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Ilustración: Ramiro Alonso

La edad de las estrellas

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Margaret G. Kivelson, la física nonagenaria que lideró al equipo de la NASA que encontró agua en una luna de Júpiter.

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El poderoso dios romano se yergue misterioso, brillante, gordo. Su cuerpo es gaseoso, principalmente formado por hidrógeno y helio. Júpiter, que recibe su nombre en honor a la deidad “padre de los dioses y los hombres”, es el quinto planeta del sistema solar. Y es, también, después del Sol, el mayor cuerpo celeste de ese sistema. De hecho, fiel a su historia y su bautismo, es tan poderoso que algunos afirman que el origen de la mismísima Tierra está vinculado a la existencia de Júpiter.

Estos estudios teorizan que, vaya a saber cuándo y sabrá uno por qué razón, se provocó la unión de unas rocas cercanas al Sol que terminaron concatenándose con el viento solar y la gravedad de Júpiter. Desde allí, en potencia, hola, Tierra. Lo cierto es que, por el momento, aquí estamos. Y mucho, muchísimo más acá, contamos con novedades acerca de aquel misterioso, brillante y gordo planeta: la nave espacial Galileo, que anduvo por allí en el año 1997, podría haber pasado a través de una columna de vapor de agua. Entonces, de un saque: ¿hay vida en una luna de Júpiter?

Por estos días, Margaret G. Kivelson tiene 90 años. No está cansada ni piensa en su retiro. Tampoco es una abuelita tierna. No cobra jubilación ni veranea en Miami. No, no y no: ahí está, con la fuerza centrífuga de la experiencia, con la vitalidad de una adolescente, investigando y, posiblemente, dando paso a uno de los descubrimientos de la ciencia y el espacio más poderosos de los últimos tiempos.

Kivelson es norteamericana y, desde la década del 60, trabaja incansablemente para la NASA. Aunque juegue a la modestia, formó parte de una de las primeras camadas de mujeres en trabajar para la agencia espacial del gobierno estadounidense. “Durante toda mi carrera puse energías en atraer a más y más mujeres al campo de la ciencia”, dice emocionada. “Ojalá algún día haya tantas mujeres como hombres”, sigue.

En rigor, ¿qué tienen que ver 1.899 por 1.027 kilogramos de infinita masa galáctica con una señora de 90 años? Sucede que Kivelson fue quien lideró un grupo de investigación que, después de revolver los datos otorgados por la nave espacial Galileo y sumando imágenes proporcionadas por el telescopio espacial Hubble, encontró agua en Europa, una de las cuatro lunas que orbitan Júpiter. El magnetómetro que Kivelson y su equipo escrutaron les arrojó novedades inesperadas. Nadie suponía tanta emoción ni tanto revuelo. No obstante, Kivelson y su equipo probaron que podría existir la vida extraterrestre: descubrieron el primer océano de agua salada bajo la superficie de un mundo extraterrestre. Y si hay agua, sabemos, ya sin ciencia ficción mediante, podría haber vida.

Durante los últimos 40 años Kivelson, quien es además profesora emérita de física espacial en la Universidad de California, en Los Ángeles, viene formando parte de casi todas las grandes misiones de la NASA. Esta última investigación será la punta de lanza de un próximo gran viaje al sistema solar. En 2022 la NASA enviará una sonda espacial, como parte de la misión Europa Clipper, para estudiar la habitabilidad de la luna oceánica de Júpiter. “Europa Clipper es una investigación focalizada en encontrar vida y lo que estaría haciendo es buscar regiones en la superficie que muestren que el agua llega hasta ahí y, justamente, abrir esa posibilidad”, resuena Kivelson.

—¿Cómo llegaron exactamente al descubrimiento del océano líquido en Europa?

—Lo hicimos mediante la aplicación de un fenómeno llamado inducción magnética. Es un fenómeno conocido por toda aquella persona que haya viajado alguna vez en avión. Es como ese sistema de los aeropuertos en el que debemos atravesar una puerta con detectores magnéticos que perciben todo lo que contenga metal, como las llaves en los bolsillos. Entonces, lo que hace es enviar una señal y todo aquello que pueda conducir corriente eléctrica crea su propio campo magnético. Eso es lo que este aparato detecta: los campos magnéticos producidos por los objetos que nos rodean. Lo que hicimos fue trabajar con los cambios de esos campos en nuestra estación espacial que orbitaba las distintas lunas de Júpiter, y encontramos que había cambios en los campos magnéticos relacionados con cuan cerca estábamos de la luna; en Europa, particularmente, detectamos un gran cuerpo conductor de electricidad en la superficie. Eso nos hizo pensar que debajo de la superficie congelada, que no conduce corrientes magnéticas, puede haber agua en estado líquido.

