El genocidio palestino en Gaza, los permanentes despuntes de totalitarismo a la interna de los estados y en otros territorios, las múltiples formas del antisemitismo enquistadas en la sociedad y todas las variantes del exilio (incluyendo la migración forzada, la existencia de campos de refugiados y las políticas nacionalistas de los muros en las fronteras) son interpelados por una de las pensadoras más influyentes del siglo XX.
El 4 de diciembre se cumplieron cinco décadas del fallecimiento de Arendt, ocurrido a los 69 años por un infarto agudo de miocardio en Nueva York, la ciudad donde vivió por más de 30 años y el sitio en el que había fijado su centro de operaciones. La reciente aparición en español de Hannah Arendt. Una biografía intelectual, del investigador y catedrático de Filosofía por la Universidad de Múnich Thomas Meyer, permite realizar un acercamiento profundo no sólo al derrotero formativo, intelectual y filosófico de la autora de Sobre la revolución, sino además constatar la coherencia de su pensamiento y la fidelidad (a través de una lectura atenta, nunca complaciente) a unos pocos maestros.
Aunque nació en la ciudad de Linden (Prusia), muy cerca de Hannover, el 14 de octubre de 1906 -hija de Paul Arendt y de Martha Cohn-, la infancia y adolescencia de Hannah Arendt están íntimamente atadas a la ciudad de Königsberg, la que fuera capital de Prusia Oriental desde la Baja Edad Media hasta 1945, lugar en el que la familia se estableció cuando la niña tenía apenas dos años. Fue allí donde esta “judía de Königsberg”, tal como la presenta el biógrafo en la primera línea del capítulo inicial, asistió a la escuela y aprobó el bachillerato, y el sitio del que partió y al que volvió, algunos años después, para reelaborar su tesis doctoral sobre el concepto de amor en san Agustín, bajo la dirección de Karl Jaspers, en la Universidad de Heidelberg.
Thomas Meyer dedica varios y documentados capítulos a historiar la estirpe de los Arendt, su estrecho relacionamiento con Königsberg y de qué forma ese enclave geográfico moldeó los vínculos familiares y religiosos de la futura filósofa y la impulsó hacia un intenso camino académico que incluyó, tal como ella misma señala en una suerte de currículum redactado en 1941, el estudio de “filosofía con los profesores Heidegger (Marburgo), Husserl (Friburgo) y Jaspers (Heidelberg), teología en Marburgo con el profesor Bultmann y en Heidelberg con el profesor Dibelius, y filología griega con el profesor Regenbogen en Heidelberg”.
Publicado en español dentro de la solvente Biblioteca de la Memoria de la editorial Anagrama (que incluye biografías de nombres tan disímiles como los de Vladimir Nabokov, Friedrich Engels, John Kennedy Toole, Al Capone y Leopoldo María Panero), Hannah Arendt. Una biografía intelectual es un libro más que necesario para aproximarse al derrotero de la autora de obras como Los orígenes del totalitarismo (1951), La condición humana (1958) y Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal (1963) y para enfrentarse a los desafíos, cuestionamientos, polémicas y reconocimientos que atravesaron una vida por demás inquieta, que se mantuvo fiel a un puñado de principios hasta el final y que, como se apuntara más arriba, sostiene una incuestionable vigencia en estos días.
Lo que sigue son algunos apuntes espigados de la lectura del libro de Thomas Meyer que, sin ningún afán completista, pretenden detenerse en ciertos aspectos y nombres claves en la vida y obra de Hannah Arendt.
Judaísmo
La cuestión del judaísmo atraviesa toda la vida y la obra de Hannah Arendt no sólo por su condición judía, sino por los posicionamientos que a lo largo de los años fue adoptando ante el tema, que la llevaron a mantener diversos enfrentamientos y a cosechar varias enemistades, siendo uno de los episodios más publicitariamente conocidos su postura ante el juicio al criminal nazi Adolf Eichmann en Jerusalén (1961-1962).
Muchos años antes, a inicios de la década de 1930 y cuando residía en Alemania, Arendt comenzó una intensa actividad política, en la que defendió la lucha activa contra el régimen nacionalsocialista. A instancias de Kurt Blumenfeld, reconocido líder sionista y presidente de la Federación Sionista Alemana de 1923 a 1933, Hannah Arendt se dedicó a estudiar la persecución de los judíos y llegó a ser detenida por la Gestapo durante ocho días. Emigrada a París en 1933, trabajó para otra organización sionista en el traslado de jóvenes judíos hacia Palestina.
Meyer le dedica un buen espacio de su libro a estos intensos años en la vida de su biografiada y reconstruye especialmente el viaje a Palestina que emprendiera junto con una delegación en 1935, periplo que se encuentra en la base de las posteriores reflexiones de Arendt sobre la cuestión judío-palestina y la creación del Estado de Israel, sustento de un libro de aparición reciente (y bastante tardía) en español, Sobre Palestina, que reúne el ensayo “La política exterior estadounidense y Palestina”, escrito en 1944, y el informe colectivo “El problema de los refugiados palestinos”, de 1958. Esos textos, escritos entre 70 y 80 años atrás, poseen, a la luz de los hechos actuales, una avasalladora vigencia.
Heidegger
En el semestre de invierno de 1924-1925, la joven estudiante Hannah Arendt concurrió a la Universidad de Marburgo para escuchar al recientemente llegado profesor Martin Heidegger, un antiguo novicio y seminarista jesuita de 35 años, casado y con dos hijos, que por sus revolucionarias ideas y hasta por su forma de vestir constituía toda una novedad en el claustro. Este catedrático, que concebía para sí “la existencia humana en una de sus posibilidades más extremas, a saber, la existencia filosófica”, y la joven estudiante de 18 años proveniente de Königsberg se enamoraron, debieron mantener en secreto su relación y comenzaron a estrechar un vínculo intelectual que se mantendría durante la vida de ambos (Heidegger llegó a sobrevivir cinco meses a Arendt).
