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Toni Morrison durante la inauguración de un banco conmemorativo que marca la abolición de la esclavitud en París, por la Toni Morrison Society.

Foto: Franck Fife, AFP

Murió la escritora estadounidense Toni Morrison, ganadora de los premios Pulitzer (1988) y Nobel de literatura (1993)

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Diarios y revistas, portales de internet, redes sociales y grupos de whatsapp del mundo entero lamentan la muerte de una de las grandes escritoras de nuestra época, al tiempo que celebran su vida y su obra. En 1993 fue la primera mujer negra galardonada con el premio Nobel; recibió el Pulitzer, la Légion d’ Honneur, y la Medalla Presidencial de la Libertad que le entregó su amigo el presidente Barack Obama, entre otros numerosos reconocimientos. Quizás el reconocimiento que ella misma valoró más fue que sus novelas son leídas por generaciones de jóvenes en colegios secundarios y en universidades no solamente en su país, sino en el mundo entero. La experiencia afroamericana que describe en sus novelas es desgarradora pero, a su vez, ha contribuido a empoderar a hombres y mujeres afrodescendientes.

Morrison nació en Ohio, Estados Unidos, en una familia pobre. Su padre era hijo de esclavos libertos que habían emprendido el largo camino en busca de una vida mejor desde el sur hacia el norte del país a principios del siglo pasado, en lo que se conoce como la “Gran Migración”. Gracias al empeño del padre pudo asistir a la universidad de Howard, para estudiantes negros, y luego culminó sus estudios doctorales en la universidad de Cornel. Su tesis doctoral fue sobre William Faulkner y Virginia Woolf, escritores estos que dejaron marcas fuertes tanto en cuanto a estilo como a temática: recordamos especialmente a Dilsey y demás negros de El ruido y la furia: ellos perduraron, dice Faulkner. Y Morrison escribe acerca de los que perduraron, y que pasaron por experiencias terribles. Su primera novela, Ojos azules, encara el tema del modelo de belleza que tenían las niñas negras en las muñecas que les regalaban para Navidad en los años 40 y 50: eran, todas, rubias y de ojos azules, un modelo que podía tener consecuencias dramáticas si se perseguía ciegamente. La novela es narrada desde la perspectiva de una niña, y comienza de un modo impactante : “No se decía nada, pero en ese otoño de 1941 no salieron las caléndulas. En ese entonces pensamos que era porque Pecola estaba embarazada de su padre que no habían salido”.

Toda la obra de Morrison se construye en un espacio arrebatado del dominio del hombre blanco. Dice Morrison en Jugando en la oscuridad, un ensayo sobre la historia y la literatura estadounidenses: “La literatura tradicional canónica en Estados Unidos desconoce los 400 años de presencia africana y afroamericana en el país. Se asume que no han ocupado ningún lugar, ni tenido consecuencia alguna sobre el desarrollo de la cultura y de la literatura [...]. La inclusión de esta presencia negra es de central importancia para que comprendamos nuestra literatura, y no debe permitirse que quede en los márgenes de la imaginación literaria”.

Para desarrollar su obra, agrega a la tradición occidental, como parte legítima de su herencia cultural, varios elementos de las culturas del África Occidental, lugar de origen de los esclavos negros, esos “60 millones y más” de la dedicatoria de su novela Beloved, que atravesaron el océano en el correr de más de tres siglos. Es así que la tradición de narraciones orales custodiadas por las mujeres, los mitos y las leyendas africanos o construidos durante la esclavitud, los ritmos de los gospel songs, blues y jazz integran una obra que se propone reescribir la historia entera del país, porque la suya y la de su gente fue reiteradamente negada por la cultura blanca dominante. Sus novelas hablan de la vida de los afroamericanos, expresando poéticamente el dolor y la potencia de los blues. Tanto los blues como el jazz pueden tomarse como claves para leer la obra de Morrison, tal como atestigua su novela de 1992, Jazz. Con esta novela la crítica literaria la aclamó como novelista clásica, al estilo de Herman Melville, Mark Twain y Faulkner.

Pero quizás la novela más conocida de Morrison sea Beloved, de 1987. Morrison cuenta allí una historia a partir de un hecho real acontecido en 1855: Margaret Garner, una esclava de Kentucky, prefirió matar a sus hijos antes de que vivieran como esclavos. Esta problemática expresión de amor materno inspiró uno de los ejes centrales de la novela, la maternidad. Sethe es la madre que intenta degollar a sus cuatro hijos, pero lo logra solamente con una; Sethe es también la hija que no conoce a su madre: lo único que sabe es que su madre la concibió en el barco esclavista viniendo a Estados Unidos, que su padre era negro, que su madre lo quiso y por eso ella lleva el nombre del padre, Sethe. La novela, de difícil lectura, compleja en cuanto al manejo de la temporalidad –muy faulkneriana en ese sentido– obliga a reconocer el terrible, difícil y doloroso acto de re-memorar o re-membrar, re-constituir vidas presentes y futuras a partir de un pasado de esclavitud, tortura, humillaciones, violaciones y muertes, que la obra sitúa dentro de un período que va de 1800 aproximadamente hasta 1875. “Beloved” –la bien amada– es el nombre de la hija degollada de bebita, que vuelve como fantasma a intentar recuperar su lugar en la familia. Subyacente a la narración está la imborrable presencia de las historias de esclavitud, y Beloved de algún modo representaría todas las historias de infamias, de dolor y muertes que padecieron los esclavos antepasados de todas las personas negras. Insistente reiteradamente en la novela, Morrison advierte: “This is not a story to pass on”, son “unspeakable thoughts” (No es una historia para contar. Son pensamientos indecibles). En inglés, “to pass on” significa “contar” pero también quiere decir “morir”.

Toda la obra de Morrison, 11 novelas, numerosos ensayos, artículos, incluso libros de cuentos para niños escritos con su hijo Slade –lo último es una colección de ensayos de este año– nos está asegurando que esas historias, que nunca debieron haber existido, no mueran en el olvido.

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