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Silvina Cortés Lasalle.

Foto: Juan Manuel Domínguez

Plástica | Criaturas en el Subte

2 minutos de lectura
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Quien visite la selección de finalistas del Premio Paul Cézanne 2024, convocado para artistas de entre 18 y 40 años, lo hará luego de pasar por la sala principal del Subte y detenerse en el despliegue hipnótico de Electrocardiograma escultórico, de Ricardo Lanzarini, curada por Ticio Escobar1. Imposible arribar por un propileo mejor. Ahí está el viejo maestro ejerciendo su curaduría sobre un trabajo consistente y potente de uno de los “hermanos mayores” y, después de esa entrada, desacralizadora y luminosa a la vez, el visitante dobla un codo antes de la salida y se encuentra con el puñado de obras de los “nuevos”. Cuando llegue ya estará vibrando en sintonía con los personajes del involuntario oficiante de esa visita yuxtapuesta, ágiles y descomunales, que extirpan toda solemnidad en el juego nada inocente de pedalear para modificar la luz que ilumina aquello que se mira.

La primera obra de la sala pequeña es la que resultó a la postre ganadora de la beca parisina. “Materia ajena”, de Silvina Cortés Lasalle, cerámica trabajada por las sombras que explora la artista, podría ser ―en la sintonía que la convivencia de las dos exposiciones sugiere― la materialización de aquellos volúmenes de la sala mayor cuando las luces se apagan y “la tensión entre el deseo y el rechazo” hacen que quien se mira se reconozca ―atravesado por la normalidad normada― “repugnante y extraño”. Aunque no haya pedales, también aquí hay que pedalear a mano para que la luz no ceda ante la insistencia de la sombra. Que la elaboración sea una de las maniobras más ancestrales para negociar entre forma y uso, la cerámica, y que aparezca así desenfocada, es una capa más en el espesor de la propuesta.

Casi al fondo de la sala, Marcos Banina Ferrari nos invita a detenernos “Al borde de su cama”. Con la intimidad de un cuento de terror contado al oído a través de un par de auriculares, llena de sentido las imágenes de video que, de otro modo, transcurrirían mudas. Espalda con espalda está “Disección”, de Guillermo Stoll. Dura invitación a que el visitante aparte la cortina negra que le da paso a un laboratorio-morgue donde la sola descripción de los materiales funciona como etiquetado de advertencia. La máscara mortuoria del padre está formada por cerámica fría y memoria. Se le agregan dibujos de órganos, la herencia neblinosa de un revólver y un puñado de balas velados por resina. El tiempo se presenta como otra aleación, formada, en su caso, por MDF, azulejos, canilla, pileta.

La dirección de las agujas del reloj lleva después al bálsamo de las viejas recetas caseras para aliviar dolores impalpables. Es “Conservas”, de Natalia Núñez Erhardt. Un armario de creencias que muy imaginativamente envasa, para cuando se necesiten, antiguas y nuevas devociones del Plata. Desde arcángeles hasta el jabón de la descarga, pasando por la Pomba Yira y el Gauchito Gil. Dos tomos de recetas escritas a mano, de muy disfrutable consulta, complementan una propuesta que ―quizá― hubiera merecido más tiempo de elaboración para trazar un relato que trascendiera la mera enunciación del concepto.

Recién entonces es posible volver la vista atrás y dedicarse a las paredes. Ahí está “Monte nativo de invierno húmedo”, de Carmela Piñón, que interpreta la crisis ambiental del pastizal y el monte con las herramientas del trabajo de campo y el acrílico. Enfrente se destaca, con la nobleza de la pintura planista y la intención de un futurismo desencantado, “Nos hicieron creer”, de M Carolina Fontana, sobre los costos ambientales del litio. Ese ramalazo de color que es, en sí mismo, oscuridad, parece la visión adecuada para cerrar la visita y volver al agobiante sol del pavimento de enero.


  1. Centro de Exposiciones Subte (Plaza Fabini), de lunes a sábados de 12.00 a 19.00. Hasta el 31 de enero, entrada libre. 

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