En el patio interno del Centro Universitario Regional del Este (CURE), en la ciudad de Rocha, un grupo de mujeres está armando un picadito de fútbol. Es viernes 27 de octubre, sobre las 11.00 de la mañana, y el sol las abraza. A unos metros, en el Aula Magna, se discute sobre violencia obstétrica. En otro salón hay un intercambio sobre desigualdad de género en la universidad. En la sala de informática se desarrolla un taller sobre cómo editar Wikipedia con perspectiva feminista.
En los pasillos del CURE corre un rumor: nadie ha visto esta sede de la Universidad de la República (Udelar) habitada por tanta gente, por lo menos desde la pandemia. Es que, durante dos días, es el escenario de las Jornadas de Estudios Feministas “In[ter]disciplinadas”, organizadas por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas (Ceifem) de la Udelar, junto con el CURE. Helena Suárez, de la Unidad de Comunicación del Ceifem, asegura que asistieron más de 200 personas de Montevideo, Maldonado, Rocha y Canelones, así como de Argentina, Chile y Costa Rica.
Esta es la segunda edición de las jornadas: las primeras se realizaron en el Centro Universitario Regional Litoral Norte en Salto, el año pasado. En total, hay 17 mesas de ponencias con más de 80 presentaciones académicas. A esto se suman la presentación de pósters, performances, talleres, proyección de audiovisuales y hasta la instalación de un clítoris inflable de cinco metros de altura en el patio. También hay dos mesas centrales: una sobre qué es ser in[ter]disciplinadas, y la otra sobre los desafíos y oportunidades que enfrentan las mujeres que viven en la zona este del país.
A las participantes (mujeres y disidencias, que van desde estudiantes de grado a doctorandas de diferentes disciplinas), las une el interés por la investigación con perspectiva de género y los estudios feministas. Pero también coinciden en que ser in[ter]disciplinadas en la academia necesariamente es ser “incómodas” y “desobedientes”, investigar desde “afuera” o desde la “periferia” y hasta “aguarle la fiesta al sistema”. A su vez, reconocen que la interdisciplina implica “no saber definir del todo en qué campo estás”, colaborar con otras investigadoras e investigadores y “no jerarquizar unas formas de conocimiento sobre otras”.
El Ceifem
Niki Johnson busca, al costado del edificio del CURE, un poco de sombra donde resguardarse del sol. La doctora en Ciencia Política y docente de la Facultad de Ciencias Sociales es una de las fundadoras y coordinadora del Ceifem, y se dispone a contar los inicios del centro. “En 2020 nos presentamos a un llamado del Programa de Apoyo a Centros Interdisciplinarios del Espacio Interdisciplinario de la Udelar y ganamos el financiamiento para el período 2021-2025”, explica.
Las integrantes del Ceifem son unas 19 docentes e investigadoras de la Udelar de las áreas sociales y de la Comisión Sectorial de Investigación Científica. Las disciplinas que abarcan son Antropología, Ciencias de la Comunicación, Ciencias Jurídicas, Ciencia Política, Filosofía, Historia, Sociología y Trabajo Social. El objetivo del centro es consolidar los estudios feministas en la Udelar por medio de actividades de investigación, enseñanza y extensión.
“Las jornadas fueron parte del proyecto desde un inicio y son una forma de apoyo a la descentralización universitaria y a la colaboración entre centros universitarios. La idea es impulsar espacios de encuentro entre investigadoras y docentes y proyectar sus estudios feministas; mostrar lo que se está haciendo”, cuenta Johnson.
En las jornadas de Rocha se presentaron más de 120 propuestas y fueron aceptadas 85 ponencias. El año pasado, en Salto, se enviaron 90 y fueron aceptadas 60. La coordinadora del Ceifem asegura que no se repitieron las investigaciones de un año a otro, lo que da cuenta de la gran producción en estudios con perspectiva feminista que hay. También dice que “falta mucho para que se consoliden realmente los estudios feministas” en el ámbito académico.
Otro de los objetivos de las jornadas es posibilitar redes entre estudiantes, docentes e investigadoras; por eso las mesas de ponencias están compuestas por estudiantes de grado, investigadoras y doctorandas. “En todas las mesas en las que he estado el nivel de las presentaciones es muy bueno”, asegura Johnson, y agrega que impulsar ese diálogo intergeneracional es muy importante.
