Los 2.000 kilos de cocaína estaban ocultos debajo del piso en una chacra del oeste montevideano. Si bien el hallazgo fue precedido por un importante operativo de inteligencia, el dato que finalmente permitió dar con la droga fue aportado por los vecinos. “En determinado momento empecé a ver que las lombrices iban mucho más rápido que de costumbre. Algunas casi volaban. Además, se las veía especialmente hiperactivas por la noche, algo que no es común en ellas”, contó un vecino de la chacra en donde estaba escondida la cocaína.
Cuando se conocieron las primeras noticias sobre el comportamiento inusual de las lombrices, se trasladó hasta el lugar un equipo de científicos pertenecientes a la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, quienes examinaron varios ejemplares y llegaron a la conclusión de que estos nuevos hábitos no estaban relacionados directamente con la evolución de la especie o con cambios en el entorno, sino con que “esos bichos claramente no sabían tomar”. Los científicos dieron aviso a la Policía y esta montó el operativo. “El único problema es que ahora las lombrices están desesperadas. Temo que hagan alguna locura”, declaró el vecino responsable del hallazgo.
La hipótesis: “Creemos que buena parte de los cargamentos que salen por la costa se pierden en el mar. Se han avistado muchos delfines que hablan sin parar durante horas”. Científico perspicaz.