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Renaud Camus, durante una sesión de fotos, en París el 9 de diciembre de 2021.

Foto: Joel Saget, AFP

La desaparición del hombre blanco

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El 10 de abril, los diputados europeos adoptaron el Pacto sobre Migración y Asilo, que endurece aún más los controles en las fronteras de la Unión Europea. En este mundo atrincherado, donde Occidente teme por la afluencia de extranjeros foráneos o refugiados climáticos, la literatura tuvo un papel significativo en el surgimiento del mito racista.

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Simple, eficaz. Pero ¿de dónde proviene esta fórmula elevada en apenas unos años a la categoría de mito moderno para uso de los ultranacionalistas de todos los países? La pregunta inspira dos respuestas que, a su vez, cuentan dos historias de lo que sería el “gran reemplazo”. Documentar la primera, puramente fáctica, requiere sólo una breve investigación en internet y en algunas lecturas poco recomendables. El autor de la expresión se llama Renaud Camus, un escritor vanguardista que disfrutó de un gran éxito entre los años 1970 y 1980, hasta que un escándalo –vinculado a su antisemitismo– empañó su reputación en el 2000 y puso de relieve su giro hacia la derecha –que en realidad se había producido hacía tiempo atrás1–. La polémica no impidió que el autor reuniera a su alrededor una pequeña comunidad de aficionados. En 2002 fundó el Parti de l’In-nocence [Partido de la In-nocencia], que multiplicó los comunicados de prensa sobre el tema de las supuestas nocences [“nocencias”, por molestias], y se centró en particular en la inmigración y en el “cambio poblacional”.

El mito racista

La matriz ideológica del mito ya existía cuando, en abril de 2009, Camus llamó a su comunidad en el foro en línea del partido a deplorar “la falta de palabras, de buenas palabras”, de los antiantirracistas. “Sería infinitamente apropiado disponer de un término más polémicamente eficaz. ¿Alguna sugerencia?”2. Conocemos el resultado de esta “reflexión”: la elaboración de la expresión “gran reemplazo” que entrelaza una dimensión lúdica y literaria –la creación colectiva de neologismos racistas– y una lógica más política: a través de una estrategia de eficiencia discursiva, la búsqueda de la fórmula más simple semánticamente.

Renaud Camus no es el primero en profetizar la desaparición del Occidente blanco bajo una ola extranjera. Ensayos como Eurabia, el eje euro-árabe, de Bat Ye’or (éditions Jean-Cyrille Godefroy, París, 2006), o Una revolución ante nuestros ojos. Cómo el islam transformará Francia y Europa, de Christopher Caldwell (éditions du Toucan, París, 2012), ejercieron una influencia indiscutible3. En Francia, en general, la literatura tuvo un papel significativo en el surgimiento del mito racista, lo que nos permite establecer otra genealogía del “gran reemplazo”.

Así, a finales del siglo XIX asistimos a la difusión del “peligro amarillo”. Este mito invirtió la relación entre Europa y China (y a veces entre Europa y África), contribuyó a fomentar la colonización4 e inspiró toda una serie de novelas populares. Entre estas, China y Europa en el año 2000, novela en fascículos de Henri de Noussane publicada en 1900, o La invasión amarilla, de Émile Driant, bajo el seudónimo de Danrit, que tuvo un éxito inmenso en 1904 después de La invasión negra (1894), así como ciertos pasajes de Pierre Loti o Jean Lorrain cuya estética decadente invierte el peligro amarillo: en La maldición de los Noronsoff (1902) un héroe agonizante llama a “los asiáticos y a su futura invasión” o reclama a “los hunos de Atila y los tártaros de Genghis Khan, todas las hordas de las razas amarillas para que maten, saqueen, roben y masacren a los habitantes de Niza”. Al otro lado del Canal de la Mancha, el mismo mito inspiró la figura del diabólico Dr. Fu-Manchu, inventado por Sax Rohmer en 1912.

