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Ilustración: Luciana Peinado

Pedro Estacionador

3 minutos de lectura
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Yo tengo otro trabajo, uno del que nunca hablo y nadie sabe que tengo. Soy el Hombre Araña. No lo digo en forma literal; no se asuste, doctor, no es por eso que estoy acá. Le explico: soy periodista; eso lo sabe todo el mundo. Tengo un trabajo común y corriente, como Peter Parker, pero en las penumbras despliego un rol que nadie conoce y que me confiere un gran poder. Siempre me hizo gracia ese nombre, Peter Parker, porque siento que si lo tradujéramos al español tendríamos a un Hombre Araña que trabaja de cuidacoches: Pedro Estacionador. Quizás en España le digan así a la película y todo. Pero me estoy yendo por las ramas, doctor.

Yo sé que después de que le cuente lo que le voy a contar ahora usted me va a decir que no tengo derecho a compararme con el Hombre Araña, que en realidad soy un supervillano, por aquello de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y a la luz de los últimos acontecimientos podría decirse que estoy usando mis poderes para el mal. Yo no sé si es para tanto, igual, doctor, se lo voy a decir de antemano. Sí, he sido un poco egoísta, pero ¿quién no lo es?, ¿verdad? No creo que eso me catalogue como supervillano. Sí sí, ya sé, usted piensa que doy demasiadas vueltas para no decirle lo que ya sé que tengo que decirle, pero no es así, sólo quiero ser claro.

Pues sí, soy periodista, creo que usted lo sabe, aunque no sepa dónde trabajo. Lo que seguro no sabe, porque no lo sabe nadie más que el editor del semanario donde escribo, es que también soy el encargado de redactar el horóscopo. No, no sé nada de astrología yo, pero eso no es un requisito en ningún periódico que publique horóscopos. Pregunte si no me cree. En la redacción piensan que el editor lo tiene tercerizado en una conocida de él que en realidad tampoco sabe de astrología, pero cada tanto cae a saludarlo vestida como hippie y perfumada de palo santo. Sin embargo, el del horóscopo soy yo. Al principio me pareció divertido nomás. Quedó la vacante y alguien debía encargarse de eso. Busqué un poco de información sobre los signos y, bueno, arranqué con un poco de parafraseo de blogs de astrología y algo de pluma hábil.

Después de un tiempo, las noticias se vuelven aburridas de redactar, ¿sabe? Me divertía mucho la novedad y, lo confieso, me generaba un placer oscuro saber que uno de los horóscopos de circulación en papel más leídos era mío y nadie lo sabía. En la redacción lo leen siempre con avidez; también mi familia, mis amigos, la gente que hojea el semanario en el bar. Yo siempre me hice el desentendido, de esos que dicen ni siquiera saber de qué signo son. Así disimulaba un poco, por las dudas. De a poco empecé a prestar atención a los comentarios y a tomarlos para afinar mi puntería. Funcionó. El interés en el horóscopo empezó a crecer cada vez más, doctor.

El semanario empezó a levantar ventas y yo sabía que era por mí, pero no podía celebrarlo, por obvias razones. Sabía que tampoco me iban a ascender si no podían justificar los motivos, que claramente no eran mis desinflados artículos periodísticos. Fue ahí cuando surgió la idea. Me hice consciente del poder que me había sido conferido. Por si usted no sabe, doctor, es muy fácil saber de qué signo es cada uno, a la gente le encanta hablar de eso. ¿De qué signo es usted? Ah, mire, no tiene cara de Leo. Pero además se puede buscar bien fácil con la fecha de nacimiento. Por eso era más o menos efectiva la estrategia de decir que ni siquiera sabía de qué signo era yo, ¿entiende? La gente pensaba: si este ni siquiera se gasta en averiguar algo tan pero tan sencillo es porque en serio no le interesa. Bueno, sí, continúo. No se ponga ansioso, doctor.

Lo primero que hice fue redactar un horóscopo hecho a medida para el editor. Capricornio. Hablé en forma genérica para poner en su mente ideas bien específicas y dio resultado. A la semana siguiente, varios habíamos recibido un aumento de sueldo. Ah, doctor, y a partir de ahí fue todo en pendiente. Me embriagué de poder, como dicen, o con la fascinación de notar que esto efectivamente funcionaba. Sagitario, mi hermana: por fin se divorció del inútil ese del exmarido. Aries, la bomba de la vecina nueva: estamos saliendo hace dos semanas. Géminis, mi principal competencia en la redacción: renunció a los gritos ayer. Imagínese.

Espere, no me mire así, doctor. Me está preocupando la ira en sus ojos, su puño apretado. No me diga... No me diga que es seguidor del horóscopo usted también, doctor... Entiéndame, no fue intencional, doctor, yo no sabía su signo... Entienda, ¿cómo iba yo a saber que usted era hombre de horóscopo y de casino cuando auguré suerte en el juego para Leo esta semana...? Suélteme, doctor, o voy a tener que defenderme. Suélteme ya mismo, doctor, o me veré obligado a envolverlo con mi telaraña.

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