Ingresá

Soldado israelí cerca de la frontera con Gaza, en el sur de Israel, el 9 de octubre.

Foto: Jack Guez, AFP

Sagrada unión de fachada

9 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

A la cabeza de un gobierno ampliado de urgencia, el premier israelí Benjamin Netanyahu no admite ninguna responsabilidad por las fallas puestas en evidencia por el atentado de Hamas contra sus ciudadanos. También ha sido criticado por mostrar poca empatía con las familias de las víctimas. Su futuro político pende de la guerra.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Tras el ataque de Hamas, el reflejo inmediato de la población israelí fue cerrar filas, multiplicando los actos de solidaridad y ayuda mutua. Por su parte, los dirigentes políticos, más allá de sus declaraciones marciales, trataron de poner buena cara permaneciendo muy discretos en la escena pública. Los sobrevivientes de los asesinatos y las familias de los rehenes recibieron con mucha hostilidad a los pocos ministros, representantes o funcionarios que acudieron a reunirse con ellos. El primer ministro Benjamin Netanyahu tardó cinco días en tomar la decisión de ampliar su gobierno incorporando a su principal rival, el centrista y ex jefe de Estado Mayor Benjamin Benny Gantz y a otros cuatro miembros del partido de la Unión Nacional. Se resignó a ello bajo la presión de la opinión pública, que no esperó al final de los combates para exigir responsabilidades o incluso su renuncia. En los diarios, incluidos los de derecha, en la televisión y directamente en las calles, mucha gente denunció a un gobierno que había demostrado una incompetencia ostensible antes, durante y después de la sangrienta ofensiva de Hamas.

Las críticas van desde la incapacidad de los servicios de inteligencia para impedir el atentado hasta la demora del ejército en acudir en ayuda de los civiles que sobrevivieron a las masacres, por no hablar del silencio oficial sobre la suerte de las decenas de rehenes secuestrados por los atacantes. Otra recriminación es que muchos israelíes no entienden por qué los ministerios siguen trabajando con sus rutinas y horarios habituales, incluido el cierre durante el sabbat, cuando tanta gente necesita ayuda. Por tanto, es la “sociedad civil” la que se ha movilizado para asumir tareas que deberían corresponder al Estado, como ayudar y consolar a las familias afectadas por los asesinatos.

Al jefe de Gobierno, principal blanco de las críticas, se lo acusa de ser el principal responsable de la tragedia, de no haberla visto venir y de haber estado obsesionado con su proyecto de reforma judicial, que pretendía, entre otras cosas, poner fin a los procesos en su contra. Este asunto había polarizado a la sociedad, llevando a decenas de miles de israelíes a manifestarse cada sábado desde enero, mientras que algunos reservistas se negaban a reincorporarse a sus unidades. Netanyahu también ha sido criticado por aferrarse a su creencia de que Hamas no se atrevería a desafiar la potencia militar de Israel y se conformaría con mantener su poder sobre la Franja de Gaza sin preocuparse por la persistencia de la colonización de Cisjordania.

En los primeros días posteriores al ataque, sólo el mando del Ejército reconoció su fracaso a la hora de impedir que comandos palestinos se infiltraran en territorio israelí para atacar objetivos militares y cometer actos de violencia contra civiles. “Tsahal [las Fuerzas de Defensa de Israel] es responsable de la seguridad del país y de sus ciudadanos y el sábado por la mañana, en la zona que rodea la Franja de Gaza, no estuvimos a la altura de esa responsabilidad. Sacaremos lecciones de esto, investigaremos, pero por el momento, estamos en guerra”, declaró el jefe de Estado Mayor, el general Herzi Halevi, desde el sur de Israel, el 12 de octubre.

En cambio, al cierre de esta edición, Netanyahu no admitía responsabilidad alguna por la cascada de errores que desembocó en el primer atentado a gran escala en suelo israelí desde 1948. Por el contrario, la oficina del primer ministro sugirió que el Ejército era responsable, subrayando que Netanyahu había sido informado del ataque demasiado tarde.