En la novela El último blanco, Yves Gandon imagina en 1945 que los blancos se han exterminado entre sí. El asunto de esta desaparición persistió tras la Segunda Guerra Mundial. Publicada en 1969, ocho años después de su muerte, la última novela de Louis-Ferdinand Céline, Rigodón, relata la caída del Tercer Reich y la relaciona constantemente con la de Bizancio, invadida por las demás razas. Predice la próxima invasión de los amarillos, de los “afroasiáticos”, de los chinos en Brest: “No habrá más blancos en el año 2000, no habrá nada de que preocuparse...”, todo ello ante la indiferencia de “nuestros Grandes-Transportadores”. La expresión hace eco de los “transportadores de todas las carnes” de su panfleto L’École des cadavres publicado en 1938 –es decir, los líderes que trafican carne de cañón–, pero también tiene una inquietante resonancia con la expresión acuñada por Renaud Camus.

Unos pocos hombres blancos

El racismo biológico de Céline, sin embargo, se inscribe en un contexto de temor al comunismo y a las guerras de independencia. La dimensión colonial ya parecía más lejana cuando, en 1973, el novelista Jean Raspail describió en El desembarco la inminente invasión de Occidente por hordas procedentes de la India. Esta novela de anticipación marcó un punto de inflexión: si bien su forma la vincula con la literatura de los peligros “amarillo”, “negro” o “judío” –dramatiza la desaparición de la raza blanca de manera épica, a través de escenas de guerra–, su racismo tiene menos la función de incitar a la conquista colonial que la de alentar a rechazar la inmigración.

De sensibilidad monárquica, Raspail estaba entonces cerca del Parti des Forces Nouvelles [Partido de las Nuevas Fuerzas], un competidor del Front National [Frente Nacional]. Desde entonces se ha convertido en un ícono, consagrado entre otros por Sylvain Tesson, quien rindió homenaje a su “estética del hundimiento, de la caída de los mundos, ese momento en el que contemplamos algo por última vez ante los rayos de un sol moribundo”5. Sin embargo, la transición iniciada por Raspail del racismo imperialista al racismo antiinmigracionista fue acompañada precisamente de un cambio de registro estético: de las novelas épicas y catastrofistas, cuyo argumento era la pura inversión de la realidad colonial, los autores racistas prefirieron ahora una forma no ficcional, el ensayo, para abordar un fenómeno real, la inmigración extraeuropea.

En su juventud rumana, Emil Cioran fue un simpatizante activo del movimiento fascista y antisemita Guardia de Hierro. Después de haber adquirido fama en Francia de ensayista de elegante nihilismo gracias a sus desilusionados aforismos –y antes de entrar en la Bibliothèque de La Pléiade (Gallimard) en 20116–, se interesó por las tesis de Alain de Benoist, heraldo de la nueva derecha llamada “civilizacional”7. En 1977 publicó en La Nouvelle Revue française (Gallimard), un texto titulado “Las dos verdades” en el que nos brinda las impresiones que le inspiró el espectáculo de los inmigrantes en el metro: “Las migraciones, hoy, no se hacen más por desplazamientos compactos sino por infiltraciones sucesivas: se insinúan poco a poco entre los ‘nativos’, demasiado exhaustos y demasiado distinguidos para rebajarse a la idea de un ‘territorio’. Después de mil años de vigilancia, se abren las puertas...”.

Richard Millet, novelista hoy marginado por sus comentarios reaccionarios, pero durante mucho tiempo eminente figura de la editorial Gallimard, utilizó en varias ocasiones una escenografía similar a la de Cioran. El autor también se representó a sí mismo en el metro o en el RER como el “único blanco”8 (a excepción de algunos franceses degenerados, lesbianas, jóvenes con rastas o blancos con velo), en una multitud “compuesta de negros, magrebinos, paquistaníes, asiáticos y varios tipos de razas mixtas”9. El “gran reemplazo” tiende así, por un lado, a sustituir una retórica épica de invasión bárbara por otra, melancólica, de infiltración. Por otra parte, si la novela crea relatos estructurantes para el imaginario, el ensayo como género permite la valorización de las intuiciones. Como explicó Gilles Deleuze a Le Monde (20-6-1977): “Cuanto más débil es el contenido del pensamiento, más importancia adquiere el pensador, más importancia adquiere el sujeto de la enunciación con relación a los enunciados vacíos”.