—¿Este descubrimiento significa que podría haber algún tipo de vida en esta luna de Júpiter?

—Sí, en realidad los pronósticos de vida en Europa van a aumentar si confirmamos que de verdad hay agua en esta luna, por lo que ya hay misiones planeadas para extender la investigación. De hecho, Europa Clipper es una investigación focalizada en encontrar vida y lo que estaría haciendo es buscar regiones en la superficie que muestren que el agua llega hasta ahí y, justamente, abrir esa posibilidad. No hay pruebas fehacientes de que haya vida en Europa, pero sí hace que los pronósticos de encontrar vida en el resto de las lunas de Júpiter que tienen océanos en estado sólido, como en Encelado y Titán, que son lunas de Saturno, y otros lugares en los que creemos que hay agua cerca de la superficie sean mucho más favorables ahora que sabemos que existe la posibilidad de encontrar agua líquida.

—¿Cómo ve el lugar que ocupa la mujer en la ciencia? ¿Se siente una pionera? ¿Tuvo referentes? ¿Cómo la ven las nuevas generaciones?

—Durante toda mi carrera puse energías en atraer a más y más mujeres al campo de la ciencia, y en participar en la mayor cantidad de proyectos para poder llegar a más mujeres. Cuando empecé como física había muy pocas mujeres. Incluso antes de mí ha habido mujeres muy distinguidas haciendo ciencia, siendo Marie Curie la más famosa. Considero que todavía tenemos un largo camino por recorrer. Hoy en día el mundo es muy diferente y más y más mujeres se han interesado en el campo de la ciencia y la física espacial. Ojalá algún día haya tantas mujeres como hombres.

—A partir de este descubrimiento, ¿cómo sigue esta investigación?

—Europa Clipper es nuestra próxima expedición programada para 2023. No estamos seguros de cuánto nos va a llevar llegar hasta Júpiter, no sabemos qué cohetes estarán disponibles para poder enviar la astronave. Pero, una vez que llegue, planeamos tener entre 40 y 50 vuelos muy bajos sobre la superficie y los instrumentos de la nave no sólo medirán el campo magnético a muy corta distancia, sino que también tenemos otros elementos, como un radar perforador de hielo, diseñado para medir la profundidad del océano, que de no ser muy profundo nos va a transmitir la medida exacta. Tenemos también otro artefacto que va a medir la distancia de la órbita entre Júpiter y Europa, lo que nos va a permitir evaluar más aspectos de las señales magnéticas. Todo esto se estará desarrollando en las próximas décadas. La Agencia Espacial Europea tiene una astronave llamada JUICE [Jupiter Icy Moons Explorer, Exploradora de las Lunas Heladas de Júpiter] que está en una misión en Ganimedes, otra de las lunas de Júpiter, y esperamos que pueda encontrar información relevante acerca de la superficie congelada de Ganimedes, y también tiene en su recorrido algunos pases sobre Europa para investigar las capas de hielo de su superficie.

—Se habla mucho de las próximas expediciones humanas a Marte. ¿Es posible una expedición humana a Júpiter en el futuro?

—Júpiter es un planeta demasiado alejado del Sol. No es comparable con Marte desde ese punto de vista, y además las temperaturas de la superficie de Júpiter están muy por debajo de lo que cualquier humano podría soportar, por lo que el hecho de mantener a alguien a una temperatura humana viable es de por sí un desafío inmenso. Toma alrededor de 45 minutos o incluso más, dependiendo de en qué lugar de la órbita se encuentre el planeta, que la señal de comunicación llegue de la Tierra a Júpiter, y un tiempo similar que la señal vuelva. Entonces, la comunicación sería un problema, el transporte hasta Júpiter sería un problema, la supervivencia en la superficie sería un problema, por lo que no estoy segura de que en este siglo podamos ir a Júpiter.

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