En su discurso ante la Knesset (el Parlamento israelí) el 13 de octubre, durante la votación sobre la ampliación del gobierno de “emergencia nacional” y la creación de un comité de guerra selecto, el primer ministro, vestido de negro y visiblemente conmocionado por el giro de los acontecimientos, prefirió ensalzar el valor demostrado por civiles y soldados, proclamar que “el pueblo y sus dirigentes están unidos”, vincular las masacres a los horrores de la Shoah, equiparar Hamas con la organización del Estado Islámico (EI) y prometer que la guerra contra la organización islamista palestina terminaría con su aniquilación. “En su discurso hubo de todo menos una asunción de responsabilidad, salvo una palabra; ni una sola palabra de disculpa. Como si no hubiera estado allí, pero la verdad es que no estuvo”, comentaba al día siguiente el diario de gran tirada Yediot Aharonot.

(Poco) futuro político

Dos encuestas realizadas justo antes del anuncio de la ampliación del gobierno indican que el nivel de popularidad del líder del partido de derecha Likud, ya en declive en los últimos meses, cae en picada. Según un sondeo de opinión entre la población judía publicado por el diario en lengua inglesa Jerusalem Post, el 86 por ciento de las personas entrevistadas cuestiona el “liderazgo del país”, una ligera mayoría (el 56 por ciento) considera que el primer ministro debería renunciar al término de la contraofensiva israelí conocida como “Espada de hierro”. Según una encuesta publicada por el diario de derecha Maariv, en caso de elecciones legislativas, el partido gobernante, Likud, se quedaría con 18 escaños (frente a los 32 actuales), mientras que el partido de Gantz ascendería a 41 diputados (frente a las 12 actuales). En total, la oposición tendría 78 de los 120 diputados.

Aunque la guerra en Gaza es el centro de atención, no se puede negar que el futuro político de Netanyahu está en el aire, aunque todavía no haya nada definido. A pesar de la enorme conmoción causada por el ataque de Hamas, las divisiones políticas persisten. El líder de la oposición, el diputado Yair Lapid, número uno del partido Yesh Atid (centro), se negó a ver en el equipo ministerial ampliado “un verdadero gobierno de unidad nacional”: las prerrogativas de Gantz y del ex jefe de Estado Mayor, Gadi Eizenkot, siguen siendo vagas en extremo, aunque formen parte del gabinete de guerra junto con el primer ministro, el ministro de Defensa Yoav Galant (Likud) y el ministro de Asuntos Estratégicos Ron Dermer (Likud). Este gabinete ampliado toma decisiones, pero legalmente su rol sigue siendo consultivo. Sus dictámenes deben ser ratificados por un órgano en el que la derecha y la extrema derecha tienen una amplia mayoría, formado por el gabinete de Defensa y otros ministros.

En cualquier caso, la inclusión de Gantz y Eizenkot, dos antiguos jefes del Ejército con una experiencia militar de la que carecen otros ministros –algunos no completaron el servicio militar–, debería permitir a Netanyahu contrarrestar las exigencias de las figuras más extremistas de su gobierno, como Itamar Ben-Gvir (Seguridad Pública) y Bezalel Smotrich (Finanzas). Este reequilibro también ha contribuido a dar al gobierno una imagen más moderada, tanto en el campo interno como en el internacional.

Queda por ver si este equipo ampliado será capaz de conducir a Israel a la aplastante victoria que promete a su pueblo. Hay que reconocer que el objetivo asignado al Ejército es modesto. No se trata de erradicar a Hamas, sino de destruir su brazo armado. Pero este objetivo llevará tiempo. Un tiempo que apremia para Israel –por el impacto que su respuesta militar está teniendo en la opinión pública mundial–, pero que ofrece un respiro para el futuro político de Netanyahu.