Ahora bien, ¿podemos contentarnos con oponer la aproximación del ensayista al pensamiento racional del experto en ciencias sociales cuando existen diversos intentos de racionalizar el “gran reemplazo”, basados en estadísticas oficiales, como el estudio de la demógrafa Michèle Tribalat? Es cierto que la mayoría de estos trabajos académicos suelen admitir que si hay un cambio de las poblaciones, no se producirá mañana, o que las cifras no significan nada si las interpretamos sin referencia a otros factores, como la segregación espacial10. Pero, más profundamente, es el significado concreto de “cambio demográfico” (atribuido a la “inmigración extraeuropea”) lo que debe cuestionarse.

Porque aquí no bastan los números: lo que está en juego es del orden de lo sensible. Por lo tanto, en lugar de enfrentarlos entre sí, hay que enfrentar al mito del “reemplazo” con otras contranarrativas. A quienes anuncian la descivilización, hay que responder con la ironía de Guy Debord, de que esta ya está aquí y que los inmigrantes no son responsables de ella11. A quienes temen la desaparición de los rubios, hay que recordarles que ya han sido sustituidos por cabezas morenas españolas o italianas que se parecen más al señor Jordan Bardella que a Jean Gabin. Los indicadores sociológicos siguen siendo inseparables de los valores sensibles que les dan un sentido político. Respecto de esto, sigue siendo responsabilidad de la literatura destruir en la medida de lo posible los mitos racistas que contribuyó a forjar.

Vincent Berthelier, autor de Le Style réactionnaire. De Maurras à Houellebecq, Éditions Amsterdam, París, 2022. Traducción: Micaela Houston.


  1. Maurice T. Maschino, “Les nouveaux réactionnaires”, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2002. 

  2. “Questions de vocabulaire”, www.in-nocence.org, 5-4-2009. 

  3. Raphaël Liogier, “El mito de la invasión árabe-musulmana”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2014. 

  4. François Pavé, Le Péril jaune à la fin de XIX siècle: fantasme ou réalité?, L’Harmattan, París, 2013. Véase también Jacques Decornoy, “Quand l’homme a peur de son nombre”, Le Monde diplomatique, París, junio de 1990. 

  5. Emmanuel Fontaine, “Retour des steppes, entretien avec Sylvain Tesson”, Les Épées, 19, Asnières-sur-Seine, abril de 2006. Citado por François Krug, Réactions françaises. Enquête sur l'extrême-droite littéraire, Seuil, París, 2023. Véase también Evelyne Pieiller, “Para la reacción, todo pasado fue mejor”, Le Monde diplomatique, París, agosto de 2023. 

  6. Thierry Discepolo, “La leyenda dorada de La Pléiade”, Le Monde diplomatique, París, febrero de 2021. 

  7. Alexandra Laignel-Lavastine, Cioran, Eliade, Ionesco: l’oubli du fascisme. Trois intellectuels roumains dans la tourmente du siècle, Presses universitaires de France, París, 2002. 

  8. Richard Millet, L’Opprobre. Essai de démonologie, Gallimard, París, 2008. 

  9. Richard Millet, Arguments d’un désespoir contemporain, Hermann, París, 2011. 

  10. Michèle Tribalat, “La notion du grand remplacement à l’épreuve de son évaluation numérique”, Cités, 89, París, 14-3-2022. 

  11. Carta a Mezioud Ouldamer, 22-11-1985 y “Notes pour Mezioud”, diciembre de 1985, en Guy Debord, Correspondance, 6, Fayard, París, 2007. 

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