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El gobernador electo del estado Barinas, Sergio Garrido, en conferencia de prensa el 10 de enero.

Foto: Rayner Peña R., EFE

¿Qué nos dice la derrota del chavismo en Barinas?

8 minutos de lectura
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Las elecciones en el estado de Barinas de Venezuela demostraron que con el voto fue posible una alternancia en un estado fuertemente simbólico para el chavismo.

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El 9 de diciembre, el estado de Barinas repitió las elecciones de gobernador. Que la ciudadanía debiera concurrir por segunda vez a las urnas es un hecho extraño, derivado de una decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de anular los comicios que habían tenido lugar en noviembre. En esa elección, el candidato de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), Freddy Superlano, le había ganado por estrecho margen al gobernador y candidato oficialista del Gran Polo Patriótico (GPP), Argenis Chávez Frías, uno de los hermanos del expresidente Hugo Chávez. De hecho, el estado ha sido gobernado todos estos años por la familia Chávez.

En aquellas elecciones, Superlano había obtenido 37,6% de los votos, mientras que Chávez Frías había sumado 37,2%. La razón formal que esgrimió el TSJ para convocar nuevamente a elecciones estribó en que Superlano se encontraba inhabilitado por la Contraloría General de la República al momento de ser candidato, pero el Consejo Nacional Electoral no sabía de esa decisión. Claramente, se trató de un intento del oficialismo de evitar una derrota en un estado considerado la “cuna de la revolución”.

En la elección repetida, sin embargo, los candidatos ya no eran los mismos. Ni Superlano (inhabilitado) ni Chávez Frías (que decidió no volver a competir, en una admisión de su derrota) participaron en la elección. Por la MUD se presentó Sergio Garrido (miembro de Acción Democrática), mientras que por el GPP se postuló Jorge Arreaza, exmarido de Rosa Virginia Chávez, una de las hijas del expresidente y fogueado dirigente del chavismo. De manera inesperada para muchos, Garrido obtuvo la victoria con 55,3% de los votos frente a Arreaza, que se quedó con 41,2%. Otros candidatos totalizaron 3,36%, mientras que la abstención alcanzó el 48%.

Un estado particular

El estado de Barinas, ubicado en el suroccidente de Venezuela, es mayormente agrícola –aunque también tiene minerales y petróleo–. Poseedor de una topografía que combina llanos y montañas, es el octavo en extensión territorial y tiene una población de poco más de un millón de habitantes. Desde el punto de vista electoral no es un estado de una importancia significativa: ocupa el puesto 15 de 24 en cuanto a número de electores.

Desde el comienzo de las elecciones directas de gobernadores y alcaldes en 1989, Barinas fue gobernado dos veces por el partido socialdemócrata Acción Democrática entre los años 1990 y 1993 y 1996 y 1999, y una vez por el partido socialcristiano Copei entre los años 1993 y 1996. Pero a partir de las elecciones regionales del 8 de noviembre de 1998 Barinas es gobernado por la familia Chávez. Hugo de los Reyes Chávez, conocido en el estado como “el maestro Chávez” y padre del expresidente, fue gobernador entre 1998 y 2008. Luego lo sucedió su hijo mayor, Adán Chávez, quien dirigió el estado entre 2008 y 2017, cuando Nicolás Maduro lo designó ministro de Cultura, antes de darle su actual puesto de embajador en Cuba. En las elecciones de octubre de 2017, ganó uno de los hijos menores del “maestro Chávez” y uno de los seis hermanos del expresidente: Argenis Chávez Frías.

La importancia de Barinas es evidente: se trata del territorio histórico de la familia Chávez. El peso simbólico del estado para el chavismo no ha pasado nunca desapercibido y, por ello, esta elección atrapó la atención de los venezolanos y de no pocos medios de comunicación internacionales. Y la derrota del chavismo en ese estado es ahora motivo de debates.

Movilización del electorado y liderazgos regionales

La baja en la abstención y la distribución del voto favorecieron más a la MUD que al GPP. Si en noviembre de 2021 la mayoría del voto se repartió en cinco organizaciones –de las cuales cuatro eran de la oposición–, en enero de 2022 no fue así. Garrido y Arreaza sumaron 96,5% de los sufragios. En 2021, la suma fue de 74,8%. En diez de los 12 municipios del estado, la abstención en enero fue menor que en noviembre, salvo en Ezequiel Zamora y Pedraza, en los que la subida fue discreta.