Marius Schattner, periodista. Traducción: Emilia Fernández Tasende.


Reacciones internacionales

Japón

El primer ministro japonés, Kishida Fumio, “condena enérgicamente los ataques que afectaron gravemente a civiles inocentes (...) e insta a que [los rehenes] sean liberados”. En una serie de publicaciones en X (antes Twitter), Kishida añade: “Japón también está profundamente preocupado por el número de víctimas en Gaza. Todas las partes involucradas deben actuar con la máxima moderación”. A diferencia del “presidente estadounidense Joe Biden y del primer ministro británico Rishi Sunak, Kishida no calificó los ataques de Hamás de ‘terrorismo’”, precisa el diario Nikkei Asia (11 de octubre). “Japón no se sumó a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia, que emitieron [el 9 de octubre] una declaración conjunta (...) prometiendo apoyo a Israel”.

China

Nada más anunciarse los ataques de Hamás, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores afirmó que “China está profundamente preocupada por la actual escalada de tensiones y violencia” y pidió “a las partes que actúen con moderación”. Durante la rueda de prensa del 9 de octubre aclaró: “Estamos profundamente entristecidos por las víctimas civiles y condenamos los actos que dañan a los civiles. Nos oponemos a las medidas que agravan el conflicto y desestabilizan la región y esperamos que los combates cesen y la paz regrese pronto. La comunidad internacional debe desempeñar un papel eficaz para ayudar a calmar la situación”. China, que trabajó por el acercamiento entre Arabia Saudita e Irán, teme que sus esfuerzos sean destruidos. Y recordó que ninguna “ola de reconciliación en Oriente Medio durará mientras el conflicto palestino-israelí siga sin resolverse”. Para “poner fin al ciclo de violencia”, destacó otro portavoz del ministerio al día siguiente, “es esencial relanzar las conversaciones de paz, implementar la solución de dos Estados y buscar una solución integral y adecuada al conflicto” lo antes posible, para que puedan tenerse en cuenta las preocupaciones legítimas de las partes. (Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores, 9 y 10 de octubre, Global Times, 10 de octubre).

Indonesia

Joko Widodo, conocido como Jokowi, presidente de Indonesia, el país más poblado del mundo musulmán, pidió “el cese inmediato de la guerra y la violencia para evitar más pérdidas de vidas y destrucción de propiedades, debido a la escalada del conflicto puede tener un impacto humanitario mayor (...) La causa fundamental del conflicto, que es la ocupación de tierras palestinas por parte de Israel, debe resolverse inmediatamente de acuerdo con las [resoluciones] de la ONU”. Indonesia no tiene relaciones diplomáticas con Tel Aviv.

El diario en inglés más leído de Indonesia, Jakarta Post, afirma en su editorial: “Condenamos enérgicamente las matanzas de civiles israelíes que tuvieron lugar cuando Hamas lanzó la Operación Inundación de Al-Aqsa en las primeras horas del 7 de octubre, así como las matanzas israelíes en represalias, que costaron más vidas inocentes. Ambos actos son igualmente injustificables según las normas internacionalmente aceptadas. Ninguna de las partes puede considerarse ganadora. Ambos son perdedores”. (“No más ojo por ojo”, 11 de octubre). NdR: Recuérdese que Indonesia era el anfitrión original del mundial de fútbol sub-20 de este año, condición que le fue retirada debido a que se negó a recibir a la selección de Israel; la FIFA le otorgó la sede a Argentina para un torneo que terminó ganando Uruguay.

