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Monte de Ombúes: la multitud de árboles solitarios

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Departamento de Rocha, ruta 10, km. 267.

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Desde el bote rumbo a la laguna de Castillos, en la última curva del arroyo Valizas antes de llegar ya se veían aparecer tímidamente algunas de las ramas más altas. Mientras nos acercábamos al muelle, se podía al menos poner en perspectiva una parte de la extensa franja de 20 kilómetros por la que se extiende en forma bastante lineal el monte de ombúes rochense.

Ya antes de partir, embarcados desde el puente sobre el arroyo Valizas, se podía sentir la fuerte presencia de la fauna en el comienzo de la expedición. Varios biguás nadaban cerca de las embarcaciones, mientras gaviotas de capucha café revoloteaban sobre algunos restos de pescado que flotaban cerca de unas redes. En el muelle, una garza blanca grande vigilaba, atenta a los peces que remontaban la corriente del arroyo. Luego, en el sinuoso trayecto en bote se pudo ver algún tero real, chorlitos y hasta un chajá buscando comida en la orilla.

La polinización es mucho más compleja en las plantas con sexos separados, como el ombú.

Una vez desembarcados en el muelle, asombra ver de cerca en la primera línea del monte el tamaño de los árboles, muchos de los cuales pueden tener varios cientos de años y pasar los 15 metros de altura.

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El ombú tiene su distribución natural en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, casi siempre en una baja densidad de población. Es considerado en general como un árbol solitario, pero esta imagen tal vez no sea tan correcta como se piensa.

De por sí el ombú es un vegetal difícil de clasificar, porque tiene el tamaño y la longevidad de un árbol, sin embargo, su forma de crecimiento es más cercana a la de los arbustos y su madera esponjosa, en vez de ser leñosa, es de consistencia herbácea. Para decirlo de una manera poco científica, es como un arbusto gigante.

En lo alto del ombú, una pareja de torcazas se entrega a su ritual de cortejo.

En forma excepcional, se forman agrupaciones o islas de ombúes, en una extensión en que la especie domina y es preponderante. Esto no parece depender de condiciones geográficas específicas, ya que podemos verlas en áreas de bañado, como el caso de Rocha, y también en laderas de cerros pedregosos, como sucede en las faldas del Arequita.

El monte de ombúes de Rocha es el de mayor extensión en nuestro país. Forma una franja de más de 20 kilómetros de largo, cruzando incluso el propio arroyo Valizas.

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El achará, pequeña joya de nuestros montes, se distingue a primera vista por su plumaje.

Aunque su madera no sea buena como leña, el ombú ha sido de gran utilidad para el ser humano, ya que da sombra y refugio, por lo que su presencia en las estancias y casas del campo siempre fue muy apreciada.

El ombú es una especie dioica. Esto quiere decir que hay ejemplares con órganos sexuales masculinos y otros con órganos sexuales femeninos. En noviembre y diciembre cada uno produce sus flores y si ha habido polinización, si los insectos han llevado el polen a las flores de las plantas hembras, entonces estas producirán frutos verdes y pequeños, en forma de bayas, donde estarán las pequeñas semillas, de color negro. Muchas veces las plantas masculinas florecen en varios períodos del año para asegurar su presencia en el momento en que aparezcan las flores femeninas.

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Casi siempre moviéndose en grupo, los cisnes de cuello negro agregan un toque de color a la laguna.

Por supuesto que en este monte hay más especies de árboles además de los ombúes. Coronillas centenarias, ceibos, guayabos y arrayanes aparecen salpicando con su presencia, mientras otros arbustos y trepadoras complementan el mundo vegetal de este ambiente. Esto genera una buena oferta de frutos, que atrae a muy diversas especies de insectos y aves.

Justamente, buscando alimento entre las ramas estaba un achará, un pájaro pequeño pero que destaca por lo colorido de su plumaje, que incluye verde, azul, canela y blanco. Se mueve en montes, siempre buscando especies frutales, ya que de ellas se alimenta principalmente, aunque complementa su dieta con insectos y otros invertebrados. Tiene un canto de notas cortas y agudas que ayuda a ubicarlo. Generalmente en las zonas en las que se encuentra no es una especie muy abundante, por lo que es difícil de ver. El ejemplar que se encontraba esa mañana tenía un plumaje no tan brillante, por lo que podía ser una hembra o un macho aún inmaduro.

