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Foto: Roy Gorfinkel

En la vereda de enfrente

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Este año se reeditó en vinilo Sólo quiero salir de aquí, el primer disco de Cross, banda pionera del metal en Uruguay. A 33 años de este debut, y con una vida de rock y excesos a sus espaldas, Marcelo Cross Lilienheim conversó con Patricia Turnes sobre el Uruguay de los ochenta y la autodestrucción, sus influencias artísticas, su vida en Buenos Aires entre la música y los oficios terrestres y su determinación a seguir siendo “políticamente incorrecto”

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Cross comenzó como una banda de punk rock disfrazado de heavy metal. Hacia los años noventa, su propuesta viró hacia la psicodelia y el killer rock, incluso hacia el grunge. El trío ha pasado por distintos estilos, pero también por varias formaciones a lo largo de su historia. El factor común ha sido Marcelo Lilienheim, compositor, guitarrista y fundador de esta legendaria banda uruguaya.

Marcelo Cross —así lo llaman varios de sus fans— tiene 55 años y 40 de carrera. En 2024 el sello uruguayo Little Butterfly Records reeditó Sólo quiero salir de aquí en formato vinilo. Grabado en 1990, el disco debut de Cross salió a la venta en 1991 en casete. Se trata de una edición limitada de 300 copias con arte reconstruido para la edición y textos del periodista Jorge Costigliolo.

Mauro Correa, director de Little Butterfly Records, cuenta que este disco de Cross marcó mucho su adolescencia. Y no es el único que lo dice.

En el caso de Fabrizio Rossi —músico, compositor y productor—, Cross fue de las bandas que más lo influyeron durante su adolescencia. “Entre tanta careteada, me parecía la banda más cruda, que no se casaba con nadie. Obviamente problemática, pero con todo lo bueno y todo lo malo que eso tenía”. Le alegra mucho, dice, que se reflote su obra.

Bernardo Safones es fan de Cross desde los inicios de la banda. “A Cross no la conocí por Sólo quiero salir de aquí. Ya la conocíamos. De hecho, en el año 86 Cross estuvo en Montevideo Rock I. Recién en el 91 salió este primer disco de Cross y la canción ‘Sólo quiero salir de aquí’ ya existía. Había sido una canción nueva en el 86. Los guachos metaleros adolescentes que estábamos en la vuelta conocíamos a Cross de irlo a ver a recitales. Y ya estaba creada la historia de Marcelo como alguien que se encajaba con todo, que se daba a morir... Muchos de nosotros éramos bastante perejiles, ¡no pasábamos del vino suelto!”.

Toda esa mística de Marcelo “el drogón” ya estaba instalada. Hubo un recital en el que Cross no pudo tocar porque a Marcelo lo internaron por una sobredosis. Safones recuerda que por aquellos años trabajó dos o tres días en una peletería. El trabajo estaba muy mal pago, por lo cual a los pocos días renunció; con la plata que le pagaron de la liquidación se compró el casete de Sólo quiero salir de aquí.

En 2023 se estrenó Rock salvaje, un documental sobre la banda dirigido por Javier Hayrabedian.

Marcelo Lilienheim vive hace 26 años en Buenos Aires, ahora en el barrio Villa Crespo, con su compañera, su hija adolescente y un perro de 8 años.

Y la entrevista por Zoom comienza, justamente, hablando de perros. Le presento a través de la pantalla de la computadora a Pipo, un caniche negro rescatado de la calle hace unos meses. Le pregunto por el suyo: “¿Vos no tenías un perro grande, blanco, un siberiano?”. Me dice que sí, pero que lo tiene encerrado. El bicho se llama Vladimir, me aclara. También aclara que no es adiestrador de animales, un rumor que circuló un tiempo. Pasamos a la música.

¿Cómo aprendiste a tocar la guitarra?

