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Justicia

Daiana, madre de Ignacio Park.

Foto: Martín Hernández Müller

¿Qué pasó con el asesinato de tres adolescentes en Colón?

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A siete meses del hecho, aún no hay detenidos por el crimen.

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Unas horas antes de ser acribillados, Ignacio El Chino Ha Park, Juan Manuel Novaro y Nicolás Travieso coordinaban por Instagram a qué baile iban a ir. Era la noche del sábado 10 de agosto y querían festejar el cumpleaños del Chino, que el viernes había cumplido 17 años. Se conocían desde hacía unos meses y pese a que vendían entradas para el baile La NET, ninguno tenía mucho baile encima. Juan Manuel tenía 17 y Nicolás 18 años. Esa noche habían decidido festejar el cumpleaños en La Blessed. El Chino salió de su casa, en el complejo Verdisol, sobre las diez de la noche; la torta ya estaba armada y él había quedado en llevar una vela volcán. Fue hasta la casa de Juan Manuel, donde comieron unas pizzas y de ahí se fueron a lo de Víctor Méndez, de 24 años, a quien habían conocido hacía unos días e intentaban convencer de que los llevara en el auto, un Chevrolet Aveo gris.

Angie, hermana de Juan Manuel, recuerda ese día: “Yo pasé esa tarde con él [el sábado antes del homicidio]. Le di plata para que fuera a la barbería a cortarse el pelo. Él me iba a hacer un tatuaje porque yo estaba de licencia y le dije ‘te doy la plata adelantada’ para que se fuera a la barbería. Comimos unas pizzas y a eso de las once se fue. No hubo un problema en el medio, nada. Él era muy amigo de contarnos si le pasaba algo, y si tenía mala cara nos dábamos cuenta. Esa noche estaba recontento, yo no vi nada”.

En la casa de Víctor los tres amigos se encontraron con Héctor Espíndola, un adolescente de 16 años que viajaba en el asiento del acompañante en el momento del ataque. Salieron al baile La Blessed poco antes de las dos: “En la madrugada fui víctima de lesiones, iba con cuatro personas más, algunos están graves y otros muertos. Nos agarraron a tiros y prendieron fuego el auto”, declaró Héctor en el departamento de Delitos Complejos horas después del crimen.

“Yo estaba en la casa de Víctor con tres personas más, uno de ellos se llama Nicolás, a otro le decían Chino y el otro se llamaba Juan Manuel. Víctor se sentía mal porque había soldado y se acostó a dormir. Lo agitamos para salir y decía que no porque no se le pasaba el dolor, que nos prestaba la moto. Después de un rato arrancamos todos juntos con Víctor y nos dijo que iba a buscar a un compañero para ir al baile, no sé el nombre del compañero, me dijo el apodo pero no lo recuerdo”.

El compañero de Víctor los citó en la casa de su padre, en camino Colman y Alfredo Masa, cerca del hospital Saint Bois, pero cuando llegaron les dijo que estaba en la casa de un amigo, a unas cuatro cuadras de ahí, en la calle Pororó entre Colman y Carlos A López.

Víctor iba manejando, Héctor en el asiento del acompañante y, atrás, El Chino, Juan Manuel y Nicolás: “Cuando nosotros llegamos ya había un hombre parado en la esquina de la casa del compañero de Víctor, metido en una cabaña. Víctor tocó bocina, el compañero se asomó a la ventana y dijo que ya iba. Ahí nos agarran a tiros. Yo salí corriendo por la calle Pororó hacia Colman, dos hombres iban atrás mío, tirándome tiros. Yo me metí para adentro de un chatarrero, después salté por una cañada y en eso veo venir un móvil policial, me para y me fui con ellos”, contó Héctor.

“Llegando al hospital Saint Bois llamo [al compañero que iban a buscar] y me dice que no está en la casa ubicada por Colman, que se encontraría en una vivienda ubicada por la calle Pororó. Cuando llegamos a esa intersección en mi auto, veo venir a varios que salen del campito de enfrente y siento los disparos de arma de fuego impactando en mi auto, acelero desde el piso y logro moverlo un par de metros. Cuando el auto se detiene, abro la puerta, me tiro al piso y me arrastro por la calle hasta llegar a un árbol frente al chatarrero, me quedo agachado y veo a tres personas prender fuego mi auto y [escucho a] mis compañeros gritando atrapados dentro, también veo a otras dos personas correr a uno de mis compañeros hacia el chatarrero y enseguida llegan móviles policiales”, declaró Víctor.

En el auto, la Policía encontró los cuerpos del Chino, Nicolás y Juan Manuel en estado de carbonización semicompleta y con amputaciones de miembros provocadas por el calor del fuego. Según el informe del Instituto Técnico Forense, realizado a partir del relevamiento fotográfico y las pericias radiológicas y toxicológicas, el Chino murió por asfixia química por intoxicación por los gases del incendio, la presencia de hollín encontrada en las vías nasales da cuenta de que estaba vivo en el momento del incendio. Nicolás murió antes del incendio a causa de heridas de arma de fuego en la cabeza. Además, recibió varios disparos en el hombro, el brazo y la pierna derecha. Juan Manuel también murió por las heridas de arma de fuego que recibió en el tórax, el abdomen y el brazo izquierdo.

