Parada de ómnibus frente al Lago Baikal en la entrada al pueblo de Listvianka, al sur de Siberia. Es el depósito de agua dulce en superficie más grande de la Tierra.
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Tras varios viajes, el fotógrafo francés Didier Bizet cree haber dado con la esencia de Rusia. Su trabajo dialoga con el del historiador Bruno Groppo, que empieza unas páginas más adelante.
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Rusia es casi un continente, y también un país multiétnico en el que se hablan más de 100 idiomas. No exactamente occidental y mucho más que eslava, Rusia intriga y fascina. Detrás de las cúpulas doradas, la belleza de la gente y el vodka festivo, el alma rusa no es fácil de captar, pero el exotismo te hace volver una y otra vez.
Al cruzar las ciudades de los zares, las regiones de Tataristán, Udmurtia y los Urales, encontré una Rusia melancólica, caótica, áspera, ruinosa, que en las afueras de Moscú parece casi desierta. La melancolía es como la sangre para los rusos, su forma de vida, de mirar, de pensar. Al atravesar el país, uno entiende que la melancolía es el color de Rusia.
Antes de definir o de juzgar a este imperio, hay que conocer a sus habitantes. Nos ofrecerán una parte de sí y al culminar el viaje no sabremos por qué pero nos habrá agradado y al menos nuestra memoria estará llena de melancolía.
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Nada más familiar que una ciudad para quienes la habitan. Tampoco nada más lleno de sorpresas. En esa dualidad, el ejercicio cartográfico, la elaboración de mapeos y el dibujo de rutas empiezan a ser herramientas cada vez más útiles para comprender la integralidad de los procesos artísticos, colectivos e individuales. Fernando Cabrera compone hace medio siglo, con la historia y la geografía como áreas recurrentes, por mero interés acumulado. La Montevideo de los 300 años, con sus distintas huellas, ocupa un significativo lugar en los huecos de su repertorio.
2023 fue un año intenso para las luchas de las mujeres de los pueblos originarios de Brasil: Sônia Guajajara se convirtió en la primera ministra indígena de la historia, dos mujeres indígenas asumieron como diputadas federales y en setiembre se celebró la Marcha de Mujeres Indígenas, con más de 8.000 participantes. Pero ¿qué es exactamente el feminismo indígena? No existe una única respuesta. En diálogo con una de las dos diputadas brasileñas de ese origen, Lento busca algunas pistas.
En las calles del barrio Palermo, de Montevideo, se encuentra un enclave de cultura y tradición que se despierta cada domingo. Junto al eco de los desalojos y las demoliciones, sufridos durante la última dictadura, los tambores resuenan en el viento. Es el toque de Ansina, que lucha por mantener viva la esencia y la memoria.
Esta historia no comienza aquí en medio del desierto, bajo los rayos de un sol fulminante arañando los 50 grados centígrados en el termómetro; con la familia Peña en medio de un llanto contenido intentando cruzar el río Bravo, la frontera natural que divide México y Estados Unidos. Empezó 4.000 kilómetros atrás. Allí, a la par de otros miles de familias, los Peña iniciaron la larga travesía migratoria por el continente americano. Ese pasaje por la selva que va de Colombia a Panamá —extenuante paraíso— ya lo narramos en el número de julio de Lento. Este es el paso siguiente, entre los oxidados desechos de un mundo roto.