Yo era muy pendejo. Empecé a ir a ensayos. Conocía a Dany, uno de los integrantes de Ácido; él era el guitarrista de su banda. Ellos ya venían funcionando como banda y tocaban en el Templo del Gato, en lugares así, en Montevideo. Había muchos grupos de jazz rock en aquel momento, tipo Siddhartha. El rock estaba casi muerto por aquellos años de dictadura. Todos los músicos estaban en el exterior. Te estoy hablando de 1983. Después de eso, una de las cosas que más me sirvieron para conectarme y aprender algo fue juntarme en una esquina con una gente que conocía que era más grande que yo y que tocaba. Esta gente escuchaba a John McLaughlin o a Allan Holdsworth. Ellos tenían una idea de tocar mucho más grosa que la que yo tenía en aquel entonces. A mí me decían “el pendejo heavy”. Nos juntábamos en la esquina o en la casa de alguno, ahí por la calle Baldomir, por el barrio Pocitos Viejo, cerca de la Facultad de Arquitectura. Con ellos zapábamos, nos tomábamos un vino, nos fumábamos un caño.

Empecé a aprender otras cosas que no tenían nada que ver con el heavy metal, que no eran tan estructuradas. Y eso fue importante para mí. Tenía un amigo que también sabía algo, me dio algunas clases. Lo usual: sacaba temas de bandas, Deep Purple, Black Sabbath, Led Zeppelin; más o menos para tocar lo que tocaba al principio me daba.

Ya más de grande, a los 40 años, fui a algunas clases de blues que me sirvieron. Fui a perfeccionarme un poco porque me interesaba mucho este género. Siempre me gustó Pappo. Me gusta el rock de los sesenta y los setenta; todo eso sin mirar hacia el blues y hacia el jazz es imposible de comprender. Cream, Hendrix.

¿Qué libros leías por aquel entonces?

Yo en realidad estoy muy influenciado por los poetas malditos franceses: Rimbaud, Baudelaire, Isidore Ducasse (el Conde de Lautréamont). Y por William Burroughs, obvio. Sólo quiero salir de aquí tendría que haber salido en 1987, pero lo que yo expresaba en aquel entonces era demasiado para esa época. Tocábamos en la vereda. En aquellos años pasaba la combi de los narcos y... ¡pa dentro! Siempre traté de que los textos tuvieran que ver con el lugar del que yo salgo, con Montevideo, con Uruguay.

¿Y a nivel musical cuáles son las influencias de este primer disco de Cross?

Un artista es un caleidoscopio de influencias. Este disco empieza con la canción “Interstellar Overdrive”. No está acreditado pero debería estar: es el riff de esa canción de Pink Floyd, yo estaba al tanto de esas cosas ya en ese momento. Pero era un disco de música pesada. Recién después me tiré a hacer algo más de psicodelia, expansivo, con clima.

Este primer disco es más de choque, de autoexpresión, es como liberar la voz, como pegar el grito, ¿no?

Ese disco es vivir la transición de la dictadura a la democracia con Sanguinetti en el poder.

¿Es el primer disco en Uruguay que lleva una etiqueta advirtiendo que las letras son explícitas?

Sí, es el primer disco que advierte de las letras, ¡el primero en Sudamérica! Esa época fue la de Nancy Reagan en Estados Unidos y el Parental Advisory. Esa etiqueta empezaron a usarla allá...

¿Qué te inspiró a componer en aquel momento? ¿Hablabas de situaciones que te pasaban?

—En algunos casos sí, en otros es parte de la imaginación, como cualquier persona que escribe. Cuando componés un poema, hacés una letra, empezás a conocer los vericuetos del lenguaje, aprendés a refinar eso, decirlo con otra calidad en el uso del idioma. Yo estaba influenciado por V8 y Los Violadores. Fue la primera banda que hablaba de cosas directas, V8 es metal.

Foto: Roy Gorfinkel

Sólo quiero salir de aquí es casi un manifiesto.

El primer disco sale en el 91 por Orfeo, pero está posdatado, es un disco del 87 que salió en el 91. El segundo disco de Cross se editó en el 92. Pero ¿entre el 91 y el 92 sufrió tanto cambio la banda?, me preguntaban algunos. Lo grabé en 1990 el primer disco. El segundo es más abierto, deja de ser algo tan directo para ser una cosa más elaborada.

