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El Cerro de Arequita

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Ubicado en el departamento de Lavalleja, a 12 kilómetros al norte de la ciudad de Minas, el Cerro de Arequita contiene una enorme diversidad de especies, incluidos vampiros y cuervos, en un área relativamente pequeña.

El nombre Arequita significa, en guaraní, “agua de las altas piedras”. De entrada, esto nos despierta la imagen de manantiales y corrientes subterráneas que terminan cayendo dentro de una cueva en el propio cerro. De hecho, la presencia de agua abundante está asegurada, porque la zona es muy cercana a la naciente del río Santa Lucía.

Un entorno tan bien regado hace que surjan abundantes bosques a lo largo del río y rodeando el cerro, con zonas donde los coronillas, guayabos, tembetaríes y arueras por momentos hacen imposible el paso. En una de las laderas hasta se puede observar una pequeña isla de ombúes.

Dormilón tijereta. Con los colores de su plumaje, si se queda quieto y con los ojos cerrados, es casi imposible descubrirlo entre las rocas.

El crecimiento de este bosque, tupido y con muchas especies que generan frutas, atrae a muchas especies de aves que vienen a comer pitangas, burucuyás y otros. Se puede ver revolotear a zorzales, acharás, chingolos y cardenales azules, entre muchas otras especies autóctonas.

Una de las especies más coloridas son los naranjeros, que podemos ver mientras saltan entre las ramas. El contraste de color en los machos es muy llamativo, con la cabeza y dorso azules y el cuerpo de un amarillo intenso. Además, el macho y la hembra tienen diferentes plumajes: el de ella es de color marrón verdoso, porque, como es quien empolla los huevos, inmóvil en su nido, si tuviera plumas muy coloridas atraería muy fácilmente a un gato montés o un gavilán.

Entre las piedras, y escondido cerca de arbustos, se puede ver al dormilón tijereta. Ave elegante, tiene largas plumas en la cola, especialmente el macho, que las despliega para impresionar y atraer a su posible pareja realizando cortos vuelos nupciales. De día están dormidos, como indica su nombre, ya que su actividad es más bien nocturna. Cuando baja el sol, salen a buscar insectos, con un vuelo lento y pesado que les da un aire de aves primitivas.

Rana de las piedras. Durante el día, es experta en esconderse entre las grietas de las rocas, donde parece un pedazo de piedra más.

Si uno se dispone a subir por la ladera del cerro, ya en la propia base, se pueden encontrar varios reptiles que suelen salir a tomar el sol y calentarse sobre las piedras, y entre sus huecos buscan tanto comida como refugio cuando se sienten perseguidos. Por ahí quizás esté la lagartija manchada, un pequeño reptil que busca insectos y otros invertebrados, y si bien su diseño de manchas y líneas lo ayuda a pasar desapercibido en el entorno, también puede alcanzar una gran velocidad cuando necesita huir. No hay grandes detalles sobre su reproducción, pero enero, al parecer, es el mes en que las hembras ponen huevos, aproximadamente unos ocho o nueve.

Sacarle una foto a la lagartija manchada es un duelo de paciencia: hay que acercársele pasito a pasito, casi sin moverse, hasta ver qué tan próximos nos tolera el animal. Un buen truco es tratar de no dar pasos, sino inclinarse gradualmente hacia el animal hasta quedar cerca, pero levantando las piernas lo menos que se pueda.

El cerro es de altura media y con una cima aplanada, con rocas llenas de líquenes y musgos. Mientras uno sube es claro que la vegetación va cambiando y de a poco los árboles grandes son sustituidos por arbustos más pequeños, y luego más bien pastizales, yuyos y cactus.

Lagartija manchada. Es característico de esta especie el aspecto “espinoso”, ya que sus escamas terminan en punta.

Volando sin pausa entre las rocas superiores, podemos ver a los buitres de cabeza roja, aunque por acá los llamamos cuervos. Son muy hábiles para volar usando las corrientes ascendentes de aire caliente, y pueden estar un buen rato planeando sin necesidad de batir sus alas. Son carroñeros por excelencia, y casi no cazan presas vivas. Encuentran su comida más por el olfato que por la vista, y se los puede ver posados en las rocas altas, descansando o tomando sol. Entre las mismas rocas ponen dos o tres huevos casi sin un nido elaborado, y ahí mismo crían a los pichones que nacen en cada camada. Al principio, los pequeños buitres tienen el plumaje blanco, y si alguien se acerca al nido, pueden llegar a defenderse vomitando sobre el invasor.

El interior del cerro esconde varias cuevas, producto del movimiento de roca volcánica hace muchísimos años. Una de las más destacadas es la llamada “gruta Colón”. En algunas cuevas, que alcanzan el tamaño adecuado, podemos encontrar colonias de murciélagos, algunas especies insectívoras, como las del género Myotis, que salen de noche a alimentarse de centenares de mosquitos y polillas. Durante el día pasan colgados de los techos de piedra con las garras de sus patas traseras, agrupándose en grandes números, a veces miles de individuos.

Mariposa leopardo. Esta auténtica joya del mundo de los insectos tiene un diseño llamativo, a pesar de raramente pasar los cinco centímetros de tamaño.

También se puede encontrar en la gruta a grupos de vampiros que de noche salen a alimentarse de la sangre de animales, fundamentalmente de ganado que hay en la zona. Con mucho sigilo se posan en el pasto cerca de animales dormidos, y se acercan caminando, usando sus alas como patas. Buscan alguna zona con poco pelo del animal y allí hacen una pequeña incisión con sus dientes, de donde lamen la sangre. En la saliva del vampiro se encuentran elementos anticoagulantes que facilitan que la sangre siga fluyendo por la herida.

De noche, además de murciélagos y dormilones, se activa toda una variedad de insectos, entre los que destacan las polillas y la mariposa leopardo, cuyas alas manchadas sobresalen entre la vegetación. A esta mariposa se la puede ver a veces en la orilla del río, donde va a beber agua directamente de las rocas del borde.

Naranjero. Es un ave tímida y que se encuentra muy a gusto entre las ramas de los árboles, y es raro encontrarla en el piso.

En zonas de laderas y hasta en la cima se pueden ver pequeños charcos, manantiales que salen a la superficie y generan parches más húmedos y hasta minúsculas piscinas en las rocas. En ese entorno se puede encontrar a la “rana de las piedras”, que tiene el color y hasta la textura de la piel, granulosa; son ideales para disimularse entre las rocas. Pasan el día escondidas, y salen después del atardecer a buscar insectos para alimentarse. Algo característico de la especie es la pupila en forma de rombo.

Arequita es un lugar muy variado desde el punto de vista de la diversidad de fauna. Como en tantos otros cerros, domina lo cambiante del paisaje y la existencia de muchos ambientes próximos. Hay zonas de praderas, ríos y charcos en la base del cerro, y vegetación mezclada con rocas en la cima.

Vampiro. En Uruguay no hay reportes de ataques a personas, pero esta misma especie en zonas más tropicales ha llegado a tomar sangre humana.

Esto hace posible encontrar muy diferentes tipos de animales, cada uno adaptado a su entorno, muy cerca unos de otros, en una superficie relativamente pequeña, ofreciéndonos la posibilidad de observar una buena cantidad de especies.

Archivo de De la Raíz Films.

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