Cecilia Laporta es docente interina del Núcleo Interdisciplinario de Educación Ambiental del CURE y una de las que hicieron posible que las jornadas se hagan en esta casa de estudios. Entre risas, dice: “Las estudiantes de Sociales [de Montevideo] no pueden creer una universidad con pasto, y el CURE no puede creer una universidad con tanta gente”.
Ella asegura que están felices de que el Ceifem haya “desembarcado” en Rocha, y que esta semilla que está dejando “hay que seguir regándola”. También dice que son pocas las docentes en el CURE que investigan con perspectiva de género, por lo que cree que las jornadas las interpelan a todas. “Por momentos decís ‘qué lindo todo esto’, y por momentos quedás re avasallada por perspectivas citadinas que acá no abordamos tanto. Las disputas en un territorio de frontera son diferentes de las que trajeron las jornadas, pero el desembarco se está transformando en un ensamble de todo esto”, explica.
Lo que investigan las feministas en la universidad
“Todos los que estudiábamos a las izquierdas ahora estudiamos a las derechas”, afirma Constanza Moreira, exsenadora de la República y doctora en Ciencia Política. Con esta frase Moreira, que también es integrante del Ceifem, sienta las bases en este encuentro sobre la tendencia de las investigadoras e investigadores a estudiar los embates conservadores de las nuevas derechas en Uruguay y la región. Y, como no puede ser de otra manera, en las jornadas hay mesas específicas para exponer sobre estas investigaciones.
En su caso, Moreira estudia la regresión conservadora en Uruguay de la agenda parlamentaria reciente. “Uruguay se inserta en la regresión conservadora en América Latina durante la llamada ‘marea rosa’ [cuando la izquierda política gana fuerza en la región], entre el 2000 y 2015. Luego, el bolsonarismo hizo efecto dominó en la región, y Uruguay se termina de insertar en esta represión con la actual coalición multicolor”, explica la exsenadora.
El licenciado en Ciencia Política Agustín Daguerre estudia a los partidos de derecha y el neoconservadurismo en América Latina. Además de Jair Bolsonaro en Brasil, nombra a Keiko Fujimori en Perú, a Nayib Bukele en El Salvador y a Javier Milei en Argentina como algunos de los líderes de los partidos populistas de derecha radical del continente. Para el investigador, lo novedoso de estas nuevas derechas son las alianzas que crean entre sí, el marco teórico que dan a sus demandas y la centralidad que tienen estas en su agenda.
Volviendo a Uruguay, Moreira asegura que el país no es ajeno al impulso del backlash, esa reacción adversa ante un movimiento social y político como es el de los feminismos. “Al igual que Brasil, tenemos la inclusión de las Fuerzas Armadas y una presencia creciente de las iglesias en el gobierno”, agrega. La politóloga va desmenuzando los ámbitos o discusiones en las que predominan estas reacciones conservadoras, como el proyecto de ley de la diputada de Cabildo Abierto Inés Monzillo que intenta prohibir el lenguaje inclusivo en los centros educativos, o la objeción de conciencia por parte de médicos y ginecólogos frente al aborto, o la recientemente aprobada ley de tenencia compartida o corresponsabilidad en la crianza, que beneficia los intereses de los progenitores frente a los de las infancias.
La lista sigue, pero vale la pena detenerse en este último punto. Algunas investigadoras toman como objeto de estudio esta ley, aprobada en mayo de 2023, debido a que es el logro “más exitoso e importante del activismo conservador” en el país, según Moreira. En este sentido, Johnson y la licenciada en Comunicación Agustina Huertas estudian las estrategias discursivas de la derecha para impulsar su agenda antigénero en el Parlamento.
“El discurso de los promotores de esta ley está basado en apoyar sus propios argumentos”, dice Johnson. Por eso, estratégicamente, dejan afuera dos puntos que deberían ser centrales en la discusión: “el trabajo no remunerado de los cuidados y el reparto desigual de las tareas”, que recaen principalmente sobre las mujeres; y el de los “deudores alimenticios”, porque “más de 60% de los padres no aportan para sustentar a los hijos de la pareja”.