¿Qué hacías en aquella época en la que compusiste tu primer disco aparte de tocar?

Lo que en realidad hacía era... ¡vivir una vida psicotrópica! Me levantaba, me hacía un porro. Hasta que me acostaba seguía fumando... En el liceo me metía en el baño y... ¡fumaba! Hasta que decidí irme en cuarto. No terminé el liceo. En ese entonces ya estaba involucrado con tocar. Escuchaba música permanentemente y tocaba. Y eso era mi vida.

Estabas consagrado a la música, en realidad.

¡Y a la autodestrucción también!

¿Qué expectativas tenías en aquellos años en los que salió el disco Sólo quiero salir de aquí?

Venía mucha gente a ver a Cross, pensé que en algún momento iba a suceder algo. El público del heavy metal es muy fiel, pero una vez que empezás a hacer algo raro ya no; depende de si es más abierto, si abre la cabeza...

Grabar el disco fue una lucha. Ibas, hablabas con Alfonso Carbone [desde 1982 hasta 1995 Carbone fue la cara visible y el director artístico del sello Orfeo, que pertenecía a la disquería Palacio de la Música], pero no pasaba nada, pensabas que te estaba tomando el pelo. El bajista de aquel momento lo estuvo persiguiendo durante un año. Un día se cruzaron en el recital de los Redondos en el Teatro de Verano y le volvió a hablar del tema. Ahí Carbone se acordó y lo editó.

El destino quiso que apoyara la grabación. Tan mal no le debe de haber ido porque al otro año editó Instinto salvaje. Para este otro disco nos dieron más horas, mejor técnico, etcétera.

¿Cómo se dio esta reedición?

El disco ya había salido en CD por un sello independiente que se llama Caotic. Mauro Correa, de Little Butterfly Records, lo edita ahora en vinilo. El vinilo es el formato que yo más pondero. El arte es el mismo que ya estaba armado. En mi canal tengo un preview del disco, de cómo es la parte de adentro. Es un volante de los que yo hacía a mano para vender copias de casetes. Era todo copiar y pegar. La portada es una foto de un toque en vivo en el Parakultural, que acá en Buenos Aires es un lugar icónico. Yo vivía a cinco cuadras de ahí, solía ir a ver todo eso. Entre el 88 y el 93 viví en Buenos Aires. Volví a Montevideo. En el 98 me volví a ir a Buenos Aires y ya me quedé acá. Me agarró contento la reedición.

Los personajes femeninos en las letras de Cross son un capítulo aparte. Hay ciertas cosas que son de otra época. Si salieran ahora, no serían políticamente correctas.

Yo sigo siendo políticamente incorrecto, no sé si te das cuenta. Serían criticadas por un sector de gente que está alineada con la Agenda 2030. Mi hija nació en 2006, pero ella tiene muy poco que ver con su generación. Toda generación criada a partir de las redes e internet es un desperdicio, no sirven para nada en general.

Mirá, te lo resumo así: las cosas tienen que ser naturales. A mí ningún tipo de elección sexual me asusta ni tengo ningún tipo de problema, conviví con eso toda la vida; ahora, querer transformar algo que es de una minoría en algo para todos lo veo como una cosa bastante poco atractiva. Siempre traté de hacer cosas que no hiciera el común de la masa. Si la mayoría decide que en lugar de un hombre o una mujer es un gato, yo voy a seguir diciendo que soy un masculino. Ahora, si quieren decir que son un gato... ¡yo no tengo ningún problema!

Lo que a mí no me va es la Agenda 2030 ni el Foro de Davos ni ninguna agenda que venga de ahí. Toda la política que cuelga a nivel global desde esos personajes no me va... ¡Yo estoy parado en la vereda de enfrente!

¿Qué medios consultás para informarte? ¿Qué leés?

