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Andresito, el caudillo artiguista guaraní, revive en un cómic

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El argentino Lautaro Fiszman recrea la historia del líder revolucionario.

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Andresito, Andrés Artigas o Andrés Guasurarí (o Guaçurarí), fue el único caudillo gobernador indígena de las revoluciones de independencia de América y lideró a los pueblos guaraníes unidos al sistema artiguista en la Liga de los Pueblos Libres. Gobernó entre 1815 y 1819 la provincia de Misiones (de una extensión mayor que la homónima actual) y ocupó Corrientes al mando de un ejército de 2.000 hombres para reponer en el poder al gobernador Juan Bautista Méndez tras derrotar al enviado del directorio porteño José Francisco Vedoya, quien huyó por el Paraná hacia Buenos Aires perseguido por el irlandés Pedro Campbell (a quien nombró comandante general de la marina artiguista).

Hubo que esperar dos siglos, hasta que asumiera Evo Morales en Bolivia, para que otro indígena gobernara uno de los pueblos de Sudamérica, y un poco más para que se editara una historieta (o “novela gráfica histórica”, como le llama el marketing editorial) sobre la intrépida y alucinante vida de Andresito.

Durante cinco años el historietista argentino Lautaro Fiszman estuvo investigando la historia de Andresito para guionar e ilustrar una historieta de 128 páginas, editada por Tren en Movimiento, en forma de un hermoso libro de gran porte, con papel e impresión de alta calidad. También se podría describir como una exposición portátil de artes visuales: las 371 viñetas fueron pintadas en óleo sobre cartón (de originales de 50 cm x 40 cm). Lo que narran es un gran capítulo de nuestra historia.

Andresito se internó en la selva del imaginario de Fiszman hace más de 40 años, cuando en su infancia en Buenos Aires escuchaba a un amigo de su tío nombrar a su primo Andrés como “Andresito Artigas”. La historia se nos encarna y dibuja de formas tan variadas como una broma familiar o una profusa bibliografía de consulta que tuvo como piedra de toque el libro Andresito Artigas en la emancipación americana, de Salvador Cabral.

Estilos plenos de luz y color

Fiszman, premiado y reconocido ilustrador, pintor e historietista nacido en Buenos Aires en 1975, estudió entre los 15 y 18 años en el taller del maestro historietista uruguayo Alberto Breccia. En 1994 comenzó junto con alumnos del taller a editar la revista El Tripero y publicó, entre otras obras, los libros Barro y sangre y Nuda vida, sobre la guerra de la triple alianza contra Paraguay, que anteceden en formato y temática bélica a Andresito.

La historieta tiene tres estilos de dibujo o pintura claramente definidos. Uno, general central, de pinceladas furiosas y potentes que encienden batallas y forestan las orillas del Paraná, enormemente expresivo y característico del autor cuya paleta de colores varía según episodios, locaciones y climas psicológicos. Fiszman también ha manejado con maestría el negro y blanco en obras previas sobre guerras, en las que se perciben aires de Hugo Pratt y de su maestro Breccia.

La vida en las misiones al mando e instrucción de los jesuitas se despliega en siete hermosas viñetas que replican el estilo del principal dibujante inca, el cronista Felipe Guamán Poma de Ayala, autor de Primer nueva corónica y buen gobierno a principios del siglo XVII. Las 17 viñetas en las que Ansina, el lugarteniente de Artigas, canta su relato sobre la esclavitud y la piratería son imaginadas por un niño afro en un tercer estilo que baila los candombes de Figari.

General post mortem

Nacido en 1778 en Santo Tomé (Misiones) o en la vecina San Francisco de Borja (actual ciudad brasileña de São Borja), el jefe guaraní fue criado por jesuitas misioneros y tuvo un temprano vínculo con José Artigas, quien estimuló su educación y le dio su apellido. Era su sueño la reunificación de los llamados 30 pueblos guaraníes diezmados por la destrucción de las misiones jesuíticas y las acciones militares esclavistas luso-brasileñas y lograr su autonomía política en el contexto de la federación artiguista.

El comandante Andresito luchó contra portugueses, porteños y el expansionismo paraguayo de su época. Capitaneando la fuerza militar de tierra, trabajaba en coordinación con la marina de Campbell: una flotilla de unos pocos faluchos (embarcaciones de una vela) conducida por irlandeses que acometían batallas al mando de una tropa de gauchos criollos afrodescendientes y guaraníes. Abordajes piratas con boleadoras por primera vez en la historia.

