públicamente las trabajadoras domésticas. Gándara recordó que, al principio de la pandemia, se elaboró un protocolo de emergencia en el que se aplicó el convenio colectivo de 2008, que en una de las cláusulas establece que los empleadores tienen que proveer las herramientas y la vestimenta de trabajo. En este caso, el protocolo incluía además tapabocas, alcohol en gel, el cambio de zapatos al entrar a la casa y el cambio de ropa. Pero las dirigentes sindicales aseguran que eso no sucede. “El convenio dice que tienen que darnos todos los implementos, pero no te los dan, y si no te los dan vos no te vas a arriesgar, entonces los llevás desde tu casa”, acotó Cabrera.

La referente de Río Negro dijo que a esto se suma la falta de baños separados “limpios e higienizados” para que puedan utilizar en las horas de trabajo y lavarse las manos. “Siempre hay que higienizarse en los lugares en donde estamos trabajando, en baldes o en piletas, que no son las mejores opciones”, resaltó.

El reclamo por categorías

Las tres referentes sindicales coincidieron en que la principal reivindicación de las trabajadoras domésticas, hoy en día, es que se reconozcan las categorías para el sector. A su entender, esto evitaría que tengan que asumir tareas que no corresponden al trabajo doméstico, como sucede históricamente. “Esto no se dio sólo por la pandemia, sino que se da habitualmente: tú eres contratada para la tarea específica de limpiar la casa pero después se te agrega el nene que no tiene clases y, ya que estás, cuidalo y hacele un arrocito, y al final terminás cuidando también al adulto mayor y sacando a pasear el perro, es decir, realizando tareas que no te corresponden”, explicó Falero.

Con el coronavirus en el aire, además, las trabajadoras también tuvieron que ser maestras, detalló Gándara, porque quedaron a cargo de ayudar a las niñas y los niños a entrar a las clases por Zoom, una plataforma que muchas aprendieron a utilizar “con el correr de los días de clase”.

Para Cabrera, asumir que la trabajadora doméstica tiene que “hacer de todo” en una casa es “abusivo” y no sólo porque no es para lo que se les paga, sino porque puede implicar riesgos para su seguridad. “Si nosotras salimos a la calle a llevar al niño al colegio o hacer mandados y tenemos un accidente, no es un accidente laboral, no lo cubre el seguro”, explicó. Puso el ejemplo de una compañera de Río Negro que fue mordida por un perro, se le infectó el dedo, se lo tuvieron que amputar y el seguro no se lo cubrió “porque, como fue una mascota, dijeron que no fue por una tarea del hogar”.

Cabrera consideró que estos obstáculos se terminarían si se reconocieran las categorías, “porque definirían un poco el trabajo de cada compañera y asegurarían que estemos un poco más protegidas”. Sin embargo, recordó que es un reclamo que tiene “varios años” y que “cuesta bastante”, a su entender, porque los empleadores “saben que es una herramienta para las trabajadoras y que va a definir un montón de cosas, y obviamente que los perjudica”.

“No es lo mismo hacer un churrasco que cuidar a un niño o a un adulto mayor. No es lo mismo limpiar un wáter que limpiar un aparador. Por lo tanto, [los empleadores] van a tener que ser más sinceros con ellos mismos y reconocer las categorías”. Lucía Gándara

“La parte de los empleadores tiene que reconocer todo esto y dejar de decir que las trabajadoras domésticas somos ‘multitareas’, como sigue diciendo hasta el día de hoy”, reclamó Gándara. “Porque, insistimos, no es lo mismo hacer un churrasco que cuidar a un niño o a un adulto mayor. No es lo mismo limpiar un wáter que limpiar un aparador. Por lo tanto, van a tener que ser más sinceros con ellos mismos y reconocer las categorías”.

“Siempre que se contrató a una trabajadora, se la contrataba para la casa y se asumía que era para hacer todo. De a poco se ha ido delimitando el trabajo, por los logros obtenidos y porque hay más conocimiento”. Mariela Falero

Más allá de la responsabilidad de los empleadores, Falero insiste en la importancia de que las trabajadoras tengan toda la información disponible a la hora de concurrir al espacio laboral. “Siempre que se contrató a una trabajadora, se la contrataba para la casa y se asumía que era para hacer todo. De a poco se ha ido delimitando el trabajo, por los logros obtenidos y porque hay más conocimiento”, enfatizó. Por eso, insistió en la importancia de visibilizar y difundir entre las trabajadoras cuáles son sus derechos y obligaciones, y ante qué situaciones pueden decir: “no corresponde”.

En el marco del Día de la Trabajadora Doméstica, Falero alentó a las trabajadoras a que les pidan a sus empleadores que las registren en el BPS, “porque trabajar sin estar registrada es estar en una posición voluble, y después no te podés jubilar”. También las invitó a que se acerquen al sindicato, que describió como “una buena herramienta para conseguir derechos”.

Gándara, en tanto, recordó a las trabajadoras domésticas inmigrantes que “la ley es igual para todas”. Por lo tanto, “aunque no tengan los papeles de ciudadanía y todo lo legal, tienen que sacarse la cédula uruguaya y así poder estar inscriptas en el BPS”. Y resumió las reivindicaciones de este 19 de agosto: recuperación del salario, categorías definidas, fueros sindicales, contratos de trabajo.

Mientras, Cabrera destacó la importancia de que hayan participado compañeras del interior en los últimos tres convenios colectivos, porque “a veces las realidades no son las mismas” que en Montevideo. Y dijo: “Para nosotras, dentro del sindicato, es un logro importantísimo; estamos marcando historia”.

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