Medios alternativos. Entro, por ejemplo, a lugares como Odysee, a veces, que es como YouTube pero alternativo. No todo lo que hay ahí es muy fiable... Es como YouTube pero libre, podés decir lo que se te cante. Calculo que si ponés algo muy truculento no te censuran. En general las plataformas dominantes (Google, YouTube) han ejercido, en especial a partir de 2020, la censura de manera siniestra. Por ejemplo, no podría decir esto porque me lo censurarían, me lo sacarían, me lo podrían prohibir.

¿Cómo educás a tu hija adolescente?

Mirá, es sencillo, de manera natural. Ella nos ve a mí y a mi pareja y creo que somos personas que tenemos una forma de vida bastante normal. Yo no intento adoctrinar a nadie, mucho menos a un hijo. Lo que he tratado humildemente es transmitir mi experiencia. Yo me he equivocado muchas veces. Y sobre todo uno trata de que los que uno quiere no se equivoquen igual que uno, o por lo menos advertirles. Pero no existe una intervención a nivel de “¡tenés que hacer esto, tenés que hacer lo otro!”. Yo qué sé, se trata de... vos con tu ejemplo y con lo que sos, con el arte que te rodea, con lo que transmitís, con el mundo que generás en tu pequeño microcosmos, eso ya alcanza.

¿Alguna vez te fue a ver tocar en vivo?

¡Sí, sí, muchas veces! Me acompaña en los viajes, principalmente. Porque yo no tengo plomo y me ayuda con alguna guitarra. La data la toma sola. ¿Viste los discos que están ahí atrás? [señala un mueble cargado de vinilos que se encuentra situado a sus espaldas y ocupa toda una pared]. Ella los toma y los escucha. De momento está haciendo música y le gusta, le parece fantástico. Pero en eso no intervine, ella lo eligió. ¡Al ser humano uno tiene que dejarlo que se manifieste!

¿Qué relación tenés ahora con los fans? ¿Te escriben a través de las redes?

—Está unificado todo como Marcelo Cross. Yo tenía Facebook, pero alrededor de 2020 lo cerré porque pensé que se iba a venir un período medio tenebroso. No ando mucho con teléfono y cosas de esas. Me resguardo un poco porque no considero las redes algo demasiado saludable. No obstante, subo videos a YouTube, tengo Instagram, alguna cosa subo de vez en cuando. Twitter no tendría nunca. Creo que las redes exponen a las personas a hablar demasiado y a demostrar a los demás quiénes son. Y llega un momento en que eso no es bueno. Si todo el mundo sabe quién sos, no es bueno. Es mejor que la fantasía tenga lugar. En estos últimos 20 años las personas han empezado a vivir esa doble realidad que pretende derivar en un metaverso en que vos puedas estar encerrado con unos lentes, que vos vivas encerrado en tu casa y que no salgas a la calle y vivas a través de un universo creado de manera virtual.

¿Considerás que ahora haya algún heredero, alguien que continúe la obra de Cross?

No... ¡Mi hija! Que va a cumplir 18. Ella hace algo tipo Joni Mitchell, Bob Dylan, también con letras. A ella le gusta mucho Spinetta.

De toda la cadena, el músico siempre es el último en cobrar, decís en una entrevista que te hicieron hace años. Antes cobran todos los técnicos que participan en un espectáculo. ¿Seguís pensando lo mismo?

Generalmente, a menos que vos integres una élite artística y la sociedad considere que lo que vos hacés es algo muy virtuoso, muy bueno, en general mi experiencia me dice que el músico es infravalorado, en Latinoamérica sobre todo. Excepto los casos que están tocados por la suerte o que pertenecen a una clase en la cual inmediatamente los conectan con el ambiente artístico. Eso sucede hasta que empezás a llevar a más de 500 personas a tus shows. Cuando vos no sos un negocio, perdés plata. ¡Yo perdí mucha plata! ¡Esto para mí no es ningún negocio! Yo soy casi un amateur. No vivo de esto, pero trato de hacer las cosas sobre el escenario como si viviera de esto.

Me quedó resonando algo que le dijiste al periodista Jorge Costigliolo el día antes de que tocara Iggy Pop en Uruguay, en 2016: “Porque ahora estamos más maduros espiritualmente”. Me pregunté qué será “espiritualmente” para Marcelo. ¿En qué creés?

