Ebullición en el patio trasero del Kremlin, humo mediático y crisis energética en Europa. Próximos a los diez meses de la invasión rusa, que se cumplirán en la víspera de la Navidad occidental, los ecos de la guerra de Ucrania resuenan de forma cada vez más sostenida y en más ámbitos. En Francia fogonean la inflación y la apuesta por el metano, de cuestionable impacto ecológico. En Hungría, el presidente Viktor Orbán hace malabares para acompasar su pertenencia a las instituciones europeas y atlantistas con sus compromisos con Moscú. En Asia Central se ensancha la influencia de Turquía y China (e incluso de Estados Unidos), a tono con el descontento creciente con Rusia, garante de la seguridad de muchas exrepúblicas soviéticas.
Mientras siguen los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza y la situación humanitaria no deja de deteriorarse, se acaba de evitar un nuevo conflicto de consecuencias potencialmente devastadoras entre Tel Aviv y Teherán. Sin embargo, nada parece capaz de poner fin a la lógica de enfrentamiento entre estos dos viejos enemigos.
Los conflictos bélicos recientes han marcado el regreso de la artillería clásica, las minas, los bombardeos, las trincheras. Sin embargo, en el ámbito aéreo, el campo de juego se caracteriza por el uso de drones, en su mayoría armados, que fueron el principal instrumento del bombardeo iraní contra Israel. ¿Cómo prepararse para este nuevo tipo de ataques e infiltraciones?
Desde 2015, la abrumadora mayoría de los migrantes de la Comunidad de Madrid son latinoamericanos. En su mayoría venezolanos, muchos son millonarios que se vuelcan al mercado inmobiliario por sus ventajas fiscales, agudizando el proceso de gentrificación y especulación inmobiliaria. Fuertemente antichavistas, conforman un polo de derecha cada vez más fuerte en la capital española.
Desencadenadas por la competencia desleal de los cereales ucranianos, las protestas de los agricultores europeos han provocado un preocupante retroceso en el respeto por la vida y la naturaleza. En Francia, el gobierno y la agroindustria han desviado la ira de los agricultores para evitar responder a las verdaderas cuestiones planteadas por las disparidades de ingresos, condiciones de trabajo y el libre comercio.