Catalina Martínez Coral es una de las abogadas que se sentaron a pensar cómo conseguir que la Corte Constitucional de Colombia despenalizara el aborto, en un fallo ejemplar para América Latina y Europa. Es la que explica, cuando se declara constitucional el aborto en Francia, que en Colombia también tiene rango constitucional; es la que marca que el sur hoy le marca el rumbo al norte y es la que también dio la discusión para que la campaña de Causa Justa tuviera un reguetón y que la frase emblemática “fuera el aborto del Código Penal” pudiera perrearse hasta abajo y saltar de alegría hasta arriba.
Catalina es directora para América Latina y el Caribe del Centro de Derechos Reproductivos y lideró los litigios del caso Paola vs. Ecuador y Manuela vs. El Salvador en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que constituyen dos de las sentencias más relevantes sobre derechos sexuales y reproductivos. También lleva adelante los casos de la campaña #NiñasNoMadres que cursan ante el Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas y que convierten los pañuelos verdes en un emblema de defensa de las más chicas.
Catalina es, sin dudas, una de las estrategas más influyentes del feminismo latinoamericano. Recorre desde El Salvador a Argentina y tiene un mapa de la situación regional que le permite pensar más allá de sus propias pisadas. Pero, además, sabe contar desde Instagram qué pasa en Estados Unidos y Europa. Y, de paso, contar de sus viajes, ponerse al volante con su familia y amigas, reírse fuerte –aunque a algunos les moleste que hable o ría y especialmente que ella, y muchas latinas, se hagan escuchar–, bailar salsa en Cali o disfrutar de recitales, de corridas y de una vida rica con esa palabra tan preciosa porque pone a la riqueza lejos del dinero y cerca del disfrute.
Catalina no sólo es sino que tiene el potencial de ser quien pueda debatir cómo incorporar más derechos en República Dominicana y sacar el silencio del aislamiento en el que quedan los contextos locales y extender los pañuelos hasta que el primer mundo entienda que el tercero logró causas emblemáticas y que debe ser reconocido y respaldado en la pelea por derechos en épocas de retrocesos, regresiones y reacciones a los avances de los feminismos. Catalina es parte de la que contagia las causas justas en Ecuador y que ahora se disputa otro fallo para legalizar el aborto y decir que si las mujeres son obstaculizadas o culpabilizadas en un hospital eso constituye una violación de su intimidad. Y, si la intimidad es política, Catalina es una maratonista que se levanta de las caídas y se convierte en un cuadro político (aunque la idea de cuadro era estática y geométrica, y ella integra un círculo en donde los conocimientos van y vuelven a las mujeres latinas). Pero, sí, Catalina corre y, con ella, muchas que saben que descansar es humano y seguir es –más que divino– feminista.
¿Cuál es la importancia de la sentencia de Causa Justa en 2022 y, dos años después, de la organización que sigue latente más allá de la despenalización del aborto?
Causa Justa es una experiencia realmente muy linda. Nos dejó unos estándares muy valiosos constitucionales que pueden usar todas nuestras cortes alrededor de la región porque estamos acostumbradas a salir a buscar derechos, en unos países más que en otros, pero es una regla general.
¿Por qué la sentencia consolida el freno a que el derecho penal se use contra el cuerpo de las mujeres?
La Corte [Constitucional] dejó clara la necesidad de no usar el derecho penal de forma excesiva y como primera opción, porque estás vulnerando el principio de última ratio, que es lo último que debería pasar. La corte entendió que hay tantos instrumentos en un Estado para regular el aborto antes que regularlo en el Código Penal que le hace un llamado a la normativa colombiana, y creo que eso va a irradiar a la región a pensarse “no, pucha, el derecho penal para esto, no”. Tenemos que regular el sector de la salud.
¿Qué pasa con la libertad de las mujeres y cuerpos gestantes para decidir?
En el análisis sobre la autonomía reproductiva se da poder de decidir a través de la libertad de conciencia y se ratifica que la decisión de seguir o no con un embarazo es tan íntima, tan personal, que hace parte de la conciencia de las personas, y es absolutamente maravilloso y espero que eso también sea modelo a seguir y algo que estamos tratando de construir en otros estados, porque recuperamos el derecho a la libertad de conciencia para las personas que pueden gestar.
¿Por qué es más importante el derecho a la libertad de conciencia que el derecho a la objeción de conciencia?
El derecho a la libertad de conciencia era un derecho que se estaba usando para proteger a aquellos que objetaban conciencia, que decían “por mi conciencia yo no puedo brindar un servicio de aborto”, pero ahora las mujeres y las personas que podemos gestar también podemos decir que la conciencia nos protege para decidir interrumpir un embarazo. Eso me parece revelador.
