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Bruno Cantele en su gimnasio.

Foto: Alessandro Maradei

Nuevos músculos

9 minutos de lectura
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El spot de campaña de Andrés Ojeda desde un gimnasio mostrando sus músculos y vendiéndose como “el nuevo presidente” va a quedar en la memoria de todos los uruguayos y es la muestra de que la cultura fit que arrasa en el mundo también permeó nuestro país. El argumento de venta es mejorar la salud, pero estudios indican que lo que busca la mayoría es una imagen más hegemónica. ¿Qué pasa con estos cuerpos llevados al límite? Federica Pérez se metió en gimnasios de Montevideo y entrevistó a entrenadores y especialistas para entender eso que llaman “vida sana”

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Bruno Cantele pesa 110 kilos, pero su cuerpo es absolutamente magro. Dice que está al límite y que si se mueve un poco, enseguida baja de peso. Cuando se estira la piel de los brazos o el abdomen con los dedos se le despega, porque no tiene ni un gramo de grasa, algo que no considera sano porque “la grasa se necesita, esto es un lujo y yo asumo las consecuencias, como el que se acoda en la barra de un boliche a tomar alcohol todos los días asume la cirrosis”, expresa. Cada una de sus venas es visible, está marcada y se delinea perfectamente dónde empieza y dónde termina.

Un lunes de noviembre al mediodía en su gimnasio de Malvín entrenan cinco mujeres en silencio: pasan por las diferentes máquinas con cara de esfuerzo, se miran al espejo mientras Cantele supervisa sus rutinas.

Sin titubeos y sin dejar de corregir la técnica a cada una de las alumnas, Cantele dice que su gimnasio no es un lugar para conversar y que si bien se define como tierno y empático, a la hora de entrenar es “un soldado”. Tiene un grupo de WhatsApp con sus alumnas y alumnos, pero no les permite hablar demasiado. En su gimnasio no existen las clases de prueba. Él brinda información sobre su entrenamiento a quienes lo contactan vía WhatsApp o Instagram. En la red social lo siguen más de 23.000 personas y allí se presenta como coach deportivo y de alimentación. Sólo acepta a personas decididas a entrenar.

María Eugenia en el gimnasio MOTIV.

Foto: Alessandro Maradei

Tiene 47 años pero empezó a los 11, cuando el mundo del fitness era algo muy diferente, en Uruguay y en el mundo. La separación de sus padres, “ser gordo” y el sufrimiento que vivió en aquel entonces fueron lo que lo motivó a entrenar.

—No podía cambiar lo que pasaba en casa, pero sí lo que me devolvía el espejo —cuenta a Lento.

Leía lo que había a mano: revistas viejas que venían desde México o Estados Unidos.

—Estudiar para entrenador o dedicarse al fisicoculturismo en aquel momento era una pérdida de tiempo y además te hacían bullying.

De todas maneras, en paralelo a su trabajo en distintas casas de cambio, Cantele leyó sin pausa sobre ejercicio y nutrición, aunque empezó a entrenar a otros cuerpos recién a los 30 años. Fue campeón nacional de fisicoculturismo durante 15 años. En las fotos que conserva de las competencias, con varias medallas y trofeos, que dejó en una repisa del gimnasio, su cuerpo se ve aún más definido que en la actualidad; cubierto por la sustancia dorada con la que los competidores se embadurnan, parece una escultura de bronce. Su piel, en ese entonces, estaba absolutamente adherida al cuerpo. Pasaba sin tomar agua muchas horas; además, seguía una dieta estricta.

Los años de competencia y las cinco horas de entrenamiento diario quedaron atrás, pero con mucha seguridad dice que si surge una competencia para dentro de dos meses, podría prepararse y presentarse.

—Competir es algo extremo. Hay que priorizar el descanso y la alimentación. No me cuesta porque el deporte siempre fue un refugio que me acompañó en los mejores momentos y me salvó en los peores.

