El 11 de diciembre de 2018, Thelma Fardin contó por primera vez en público que había denunciado penalmente a Juan Darthés por violación. Ese día, probablemente sin saberlo, la actriz argentina impulsó a miles de mujeres que rompieron el silencio en torno a la violencia sexual. Así como en otras partes del mundo las mujeres se plantaron contra las agresiones sexuales bajo hashtags como #MeToo o #HermanaYoSíTeCreo, la denuncia de Thelma inspiró el movimiento #MiráCómoNosPonemos, que fue masivo en Argentina y que también se replicó en Uruguay y otros países de América Latina.
En el país de la “marea verde” por el aborto legal y del #NiUnaMenos contra los femicidios, el fenómeno que desató la denuncia pública de la actriz marcó un antes y un después en cuanto a la visibilización de la violencia sexual, y provocó que al menos empezaran a temblar los pilares en los que se sostiene la cultura de la violación.
El impacto fue tal que, tras la conferencia de Thelma, se dispararon las llamadas al 144, la línea telefónica gratuita de atención y asesoramiento a víctimas de violencia de género: el día después hubo un aumento de 123%, según informó en ese entonces el Instituto Nacional de las Mujeres de Argentina.
En mayo de este año, después de un proceso no desprovisto de obstáculos y demoras, la Justicia de Brasil absolvió a Darthés. El fallo reconoce que hubo “actos libidinosos” pero afirma que no hay pruebas materiales suficientes que confirmen la violación, al no existir testigos directos, ni videos, ni pruebas de ADN –elementos que, por cierto, suelen caracterizar las situaciones de abuso sexual–. Thelma apeló.
La semana pasada, la actriz y estudiante de Derecho estuvo en Montevideo para participar en el conversatorio “Absuelto no es inocente”, organizado por la asociación civil El Paso y la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, en un panel que compartió con la psicóloga feminista y también denunciante de violencia sexual Victoria Marichal.
Al salir del aula magna, varias mujeres jóvenes se acercaron para saludarla y sobre todo para agradecerle por abrir camino. Una de ellas le dijo que pudo denunciar a un familiar después de que la actriz hizo pública su situación. Thelma se conmovió en cada abrazo. Unos minutos más tarde, en entrevista con la diaria, intentó dimensionar parte de lo que ha vivido en este recorrido que empezó hace casi cinco años.
Se están por cumplir cinco años del día que hiciste pública tu denuncia contra Darthés. ¿Cómo interpretás todo lo que generó y el impacto que tuvo en que tantas otras víctimas de violencia sexual rompieran el silencio?
Lo más fuerte es el relato de muchas mujeres que consiguieron justicia; yo no tenía dimensión de eso. Sí tenía dimensión de la importancia de seguir adelante con mi denuncia y con el proceso judicial, a pesar de que era duro y difícil, para seguir inspirando a esas mujeres a que siguieran adelante en sus procesos, sabiendo que yo poseo lo que hoy llamamos “privilegios”. Aunque en mi causa, en esta primera instancia, no haya recibido justicia, me empiezan a llegar mensajes, y hoy el testimonio de Victoria [Marichal] en particular, y saber que hay mujeres que sí están recibiendo justicia, que sí hay abusadores que están teniendo que pagar un costo por lo que han hecho con nuestros cuerpos, con nuestras psiques, con nuestro corazón, es reparador. Porque cuando decimos que “no es por una, es por todas”, cuando decimos que es colectivo, lo decimos en serio, entonces es reparador saber que otras mujeres sí consiguieron uno de los tantos modos de reparación. Hay todo un proceso de resiliencia en el que nosotras nos empoderamos, tomamos las riendas y elegimos qué hacer con lo que nos sucedió, que es lo que no pueden hacer muchas otras mujeres, niñas, niños. Ahí es donde pongo en perspectiva y, de pronto, dimensiono. Incluso por cómo recrudece la violencia: hoy por hoy la violencia ha recrudecido porque muchos de esos abusadores que fueron denunciados hace cinco años están teniendo que pagar las consecuencias.