Las hermanas Postlethwaite, dos inglesas criadas en Corrientes que fueron testigos de la ocupación de Andresito, aparecen aquí ancianas tomando el té y nos recuerdan de una forma tierna y vívida cómo fue aquella llegada de Andresito a la ciudad de Corrientes: “Nos van a matar a todos”, decían, previendo una posible venganza por la reciente masacre de indígenas de Vedoya en Las Garzas. Y responde su hermana: “Andresito entró como un caballero. Desarmado, adelante de su ejército. Y aunque tenía la cara marcada por la viruela, ¡qué lindo que era!”. Evocan también a su compañera, la Melchora: “Era bien bonita. ¡Y decían que peleaba a la par de los hombres!”.

Debemos la conservación de las descripciones de las Postlethwaite al libro Cartas de Sudamérica, de los hermanos Robertson, dos oligarcas escoceses de 17 y 14 años que llegaron al Río de la Plata para hacer negocios tras el esperado triunfo de las invasiones inglesas. Este triunfo militar no ocurrió, pero sí el éxito comercial: los Robertson, gracias a cartas comerciales expedidas por José Artigas en Purificación, fueron prestamistas de los hacendados de Corrientes (además de contrabandistas y agentes del gobierno inglés, entre otras changas) para levantar producción ganadera tras la guerra. Pedro Campbell conformó para ellos un equipo de 12 carpinteros y otros trabajadores que reparaban corrales y carretas. Fue tal la fortuna amasada por los Robertson, que terminaron amañando en Inglaterra el desgraciado (para nuestros pueblos) préstamo de la banca Baring Brothers, aprobado por Bernardino Rivadavia en 1824. Fue una gigantesca estafa usurera que constituyó el inicio de una continua política de endeudamiento del Río de la Plata que perdura hasta nuestros días, con el FMI y otras instituciones similares.

Andresito desarrolló una reforma agraria y liberó esclavizados africanos e indígenas en Corrientes. Mientras los liberaba, capturó el mismo número de hijos e hijas de las familias esclavizadoras. A la semana convocó a las madres y se los devolvió, diciéndoles: “Aquí están sus hijos sanos y salvos, pueden llevárselos. Pero ahora conocen el dolor que sufre una madre india cuando le roban a sus hijos. Recuerden en adelante que ellas también tienen corazón”. Una lección histórica que es otra prueba de aquello en lo que insiste el historiador Felipe Pigna: resulta que los autodeclarados civilizados eran los bárbaros, y viceversa.

Andresito organizó en el teatro de Corrientes una impactante representación sobre San Ignacio de Loyola con excelentes músicos y actores guaraníes. Las Postlethwaite contribuyeron creando el vestuario, y cuando tiempo después Andresito abandonó Corrientes, algunos de sus soldados, orgullosos de su actuación, lucían puestas las alas con que representaban ángeles “cabalgando junto a él por espacio de dos leguas, y solamente a esa distancia se despojaron de sus vestidos”.

La mayoría de la oligarquía correntina no asistió a la representación, desairando al gobernador “salvaje”. Esto enojó a Andresito y, como medida ejemplarizante, obligó a los hacendados correntinos a desmalezar y barrer la plaza principal.

El 1° de abril de 2014 la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ascendió a Andresito póstumamente como general del Ejército argentino. Y en Uruguay, a iniciativa del presidente Tabaré Vázquez, en 2016, le fue conferido el grado de general del Ejército.

Lleno de sonido y de furia

Andresito aparece en las primeras viñetas y desaparece en las últimas del mismo modo que en las escasas páginas que la historia le ha dedicado: en forma misteriosa. Ingresa evocado como un fantasma shakesperiano mientras el anciano José Artigas le ceba mate a Ansina en su exilio en Ybyray (Asunción del Paraguay). Y la última noticia que nos llega es de 1821, cuando, tras ser liberado por los portugueses en calamitoso estado (le escribe a Artigas diciéndole que ni ropas le habían dejado), vuelve a ser encarcelado tras una pelea con soldados británicos. Había sufrido en este último periplo de su vida el espanto de su prisión de un año y cuatro meses en la Lage, la peor cárcel de Río de Janeiro, ubicada en medio de la bahía de Guanabara e inundable de acuerdo a las mareas. Fue separado del resto de los jefes artiguistas presos en la menos inhóspita cárcel de Isla das Cobras, como Lavalleja, Manuel Francisco Artigas y Otorgués, entre otros. El odio racial y el supremacismo se cebaron en él. El intento de humillarlo era una reacción ante lo que había representado políticamente.

Lacan postula que el pasado se transforma, que vivimos reconstruyéndolo. La historia cuenta, en efecto, con un limitado pero real poder reparatorio, una capacidad de búsqueda de cierta justicia retroactiva. Esta hermosa historieta también.

Andresito, de Lautaro Fiszman. 128 páginas. Tren en Movimiento, 2025.

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