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Ganas de que lo lean: sobre Ganas de leer, de Piero Dini

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Lo fantástico, lo absurdo y hasta lo terrorífico se suceden en historias de prosa ágil y precisa.

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Leído por Abril Mederos.
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Piero Dini le puso a su libro de relatos Ganas de leer y me recuerda que Dolina ha sostenido que mucha gente quiere “haber leído” pero no leer, es decir, mostrar una fachada de cultura, como quien se disfraza para ir a un casamiento. Me parece un acierto que en el propio título se mencione el deseo. Porque la literatura, vista como una sala de mármol importante, no le interesa a nadie, y quienes hemos reincidido en ella lo hemos hecho movidos por la búsqueda del placer, ya sea por la curiosidad de saber cómo sigue la aventura o por el disfrute de la inteligencia, de la novedad o de la risa. También, claro, muchas veces encontramos el sentido de la existencia, descripciones críticas de la sociedad y motivaciones para acometer aventuras en la vida real, además de vislumbrar la posibilidad de que haya otros mundos –y otras mentes– además de los propios.

El volumen se inicia con el cuento “El hombre que veía tortuguitas”, que es un camino de ida que impone un horizonte de lectura. La subjetividad del personaje ocupa todo el transcurso de la prosa que, salpicada de tortuguitas, nos lleva por los intentos que hace la psiquis humana buscando equilibrarse tras un quiebre en el orden habitual. Con esto el autor demuestra que tiene claro lo que dijo Teun van Dijk sobre los textos narrativos y, no menos importante, que el camino es interesante. O que es interesante hacer el camino, viendo o dejando de ver las tortuguitas omnipresentes que preceden a “El ómnibus equivocado”, un cuento de corte fantástico dolinesco (por algo lo nombré), en el que el personaje recala en un lugar al que sólo se llega perdiéndose. Otra vez el dejarse llevar, el fluir de la imaginación salpicada del recuerdo de lecturas y un recoveco del laberinto urbano.

Los narradores, muchas veces en primera persona, son llevados desconcertadamente por situaciones que no entienden o por preocupaciones más prácticas que existenciales, como “El hombre que se llamaba igual que yo”, en donde el tema del doble, un tópico de la literatura fantástica, encuentra ubicación en el tan uruguayo ambiente electoral, tal vez no tan aprovechado en nuestro corpus de letras. Mientras escribo esto pienso en Jorge Luis Borges, me acuerdo de un cuento de Henry Trujillo y, en el apunte que hice, puse “¿Felisberto Hernández? ¿Kafka?”. También podría haber anotado toques de Julio Cortázar, de Leo Maslíah, de Ruben D’Alba, de Juceca o de Augusto Monterroso, ya que me pongo a listar posibles antecedentes, porque la música de la literatura de Piero Dini tiene resonancias de todos ellos. Téngase en cuenta, eso sí, que la voz es propia. No estamos en presencia de un mero epígono sino de alguien que recorre los mismos barrios, aunque con el termo y el mate.

Lo fantástico, lo absurdo y hasta lo terrorífico se van sucediendo en las historias, cuya prosa es ágil y precisa. ¿Ya queda claro que el libro es entretenido y que la ironía está más cercana de una mirada burlona sobre la vida que de un ambiente opresivo y desesperanzador? Y eso aun cuando la salud mental es una preocupación bastante presente, como en el caso de “Ganas de hablar”, donde un inadaptado sólo es capaz de mantener diálogos con los muertos, para lo cual es una suerte que trabaje en una empresa fúnebre, pero está enamorado de una mujer viva. También aparecen fantasmas, robots, ciegos, chinos que compran mariposas para dominar el mundo aprovechando el “efecto mariposa”, una concreción del reinado de un tuerto en una tierra de ciegos y, tomé nota, alguna suave ironía desplazada a un escenario asimoviano. No nos privaremos de un paisaje rural –ya que para algo el autor es canario– en el que un fantasma se queda a vivir en la casa de un solitario en un asunto que oscila entre la cotidianidad y la trascendencia. Tampoco nos perderemos del arte de literalizar conceptos cristalizados como el de “príncipe azul”, ya que alguien decide encarnar el personaje artesanalmente, ni del desenlace de la historia de amor de dos androides, que logra ser triste y feliz al mismo tiempo. Genial, garabateé.

Como corolario, pondría que este libro, y la literatura de Dini, que se asoma por sus redes sociales, tienen ganas de que los lean. Taxonómicamente, encuentra su nicho en el modo uruguayo de ver la vida a través de las palabras, pero sin el gesto agrio. Cuando pasen por la experiencia de leerlo, seguramente tendrán ganas de una obra próxima, con la que el autor ha amenazado.

Ganas de leer. De Piero Dini. Uruguay, Gingko, 2022.

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