Cuando vemos el retroceso en ciertos discursos y la organización por parte de ciertos sectores reaccionarios que se ponen más violentos, es doloroso y da un poco de pavor, pero, a su vez, es la prueba de que hemos logrado un cambio de paradigma, y creo que las cifras desalentadoras de cuántas causas son las obtienen condena probablemente se modifiquen en el correr de estos años. Después de esa ola, porque la Justicia es lenta, vamos a empezar a ver el resultado de aquella marea que se provocó.
Durante tu exposición en la Facultad de Psicología dijiste que hablar “no es grato ni gratis”. ¿Cómo impactó en tu proceso personal hacer pública la denuncia?
El costo fue muy alto en términos personales, en términos públicos, para mi trabajo, para mi subjetividad. En una de las mesas del conversatorio también contaban que, hoy por hoy, se usan muchas estrategias para que no sea la víctima la que tenga que poner el cuerpo y la cara. Yo creo que, lamentablemente, hizo falta que muchas tuviéramos que poner nuestro nombre propio, nuestro cuerpo en disputa, para que la sociedad dé un avance y deje de pensar que [la denuncia es menos válida] si no ponemos la cara, si no decimos nosotras en primera persona, si no se ven interpelados –porque además está esto de qué caras interpelan, cuál es la víctima que sí conmueve y cuál es la que no–. Ese fue un paso lamentablemente necesario para que muchas otras sí puedan hacerlo con un grado más de cuidado y de preservación, porque, como no es grato ni gratis, en estos eslabones que planteamos de que muchas tenemos que historizar y pensar para atrás quiénes fueron las que nos abrieron las puertas, también hay que pensar para adelante. Y en este intermedio, a las que nos toca, que somos nosotras, que lamentablemente soy una de las que tuvieron que poner su nombre propio, sí da paz y tranquilidad saber que hay muchas otras que no van a tener que atravesar por lo menos por esa violencia. Lamentablemente sí por otras, pero les quitamos una. Ya la sociedad no exige que sea ella la que pone la cara y el cuerpo, porque entiende que es muy doloroso, porque entiende que nos ponen en un lugar de profunda estigmatización prácticamente por el resto de nuestra vida. Como decía Victoria, somos reconocidas, estigmatizadas y encasilladas en una sola categoría, que es la de víctimas y no la de sobrevivientes. Entonces, poder proteger a esas que vienen después ya es un avance en términos de esas cosas que nos propusimos, que lo siguiente fuera que no hiciera falta el nombre propio, y, en muchos casos, lo logramos.
“Hoy por hoy la violencia ha recrudecido porque muchos de esos abusadores que fueron denunciados hace cinco años están teniendo que pagar las consecuencias”.
En mayo de este año la Justicia brasileña absolvió a Darthés por supuesta falta de pruebas y ustedes apelaron el fallo. ¿En qué está ahora el proceso?
Apelamos. Pero son tiempos eternos. Acá pasa algo que también es muy paradójico, porque te dicen “¿por qué tardaste tanto en hablar?”, pero nadie le pregunta a la Justicia por qué carajo tarda tanto en resolver. Entonces, es muy violento. En mi juicio dilataron tanto [el proceso] por parte de la defensa de mi abusador, que lograron que el juez que fallara no fuera el juez que escuchó todo el proceso. Me desgarré cinco horas declarando frente a una persona que después no es la que falla. Ahora apelamos y en esta instancia –vamos a un tribunal, entonces en vez de un juez son tres–, lamentablemente yo veo con poca esperanza que entiendan o vean con otra perspectiva, porque me parece que entre ellos se cuidan, que hay una lógica de no pisarse la sábana y que no se descubra que el otro falló con falta de perspectiva de género o que tiene contradicciones en su propio fallo. El fallo este describe y da por probada gran parte de los abusos y, sin embargo, dice que estaban prescritos. La otra locura de lo que pasa en el Poder Judicial de Brasil es que no tienen fechas, pueden tardar años, no tienen un tiempo límite, no es que podés decir “bueno, si no fallaron hasta tal día, sé que por lo menos tal día van a fallar”. Entonces, esa es otra de las tantas violencias en tanto nosotras sí tenemos un tiempo para hablar, y ellos pueden tomarse el tiempo que se les cante en decidir si resuelven o no un dolor nuestro, que queda como encapsulado en ese proceso y que no terminamos de poder resolver. Frente a eso, tenés que empezar a generar estrategias creativas –vos, tu entorno, tus psicólogas– para que eso que está ahí, que es como una moneda en el aire que no se resuelve, de algún modo avance y tu vida siga. Sin embargo, ese fantasma de que algún día suene el teléfono y te den una mala noticia siempre está con vos, y pensás todo el tiempo estrategias, qué más se puede hacer. Y después fallan personas que no tienen un nombre y un apellido; es decir, la sociedad conoce mi nombre, mi cara, las preguntas se las hacen sobre mí, no sobre esos jueces que van a fallar sobre aquello que yo conté.
