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Ilustración: Luciana Peinado

Que vive la diferencia

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“Ay, Soperechetejosé. Se llama igual que mi difunto marido. Y la mitad de su familia y de la mía. Es uno de los nombres más comunes en esta versión alternativa de Uruguay.”

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No había mucha gente en la panadería, así que pasaron pocos minutos antes de que llamaran al número que Teresa tenía en sus manos.

—15... 27... 18...

—¡Yo!

—Teresita, tanto tiempo. ¿Qué es de tu vida?

La clienta se apoyó en el mostrador de vidrio, justo encima del sticker que decía “Quien se apoye será ejecutado”. Tenía confianza con las empleadas del local.

—Aquí me ves, buscando unos bizcochos para mi nene, que está estudiando en casa con unos amigos.

—¿Cuántos querés?

—Y... Dame media docena de jamón, media docena de queso y media docena de raviolones de calabacín.

—Muy bien. Los bizcochos rellenos de raviolones de calabacín son una delicatessen en esta realidad alternativa.

—A mi hijo le encantan.

La empleada colocó las 18 piezas en una bolsa de nylon verde chillón, que no eran características de aquel mundo, sino un berretín de la dueña del local.

—Muchas gracias, querida.

—¿Te puedo ayudar con algo más?

—Sí, traeme un diccionario inglés-español. Tengo suerte de que aquí las panaderías también venden diccionarios bilingües.

—Tenés mucha suerte, Teresita.

—Igual, no serían necesarios si en esta realidad no saliera tan caro contratar internet. ¡Tres manzanas por año!

—Una de las frutas más escasas debido a los acontecimientos históricos que ocurrieron de otra manera. Así que se volvió ideal como método de pago —agregó con naturalidad la empleada.

Enseguida un trabajador del depósito llegó con el diccionario sobre una carretilla de carga. Al estar impreso en gruesas planchas de metal, pesaba decenas de killogs.

—¿Querés que Soperechetejosé lo lleve hasta tu casa?

—Ay, Soperechetejosé. Se llama igual que mi difunto marido. Y la mitad de su familia y de la mía. Es uno de los nombres más comunes en esta versión alternativa de Uruguay.

—¿Se lo llevo, señora? —preguntó Soperechetejosé.

—No, gracias, Soperechetejosé. Tengo el tiranosaurio estacionado en la puerta.

Un enorme rugido confirmó la presencia de la gigantesca bestia, domada para su uso como complemento de un carrito atado a su cola donde entraban dos o tres personas cómodas. Dependiendo del tamaño de ellas y de su definición de comodidad.

—¡Quién pudiera tener uno! —dijo la empleada sin lograr disimular la envidia—. Pensar que la coexistencia con los dinosaurios es posible porque en nuestra Tierra no hubo un meteorito que los destruyera.

—Y aun así, la evolución de los mamíferos también generó seres humanos de similares características —agregó Soperechetejosé.

—Dejá de perder el tiempo acá y andá a ordenar las tortas decoradas con motivos de la película El ciudadano Kane 2. Tres años seguidos siendo la preferida de los niños. Dale, apurate que por mucho menos en otras panaderías ejecutan a sus trabajadores.

Soperechetejosé dejó el diccionario en el carrito del tiranosaurio y retomó sus quehaceres. La puerta que separaba a la panadería del depósito era a prueba de sonido, como todas, así que ni él ni sus tocayos escucharon lo que sucedió inmediatamente después.

—¡Arriba las manos, esto es un asalto! —gritó un hombre armado que entró al local inmediatamente después de que se cerrara la puerta que separaba a la panadería del depósito.

—Supongo que existirán realidades en las que obligan a las personas a levantar una mano sola, o donde las personas tengan tres brazos con sus tres manos correspondientes. Pero acá también tenemos dos y se pide por ambas —dijo Teresita mientras le hacía caso al maleante.

—Rápido, pongan todas las manzanas que tengan en esta bolsa.

—No va a ser necesario. Tomá.

La empleada le entregó unas lascas de manzana.

—¿Qué es esto?

—Parece que no estuvieras al tanto del valor que tiene una manzana en nuestra dimensión. Hace un rato conversábamos con Teresita y decíamos que con un cuarto de esa fruta se paga la mensualidad de un servicio de internet que además definimos como caro. Así que una manzana es una pequeña fortuna.

—¿De qué conversación habla?

—Claro, usted no estaba presente. De todos modos debería saber que esta no es una panadería de lujo y que abrimos hace un par de horas, así que en la caja apenas tenemos esos pedacitos de manzana.

La gente pagaba con pedacitos de manzana aquellas cosas que valían menos que una manzana. Ese fraccionamiento de las monedas de cambio tenía sentido en todas las realidades del multiverso, excepto en las del sinsentido. Pero esas es mejor no mencionarlas porque zfxcbrekl fgxy g14 24125..

—Perdón, no soy bueno para la biología.

—Vaya, vaya que si llega la Policía le va a disparar sin preguntar y me voy a pasar el resto del día limpiando la sangre del piso y los mostradores.

—Si hay algo casi constante es el gatillo fácil —agregó Teresita.

El ladrón agradeció la gentileza y pulsó un botón del reloj que tenía en el tobillo. Eso activó un mecanismo de teletransportación que lo llevó hasta una pequeña nave en donde lo esperaban sus cómplices: un perro con la capacidad de hablar, un autómata con sentimientos y la emperadora de Saturno, planeta conquistado por los rusos en el siglo XVIII después de Pristok.

—Eso es...

—Sí, querida. Eso es perfectamente normal acá.

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