En un video emblemático de cuando era senadora, la ahora candidata a la presidencia de Estados Unidos Kamala Harris pregunta si hay alguna ley penal que regule el cuerpo de los varones. La respuesta es clara: no. ¿Qué pasa con la regulación legal sobre el cuerpo de las mujeres y diversidades?
Fue muy lindo en la decisión de la corte el análisis de la igualdad, porque el delito de aborto sólo persigue a mujeres o a personas gestantes. La corte lo que dice es “pensemos la igualdad de forma interseccional”. ¿Quiénes son las mujeres que no están accediendo al servicio? ¿Quiénes son las mujeres que están siendo criminalizadas? ¿Quiénes son las mujeres que están muriendo? Aquellas que tienen mayores condiciones de vulnerabilidad son las que hacen parte de grupos históricamente discriminados. La realidad de las mujeres en sus diversidades es muy diferente. Y es por eso que la corte decide dejar un plazo tan amplio [hasta la semana 24 de embarazo], porque, en realidad, lo que está haciendo simplemente es un ejercicio de justicia social, pues las que más obstáculos enfrentan, que son aquellas a las que más se les está vulnerando este derecho a la igualdad, son las que más tarde están llegando al servicio, y ellas también tienen que poder acceder como las que viven en las grandes ciudades. Entonces eso para mí es poderoso.
¿Cómo hacen para continuar después de lograr la sentencia para evitar la dispersión que afecta a tantos colectivos feministas después de logros o derrotas?
No ha sido fácil mantenerse unidas después de una victoria, del gol, del objetivo último. Estábamos todas unidas por la decisión. ¿Y cuál es el objetivo político ahora? Desde el inicio supimos que la decisión no era nuestro objetivo político porque cuando Causa Justa empezó a existir ni siquiera sabíamos que íbamos a presentar un caso ante la Corte Constitucional. En Causa Justa queríamos pensarnos en el movimiento activista feminista colombiano. Y pasamos dos años y medio sólo reuniéndonos. Ni siquiera habíamos barajado la estrategia de la corte hasta que dijimos “ah, pongamos una demanda”. Siempre entendimos que era entablar una conversación más que un litigio.
¿Cuáles son los recursos para mantener esa conversación y que no se diluya el colectivo?
No ha sido fácil y, desde entonces, estamos más dispersas. No es la misma dinámica que cuando estábamos litigando el caso y nos reuníamos cada semana. Ahorita nos cuesta un poco más vernos todas. Estamos haciendo un llamado a seguir la disciplina de la reunión. Y estamos pensando un encuentro nacional, a fin de año, para activarle fuego al movimiento. Queremos vernos entre todas las más de 100 organizaciones para volver a la base, y a lo político. Queremos pensar qué nos une en este momento y hacia dónde queremos ir. Pero escuchándonos entre todas y no sólo entre unas cuantas, y viéndonos y reconociéndonos en ese movimiento para inspirarnos a seguir y no dejarlo caer. Sabemos que mantenerlo es demasiado importante para luchar contra cualquier regresión.
Este año la aprobación del aborto con rango constitucional en Francia es un hito. Pero vos resaltás que el fallo de la Corte Constitucional en Colombia también le da un rango de esa envergadura. ¿Cómo es esa protección constitucional?
Existen diferentes formas de tener protecciones constitucionales al aborto. Una de esas formas es incluir expresamente el aborto como un derecho, como en el caso de Francia, donde es una libertad garantizada dentro de la Constitución. ¿Qué es lo que hace Francia? Incluye el aborto expresamente. Pero esa no es la única forma de proteger constitucionalmente el derecho al aborto. ¿Qué otras formas existen? Por ejemplo, que nuestras constituciones hablen del derecho a decidir el número de los hijos o el derecho a la autonomía reproductiva. Ahí estás incluyendo de manera indirecta el aborto sin mencionar la interrupción voluntaria del embarazo. Ese es el caso de Eslovenia, en donde es una redacción más amplia, pero ya está protegido constitucionalmente sin necesidad. ¿Cómo fue protegido en Colombia? A través de una decisión de la Corte Constitucional que lo que hace es darles contenido a los derechos que tenemos ya reconocidos dentro de la Constitución y a través de esos derechos decir “estos derechos constituyen el derecho a que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo y acceder a un aborto”. Entonces Colombia ya tenía una protección constitucional cuando Francia lo incluyó dentro de la Constitución.
