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Palacios de Moctezuma: Tu sueño imperios han sido

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Sobre la última novela del mexicano Álvaro Enrigue.

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Cuando se publica una novela ambientada en un determinado momento histórico, protagonizada por personajes que la historiografía ha diseccionado bajo los diversos registros de la disciplina, nunca falta el crítico documentado o el exégeta puntilloso que sale a cuestionar la veracidad de algún pasaje, descripción o situación en aras de la llamada “verdad histórica”, esa suerte de oxímoron plenamente establecido que pretende que los hechos del pasado pueden fijarse de una manera única, incuestionable, como si no fueran en sí mismos construcciones simbólicas elaboradas a partir de elementos más o menos concretos. ¿Importa saber realmente cuánto hay del verdadero Juan Manuel de Rosas que aparece en la nouvelle El farmer (1996), de Andrés Rivera, o en el George Washington que irrumpe en la extensa novela Mason & Dixon (1997), de Thomas Pynchon, por mencionar apenas dos ejemplos de caracteres “reales” que se desenvuelven en un entramado de ficción?

Lo anterior viene a cuento de los hechos que se narran en Tu sueño imperios han sido, flamante novela del escritor mexicano Álvaro Enrigue (1969), que debutó en la ficción de largo aliento con La muerte de un instalador en 1996, merecedora del Premio Joaquín Mortiz, y que también tiene entre sus logros la obtención del Premio Herralde en 2013 con Muerte súbita. La novela, que toma el título de un verso de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, se sitúa en un día preciso: el 8 de noviembre de 1519, cuando se encontraron cara a cara (por decirlo de alguna manera) el conquistador español Hernán Cortés y el emperador mexica Moctezuma, un episodio harto analizado por diversas disciplinas de las ciencias humanas y copiosamente abordado por la cultura popular.

Enrigue, novelista de conformación borgeana (no por las novelas que Jorge Luis Borges nunca escribió sino por la conjugación de tiempo y espacio como arborescente unidad de sentido, movimiento especialmente desarrollado en la figura del laberinto), explota magistralmente aquel momento fundante a través de una historia coral, que no fija o sigue a un protagonista central, único, sino que disgrega el acontecimiento a través de varios caracteres, a saber, Jazmín Caldera (principal socio capitalista de la expedición de Cortés y tercero al mando), Gerónimo de Aguilar (sacerdote andaluz y traductor del maya al castellano), Malintzin (princesa nahua y cortesana del rey maya Tabascoob, traductora del maya al nahua), Tlilpotonqui (alcalde de la ciudad de Tenochtitlan y general supremo del ejército mexica) y Atotoxtli (princesa, emperatriz, hija de Axayácatl, hermana y esposa de Moctezuma), entre otros, además, claro está, de los propios Hernán Cortés (también referido como don Hernando, Malinche y Huei Caxtitlan) y Moctezuma, Huei Tlatoani y general supremo de las tropas de la Triple Alianza (integrada por las ciudades de Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba).

El 8 de noviembre de 1519 que compone Enrigue en su novela tiene, por momentos, la cercanía de una crónica escrita en el propio lugar de los hechos y en una jornada cercana (ayer mismo), como si las diversas situaciones que se van engarzando –la llegada de los españoles a Tenochtitlan, la descripción de los palacios de Moctezuma, las rencillas internas y las conspiraciones palaciegas, los innúmeros movimientos de tropas, el temor y el deslumbramiento de los mexicas ante los caballos (que no conocen y a los que ven como extrañísimos venados), el perturbador sabor del recién probado chocolate para los españoles, los juicios sumarios, las ejecuciones, los sacrificios– se desprendieran de sus particularidades históricas y se volvieran contemporaneidad pura, en la senda del ritmo y el estilo que utilizaran los cineastas Roberto Rossellini para contar la vida de Jesús y sus discípulos en la miniserie Atti degli apostoli (1969), Mario Monicelli para narrar una presunta tentativa de golpe de Estado en Italia en 1964 en Vogliamo i colonnelli (1976) y, más cercano en el tiempo, Radu Jude para escenificar la masacre de Odessa, en 1941, en la película Îmi este indiferent dacă în istorie vom intra ca barbari (2018).

La proliferación de episodios que se entretejen en Tu sueño imperios han sido deja por fuera el elemento más trascendental del encuentro entre Cortés y Moctezuma, copiosamente abordado y analizado en los cinco siglos transcurridos, y se alza sobre las percepciones inmediatas de los protagonistas, muchas veces tan palpables y escatológicas que aromas y sonidos parecen escaparse de las páginas que los contienen. En ese sentido, el arranque mismo del libro es ejemplar: “El capitán Jazmín Caldera, nativo de la villa de Zarzales, Extremadura, no podía comerse el caldo de guajolote con flores que tenía enfrente, aunque estuviera muerto de hambre y se presintiera exquisito. Le habían asignado en la mesa un lugar entre el sacerdote Xipe y el de Tezcatlipoca. El primero llevaba por capa la piel, ya renegrida por la pudrición, de un guerrero sacrificado hacía quién sabe cuánto”. A esto hay que sumarle el medido despojamiento retórico en la descripción de acciones presuntamente importantes no sólo para los personajes concretos sino para la historia posterior, a través de giros que descolocan (“eran como niños: un baño y a la meme”, “los hijos de los pipiles los llevan así cuando están en el cole”) y se insertan sin dificultades en la narración, además del hecho de que los guerreros mexicas mantengan reuniones de trabajo o participen en la lógica interna de alguna fundación o que, en determinado momento, la voz de Marc Bolan cantando una de las gemas del disco Electric Warrior, de T. Rex, se apropie del ambiente y suene a todo trapo por los pasillos de los palacios de Moctezuma.

Tu sueño imperios han sido. De Álvaro Enrigue. España, Anagrama, 2022, 226 páginas.

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