Según la investigadora, estos son “dos datos en los que uno podría decir ‘acá está el problema’, pero que no entraron en el proyecto de ley”. Los integrantes de la coalición multicolor hablan de que es importante que ambos progenitores se hagan responsables de la niña, niño o adolescente, de que los padres deben ser responsables y no meros proveedores, y de que esto es importante para liberar a las mujeres de las tareas de cuidados que las atan. Parece que abogan por “la libertad que hoy tanto quieren las mujeres”, repite Johnson.
Hacer referencia a los reclamos feministas e intentar modernizar sus argumentos, según la investigadora, es una estrategia para “no quedar mal” frente al consenso social que tienen los avances de la agenda feminista y para “distraer la atención del foco de la ley, que está puesto en el acceso de los padres denunciados por violencia de género para ver a sus hijos”.
Otra de las mesas muy concurridas es la denominada “Estado de violencia: discursos institucionales y judiciales patriarcales”, en la que la abogada María de la Paz Echetto presenta una investigación sobre nuevas estrategias de violencia patriarcal hacia mujeres, niñas y adolescentes en el marco de procesos judiciales.
Mediante su análisis de sentencias judiciales, asegura que hay una “contraofensiva patriarcal que busca traer pseudoteorías como el llamado ‘síndrome de alienación parental’” (muy presente en la discusión de la ley de tenencia compartida). Pero también que falta perspectiva de género en los procesos judiciales, y que se revictimiza y expone a niñas y niños a situaciones de violencia en esos procesos.
Por su parte, la abogada Valeria España estudia el discurso judicial ante la violencia de género e intenta trazar una ruta posible hacia una justicia epistémica. Ella pone en jaque la idea del “código penal feminista” que algunos feminismos defienden: “No puede haber nada más patriarcal que el código penal. Impugnar un código penal con perspectiva feminista es una batalla perdida, creo que los punitivismos no son el camino a seguir”.
Las distintas ponencias que se desarrollaron a lo largo de las jornadas expusieron , entre otras, investigaciones sobre el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos y la violencia obstétrica; las desigualdades de género y políticas de igualdad en la universidad; pedagogías feministas; el embate conservador a la agenda política feminista; epistemología feminista; políticas públicas y perspectiva de género; discursos institucionales y judiciales patriarcales; luchas políticas y estrategias comunicacionales de los feminismos; resistencias feministas en el debate público; (auto)etnografía, violencias de género y resistencias feministas en el metaverso; enfoques feministas para comprender y deconstruir la heteronorma.
Un territorio amplio y diverso
“El desafío es no callar. A mí me dicen ‘la loca’ por no callarme nada. En campaña sos demasiado discriminada, los capataces te quieren manosear y te corren porque no haces lo que ellos quieren. No nos podemos dejar caer; si no nos apoyamos unas a las otras, no vamos a lograr nada. Estoy agradecida de estar acá”, dice una peona rural y deja muda a una Aula Magna repleta de gente.
La luna llena está por salir. Además de Suárez, unas 12 mujeres de Rocha y Maldonado hablan sobre las realidades que viven en sus territorios. Es la última mesa de las jornadas y la sensibilidad está a flor de piel. A través de sus vivencias, estas mujeres demuestran el territorio amplio y diverso que es el este del país y las múltiples dificultades que atraviesan allí.
“Venimos de la Laguna de Rocha. Me defino como pescadora artesanal por herencia familiar y porque es lo que me gusta hacer”, se presenta Beatriz Ballestero, quien representa a las ocho mujeres que impulsan el restaurante Cocina de la Barra en la laguna y a su comunidad. Ella dice que son “eternos los desafíos” que se les presentan en el territorio en el que viven. Desde lograr tener energía y agua potable en sus casas, caminos transitables para ir a la escuela, hasta “valorizarnos a nosotras mismas como mujeres”. En un pueblo de hombres pescadores, ellas lograron nombrarse a sí mismas como pescadoras. Por eso Ballestero dice: “El desafío ahora es mantenernos unidas y fuertes. Tenemos que seguir luchando”.