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La poesía siempre estuvo allí

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Cuenta Paul McCartney que una mañana despertó con una melodía que no podía quitar de su cabeza. Curioso por saber de qué pieza se trataba, se la tarareó a familiares, a sus colegas beatle y a su productor, George Martin. Ninguno había escuchado aquella música antes. Recién entonces se puso a trabajar en una letra y un acompañamiento para su melodía, y así fue como nació “Yesterday”.

Desconozco si a Natalia Lambach los versos le surgen espontáneamente o los talla durante arduas jornadas, pero el resultado es de una naturalidad tal que por momentos nos preguntamos si ya no los habíamos leído antes. El mismo título del poemario, Espejismos de agua, sirve como ejemplo. Parecería que ya debiera de haberse escrito decenas de libros de poesía con este nombre, y al menos mi modesta búsqueda sólo devolvió este volumen.

Es aquí donde reside el encanto y la fortaleza de Lambach: escribe de tal manera que parece que sus poemas siempre estuvieron allí. Y en esta aparente sencillez suele haber mucho más mérito que en otras escrituras abundantes en despliegues técnicos. Es todo un arte decir cosas profundas y sensibles de manera simple. Este libro es la prueba de que es posible leer versos más accesibles sin que con eso se sacrifique calidad o se caiga en el infantilismo.

Tal vez la mayor crítica que pueda hacérsele es la falta de una temática o hilo conductor que le dé coherencia al volumen. Esto no es un pecado en sí mismo, pero la mayoría de los poetas actuales suelen concebir sus libros como una obra unitaria y esto suele condicionar las expectativas del lector.

De todas formas, Espejismos de agua está organizado en cuatro secciones que sí mantienen una percepción de unidad. “Nocturnos” tiene, justamente, a la noche como manto común. Sin embargo, aquí hay un curioso amague: el primer poema, “Desamparo”, es un durísimo retrato de una persona en situación de calle. Posteriormente, la noche adquiere un tono más introspectivo.

“A partir de Gutav Klimt” son, como su título lo índica, poemas basados en la obra del pintor. Aquí imaginé un volumen totalmente distinto: un hermoso objeto-libro en el que dos artistas dialogan a pesar del tiempo que los separa. De estos cuatro poemas, sólo en el último aparece el yo lírico en primera persona, quizás simbolizando un pasaje del mundo terrenal al pictórico. Hay en estos textos cierto aspecto lúdico: la autora juega con los cuadros, decide no quedar pasiva frente a ellos y hacerlos suyos.

En otras ocasiones he encontrado un exceso de tributos que acaban por sentirse demasiado artificiales. No es el caso de la sección “Homenajes”, porque en los cinco poemas su autora logra establecer un diálogo inteligente y sensible con sus predecesores. Especial interés merecen “Versión de Albatros” y “Modo Girondo”, porque aportan nuevas visiones de obras ya muy conocidas. Estas dos secciones prueban también que es posible escribir sobre lo que se ha leído (y el arte que se ha disfrutado) sin pasar por pedante o demasiado rebuscado.

“Íntima” tiene un tono similar a “Nocturnos” en su carácter introspectivo. La carga erótica de algunos versos la aproxima a la tradición de Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou: “Yo soy la dama que buscas/ No vaciles/ Es mi hora/ Espérame doncella/ Y deja el balcón abierto o Te estás acercando/ Llegaste/ Y las puertas de mi corazón/ Se están abriendo/ Entra/ Y no salgas”. De todos modos, no se puede decir que este sea el principal carril por el que transcurre la poesía de Lambach.

Natalia Lambach tiene formación actoral y ganó un Florencio a mejor actriz de reparto en 2013. Quienes estén refrescando su memoria recordarán que tiene síndrome de Down. Hasta donde tenemos noticias, es la primera vez en la historia de nuestro país que una persona con dicha condición médica publica un libro de poesía. El suyo es uno de los poemarios más disfrutables que he leído últimamente.

Espejismos de agua, de Natalia Lambach. 54 páginas. Deletreo, 2023.

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