En los tres casos el informe forense señala que por el estado en que se encontraron los cuerpos no puede descartarse que existan más lesiones que las constatadas. Todos estaban desarmados.

Las familias de las víctimas

Angie Novaro. Foto: Pablo Méndez

Angie Novaro, hermana de Juan Manuel, llegó a la entrevista con la diaria con un sobre en la mano. Adentro del sobre estaba la escolaridad de su hermano. Había estado varios días tratando de conseguirla hasta que finalmente se la entregaron en mano en la adscripción de la Escuela Técnica de Colón, donde cursaba el cuarto año en el bachillerato técnico profesional en Programación y Videojuegos, y el primero en Automotores. “Esto demuestra que no era un delincuente”, fue lo primero que dijo.

La mamá de Ignacio Ha Park, Daiana Carbajal, también llegó a la entrevista con la escolaridad de su hijo, que estaba cursando tercer año en el liceo 62: 8 en dibujo, 9 en matemáticas. “¿Cómo una persona que se dedica al narcotráfico va a tener estas notas?”.

En la desesperación para que el caso no quede bajo la oscuridad de la etiqueta “conflicto entre criminales”, los familiares aluden permanentemente a la falta de antecedentes penales, al estudio o al proyecto de vida de los adolescentes asesinados, dejando a la vista cómo algunos cuerpos requieren mayor documentación que otros para legitimar su carácter de víctimas. Ante la inversión de la carga de la prueba, ponen su atención en demostrar la inocencia de sus familiares. Es la primera barrera que tienen que atravesar para acceder a la justicia.

A Ignacio le decían el Chino porque era hijo de Dun Dong Park Lee, un ciudadano coreano con quien la familia mantuvo contacto hasta la pandemia. Era el menor de tres hermanos, junto a Sebastián, de 20, y Lucía, de 18 años. Además de estudiar en el liceo, Ignacio practicaba kickboxing: “Él tenía un diploma y el cinturón azul. Sus sueños pasaban por ahí, se proyectaba en eso. Además, quería ser ingeniero. Él se crio en el complejo Verdisol; yo llegué al complejo con él con un mes de vida”. Daiana tiene una foto con su hijo, del día de su cumpleaños, que sacaron a pedido de Ignacio.

Cuando se le pregunta cómo era Ignacio, Daiana alude a los docentes que fueron a su entierro y a los amigos que tenía, algunos de ellos presentes en la primera entrevista con la diaria: “El Chino era alguien que no tenía problemas en ningún lado, no le hacía mal a nadie, era todo risa cuando estabas con él, se hacía querer en todos lados”, comentó un amigo que lo conocía desde los cuatro años.

“Con el Chino se conocían desde hacía tres meses, no era un amigo cercano, era un amigo de salir, pero que nadie le tocara a su amigo el Chino”, comentó Angie. “Yo a mi hermano lo crie con tremendo amor y también la [otra] hermana. Hacía tres meses que había empezado a ir a bailar; siempre hablábamos de que no le íbamos a decir todo lo que salíamos nosotras cuando éramos chicas porque ahora es un peligro. Él no tenía calle; se había separado de la novia y empezó a salir. Mamá le decía: ‘Salís un fin de semana sí y uno no’. No era ningún pichón de narco; no hubo respeto por su memoria, ni una gota de compasión a la adolescencia. La sociedad y los medios de comunicación tienen una falta de respeto… Él fue a salir y le pasó eso. Nadie le dio un cinco de beneficio de duda de saber quién era Juan Manuel, quién era Ignacio, quién era Nicolás”, cuestionó.

Angie y María Eugenia [que son representadas por el abogado Gumer Pérez] recuerdan a su hermano como “muy caballero y tierno”, un activo deportista que jugó al fútbol en todos los cuadros del barrio y soñaba con jugar en primera. También tenía facilidad para la electrónica, arreglar los aparatos que se rompían, y estaba a punto de ser tatuador profesional.

“La noche que él se fue, yo dejé el auto hasta la una de la mañana afuera, abrí una cerveza y me puse a charlar con un amigo; estábamos hablando de mi hermano, y le decía que no había llegado a llevarlo, que tenía miedo de la noche, los bailes, y en todo eso que estaba hablando sentí el tiroteo desde adentro de mi casa. Fue a la 1.50; capaz que hablé hasta las 2.30 de mi hermano. El domingo a las once y media de la mañana había salido a comprar el desayuno para esperarlo, pero se me fue el hambre. Mi madre empezó a llamar para ver en qué casa estaba y en eso nos llamaron para decirnos que había tres cuerpos quemados y uno era el de mi hermano”, contó María Eugenia.