Garrido ganó porque los electores se movilizaron más y los votos fueron en mayor proporción a la MUD que al GPP, sea de los nuevos votantes –en 2022 se sumaron 36.527 personas– o de quienes habían votado por tarjetas distintas a la MUD en 2021. El GPP redujo su votación con respecto a noviembre de 2021 en un municipio (Antonio José de Sucre), se mantuvo igual en uno (Barinas) y aumentó en los diez restantes. Pero los aumentos no fueron suficientes para restarle votos a la oposición, que atrapó la mayor cantidad de sufragios. En el municipio de Barinas, la capital del estado, el voto del GPP se mantuvo relativamente igual en ambas elecciones, pero en esta oportunidad el voto se polarizó y quienes habían votado por otras opciones anteriormente ahora lo hicieron por el MUD, lo que explica su subida de 31,5% en noviembre a 55,2% en enero. Además, en el municipio Barinas la abstención bajó nueve puntos entre noviembre de 2021 y enero de 2022. Este comportamiento se observó en los restantes municipios. El chavismo sólo le quitó votos a la oposición en Arismendi y Pedraza. La MUD tuvo aumentos significativos en los municipios que concentran 70,4% de la población electoral del estado. En cambio, los mayores índices de crecimiento del GPP se produjeron en municipios con más baja población de votantes.

El desempeño electoral de la MUD fue casi tres veces mejor que el del oficialismo. La diferencia entre Garrido y Arreaza fue de 44.267 votos. El crecimiento de la tarjeta de la MUD fue robusto y no sólo le permitió ganar, sino tener un colchón para que la victoria de Garrido fuera más sólida. Para haberle ganado, el GPP tendría que haber duplicado su diferencia entre noviembre y enero. El chavismo mejoró, pero no lo suficiente.

El éxito de la MUD se explica, por un lado, por el papel del liderazgo regional. Este se rebeló contra las direcciones nacionales de los partidos del G4 (Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular) y decidió participar en las elecciones de noviembre de 2021. De ahí, por ejemplo, la ambigüedad de Voluntad Popular con los integrantes del partido que decidieron ir a noviembre, que según sus cifras pasaron de 1.000 candidatos. La dirección no los apoyó, pero tampoco los desautorizó. En esa ambigüedad entró el comportamiento de los dirigentes regionales. Uno muy importante es el propio Freddy Superlano, quien forma parte de Voluntad Popular. No sólo tuvo un buen resultado en las regionales de 2017 –aunque no ganó y en 2021 su triunfo fue desconocido–, sino que su campaña y comportamiento en noviembre tuvo mucho sentido político. No fue estridente ni amenazante. Tanto él como Sergio Garrido no cedieron a la estrategia de plebiscitar la elección como pedían voces cercanas al “interinato” que preside Juan Guaidó. Mantuvieron, por el contrario, un equilibrio entre las demandas del liderazgo nacional y las realidades del estado. Lograron así tejer apoyos para Garrido. La tarjeta de la MUD para la gobernación de Barinas fue respaldada por tres fuerzas en noviembre de 2021. Pero para las elecciones de enero Garrido tuvo el apoyo de seis movimientos.

Los electores barineses observaron una campaña para el estado que no buscaba hacer de Barinas un “bastión para el quiebre” –que es la tesis del entorno de Juan Guaidó–, sino que pretendía salir de la hegemonía de los Chávez con un candidato que ha vivido y hecho su carrera política siempre en el territorio. Esto lo contraponía al caraqueño Jorge Arreaza (que ejerció distintos cargos ministeriales durante los gobiernos de Chávez y Maduro), y era percibido como un candidato “traído de afuera”.

El segundo factor que explica el triunfo de la MUD es el cansancio de la población con los gobiernos de la familia Chávez. Ese deseo de cambio está lejos de ser nuevo. En las elecciones de 2008, Adán Chávez obtuvo 51% de los votos, pero el candidato opositor Julio César Reyes –hoy secretario de gobierno de la Gobernación de Barinas– logró un nada despreciable 44%. Incluso en 2012, cuando Adán Chávez fue reelegido con 58% –el segundo porcentaje más alto luego del 76,3% que sacó el “maestro” Chávez en 2004–, Julio César Reyes sumó 42%. El éxito de 2022 se debió a que liderazgos regionales trabajaron y no abandonaron su estado.