Yo pude zafar de todo el tema de adicción a químicos con bioenergoterapia. Te ponen unos lentes que mandan un pulso y unos auriculares con una música muy suave y eso que te manda va generando en tu cerebro otras cosas, es como si fuera un viaje pero natural. Empecé eso en Montevideo y luego seguí acá en Buenos Aires. Para mí, todo en el universo está manejado por frecuencias. Tené en cuenta que toda la vida en este globo... no tengo ni idea, pero creo que todo esto debe ser un vórtice de energía. Tenemos chakras y todo eso. La música es una frecuencia, esto de que estamos acá; mi voz, mis cuerdas vocales emiten una frecuencia. No adhiero a ningún tipo de religión, pero digamos que creo en la existencia de un poder superior. No tengo ni idea de si eso interviene o no en nuestra vida cotidiana, pero sí creo en la existencia de un poder superior que nos trasciende. El alma parte de acá, del vientre, del corazón, y llega a la glándula pineal. No es que crea en vidas pasadas, tengo la presunción de que podría haber algo interdimensional. Los astros tienen una influencia en nosotros. Yo soy de acuario. No sé qué ascendente tengo. Nací el 10 de febrero del 69 a eso de las cuatro de la mañana.

A esta altura de la entrevista empezamos a hablar sobre Luis Alberto Spinetta. Marcelo Cross va hasta su biblioteca y muestra todos los discos de pasta que tiene del artista, exhibe con orgullo su colección de vinilos.

Primer disco de Invisible... este disco. Otro disco de Invisible. Segundo disco de Invisible. Me gusta mucho. Tercero, El jardín de los presentes. Después vienen A 18 minutos del sol, Spinetta Jade. El Artaud de Pescado Rabioso. Pescado Rabioso 1, Desatormentándonos. Esta es una entrada a un show. Esto es Pescado 2, viene acompañado de un disco que es bastante difícil de conseguir. Yo colecciono discos. Todo esto que tengo acá son vinilos. Un Artaud original que no existe. Esto es original.

¿Vendés discos?

Sí, vendo vinilos, pero no los míos.

Foto: Roy Gorfinkel

En el documental Rock salvaje contás que te inventaste una guitarra eléctrica...

Me la hice por necesidad. Hace un tiempo estaba leyendo la historia de Los Mockers y ellos también: los primeros instrumentos, en el 65, se los hicieron ellos o se los encargaron a un carpintero. ¡Eso ocurrió siempre! No tenían nada para colgarse la guitarra, ¡entonces le ponían una cadena y se llamaban Los Encadenados!

¿Cómo fue que hiciste para que anduviera esa guitarra eléctrica que fabricaste?

Me la hice con un escudo. Después de que me hice esa guitarra me compré otra que era espantosa, intentaba tocar y los dedos se me quedaban acalambrados.

¿La enchufabas?

¡Claro! Porque si vos agarrás unos auriculares de walkman y los conectás a la entrada de un equipo, se transforman en un micrófono. La guitarra era el escudo y pegaba los auriculares a la entrada de las cuerdas, captaban la vibración y eso salía por los parlantes. Es una forma de hacer algo de manera bastante rudimentaria. Al auricular lo ponés entre las cuerdas, como un micrófono. Eso lo enchufás a la entrada de un equipo.

El auricular se transforma en un micrófono porque es una bobina y un micrófono también es una bobina. Todos son frecuencias, los parlantes también son bobinas e imanes. La electricidad es eso: frecuencias, bobinas, imanes, positivo, negativo, corriente alterna, corriente continua; se trata todo de lo mismo: la manipulación de la energía que está acá en el éter.

¿Qué estás haciendo ahora de música? ¿Estás grabando? ¿Seguís teniendo sala de ensayo en Buenos Aires?

De momento no estoy haciendo gran cosa. Toco en vivo acá... y ensayo algunos temas nuevos. Toco con los chicos estos que te comenté que formaron parte de la alineación entre 2009 y 2011.