En una entrevista que concediste el año pasado a un medio argentino dijiste que no encontrabas la “sanación” en “la idea de pensar que él va a ir preso”. ¿Cómo te imaginás una respuesta y una reparación justas por parte del sistema?
La palabra “culpable”. No hay más que eso, porque en mi imaginario no hay una idea de él tras las rejas. Tenemos que encontrar reparador que nuestros cercanos nos digan que nos creen y que con eso es suficiente, pero que la Justicia diga “culpable”, después del proceso por el que nos hacen pasar, esa es para mí la reparación. Lo que venga después en su vida no es lo que a mí me concierne, porque yo lo que hago es por mí, por mi vida y por lo que yo necesito. Después, las consecuencias que tenga que afrontar él no son las que a mí me generan reparación, sino que es que la Justicia diga “culpable”.
¿Esa es una de las razones por las que les dirías a otras víctimas de violencia sexual que denuncien?
Sí. A mí me hubiera servido mucho que otras personas me dijeran a qué me exponía. Porque yo tenía la ingenuidad de pensar que tocaba las puertas de la Justicia y la Justicia se hacía cargo. No es así. Vos tenés que estar detrás del proceso constantemente. Tenés que tener la suerte de poder pagar un abogado o que un abogado actúe de oficio o que un abogado actúe pro bono y continúe con tu causa para que no la archiven. En ese sentido, cuando pienso en cómo pedirles a otras mujeres que se enfrenten al proceso judicial no puedo evitar decir que va a ser desgastante, que va a ser doloroso, porque sería irresponsable de mi parte no decirlo y tengo un excesivo sentido de la responsabilidad, pero también [digo] que es importante hacerlo, que las que sentimos la fuerza lo hagamos, que las que tenemos las redes lo hagamos, porque esa va a ser la manera de ir trazando un recorrido, de sentar fallos que generen una jurisprudencia. Esos caminitos que vamos dejando como banderas plantadas, esto que se llama jurisprudencia son banderas que después puede recoger otra para citar y decir: “Pero en este caso pasó tal cosa y entonces ustedes tienen con qué fallar, en concordancia con este otro caso”. Entonces, las que tengamos la fuerza, las posibilidades, la contención, el entorno y la familia dispuesta, tenemos que hacerlo, necesitamos hacerlo.
“Cuando pienso en cómo pedirles a otras mujeres que se enfrenten al proceso judicial, no puedo evitar decir que va a ser desgastante y doloroso [...] pero que es importante hacerlo, que las que sentimos la fuerza lo hagamos, porque esa va a ser la manera de ir trazando un recorrido, de sentar fallos que generen una jurisprudencia”.
Más allá de la contención del entorno y de la familia, ¿cuál es la importancia de contar con redes feministas para transitar estos procesos?
