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Crítica - Alguien que canta en la habitación de al lado

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Alan Pauls. Random House; Buenos Aires, 2025. 336 páginas, 990 pesos.

Pocos, muy pocos son los críticos actuales que pueden exhibir una gran dosis de erudición, inteligencia y gracia como Alan Pauls. Suerte de intelectual precoz, formado con una de las mejores, Josefina Ludmer (a quien le rinde un hermoso tributo), construyó, a la par de su obra ficcional, una importante obra crítica en la que se destacan sus agudas lecturas teóricas como las que les dedicó a Roland Barthes, a Franz Kafka o a Jorge Luis Borges. Y esta edición, que reúne en un solo libro muchas de las notas que escribió, casi en su totalidad, sobre literatura argentina, en diferentes medios, da cuenta de su voraz máquina lectora, que le ofrece a cada autor una lectura siempre nueva, fiel a una ética intelectual cada vez menos respetada.

Casi toda la literatura argentina, desde Lucio V Mansilla hasta sus camaradas del “grupo de Shanghái”, Daniel Guebel, Luis Chitarroni, Sergio Chejfec o Rodrigo Fresán, y la generación anterior, en la que reinaban Rodolfo Fogwill, Héctor Libertella u Osvaldo Lamborghini, son leídos tan rigurosamente como sus admirados –y hoy clásicos– Borges, César Aira, Juan José Saer o Ricardo Piglia. Pero para Pauls, ser clásico no implica admiración ciega, ni ser contemporáneo presupone falta de genio. La dupla Borges-Bioy [Adolfo Bioy Casares], creadora de Bustos Domecq, será revisada, tanto como ponderadas las crónicas de María Moreno, quizá, su doble antiacadémico. Pauls descubre, en la biografía de Barthes, el término erótico como anagrama de teórico. Toda una declaración de principios para quien vive atravesado por la pasión lectora.

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