Vida dura y pobreza

¿Por qué perdió el chavismo? ¿Y por qué dos veces? ¿Cuáles son las razones que explican que en el “territorio de los Chávez”, la fuerza política oficialista haya perdido parte de su caudal electoral?

El primer factor estriba en las condiciones de vida de la población. La ciudadanía vive mal y lo ha hecho notar en los comicios. Si bien la dolarización de facto de la economía ha traído un respiro y su efecto es transversal –alcanza en diferentes proporciones tanto a sectores acomodados como a sectores populares–, la calidad de vida está lejos de haber mejorado. Sólo las élites y sus círculos pueden decir que viven bien. Y nadie más, aunque posea dólares. No se trata sólo de las “condiciones objetivas”, sino de la añoranza de cierta estabilidad y tranquilidad de la Venezuela del pasado. Esa añoranza está en el “inconsciente” de la población.

Los problemas de gestión del gobierno de Maduro son evidentes. En una de sus actividades al final del año pasado, el presidente mostró con mucho orgullo un video de una rotura de un caño de agua en Caracas y afirmó que debería haber algo como una app para denunciar ese tipo de situaciones y generar un “gobierno directo” en el que el pueblo pueda generar “alertas” y “soluciones”. El gobierno considera que todo se remite a una denuncia en redes sociales o a través de una app, sin considerar la competencia de los equipos de gobierno, en un contexto que está muy lejos de la alucinante cantidad de recursos que tuvieron los gobiernos de Chávez.

El segundo factor que explica la derrota del chavismo es la pobreza en la que vive la población de Barinas. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida realizada por la Universidad Católica Andrés Bello, Barinas era en 2021 el tercer estado de Venezuela con más personas en situación de pobreza, luego de Yaracuy y Sucre. En las elecciones regionales de noviembre de 2021, se observó que, agrupados los estados de Venezuela y la capital del país en regiones, las que muestran mejores índices económicos y sociales tendieron a votar en mayor medida por el chavismo, mientras que las más afectadas por la pobreza tendieron a hacerlo por la oposición. Este es el caso de Barinas en 2021 y 2022.

¿Un caso de estudio para una futura alternancia en el poder nacional?

Poco a poco, de manera planificada o no, se construye un camino para una posible alternancia en el poder “a la venezolana”, y ese camino tendrá su prueba en las elecciones presidenciales de 2024. Hay límites que el gobierno no puede sobrepasar. Hacerlo crearía una situación de ingobernabilidad y conflicto que el propio Ejecutivo no desea. El gobierno internalizó que necesita estabilidad y gestión y no puede ni quiere volver a las etapas de 2015 a 2019. Si es así, la alternancia en el poder es una posibilidad. La eventualidad de que el chavismo pierda las presidenciales de 2024 existen y son reales. Pero construir el eventual camino a la alternancia para 2024 no depende sólo de Maduro. También depende de lo que haga la oposición con su victoria en Barinas. Es un “baile a dos”. Si Garrido cree que su victoria es para hacer de Barinas un “bastión del quiebre” del chavismo, seguramente fracasará. Si el gobierno de Maduro y la gobernación de Garrido logran regular el conflicto y construir unas reglas para la competencia, pero que permitan al segundo armar una gestión y al primero no sentirse amenazado, se dará un paso importante para la construcción de las reglas para 2024 y el pueblo venezolano podrá decidir qué gobierno desea tener.

El 13 de enero, el presidente Maduro y el gobernador Garrido se encontraron en el Palacio de Miraflores. Si bien no hubo una declaración oficial, el video muestra que fue una reunión larga y respetuosa. Esto puede significar que tanto Maduro como Garrido son conscientes de que, pese a las diferencias, deben comunicarse y establecer planes de trabajo. No se sabe cómo terminará esta relación –ni tampoco con los otros tres gobernadores de la oposición electos en 2021– pero puede percibirse que el conflicto político venezolano toma vías institucionales que no estarán exentas de tensión. Desde una perspectiva optimista, la elección en Barinas podría ser la muestra de que el conflicto entre gobierno y oposición puede dejar de ser tramitado en un escenario anárquico y dirimirse en uno en el que imperan nuevas reglas.

Ricardo Sucre Heredia es politólogo, profesor de la Universidad central de Venezuela. Es director gerente de la consultora Smart Thinkers. Este artículo fue publicado originalmente por Nueva Sociedad.

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