En sus redes, además de videos sobre entrenamiento y nutrición, comparte sus emociones.

“Ahora también quiero vender salud mental”, dice.

Virginia en el gimnasio MOTIV.

Foto: Alessandro Maradei

Actualmente entrena desde las seis de la mañana, cuando afuera recién amanece y la sala se ilumina con la luz roja de la lámpara con forma de toro, su logo. Luego llegan sus alumnas. A esto le suma al menos un entrenamiento cardiovascular al aire libre para “despejar la cabeza”. “Estoy magro, no lo necesito, pero me despeja”, dice.

Cuando competía, Cantele comía 12 veces al día y a sus alumnos les recomendaba ingerir arroz, pollo, claras de huevo, algo de fibra y nada más. Luego se involucró con distintas dietas: veganismo, vegetarianismo, keto o cetogénica, dieta híbrida.

—Entrenar de la misma forma aburre y con las dietas pasa lo mismo, por eso surgieron tantas tendencias. Durante una semana practiqué el ayuno intermitente y era tal la claridad mental que me generaba que quería llevarlo a más, era como una droga.

También incursionó en la dieta keto, “que tiene cosas a favor y en contra”, porque lo dejaba “un poco blando”. En la actualidad sigue con el entrenamiento estricto —“no importa el momento de la vida en el que esté”— y se alimenta “bien sí o sí”, aunque a veces se dé “algún gusto”.

—La gente busca 99% estética y 1% salud. Las chicas tienen miedo de hacer sala y quedar musculosas, pero cuando logran afinarse empiezan a cambiar de chip y a querer algo de músculo; la vara cambia porque así es el ser humano. Antes era raro, casi no existían mujeres en sala de musculación, eran lugares sólo para hombres. Y esto no es una organización sin fines de lucro, esto es un negocio.

Datos pesados

Según un informe de Mercado Fitness, una empresa de capacitación para dueños de clubes y gimnasios de Hispanoamérica, actualmente un gimnasio tipo tiene menos de 400 metros cuadrados, no es parte de una cadena y abre de lunes a sábado con horarios entre las siete de la mañana y las diez de la noche. La mayoría tiene diez años o menos de antigüedad y cuenta con un equipo de entre dos y cinco colaboradores y una plantilla de aproximadamente 400 socios de entre 26 y 45 años, de los cuales la mayoría son mujeres.

Según una radiografía que hizo esta empresa en Uruguay este año, bajar de peso es la motivación principal de los usuarios de los clubes y los gimnasios, seguida por el deseo de cambiar de estilo de vida. Los costos de los planes mensuales rondan los 1.600 pesos y el mayor desafío en el negocio es retener a los socios y captar nuevos.

Con la colaboración de la empresa española Trainingym, se hizo una recopilación de datos de Google con la metodología conocida como scraping. De este análisis surgió que actualmente figuran 830 gimnasios en Google Maps, aunque puede haber otros sin registro. En Uruguay aproximadamente 216.000 personas entrenan en un gimnasio, un estudio o un box, lo que representa 6,2% de la población del país.

Para Guillermo Vélez, director de Mercado Fitness, en los últimos 20 años y sobre todo luego de la pandemia los cambios en el sector fitness en Uruguay han sido “notorios”, más si se tiene en cuenta el desembarco de marcas internacionales como Smart Fit (Brasil) y Fiter (Argentina), porque hay una relación directa entre la predisposición al consumo de este tipo de servicios y el ingreso per cápita. “El precio es una barrera de entrada y estas cadenas les abrieron la puerta a nuevos usuarios que encuentran el lugar para una primera experiencia fitness”.

Gabriela y Kevin en el gimnasio El Templo del Músculo.

Foto: Alessandro Maradei

Aunque las marcas internacionales generan crecimiento y variedad en la oferta, faltan “buenos profesionales” porque los sueldos, por ejemplo, de los profesores de sala, no son tentadores.