¿Cómo es el caso de México?
México lo que hace es protegerlo a través de una decisión de la Corte Suprema que también tiene un control constitucional.
¿Hay que intentar que se imite el ejemplo de Francia y se dé rango constitucional al derecho al aborto?
Si Francia ya lo puso expresamente dentro de la Constitución, ¿ese es el norte que queremos que todos los países sigan? ¿Ahí es a dónde deberíamos ir? Mi opinión es que no. No nos deberíamos tener que poner un objetivo tan alto porque finalmente nuestras constituciones, a lo largo del mundo, ya tienen derechos fundamentales que protegen el derecho de las mujeres a acceder a un aborto y no tenemos que tener el aborto reconocido expresamente en una Constitución para que los derechos –que ya existen– nos permitan tener el derecho a decidir. Celebramos el paso francés. Es histórico. Es simbólico. Es importante. Pero no es el norte que tenemos que seguir. De lo contrario, les estamos haciendo el juego a los que van a decir “ah, no, es que no está expresamente dentro de la Constitución”, que fue lo que pasó en Estados Unidos. Hay algo que se llama “constitucionalismo viviente”, que entiende que la norma vive a través de los años y que se adapta a las sociedades y va cambiando con el paso del tiempo. Y ese poder lo tienen también los jueces y las juezas y la sociedad. No podemos quitarle ese poder viviente al derecho y volver a ser tan exegéticos como para tener que tener todo escrito en la norma.
¿Qué implica, aunque se haya permitido probablemente para no afectar a la industria farmacéutica, que la Corte Suprema de Estados Unidos haya evaluado prohibir la mifepristona que se necesita, junto al misoprostol, para realizar los abortos medicamentosos?
El caso de la mifepristona es aterrador. Y no sólo eso, [sino que] están prohibiendo la reproducción asistida en algunos casos. En su momento, cuando se prohibió el aborto, dijimos “esto va a afectar no sólo el aborto, sino muchos temas”, y ya lo estamos viendo. Hay restricciones al acceso a anticonceptivos y a la reproducción asistida. El tema del acceso a medicamentos no se perdió porque hay otros intereses detrás. Pero lo que tenemos que hacer es volver a ganar ese derecho en el Congreso para blindarnos, porque si no, pueden ir más allá. Las regresiones se encadenan. Ahora estamos volviendo a lo exegético y es lo que se escribió hace 50, 80 o 100 años, cuando la sociedad era otra.
¿Qué es lo que está pasando en República Dominicana con la restricción del derecho al aborto?
En Dominicana hay una prohibición total del aborto. Hace muchos años que se está tratando de despenalizar el aborto por tres causales. Se había organizado la sociedad civil diciendo que era una oportunidad histórica porque se estaba modificando el Código Penal y era la oportunidad para que se incluyeran en ese Código Penal tres circunstancias eximentes de responsabilidad del delito de aborto. Son esas tres causales por las que, históricamente, las mujeres en los países restrictivos de América Latina han podido acceder: cuando la vida o la salud de la mujer se encuentra en riesgo, cuando el embarazo es el resultado de una violación sexual o cuando hay una malformación incompatible con la vida. Desafortunadamente, se aprobó el código sin las causales y parece ser que en lo que resta del proceso es muy posible que el código quede sin esta reforma. Vuelven a fallarles a las mujeres. Vuelven las mujeres a quedarse sin la posibilidad de decidir, ni siquiera, en esas causales tan mínimas y tan fundadas en la dignidad del ser humano. Y es algo que hay que condenar, sobre lo que tenemos que elevar nuestras voces y acompañar a nuestras compañeras.
¿Qué puede pasar en Estados Unidos si gana Donald Trump?
Es muy probable que Trump pueda volver a ganar y creo que se va a enfrentar a una sociedad que está más lista para resistir. En la primera presidencia de Trump, nadie creía que eso podía pasar en una democracia tan antigua como la de Estados Unidos. Era casi imposible pensar que una persona como Trump pudiera ganar la presidencia. Y eso hizo que los tomara muy desubicados, que no pudieran tomar las decisiones estratégicas que tendrían que haber tomado. Si en algún momento la sociedad demócrata hubiera previsto que alguien como Trump podía llegar a la presidencia quizás se hubieran podido tomar decisiones estratégicas en su momento. Su presidencia va a ser profundamente regresiva, pero esperemos que se enfrente a una sociedad más preparada. La apuesta es a dar peleas a nivel estatal y volver a ganar el Congreso.
Las Bravas es un espacio de la diaria Feminismos que busca amplificar las voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa, por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.