BRICS

Si bien la cuestión palestina había desaparecido de las grandes cumbres internacionales, la de los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que se celebró entre el 22 y el 24 de agosto en Johannesburgo, hizo clara referencia a ella en su comunicado final: “Expresamos nuestra profunda preocupación por la terrible situación humanitaria en los territorios palestinos ocupados debido a la escalada de violencia resultante de la continua ocupación israelí y la expansión de los asentamientos ilegales. Hacemos un llamado a la comunidad internacional para que apoye negociaciones directas basadas en el derecho internacional, incluidas las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de las Naciones Unidas y la Iniciativa de Paz Árabe, encaminadas a una solución de dos Estados y que conduzcan al establecimiento de un Estado palestino soberano, independiente y viable”.

Ambigüedades balcánicas

Mientras parte de la población musulmana de Bosnia-Herzegovina o Kosovo muestra su apoyo a los palestinos, Pristina (capital de Kosovo) dispone de una embajada en Jerusalén. Željko Komšić, copresidente croata de Bosnia-Herzegovina y aliado de los bosnios, acabó llamando al embajador israelí “idiota malicioso” por no haber entendido sus confusos comentarios sobre Gaza. Por su parte, el presidente de la República Serbia de Bosnia, Milorad Dodik, reafirmó su total apoyo a Israel. “Nadie puede entender a los judíos mejor que los serbios”, había declarado ya en 2022 al Jerusalem Post.

Andinos

El presidente colombiano Gustavo Petro reaccionó en la red X a los atentados del 7 de octubre incluyendo un llamado a un “diálogo de paz en el que se reconozca de manera integral el Estado palestino”, lo que no gustó a Israel. Menos agradó aún en Tel Aviv la comparación posterior que hizo Petro entre Gaza y el campo de concentración nazi de Auschwitz (9 de octubre), al comenzar los bombardeos sobre la franja. La cancillería de Israel calificó estas palabras como “hostiles y antisemitas” y convocó a la embajadora de Colombia “para una conversación de reprimenda” (15 de octubre), a lo que el mandatario del país sudamericano respondió que “si hay que suspender relaciones exteriores con Israel las suspendemos. No apoyamos genocidios”. Una semana después el vínculo pareció recomponerse de manera parcial, con una reunión de Petro con los embajadores de Israel y Palestina, por separado. El 31 de octubre Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Israel por sus ataques a Gaza. El mismo día el presidente de Chile, Gabriel Boric, acusó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de violar “abiertamente” el derecho internacional.

Uruguay

El mismo día 7 la cancillería uruguaya había manifestado “su rechazo absoluto al terrorismo y su compromiso con la seguridad de Israel”. Luego el ministerio de Defensa envió un avión Hércules para repatriar compatriotas hacia Madrid. Hasta el cierre de esta edición (23 de octubre) no había habido comunicados ni acciones vinculadas con los bombardeos de Israel sobre Gaza. En el caso de la oposición, el Frente Amplio dio a conocer dos comunicados. En el primero, de día 7, señaló que esa fuerza política “rechaza y condena los recientes ataques perpetrados desde Gaza contra Israel”, manifestó “solidaridad para con la población afectada” y llamó, al mismo tiempo, a “suspender las acciones que agraven más aún la situación y a reimpulsar negociaciones para un acuerdo de paz firme y duradero en el marco del derecho internacional y sobre la base de la coexistencia pacífica de los dos Estados con fronteras seguras acordadas mutuamente e internacionalmente reconocidas en conformidad a las resoluciones adoptadas por ONU”. Dos días después, en un comunicado de seguimiento sobre la situación, incluyó el concepto de “acciones terroristas del Grupo Hamas” para lo ocurrido el 7 de octubre. El expresidente uruguayo José Mujica (Frente Amplio), que fue rehén durante la dictadura, pidió a quienes tienen en su poder rehenes latinoamericanos, que los liberen ya que con ese “puñado” de capturados no va a “resolver el problema de Palestina” (19 de octubre). Un día más tarde, varios colectivos de izquierda y organizaciones sociales (incluida la central obrera PIT-CNT) rechazaron los bombardeos israelíes de los días siguientes y realizaron una marcha por el centro de Montevideo.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura