Aroma Ramos es la directora del Polo Educativo Tecnológico Arrayanes desde mediados de 2018. La agrónoma y docente de UTU vive en Salinas y viaja todos los días al centro educativo, ubicado en el kilómetro 102 de la ruta Interbalnearia, cerca de Piriápolis.
Ramos habla con orgullo de las actividades del Polo Arrayanes, y los casi 130 kilómetros que recorre todos los días quedan apenas como una anécdota.
Este año se inscribieron más de 500 estudiantes, de los cuales 200 ingresan por primera vez. Hay 100 docentes y otras 40 personas vinculadas al centro, como asistentes de laboratorio, del área audiovisual o en el área de producción. “Una parte esencial del polo es vincular el estudio con el trabajo”, subraya Ramos.
En el polo se ofrecen cursos de bachilleratos tecnológicos en Agroforestal, Audiovisual, Carpintería de Embarcaciones, Energías Renovables, Informática y Conservación de Recursos Naturales, entre otras áreas. La oferta educativa incluye Educación Media Profesional (dos años), Bachillerato Profesional (un año), Educación Media Tecnológica (tres años), Capacitación Técnico Terciaria (dos años) y desde este año un Finest de Audiovisual de 18 meses. Los detalles pueden profundizarse ingresando al sitio web.
En Arrayanes funciona un internado, que este año cuenta con 50 plazas habilitadas; las habitaciones son para cuatro estudiantes, pero por el protocolo sanitario sólo pueden estar dos. En esta zona trabaja una jefa de internado y dos encargados. Este año convivirán allí estudiantes de Montevideo, Colonia, Durazno, La Paloma, Treinta y Tres y Aiguá, entre otras localidades. “Los viernes terminan la semana y se van. A muchos les cuesta irse, a veces preferirían quedarse y estudiar. Pero no tenemos personal, por eso no se pueden quedar. En primer año sí, apenas termina la semana se van, pero después ya la relación con el polo cambia”, explica Ramos.
La directora se refiere en particular a los estudiantes de las áreas agrarias y de conservación de recursos naturales, que tienen cursos más extensos (ocho horas de clase diarias) y por ese motivo están más involucrados con la dinámica del polo. “Además de las clases, ellos están muy involucrados con la escuela y con todos los procesos productivos que aquí se desarrollan”, comentó Ramos.
En 2020 las instituciones educativas enfrentaron múltiples desafíos debido a la emergencia sanitaria. En el caso de Arrayanes, al otro día de la suspensión de las clases presenciales los docentes de Informática se plantearon crear una plataforma de educación a distancia, para lo que contrataron un servidor.
“En general, nuestros proyectos finales están vinculados a alguna problemática de la comunidad de la zona. En el caso de 2020, los proyectos finales estuvieron más vinculados al propio Arrayanes, porque los estudiantes no podían salir mucho. De todas maneras, fue una oportunidad para cruzar áreas otra vez. Por ejemplo, el área Audiovisual hizo documentales con los proyectos finales de otros cursos”, explicó Ramos.
Otra seña de identidad del proyecto Arrayanes es el impacto que tienen los proyectos en la comunidad y la posibilidad de cruces entre las diferentes disciplinas. Ramos pone como ejemplo dos proyectos que cuentan con financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE): uno vinculado a la apicultura y otro relacionado con el rescate de la flora silvestre y las plantas psamófilas.
En el proyecto para mantener el control de las colmenas a distancia, cuenta Ramos, participaron las áreas de Recursos Naturales, Informática y Producción Apícola; mientras que el proyecto Psamófilas, de plantas ornamentales y florales, contó con aportes de estudiantes de Paisajismo y Recursos Naturales, entre otros.
Lo mismo sucede con el área de Carpintería de Ribera, que en la etapa de construcción de embarcaciones se hermana naturalmente con las materias de Deportes Náuticos, Recursos Naturales y del Área Agroforestal. “Tenemos siete áreas diferentes que se cruzan y complementan todo el tiempo. Y apostamos mucho a que eso suceda”, subraya Ramos.
El vínculo con la realidad productiva de la región es otro tema clave. Muchos guardaparques que egresan de Arrayanes trabajan actualmente en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, en departamentos de desarrollo ambiental de las intendencias y en lugares como el parque Lussich o los parques minuanos Salus y Ute-Antel. “En algunos casos hay estudiantes que todavía no egresaron de Arrayanes y de todas maneras ingresan como becarios”, comenta Ramos.
Ramos también destaca el potencial del área de Audiovisual en el marco de los planes de instalar una zona franca audiovisual en el departamento, o la inserción del Área de Deportes Náuticos en una actividad “que para esta zona es muy importante”. Las prácticas de navegación, explica Ramos, se realizan en la costa atlántica y en Laguna del Sauce; en paralelo se ha profundizado en el vínculo con los pescadores, que participan con los estudiantes y docentes en el diseño de embarcaciones.
En el caso de Deportes Náuticos, señala Ramos, egresados de Arrayanes han impulsado la creación de nuevas escuelas de vela en diferentes puntos del país, alentados por un mismo espíritu: socializar estos deportes.
“Nos parece importante difundir la idea de que los deportes náuticos no tienen que ser para una élite, que es una imagen que está un poco instalada. Que todo el mundo tenga acceso a ellos en un país donde los cursos de agua son tan vastos nos parece un desafío muy interesante”, razonó.
El predio
El Polo Educativo Tecnológico Arrayanes es un predio de 167 hectáreas y tiene además un anexo de 22 hectáreas sobre el arroyo Solís. El predio era originalmente un anexo de la Escuela de Silvicultura, que funcionaba en El Jaguel de Maldonado. Allí se introducían nuevas especies forestales y luego se evaluaban.