Para Vélez, luego de la pandemia se registró una mayor demanda de entrenamiento de fuerza, de máquinas con placas y lingotes, “porque está de moda” y porque la educación sobre el impacto positivo del entrenamiento de fuerza en la salud también aumentó.

Ayudín

Los suplementos son un producto al que apuestan cada vez más las personas que practican algún deporte, sea amateur o profesional. El crecimiento del mercado de la suplementación en Uruguay es inminente, según Maximiliano Cáceres, fundador de Wikimúsculos, una empresa nacional que vende suplementos al público y a revendedores, que abrió en 2016 y actualmente tiene nueve sucursales.

Cáceres incursionó en este mercado porque jugaba al rugby y en aquel momento “muchas cosas que podían ayudar al entrenamiento y a la dieta” no estaban disponibles en Uruguay.

Arrancó ofreciendo distintos tipos de suplementos, pero cuando notó que había una veta en el asesoramiento, lo sumó al negocio; hoy en día, sus locales son atendidos por estudiantes de Nutrición y licenciados en la materia.

—Los suplementos no son algo necesario, son una ayuda, nutrientes en una presentación más cómoda. Aunque hay personas que esperan una solución mágica, con asesoramiento se las puede llevar a tener expectativas más coherentes.

Hace unos años el cliente típico era deportista, personas que saben mucho de nutrición y suplementos. Actualmente el cliente principal es “una persona que trabaja ocho horas, entrena tres o cuatro veces por semana y se quiere cuidar”. En general la variedad de productos que piden es muy amplia, pero depende de los objetivos que tengan: “Hay personas que buscan proteína porque no llegan al requerimiento adecuado con su dieta, otros tienen dificultades para dormir o concentrarse y buscan magnesio, creatina, cafeína; también llevan quemadores de grasa, depende de los objetivos”.

Uruguay es un país cuyo mercado de la suplementación, si bien creciente, está lejos de países como Argentina, Chile y Perú. Según Cáceres, lo que más frena el avance es la falta de una regulación clara, que permita importar más productos. Actualmente el registro de un suplemento tarda aproximadamente dos años, la solicitud se hace en el Ministerio de Salud Pública y el criterio “no es estándar”, dice.

Bruno Cantele le corrige la postura a Belén.

Foto: Alessandro Maradei

Entrenar sí o sí

Nadia tiene 22 años, es docente, hace cinco años que hace entrenamiento de fuerza y en dos semanas se recibe de entrenadora. Arrancó el gimnasio pensando que “comer sano es comer poco” y por eso nunca llegaba a los requerimientos nutricionales. A los tres años logró “hacer todas las cosas correctamente”. Hace cinco años su principal objetivo era subir de peso, porque era muy delgada y eso generaba cuestionamientos constantes sobre su cuerpo.

—Me preguntaban si sufría anorexia o si tenía algún trastorno alimenticio —cuenta a Lento.

Ahora entrena aproximadamente una hora y media por día, porque se enamoró del deporte; su único objetivo es mantener un estilo de vida saludable. “Uno siempre quiere mejorar físicamente, pero ahora es más por salud”, aclara. Estudió para ser entrenadora porque quiere ayudar a otras personas a sentirse bien con su salud y su cuerpo.

Desde que tomó la decisión de dedicarle un tiempo significativo al deporte, sus vínculos se redujeron.

—Ya no tengo montones de amigos, porque hay gente que no logra entender que quieras tener un estilo de vida saludable. Mi prioridad es entrenar sí o sí y no cuestionarme día a día.

Organiza viandas para llevarse a todas partes porque es un hábito, como alimentarse a base de proteínas, grasas saludables, verduras, carbohidratos y alimentos variados para que no le falte ningún micronutriente.

Dice que las personas le preguntan por qué entrena si ya está flaca.

Entiende que el mercado del fitness en este país no crece y sobre todo no se profesionaliza porque el flujo de gente en los gimnasios es continuo, debido a que las personas no tienen paciencia y quieren resultados inmediatos.