Meyer reconstruye la relación entre Heidegger y Arendt a través de su nutrida correspondencia y de las posturas que cada uno fue adoptando ante la obra del otro. La adhesión de Heidegger al nazismo fue, sin dudas, uno de los mayores puntos de tensión para ambos pensadores. Arendt abordó a través de artículos, conferencias y en la propia correspondencia con su maestro el sistema filosófico de Heidegger, problematizándolo siempre y asumiendo en un punto, como señala el biógrafo, que “decidió desde el principio que tal vez hubiera que abandonar a la persona para poder salvar su filosofía y su pensamiento”.
Maridos
Hannah Arendt estuvo casada dos veces: con Günther Anders entre 1929 y 1937, y con Heinrich Blücher desde 1940 a 1970 (hasta el fallecimiento de él). Un filósofo germano-austríaco de origen judío el primero y un poeta y filósofo alemán, comunista al principio y antiestalinista después, el segundo, las personalidades de estos dos hombres, tan diferentes entre sí por formación, estirpe e intereses, son quirúrgicamente abordadas por Meyer en su libro.
Particularmente destacable es el retrato que traza de Blücher, quien compartió su vida durante 30 años con Arendt, coincidiendo con su establecimiento en Estados Unidos a partir de 1941, y discutía con ella cada palabra que su esposa escribía. Se trata de una figura clave a la interna del sistema de pensamiento de Hannah Arendt, aunque Meyer tiende a problematizar su supuesta influencia.
Jaspers
La penúltima imagen que aparece en la breve galería fotográfica inserta en el centro de Hannah Arendt. Una biografía intelectual, muestra a tres mujeres que rodean a un hombre gigantesco que luce un ridículo gorrito para el frío, en la cima de una montaña en Saint Moritz, Suiza, en 1952. A la derecha del individuo, sonriente con el sol de frente, está Hannah Arendt, a la izquierda hay una desconocida y sobre la derecha está Gertrud Jaspers, la esposa del gigante, que no es otro que el psiquiatra y filósofo Karl Jaspers, autor de obras como La filosofía desde el punto de vista de la existencia y El hombre en la Edad Moderna, tutor de la tesis doctoral de Arendt en Heidelberg y figura clave en su formación filosófica.
Varias páginas de la biografía reconstruyen el vínculo entre Arendt y Jaspers, quien siempre fue visto por la filósofa como una suerte de figura paterna, especialmente si se tiene en cuenta que su propio padre, el ingeniero Paul Arendt, falleció en 1913, cuando su hija tenía 7 años.
Entrevista
Todo el libro de Thomas Meyer se encuentra atravesado por una de las principales fuentes que se conservan sobre la formación intelectual y el derrotero filosófico de Hannah Arendt: la entrevista que la pensadora le concedió al periodista Günter Gaus para el programa Zur Person, de la cadena televisiva alemana ZDF, emitido el 28 de octubre de 1964, que “ya desde hace tiempo ha alcanzado el estatus de legendario”, al decir del biógrafo, y que puede encontrarse completo y subtitulado al español en Youtube.
En esa fabulosa pieza dialéctica, el periodista Gaus conversa con la autora del entonces flamante (y altamente controversial) Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal acerca de diversos tópicos, en un intercambio vivo, que ya desde la primera pregunta, cuando el entrevistador la sitúa dentro del “círculo de los filósofos”, lleva a Arendt a afirmar, con una luminosa sonrisa en los labios: “Me temo que debo empezar protestando porque yo no pertenezco al círculo de los filósofos. Mi profesión, si puede hablarse de algo así, es la teoría política”.
La política, la escritura, la teología, el activismo político, la formación académica y una gran variedad de temas atraviesan la entrevista, que cuenta con un pasaje que se ha vuelto especialmente citado en círculos académicos y que refiere a la lengua materna. Cuando habla con el entrevistador sobre el hecho de escribir y pensar en inglés, debido a encontrarse inserta durante décadas en el hábitat estadounidense, Hannah Arendt revela que “la lengua alemana, en todo caso, es lo esencial que me ha quedado y que he mantenido siempre conscientemente”.
Literatura
Lectora desde muy joven –Meyer reconstruye en un extenso y poliédrico capítulo las incursiones de su biografiada en diversas librerías durante su juventud–, Hannah Arendt se mostró especialmente interesada por obras de Franz Kafka, Thomas Mann, Louis-Ferdinand Céline y Walter Benjamin (de quien llegó a ser editora pocos años después de la muerte del filósofo y crítico literario alemán).
Un punto por demás interesante que señala Meyer es cómo “a lo largo de su vida, Arendt encontrará en la literatura ejemplos de cómo la anticipación de acontecimientos históricos futuros, la aparición de un determinado tipo de persona, las consecuencias de la violencia y, en definitiva, todo el espectro de la actividad humana podían captarse con precisión en la poesía y la lírica”. El ejemplo para graficarlo es la lectura que Arendt realizó de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, libro que en muchos aspectos legó a considerar más adecuado para iluminar el trasfondo histórico de la locura racial que la bibliografía histórica existente.
Hannah Arendt. Una biografía intelectual, de Thomas Meyer. Traducción de José Rafael Hernández Arias. 560 páginas. Anagrama, 2025.