De alguna manera el ombú, con su tamaño y los muchos rincones que sus ramas generan, puede verse como un pequeño ecosistema. En la base de su tronco, suelen formarse huecos grandes, donde hasta puede entrar una persona y dormir cómodamente. Allí probablemente se esconda un zorrillo o una comadreja durante el día mientras espera para salir a buscar comida. También aprovechan los huecos oscuros del tronco los opiliones, misteriosos arácnidos casi ciegos que se mueven de noche buscando comida a tientas con uno de sus cuatro pares de patas, que usan para orientarse.

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Garza en el muelle próximo al puente sobre la ruta.

En las grietas de las ramas, puede encontrar refugio alguna rana roncadora, que canta un canto de voz rasposa cuando se acerca la lluvia. Las ramas de las alturas pueden esconder algún nido de benteveo o de hornero, ya que el ombú produce gran cantidad de fuertes horquetas donde anclar la base para que la pareja construya su casa de barro. Y entre sus flores revolotean mariposas y abejas. Son muchas las especies que encuentran refugio, sombra y comida en un ombú.

Justamente entre las hojas de algunas ramas cercanas al suelo se podía ver a unas minúsculas criaturas posadas. Su cuerpo oscuro estaba salpicado de manchitas blancas. Se trataba de unos membrácidos, pequeños insectos emparentados con las chicharras que viven sobre las plantas, a las que les clavan una trompa para alimentarse de la savia. Miden unos 12 milímetros y su forma recuerda a la espina de una rosa que súbitamente hubiera desarrollado patas. Si bien se mueven poco y parte de su supervivencia se basa en el hecho de que no parecen seres vivos, tienen alas y pueden realizar vuelos cortos para mudarse a otra zona del ombú.

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Tanto la forma puntiaguda de su cuerpo como su color verdoso hacen a la ranita hocicuda una especie ideal para esconderse dentro de hojas.

A un centenar de metros están la laguna y el lugar donde nace el arroyo Valizas, que irá serpenteando hasta la costa. A lo lejos se ve a varias aves acuáticas: chorlitos, garzas y alguna bandurria mora. En esta zona se ha avistado a más de 250 especies. Pero en la laguna destacan los cisnes de cuello negro, especie sudamericana que tiene presencia especialmente en nuestras lagunas costeras. Son aves con un fuerte instinto social y pueden juntarse en grupos de cientos y trasladarse también en grupo en busca de nuevos sitios de alimentación. Cuando nacen son completamente blancas y cuando van madurando se les oscurece de a poco el cuello.

Entre la laguna y el bosque hay una zona de pastizal, con algunos árboles pequeños y abundancia de pajonales y arbustos. Es una zona húmeda, en donde la presencia del agua es constante, dependiendo de las subidas de nivel del arroyo y la laguna.

Tal vez con buena suerte se pueda ver a la tortuga de canaleta moverse cerca de alguna orilla. Entre las hojas espinosas del caraguatá encuentran refugio anfibios e insectos, ya que, además de sombra, reciben la protección de las espinas de la planta.

Si un membrácido permanece quieto sobre una hoja, pocos se darán cuenta de que se trata de un animal.

Por allí se escondía una ranita hocicuda, una especie pequeña, de no más de tres centímetros de largo. Además de por el hocico puntiagudo que su nombre sugiere, se la reconoce por tener dos bandas claras que recorren su cuerpo que terminan en sus patas traseras. Son buenas trepadoras y usan los discos adhesivos que tienen en la punta de los dedos para escalar por plantas y arbustos, en los que permanecen ocultos durante el día, y salen con la caída del sol a atrapar insectos y arañas.

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Muchas veces paran en lo alto de los ombúes halcones, caranchos y gavilanes para vigilar esta zona de pastos y arbustos que va hacia la laguna, intentando descubrir si una culebra, un roedor o algún lagarto se muestran en espacio abierto, donde sería más fácil capturarlos.

Son muchas las especies de muy diversos grupos animales las que se nuclean en torno a los ombúes. Algunas obtienen refugio, otras, alimento, sostén para el nido o una percha desde donde buscar el alimento. Puede que una especie vegetal sea la que domine la escena de este monte, pero una gran variedad de vida animal se asienta en ella.

El opilión, activo en la oscuridad, come restos vegetales y termitas que encuentra con el tacto de dos de sus patas.

Se puede llegar al monte de ombúes partiendo en una embarcación guiada desde el arroyo Valizas o por la estancia turística través de la Guardia del Monte, a la que se llega por la ruta 9.

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