Daniel Villar, profesor y dueño del gimnasio MOTIV.

Foto: Alessandro Maradei

—Vayan al gimnasio porque les va a cambiar la vida, el físico, la energía y la salud mental.

La imagen es todo

En las últimas décadas, el fenómeno del fitness dio un vuelco. La cultura de las dietas de los años noventa —y los trastornos alimenticios resultantes— ahora adquirió una pátina saludable. En los argumentos de venta de estos estilos de vida que integran horas de gimnasio y diversos modos de comer (en general a partir de restricciones: sin harina, sin lácteos, sin carbohidratos, sin carne, sin gluten, etcétera) muchas veces se camuflan obsesiones por la imagen que pueden derivar en problemas de salud mental.

A la anorexia de los noventa (que no desapareció) ahora se le suman la vigorexia y trastornos de dismorfia muscular, una alteración de la percepción de nuestro cuerpo que hace que la musculatura nunca parezca suficiente. Todo esto muchas veces aparece mezclado con modas filosóficas de autoayuda (como la espartana: cientos de libros y miles de videos en YouTube en los que se dan consejos supuestamente basados en el estilo de vida disciplinado y guerrero de la Grecia antigua) que ponen el foco en una cuestión voluntarista y de superación personal. Lo duro (tonificado) es percibido como poderoso y lo blando (flácido) como débil.

Las redes sociales son el mayor canal de difusión de contenidos vinculados al fitness, la alimentación y la imagen integral. Son millones las cuentas, los hashtags y los contenidos en diferentes formatos que ofrecen información, consejos e incluso servicios. Para Ana Gudynas, socióloga especializada en temas de belleza, género y feminismo, el uso de las redes sociales tiene un impacto negativo en la autoestima, sobre todo durante la adolescencia, y esto es multifactorial. Primero, porque la interacción se basa en una determinada cantidad de “me gusta” u otras reacciones al contenido que compartimos.

—Antes el valor era evaluado en entornos en los que me presentaba, ahora las valoraciones son mucho más masivas y virtuales; el rol de la mirada del otro es históricamente relevante y más pesado.

En segundo lugar, entra en juego la comparación. Puede ser que se perciba que lo que se ve en las redes sociales no es real, pero a la vez igual existe el deseo de que la foto propia sea igual a la que se consume.

—Hay un doble juego peligroso, porque por un lado están los filtros que brindan las aplicaciones, pero a su vez la opresión se complejizó y pretende un resultado más sutil, porque usar mucho filtro ya no está tan bien evaluado y ahora la apuesta es a maquillajes suaves, a fotos que poseen un gran pienso, por ejemplo, en cuanto a la luz y la calidad de la cámara que se utiliza, pero que son vendidas como naturales.

Gudynas contextualizó el deseo constante de vernos “bien” y llegar a cumplir con determinados estándares hegemónicos en el entendido de que “el cuerpo es lo primero que comunica quién soy yo y cómo luce, por lo tanto, cómo está decorado y peinado”, importa.

Gimnasio MOTIV.

Foto: Alessandro Maradei

Bajo este supuesto se abren dos líneas: la militancia por una ley de talles (y respecto de por qué la ropa es tan importante) y el cuerpo como una representación moral.

—Esto implica el supuesto de que hay cuerpos buenos y malos, y según eso se juega mi pertenencia e interacción social. Es decir que si un cuerpo por ser gordo está catalogado como malo, mi ingreso y mi aceptación por parte del entorno social que me evalúa serán mucho más complejos.

Detrás de esta clasificación hay industrias, entre ellas la farmacéutica. Todas crean la necesidad de impulsar ideales hegemónicos e inalcanzables.

—Esto nos mantiene distraídos de cosas más importantes, como lo que tenemos para decir, y nos hace gastar un montón de dinero en busca de una sola belleza.

Federica Pérez es periodista. Escribe sobre salud en la diaria y colabora con Lento con artículos sobre temas sociales.

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