Aquí están, con otros nombres y otros enigmas, los mismos de siempre. Están los señorones que manejan el servicio secreto británico; están los que durante décadas han chapoteado en el lodazal del espionaje para conspirar a favor o en contra de algún gobierno; están quienes, sin saberlo, participan y acaban por ser víctimas de esos barros siniestros. Pero en Proyecto Silverview está sobre todo el alma de John le Carré, su visión desencantada de una nación que nunca se sintió europea y su amargura ante la pérdida definitiva de ciertos valores.
La intriga, soporte básico de toda novela de espías que se precie, en este caso es apenas una coartada –muy sólida, por cierto– para que los personajes muestren las cartas que casi nadie se atreve a mostrar en el Reino Unido del brexit. Una de ellas enseña las peligrosas ruinas de una Guerra Fría que, en los hechos, nunca terminó. Hay un refugio ubicado en algún punto de East Anglia, donde los británicos actuaron por décadas como una servil comparsa de los estadounidenses: “Una especie de laboratorio de ideas del Pentágono con añadidos británicos. Había generales de cinco estrellas que iban y venían como yoyós. Jefazos de Langley, de la NASA, de Defensa y la brigada de la Casa Blanca”.
De ese pasado tan poco digno surgen las grandes preguntas que sobrevuelan el libro, y que acaban por anidar en la mansión que le da título. ¿Para qué hicimos lo que hicimos? ¿Valió la pena? ¿Dónde está el fondo de nuestro pozo? Esta obra póstuma de un gran escritor pone en tela de juicio, con pinceladas justísimas, el proceder del llamado “mundo occidental” durante las últimas seis décadas. Y lo hace sin estridencias, con la sutileza y los matices propios de la vida cotidiana. Así son los espías.
En la novela, el centro del mundo es una casona llamada Silverview, un sitio desbordado de tristeza, susurros, asuntos “de los que es mejor no enterarse”. Ese lugar, ubicado en una pequeña localidad costera de East Anglia, conecta a sus habitantes con el universo del espionaje, con las sucesivas crisis en Medio Oriente, con los vericuetos del Kremlin –tan enemigo ahora como hace medio siglo– y, faltaba más, con Whitehall. La política hace y deshace, y el novelista toma nota para inventar una verdad que se oculta en la tranquila realidad de un pueblito como tantos.
Hay otro misterio que ya nunca se resolverá. Le Carré finalizó la novela en 2014, pero la guardó en un cajón. No era un texto secreto, pues su editor, su agente, su esposa y sus hijos sabían de su existencia y, quizá, ya lo habían leído. Sin embargo, el autor decidió mantener inédito el libro hasta después de su muerte. A su hijo Nicholas (el escritor Nick Harkaway) lo designó en su momento curador de la novela. David Cornwell, alias John le Carré, murió de neumonía en diciembre de 2020, a los 89 años. Silverview vio la luz pocos meses más tarde. Aquel Occidente vetusto, más descalabrado que nunca, tiene en esas páginas una especie de obituario, que puede leerse también como un presagio de los males que, en aquel entonces, todavía estaban por llegar.
Proyecto Silverview. John le Carré (Traducción: Manuel Buenaventura). Planeta, 2022. 304 páginas. 920 pesos.