¿En qué escena de ahí se mueven?

Punk, alternativa.

¿Dónde tocan allá en Argentina con Cross, en qué tipo de lugares?

En lugares under. Me hago un set de canciones y me lo tomo muy en serio cuando toco.

Tocás por hobby.

¡Exactamente!

Pero no para ganar plata...

Es que tampoco puedo. Yo no tengo una compañía, no tengo un equipo. No tengo a absolutamente nadie que esté detrás de mí. Estás hablando con una persona que hace 40 años que está en esto pero, digamos, de una manera independiente.

Foto: Roy Gorfinkel

¿Nunca intentaste hacer todo eso con alguna productora?

Lo intenté pero no pude. Como te decía antes, si el mensaje es complicado en estos países, en Latinoamérica, no hay lugar para este tipo de cosas. Sí hay lugar para cosas más fáciles, más digeribles... pero no para esto.

Yo no nací para ganar, nací para perder. Para ganar tenés que estar en la fila de los ganadores o haber nacido en el lugar de los ganadores. Si yo fuese hijo de algún estanciero de la pampa húmeda, si yo fuese el hijo de algún magnate sojero, seguramente tendría 20 o 30 discos editados y en este momento estaría atendiéndote (si tuviese tiempo), no sé, ¿viste?, hablándote todo así, medio engolado... [risas]. Pero no, soy una persona normal que intentó tocar y transmitir un mensaje. Y cuando subo al escenario lo trato de hacer de manera profesional, pero no estoy buscando permanentemente una satisfacción económica porque sé que eso es imposible.

Y a mi edad, ¿viste?, ya estoy grande para convertirme en Duki, este tipo que llena River... ¡Soy una persona mayor para eso! De nombre lo conozco, no sé ni cuál es la cara de él ni me interesa.

¿Se puede decir de qué trabajás?

Yo vendo discos y reparo... Todo eso.

¿Instrumentos?

No, no, discos. ¡Pero la situación económica acá es lamentable! ¡Muy difícil! Vendo para el exterior. Te lo resumo así: si los japoneses conocen a Mateo... ¡es por mi culpa!

¡Bue...! [Risas]. ¡Esta idea sí que nunca la había escuchado en ninguna entrevista!

¿Me entendés? En 2002, 2003, 2004, yo ponía avisos en eBay y subastaba discos de Mateo, pero no enganchaban porque a los japoneses les gustan el tango, el jazz y la bossa nova pero no entendían qué carajos era un tipo loco, uruguayo, que hacía una cosa medio bossa nova pero que no era bossa nova. Les ponía un pedacito para que picaran. Pero, de tanto insistir... ¡empezaron a conocer eso y muchas otras cosas de la música uruguaya! Pero eso no está acreditado, nadie lo sabe.

¿Ya desde esa época vendías discos?

¡Claro! En esa época Mateo para afuera salía 50 dólares como mucho. Y hoy un disco de Mateo te sale por arriba de no sé cuántos dólares… ¡Y es inhallable! Y un par de pibes empezaron a ver lo que yo hacía y a darse cuenta de que tenían que ir a Tristán Narvaja a levantar discos.

¿Qué música escuchás por estos días?

—He podido entender lo profundo de John Coltrane. Escucho bastante eso. Escucho música clásica, escucho mucho a Gustav Mahler. Fui aprendiendo. De a poquito, pude ir sacándome velos. Todo lo que es rock de los sesenta y setenta lo tengo absolutamente incorporado. Escucho free jazz, me gusta mucho el blues últimamente. Me gusta cómo canta Billie Holiday, ¡me gusta muchísimo!

¿Qué consejo le darías a alguien que está empezando a hacer música ahora?

Que tire el celular, primero, que lo apague. Segundo, que confíe en sí mismo. Tercero, que trate de escuchar lo que se hizo antes y de aprender. Y calculo que con esas tres cosas ya puede empezar a intentar transformarse de a poco en un artista.

Patricia Turnes (Montevideo, 1971) es escritora y música.

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