Hace unas semanas se hizo viral la noticia de la comercialización de Aria, una novia robot. Aria es rubia de ojos celestes (y sí), pero se le puede cambiar el color de pelo, tiene rasgos hegemónicos (nariz chica, labios carnosos) y una mirada entre boba y perdida, o misteriosa, quién sabe. Es de talla mediana, curvosa, y se mueve como una caminante lunar. Gracias a la inteligencia artificial, está entrenada en el arte de la conversación y dice cosas como: “Qué lindo día, parece que no va a llover hoy”. O: “Es hora de tomar el té”, aunque ella no pueda tomar té ni sienta la lluvia al mojarse. Tampoco puede tener sexo, eso lo aclaran los fabricantes. No se trata de una muñeca inflable, sino de la compañera de vida ideal. No tengo espacio en este editorial para analizar las miles de capas de Aria y todo lo que siento por ella. Solo voy a decir lo obvio: son tiempos difíciles para el amor.
Mientras que miles de coaches, psicólogos, podcasts, videos de Youtube, reality shows y gurúes espirituales (y algunas sectas) nos dan fórmulas y teorías para manejarnos en el terreno romántico, otros miles de coaches, etcétera, nos dicen que lo más importante, en realidad, es autoestimarnos. El mundo se cae a pedazos y al parecer nunca estuvimos tan solos, ni tan fóbicos.
En medio de esta confusión contemporánea, en este número salimos a buscar historias de amor, un poco para constatar que siguen existiendo y otro poco para abrir el arco, porque el amor, ese gran malentendido universal, tiene muchas formas, como decían los griegos, que ya lo dijeron casi todo.
Reunimos crónicas y ensayos sobre eros (deseo, pasión, amor romántico; en suma, la complicación), como en “Aquí hay un vacío” de Ivana Romero, un texto que comienza con la muerte de un novio de juventud y ahonda sobre los mandatos de pareja e hijos para las mujeres; en “Obsesiones y descartes”, el cronista Julián Gorodischer parte de experiencias personales en las apps de citas como Tinder y Grindr para desmontar al monstruo desde dentro; en “Nuevas formas de estar juntos”, el fotógrafo y periodista Israel Fuguemann, que suele narrar vidas ajenas, se mete con su propia historia y cuenta los miedos y transformaciones que enfrentó al construir una vida de a dos. Betina González pone en escena a una mujer recién separada, a quien se le abre un pueblo entero, en su cuento “El amor es una catástrofe natural”. Rosario Lázaro Igoa cuenta una historia fragmentaria y atravesada por lagunas en “Donde el amor, cuando lo hubo”. La escritora María Moreno le sube la temperatura al número, y al verano, con “Noelia”, un relato entre el pathos, la poesía y la comedia.
Pero amor es también ágape, una entrega que poco tiene que ver con los vaivenes químicos o las proyecciones. Eduardo Delgado cuenta no una sino varias historias de este tipo en “Hace falta una aldea”, un reportaje sobre el programa Familia Amiga, que vincula a bebés al amparo estatal con personas que los cuidan en sus casas hasta que son adoptados oficialmente. Esta incondicionalidad está presente también en “Corazón bichero”, la crónica de Tamara Silva Bernaschina sobre el trabajo de Alternatus, un centro de rescate y conservación de reptiles y anfibios.
Y luego filia, un sentimiento basado en la afinidad, la amistad y las aficiones. Sobre esto trata “Visiones del desierto”, de Forrest Gander, sobre el amor a las aves y la observación de la naturaleza, y “Un vestido y un amor”, el fotorreportaje de Rodrigo Viera Amaral que retrata la devoción carnavalera de la diseñadora de vestuario Daniela Inthamoussu.
Y finalmente, qué es eros sino la historia que nos contamos, la película que nos armamos, ese gran relato tan único y mágico, tan lugar común. Sobre esto gira “Para bodas y funerales”, el ensayo de Martín Pérez acerca del disco conceptual 69 Love Songs de la banda The Magnetic Fields, y reflexiona la escritora Cynthia Rimsky entrevistada por Ángeles Blanco sobre su última novela, donde aparece, claro, una historia de amor.