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Cerca de pequeñas aguadas hay zonas de pajonales altos donde los venados pueden esconderse.

Cerro de los Ajos: entre la fauna autóctona y la de Hernandarias

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En el Cerro de los Ajos, uno de los pocos lugares de Uruguay donde todavía habita el venado de campo, los animales silvestres encuentran sus espacios entre las vacas y los tractores. Una fauna variada habita esta zona del departamento de Rocha tan distinta a sus costas.

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Cuando uno escucha hablar de Rocha piensa en sus extensas playas y sus muy conocidas lagunas costeras. Pero el paisaje del departamento es bastante más variado. Incluye llanuras, que muchas veces permanecen inundadas y crean bañados, y unas sierras de elevación mediana, extensas y con diversidad de plantas y animales.

Desde la frontera con Brasil, ya se puede ver asomar la Sierra de San Miguel, donde se encuentra el famoso fortín, rodeado por los cerros Picudo y del Vigía. Entran en el departamento, como extensión de la sierra Carapé, las cuchillas de las Averías y de la Carbonera, que generan, a su vez, elevaciones panorámicas, como las de Bella Vista y La Blanqueada. Lejos de la costa, estas elevaciones dan lugar a otros paisajes y otro tipo de turismo más vinculado a pequeños establecimientos que permiten un contacto muy directo con la naturaleza.

En estos campos intensamente productivos, la fauna silvestre, en este caso una cigüeña, debe compartir el espacio con el ganado.

Cerca de Lascano se encuentra el área conocida como Cerro de los Ajos, una zona no turística, sino más bien dedicada a emprendimientos agropecuarios, difícil de visitar, pero cuya naturaleza tiene un enorme atractivo. Aquí el terreno en general es llano, con escasas elevaciones, y el agua se estanca cuando llueve y forma zonas de bañado que permanecen inundadas de manera regular. Hay abundancia de ranas y sapos, atraídos por la humedad y por los muchos insectos que se mueven entre los pastos.

La zona es rica en actividades productivas, con tambos, plantaciones de arroz y praderas de engorde de ganado. Siempre es complicada la interacción entre fauna y producción, pero hay lugares en que se llega a conseguir cierto equilibrio y algunas especies logran cumplir sus ciclos vitales rodeadas de vacas y cultivos.

Vigilante, junto a la entrada a su nido, esta lechucita observa el mundo somnolienta bajo el sol de la mañana.

Entre los surcos de arroz ciertas ranas prosperan y de paso atraen a algunas culebras, mientras chorlitos y patos vienen a buscar comida. Las garzas bueyeras caminan entre el ganado atrapando los insectos que huyen asustados por las patas de las vacas.

Junto a los tallos hay lugar para que varias especies de aves se escondan y atrapen insectos, caracoles, larvas y renacuajos. De a ratos pueden verse grandes bandadas de cuervillos, hundiendo sus largos picos curvos en la tierra para conseguir alimento.

Chorlos, aguateros y garzas recorren la vegetación buscando saltamontes y larvas, y también aparece la cachirla de uña larga, con sus prolongadas patas, que le permiten correr a buena velocidad mientas se mantiene oculta entre las plantas. Cuando llega el momento de reproducirse, estas aves dejan su timidez de lado y se destacan con su exhibición, en la que el macho realiza una danza en el aire. Primero se eleva y luego se deja caer planeando con las alas abiertas mientras emite un chillido para llamar la atención de la hembra. Pero cuando llega la etapa del nido, vuelve al suelo y a esconderse entre los pastos, donde es casi imposible encontrarlo, y empolla entre tres y cinco huevos.

El venado de campo macho marca su territorio con un aroma que impregna mediante glándulas ubicadas en las patas y cerca de los ojos.

En los bordes de los cultivos, donde se forman montículos de tierra, se hallaba instalada una pareja de lechucitas de campo que había cavado su nido al costado del camino. Estas aves ponen sus huevos bajo tierra, en una cueva que suelen hacer los padres y donde pueden criar hasta 11 pichones. Habitualmente en la entrada de la cueva se pueden encontrar caparazones de escarabajos y hasta huesitos de algún ratón, porque después de comer dejan allí los restos de sus presas.

Siempre en movimiento y muy caminadora, la cachirla recorre los pastos y las hierbas bajas buscando larvas e insectos.

Una especie de anfibio que se encuentra en la zona es la ranita hocicuda, muchas veces escondida entre hojas o tallos de caraguatá. Con su color y su diseño listado, se confunde fácilmente con las plantas en las que se esconde. En las hojas, además de ocultarse de predadores, encuentra protección de los rayos del sol, que podrían secar su piel, mientras espera que llegue la noche para salir a cazar insectos.

Pero en cuanto a la fauna, lo que hace que la zona se destaque es que se trata de uno de los dos últimos lugares del país donde todavía se puede encontrar al venado de campo. Este animal, muy abundante en el pasado, con manadas que cubrían las praderas en todo el territorio, fue bajando de a poco sus poblaciones por la presión de la caza para aprovechar sus cueros y por el uso de la tierra para agricultura y ganadería. Hoy sólo se lo encuentra en el norte, en los pastizales de Salto, y aquí, en el Cerro de los Ajos, llamado así por el fuerte aroma que desprenden los machos de esta especie por unas glándulas con las que marcan el territorio.

Dentro de un área productiva y con presencia humana constante, los venados tienen aquí un lugar donde desarrollar todo su ciclo de vida.

A pesar de moverse en un medio con tanta influencia humana y con todas las modificaciones que la ganadería y la agricultura producen en el paisaje, los venados parecen haber encontrado aquí un lugar donde desarrollar una población estable. Se desplazan libremente dentro de los potreros de las estancias, ya que son capaces de sortear los alambrados sin mayor problema. De noche, o cuando están asustados, pueden esconderse en las zonas de pastizales y pajonales, donde por la densidad y la altura de la vegetación pueden permanecer fuera de la vista si así lo quieren.

Centenares de cuervillos pueden juntarse para comer en las praderas inundadas, hundiendo su pico en busca de insectos, arañas y gusanos.

La permanencia del venado depende hoy en gran medida de la buena voluntad y la participación de los productores. No parece haber una gran competencia por la comida entre los venados y el ganado vacuno, porque no siempre buscan los mismos pastos, así que su presencia no genera grandes pérdidas para los productores. Sería positivo que los propietarios de estos establecimientos recibieran algún incentivo a cambio de la protección que dan a esta especie que fue declarada monumento natural de Uruguay en 1985.

La ONG Ambá, un grupo interdisciplinario con base en las sierras de Rocha que trabaja en conservación de la biodiversidad, desde principios de este año hace un seguimiento de la población de venados en el Cerro de los Ajos, y la población parece mantenerse estable. Por ahora cubre más o menos unas 20 hectáreas con sus observaciones, pero se prevé que el territorio se vaya ampliando a medida que nuevos establecimientos se integren al proyecto.

La ranita hocicuda, pequeña y con el perfil muy afilado, es un anfibio con presencia frecuente entre tallos y hojas de la vegetación de bañados y humedales.

Por inusual o improbable que parezca este entorno para ayudar en la conservación de una especie amenazada, este es uno de los ambientes donde en la actualidad estos venados desarrollan su ciclo vital. Conocen el área, se han adaptado a sus ciclos y los productores están consustanciados con la conservación de la especie. Es de esperar que esta experiencia se pueda expandir con el tiempo y que el venado de campo pueda ampliar su área de distribución dentro de nuestro territorio.

En las orillas del monte, las golondrinas anuncian la llegada de la primavera.

Marcelo Casacuberta / Archivo de De la Raíz Films.

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