“Yo caí al tercer día –cuenta Angie–. Fui consciente de lo que había pasado cuando una compañera de él de UTU me mandó un video que muestra cómo explota el auto; ahí fue que realmente dije ‘pasó esto’. Angie y María Eugenia se encargaron del perro y de un gallo árabe que cuidaba Juan Manuel: “El perro tenía una tristeza… y el gallo estaba muy nervioso, no te imaginás que un ave iba a tener idea de que faltaba Juan. El día que dejamos las cenizas dijimos: ‘¿Qué hacemos con el gallo?’, porque era él el que sabía qué hacía, si lo guardaba en el gallinero, a qué hora, y dijimos: ‘Bueno, lo dejamos en el cuarto de él’. Arriba de la cama habíamos dejado la urna, porque lo habíamos cremado y era todo muy pronto, no sabíamos ni qué íbamos a hacer. El gallo se subió arriba de la cama, puso una pata arriba de la urna y se quedó ahí como una hora hipnotizado”.

¿Cómo continúa la investigación?

Foto: Martín Hernández Müller

Los familiares, indagando en redes y entre conocidos, llegaron a identificar a ocho personas que participaron en el ataque. Además, dos informantes anónimos señalaron a dos personas como los responsables de entregar a Víctor. La principal hipótesis es que se trató de una emboscada contra el joven de 24 años, que pertenece a una familia que tiene vínculos con el crimen organizado en disputa con otra organización criminal.

La investigación logró determinar un vínculo indirecto entre los presuntos atacantes y los señalados por los informantes. La Policía allanó los domicilios de los señalados y confirmó que habían huido al interior del país, pero no fueron detenidos. Fuentes de la Fiscalía dijeron a la diaria que se está trabajando en el caso y que están abiertas varias líneas de investigación. Se tomó declaraciones a testigos y se realizaron allanamientos y diligencias para llegar, con la mayor cantidad de información, a indagar a los principales sospechosos, a los efectos de limitar sus posibilidades de mentir.

A pedido de la Fiscalía, la Justicia dispuso un exhorto a Instagram para saber a quién pertenece una cuenta que señaló a presuntos autores y afirmó que habían cobrado dinero por organizar la emboscada. También se analizaron las cuentas que intercambiaron con Víctor para determinar el lugar de encuentro y se relevaron las cámaras del lugar. Las pericias balísticas también determinaron que en el hecho se utilizaron las mismas armas que fueron utilizadas en una rapiña y un homicidio en 2020 y en un tiroteo en 2024.

“Es un caso que tiene un trasfondo oscuro y la gente tiene miedo. Estamos hablando de una emboscada y de personas ejecutadas por una banda criminal. Cuando pasan este tipo de casos nadie se quiere meter, por miedo. No se puede poner como excusa que los testigos no se animen a declarar, este Código [del Proceso Penal] da potestades para llamar a testigos protegidos que van a declarar en forma anónima, con voz distorsionada, y más si fueron testigos directos de lo que pasó. La Justicia no se puede excusar en que no tiene los recursos, para generar impunidad”, expresó el abogado de Daiana Carbajal, Claudio Chaben, que pertenece al grupo de abogados voluntarios del Centro Francisco Pérez.

A principios de este mes, el abogado presentó un escrito solicitando varias diligencias, entre ellas la declaración de los policías que participaron en el descubrimiento de los cuerpos y de los que llevaron a cabo los allanamientos en los domicilios de los presuntos atacantes. Además, pidieron la declaración de testigos directos de los allanamientos y de personas vinculadas a las víctimas, que expresaron conocer quiénes eran los autores intelectuales del hecho y no declararon ante la Fiscalía.

El cambio de los cuerpos

Los cuerpos ingresaron a las 6.30 a la morgue, y luego de ser periciados fueron entregados a las familias. Los familiares de Juan Manuel e Ignacio fueron citadas para recibir los cuerpos. Daiana pidió para verlo, pero le dijeron que no. Después de mucho insistir, les permitieron hacer el velatorio. Cuando la mamá de Juan Manuel ingresó a la sala del velatorio de su hijo se dio cuenta de que tenía una cadenita que era del Chino. Ante los gritos, los funcionarios le dijeron que el cuerpo iba de vuelta al Instituto Técnico Forense (ITF). La mamá de Juan Manuel fue hasta la sala del velatorio de Ignacio y le entregó la cadenita a Daiana, pero como había pruebas de ADN de por medio pensaron que se habían prestado la cadenita.

Ante la duda de la familia de Juan Manuel, la Fiscalía pidió a la Justicia la realización de un nuevo ADN y finalmente se constató que los cuerpos habían sido cambiados. A la familia de Juan Manuel le entregaron el cuerpo del Chino. Por este hecho, el abogado Ismael González, que representa a la familia Travieso, iniciará una demanda civil contra el Ministerio del Interior y el Poder Judicial.

El Poder Judicial inició una investigación administrativa que concluyó que el ITF no tenía responsabilidad en la manipulación negligente de los cuerpos, aunque en el mismo informe advirtió la necesidad de corregir las cámaras de seguridad del ITF porque la mala calidad de la imagen y la posición de las cámaras no permite el recorrido de los cuerpos. Además, da cuenta de la falta de correspondencia entre los códigos de identificación que utiliza la Policía Científica y los utilizados en la morgue. “No existen responsabilidades atribuibles a técnicos y funcionarios de Centro de Servicios Periciales“, concluye el informe, al que accedió la diaria.

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