Es la clave, porque muchas veces le contamos la historia a gente que no tiene las herramientas para decirnos “¿qué querés hacer?”, “¿cómo lo podemos hacer?”. Entonces, que [las redes feministas] nos puedan plantear “mirá, estas son tus posibilidades”, “esto es lo que puede pasar en la Justicia”, “estos son los tiempos que tenés en la Justicia”... Una persona que está en su estado de víctima por ahí no tiene la lucidez para hacer todo ese análisis, y a la persona a la que le contamos nuestra historia tampoco le podemos pedir, si no está metida en el tema, que sepa cuáles son las cosas que nosotras, víctimas, necesitamos. Lo más importante es que nos digan “te creo y te acompaño”, porque eso ya es lo primero reparador. Lo siguiente es ir a los lugares donde territorialmente siempre hay un grupo de mujeres que ya se organizó, que ya pasó por esto, que porque pasó por esto decidió organizarse, y que sabe cuáles son los pasos a seguir. Por eso es importante la red feminista: porque tiene toda esa conciencia de cómo contener, porque tiene la posibilidad de decirte “bueno, ahora esta persona necesita terapia”, explicarle al entorno “ahora va a estar sometida a estas presiones, entonces es importante que se le tenga esta paciencia”, porque te van a poder decir “esta es una abogada con la que podés contar”, “este es un camino que podés recorrer”, “esta es una fiscalía donde hay una perspectiva más amplia en términos de los derechos de las mujeres”. Ahí está la clave. Esas mujeres tienen la capacidad de cuidar en un momento en el que necesitás muchos de esos cuidados porque quizás lográs en algún momento dar la vuelta y poder ser vos la que lleva las riendas de aquello que sucedió. En realidad, eso no debería ser así: el resto de la sociedad también debería estar involucrado y encontrar el modo de acompañar a esa persona que, quiera o no, está poniendo el cuerpo, porque es su cuerpo el que estuvo vulnerado.
Hiciste pública tu denuncia en 2018, un año bisagra para los feminismos en América Latina, en parte por hitos argentinos como la instalación ese año del debate por el aborto legal y la ruptura del silencio contra la violencia sexual a través de tu caso. ¿Te parece que eso se tradujo en una revisión de los varones y en cambios en las formas en que se vinculan?
Sí. Pienso también que ha habido una gran orfandad y que, como no han podido encontrar otras referencias de masculinidades, los varones están recurriendo a masculinidades que vuelven a ser violentas y que, por ejemplo, embanderan el discurso de la libertad en términos personales, en vez de colectivos. En Argentina, por ejemplo, está pasando muy particularmente con alguien que viene con un discurso negacionista de todas las violencias, porque cuando [el candidato a la presidencia por La Libertad Avanza, Javier] Milei niega la cantidad de muertos y desaparecidos [durante la última dictadura cívico-militar], niega también a todas esas mujeres que fueron abusadas en el proceso de silenciar una forma de pensar diferente. Esto lleva también a pensar cuáles son las intersecciones entre hablar de lo democrático y hablar de lo democrático en términos de nuestros cuerpos y de la soberanía.
Creo que hemos derrumbado afortunadamente la idea del varón poderoso, heterosexual, hegemónico como el gran ideal, pero a la vez hemos dejado huérfanos como sociedad a muchos jóvenes que no encuentran referentes, que no encuentran un lugar y que sienten que quizás el feminismo no es el paraguas que los puede recibir, cuando debería ser el lugar donde recibirlos para que renuncien al “pacto de machos”, como dijo Rita Segato. Y sólo ellos pueden renunciar al pacto de machos. Sólo un varón en un grupo de varones puede decir “che, esto está mal”, no porque nosotras no vayamos a decirlo, sino porque no tenemos acceso a ese grupo de varones, no estamos ahí. Un varón que se anima a romper con eso también abre una puerta. Así como entre nosotras también nos abrimos puertas, es importante tener a esos varones que abren puertas y pedirles que renuncien a sus privilegios; es difícil, pero tienen que hacerlo, y no porque queremos que ellos tengan menos privilegios, lo que queremos es más derechos para todas y todos por igual.
Hoy estamos en un cruce entre cómo las mujeres hicimos tambalear la estructura y cuáles son los movimientos que se levantaron como backlash, como respuesta en contra de eso, que están tomando fuerza. Hoy Argentina se debate en qué modelo y qué identidad va a seguir eligiendo. Me parece que, afortunadamente, somos un pueblo con memoria que no va a retroceder, pero sí tenemos que ver que se nos ha corrido el discurso a la derecha, y por supuesto que en teoría no vamos a dejar avanzar en la lógica de la venta de órganos, pero ya estamos discutiendo eso, por ende, ¿cómo vamos a hacer para volver a discutir lo que nosotras estábamos discutiendo? Tenemos que analizar cómo esas dos cosas se entrecruzan y cuál es el rol fundamental de las mujeres y los feminismos que hicimos tambalear los cimientos del statu quo en el que los varones eran los dueños de esa supuesta democracia.